Era mío / nuestro. Ya no, y “no fue magia”
Eduardo de la Serna
Con
palabras precisas, a veces raras, se dice lo que cada vez vamos viendo con más
nitidez: se habla de “transferencia de recursos”, de “grupos concentrados” o
cosas semejantes que significa que lo que antes era “nuestro” ahora es “de
otros”. A esto en un momento lo resumí diciendo que «antes decíamos que “la patria es el otro” pero ahora “la patria es del
otro”». Que es semejante a parodiar afirmando que «en la nueva Argentina los únicos privilegiados son los CEOs».
Debo
decir que no tengo claro a dónde vamos. O, para precisar, cómo sigue o cómo
termina esto. Por momentos me da la sensación que quieren “abrocharnos”, tomar
todo lo que se pueda hasta que un helicóptero los deposite en su casa (o country),
pero por momentos pareciera que quieren perpetuarse, algo que vislumbro
difícil. No sé cómo, menos aun cuando, pero no me imagino que esto termine
bien, o que termine pacíficamente. Y, dolorosamente, esto significa muertos.
Muertos que casi siempre los ponen los pobres. Y, vista la vocación macrista de
alentar la represión, hacer protocolos infames, e incluso convocar a las
Fuerzas Armadas a ilegales e irracionales cuestiones de seguridad interna no
imagino que ese fin-no-pacífico suponga pocas víctimas. Lamentablemente.
Debo
reconocer que coincido en algo con Maurizio Macri, en que este es el mejor
equipo de los últimos 50 años. “El mejor” para esta política perversa, genocida
por goteo, de una democracia que los curas opp hemos calificado de “baja
intensidad” para no caer en el mirtalegrandismo de afirmar que “esta es una
dictadura”, porque parece que una o mil cadenas nacionales son más graves que
las represiones indiscriminadas, la cooptación de los otros poderes y del
sindicalismo, la complicidad del mal llamado “cuarto poder” (¿cuarto?, ¿no
parece primero?) y la mentira sistemática.
Una
vez escuchaba a un experto en medios afirmar en un reportaje que “los MCS son como una linterna, que iluminan
hacia donde apuntan, pero dejan en oscuridad aquello donde no miran”. Debo
decir que coincido con la segunda parte, pero no con la primera, al menos no
necesariamente. Porque cada vez es más evidente que más que a una linterna se
parecen más a un ilusionista que hace creer que es realidad lo que en realidad
es una ilusión (o una mentira), una ficción creada por ellos. Sí es cierto que
hay toda una enorme realidad por “detrás” de aquello que se muestra. Una realidad
que “quiere decir que hay otra historia:
la verdadera historia. Quien quiera oír, ¡que oiga!”
Lo
cierto es que era nuestra la educación, era nuestra la energía (luz y gas), y
el agua, era nuestro el ARSAT, y las jubilaciones, eran nuestros los Derechos
Humanos y hasta el fútbol… y hoy vemos que cada vez más el país va dejando de
ser nuestro. Nos endeudaron nuevamente y nos siguen endeudando. El Fondo
Monetario Internacional vuelve a auditar nuestras cuentas, las jubilaciones van
en camino a desfinanciarse para que los bancos vuelvan a apoderarse de los
recursos (también ahí), la política de Derechos Humanos la fija el diario La Nación,
como Blaquier la pseudo-constitución de Jujuy con su “che, pibe” a cargo de la gobernación; la ‘Corte Suprema de la vergüenza 2.0’ patea para adelante los
tarifazos y el que quiera ver fútbol gratis que se vaya a Cuba. Y todo esto
tampoco “fue magia”. Fueron votos. Lamentablemente fueron votos, muchos hoy tardíamente
arrepentidos.
El
mejor equipo de los últimos 50 años no deja detalle por apropiar. Y lo que no
le interesa se anula. El monumento a la mujer originaria es un buen ejemplo de
esto, casi como los animalitos en los billetes. La cosa es que el gobierno
niegue la (otra) historia (incluso la reciente y los 30.000) y se reafirme la
oficial, aquella de se celebró en el Centenario y hoy repetimos frente al
monarca caza elefantes, angustiados y sin hermanos de la Patria Grande. Al fin
y al cabo no hay que pensar ni repensar la historia que ya bien la escribió
Mitre y repiten los vasallos de la tribuna de doctrina.
Una
de mis “eternas discusiones” con mi amigo Jorge es que yo sostengo que
determinados personajes no merecen el honorable título de “poetas”. Creo que es
un nombre que a la inmensa mayoría le queda grande; como el de “artista”.
Aplicado a esto, creo, también que hay muchos que no merecen el título que se
endilgan o que se les da de periodistas o historiadores, por ejemplo.
Ilusionistas de la palabra son generadores de realidades falsas. Las mismas que
el gobierno y sus voceros propalan sistemáticamente sin el más mínimo esfuerzo
para que entre “palabras” y “verdad / realidad” haya el más mínimo correlato.
No
fue magia, fue el ilusionismo de los globos amarillos, fue el repiqueteo persistente
del “miente, miente”, fue la sistemática cadena nacional de la “pesada herencia”
y la “ruta del dinero” y la corrupción “que se conjuga en pasado” (porque los
Papamá Papers no existieron), fue el cretino de López y otros como él, y fueron
los clown mediáticos. Fueron y son. Porque ellos también son responsables del
dolor y padecimiento del pueblo. Ayer usaron a los militares, hoy utilizan a
los medios. Y si mañana nuevamente empezara la reconstrucción del país que
están devastando, serán estos y no “ellos” los que serán juzgados y condenados.
Porque, hemos de decirlo – y más con un Poder judicial absolutamente cómplice
de sus “hermanos de raza” (o de clase) – los ejecutores podrán ser juzgados, en
cambio ¡los artífices, no! Massot, Blaquier y Magnetto son viva prueba de ello.
Por eso no fue magia, sino ilusionismo. Pero la vida y la muerte de los pobres
nos siguen exigiendo un lugar donde estar, donde vivir, donde gastar las
energías y donde esperar un mañana. Mañana que esperamos, y por el que
militamos.
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