¿Quién es para mí, Teresa de Lisieux?
Eduardo de la Serna
Hace ya muchos años escribí esto.Lo escribí para mi, y para compartir con un grupo pequeño de amigos. Con muchas dudas me decido hoy a publicarlo porque creo que - especialmente por el final - recupera actualidad. Ojalá sirva.
Si
tengo que decir quién es Teresa para mí, reconozco que me encuentro ante algo
difícil. Por una parte porque perdería absolutamente la necesaria cuota de
objetividad para expresarme, por otra porque encontraría la limitación clásica
para expresar en palabras lo que debería ser lenguaje del corazón. Finalmente
debería distinguir (¿se puede?) su persona de su camino. Y el mío...
Por
una parte, y creo que no es ninguna exageración, Teresa salvó mi vida. Y no me
refiero a milagros debidos a su intercesión. Me refiero a los tiempos duros de
muerte que nos tocaron vivir en la Argentina, y a mí particularmente. Fue
terriblemente desgarrante para mí vivir la experiencia de la soledad cuando uno
a uno iban muriendo mis amigos bajo las garras del Terrorismo de Estado. Y
saber que en cualquier momento podía ser yo el próximo. Se conjugaban, por un
lado la angustia de la soledad cada vez más oscura, y por el otro, el miedo al
dolor y la muerte causado por la máxima locura: la crueldad humana. ¿Por qué no
morí, si estaba en tantas listas, agendas, y hasta fui perseguido y amenazado?
Podría decir que hubo algunas razones de más o menos peso en lo circunstancial,
pero debo decir que en tiempos de soledad y lágrimas Teresa fue la única
compañera con la que, y de un modo vital y personal, pude sentir el abrazo y
hasta las lágrimas compartidas que la muerte me negaba de mis amigos. Debo
decir que pude rearmar mi persona, reconciliarme con el pasado, matar el odio
gracias a su presencia amiga. Presencia que siempre entendí "de parte de
Dios", pero como "dulce mensajera". ¡Dios supo como suavizar
tantas heridas!...
Sin
dudas, ¡a Dios gracias! pasaron esos tiempos. La amistad había comenzado antes,
y pudo seguir después. Siempre fui "cultor de la amistad", no como
algo "rosado" o "romántico", sino como compromiso, lealtad,
hombro para llorar, sonrisa para acompañar... He sufrido con los dolores de mis
amigos y me he alegrado con sus gozos... Desde que conocí a Teresa, intuí
primero, y supe después que había "algo más que devoción...(había)
verdadera ternura de amiga". Sobre esta amistad no sé cómo expresarme.
Precisamente porque "el amor es gratis". Pero no exagero si me refiero
a Teresa como a una gran amiga. Alguien que fui conociendo primero por
intuición, luego por connaturalidad, finalmente por unidad (que es más que
unión). Aprendí en lo secreto a decir "esta no es Teresa" cuando leía
algún libro y entendía que el autor deformaba su persona, figura o mensaje, o a
decir "acá sí está" cuando "sentía" que el autor
desaparecía para que con la máxima transparencia se pudiera ver a la Santa;
aprendí a ir descubriendo lo vocacionalmente sacerdotal de su camino y a
confrontarlo con mi ministerio; aprendí a encontrar a Dios en sus silencios, a
no esperar ver frutos de los esfuerzos, a dar y darme gratuitamente, y dejar
comodidades para compartir la vida de los pobres . Y esto, creo, que más que
aprenderlo de sus escritos, lo aprendí de su persona. Fue experiencia
compartida... Creo que nunca me resultó una santa 'domesticable",
romántica o aniñada. Sí, debo repetirlo, me resultó particularmente cercana. En
la cruz y la esperanza; en las experiencias de muerte y en la vida, en el templo
y en la calle...
¿Qué
tiene que ver Teresa conmigo? Hombre incapaz de llorar, hiper-activo, de poca
oración, no dado a sensiblerias, comprometido con los pobres, intelectual. .
¿Qué contestaría ella? Creo que me repetiría que el amor es gratis, y que -como
Dios- ella es ciega en el amor. ¿Qué puedo contestar yo? Creo que Teresa es mi
"cable a tierra" (o "a cielo", si se prefiere); creo que es
el alimento de ternura, es el grito profético que me impide olvidar que
"todo es gracia", que me impide esconder a Dios detrás de "tanto
que hay por hacer"...
¿Qué
me enseñó Teresa? Creo que me enseñó a descubrir a Dios como alguien
verdaderamente vivo; me enseñó a conocerlo (y me hizo amar ese Dios que ella
supo amar), me enseñó a dejar crecer a Dios en mi vida, que Él es más grande
que lo que podemos "imaginar", me enseñó a dejar a Dios ser Dios. Me
enseñó a esperar confiado. No en sus dones, no en lo que puede venir de Él,
sino simplemente a Él. Esperar porque no sabe fallar... Me enseñó a gastarlo todo,
por Dios, por los demás; a no guardar nada; me enseñó el amor... Quisiera que
no se entienda esto ni como algo teórico, ni como algo "lindo"; sino
simplemente como algo "real". Como algo compartido, aprendido,
experimentado en su compañía. ¿Se puede sintetizar esto diciendo que me enseñó
a "confiar"? Creo que sí...
Resumiría
diciendo algo que tiene sus raíces en mi experiencia pastoral: nuestro pueblo,
los pobres, están muy mal: jóvenes se suicidan en cantidad por la desesperanza
y la angustia, la violencia crece día a día, incluso entre quienes hasta hace
poco eran solidarios entre sí, una niña de menos de 10 años se vino a confesar
de haber robado para darle de comer a sus hermanitos, un muchacho es asesinado
cuando robaba para poder comprar droga, una familia desahuciada se consagra a
una secta que le asegura la salud para su hijita en estado terminal. ¿Cómo
anunciar a esta gente una Buena Noticia? Una Noticia que sea creíble, realista,
que no hable de un mañana al que no llegarán ni de un presente que no es realidad.
Creo que el amor gratuito de Dios, la confianza, la misericordia, la esperanza,
el sufrimiento y la alegría (que no son contradictorios), creo que el camino de
Teresa tiene mucho que decir a este presente nuestro. Y vivo confiado en que su
mensaje silencioso sea más escuchado que el grito de la desesperanza. Y
personalmente estoy convencido que es así.
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