Un profeta desconcertado muestra que Dios está interviniendo
TERCER DOMINGO DE ADVIENTO -
"A"
Eduardo de la Serna
Lectura del libro de Isaías 35, 1-6a. 10
Resumen: comenzando con metáforas en las que la alegría y la felicidad humanas se proyectan al desierto y la estepa, el canto espera la venida de Dios como vengador y salvador para llenar de fuerza a los desanimados y preparar un camino nuevo para su pueblo que vuelve del exilio manifestando esa alegría plena.
Un oráculo de Isaías invitando a la alegría muestra la
novedad que la acción de Yahvé en la historia provocará a su pueblo. El texto
comienza y termina con una invitación a “regocijarse”.
El motivo de esto viene dado por una “venida”,
tanto de Yahvé (vv.2b-6a) como de los exiliados (vv.8-10). El sorprendente
cambio del desierto, guarida de chacales, donde impera la aridez que será ahora
un estanque donde abundarán la caña y el papiro (vv.6b-7) queda en el centro.
El texto puede, entonces verse así estructurado:
a. regocijo y júbilo (vv.1-2a)
b. venida de Yahvé (vv.2b-6a)
c. desierto cambiado en estanque (vv.6b-7)
b’ venida de los exiliados (vv.8-10a)
a’ alegría y regocijo (v.10b-d)
La unidad literaria nos invita a ubicar este texto en
algún profeta del post-exilio, cercano a los discípulos de Isaías llamados 2º y
3er Isaías. El tema central está dado por el regreso a Jerusalén de
los exiliados (v.10). Es llamativo que no se aluda al Templo, quizás porque aún
no estaba reconstruido. Yahvé volverá a ocupar Jerusalén como antes de la
destrucción por parte de Babilonia.
La unidad comienza, como se ha dicho, con una
manifestación de emociones humanas de alegría y gritos de júbilo, pero
aplicadas a la geografía. La abundancia de felicidad no es lo que se espera
normalmente del desierto, el sequedal y la estepa. La naturaleza acompaña la
alegría que abundará sin que sepamos todavía de quién. A esta tierra (se le ha
dado “a ella”, Jerusalén, cf. 60,13),
además, se le ha dado la fertilidad reconocida del Carmelo y el Sarón, y hasta
la “gloria” (kabôd, también puede
entenderse como “abundancia”) del Líbano. Salomón había construido el Templo y
el Palacio con las maderas del Líbano (1 Re 5,15-26; aunque siendo en este caso
un trato, esto significó para Salomón una “deuda externa” que debió pagar con
tierras, [1 Re 9,10-14]; en cambio, ahora esta gloria del Líbano “le ha sido dada a ella”, Jerusalén); en
Is 60,13 se refiere al Líbano y a la reconstrucción del Templo. Sobre el
Carmelo y el Sarón se trata de lo contrario de lo que ha ocurrido en 33,9.
Abruptamente en v.2b pasa a afirmar que “ellos” (sin que todavía sepamos quiénes)
verán la gloria de Dios; la estructura paralela que hemos señalado nos muestra
que se trata de los exiliados que regresarán a Sión.
Pero como es necesario experimentar la intervención
efectiva de “el Dios de ustedes” (la
fórmula no se encuentra en Is 1-34, pero sí en 40,9) este Dios que viene es
presentado como “salvador” (cf.
17,10; 25,9; 30,15; 33,22; 35,4; 37,20.35; 38,20; 43,12; 45,8.17.20.22; 46,7;
47,13; 49,25; 51,5; 59,1.16; 61,10; 62,11; 63,1.5.9; 64,4) y “vengador” (cf. 1,24; 34,8; 35,4; 47,3;
59,17; 61,2; 63,4). Esta acción de Dios en los exiliados se manifiesta como
efecto sobre ciegos, sordos, cojos y mudos (y es citada en el Evangelio de
Mateo del día de hoy), nuevamente se trata de metáforas sobre la debilidad de
los exiliados (como la felicidad del desierto; cf. 42,7).
Este cambio maravilloso pasa de la “alegría del desierto”
al “agua en el desierto” con lo que éste deja de ser tal, el ámbito de la
muerte pasa a ser espacio de fertilidad y de vida.
En este ex - desierto habrá un camino sagrado, por lo que
no lo atravesarán ni impuros ni animales salvajes, es camino para que el pueblo
regrese del exilio (11,16; 62,10). Una gran peregrinación se dirige a Jerusalén
(quizá en imagen contracultural ante las grandes procesiones que se dirigen
cada año nuevo en Babilonia hacia la “puerta de Istar”. El texto de v.10 se
repite exactamente en 51,11. El canto de alegría del comienzo ya no es del
páramo y la estepa sino de los exiliados, el pueblo liberado por Dios. El texto
es así un canto de esperanza: se invita a celebrar anticipadamente, confiados
en Dios, la fiesta de la libertad y la vida. El nuevo éxodo, en este caso con la
referencia al agua en el desierto, es tema frecuente en el 2º Isaías (41,18-19;
43,20; 48,20-21).
Lectura de la carta del apóstol Santiago 5, 7-10
Resumen: Una serie de exhortaciones enmarcadas en el tema de un gran estado de ánimo (magnanimidad, paciencia) debe caracterizar a los “hermanos” teniendo una actitud positiva de esperanza de la “venida del señor”. Esa actitud, por otro lado, debe manifestarse en el interno de la comunidad teniendo una actitud positiva hacia los hermanos.
La llamada “carta de Santiago” presenta muchos elementos interesantes para la investigación y el debate. No podemos señalarlos aquí, aunque algunos serán destacados. Se la ha llamado la “carta del cristianismo práctico” ya que se trata de un escrito sapiencial en el que se invita a vivir de un cierto modo, sin entrar en temas teóricos o teológicos (ni cristológicos). En este sentido, y como es propio de las exhortaciones, es frecuente el vocativo “hermanos” (1,2.16.19; 2,1.5.14; 3,1.10.12; 4,11; 5,7.9.10.12.19) estructurando en cierta manera las diferentes partes de la carta. También es habitual el uso de verbos en imperativo, como también suele ocurrir en las secciones exhortativas de las cartas (12 en esta unidad literaria).
El verbo “makrothyméô”
es puesto enfáticamente al comienzo, y seguido de un “pues” (oun) para dar preeminencia a la idea; “makro” es grande, importante; “thymê” es pasión, deseo. Y es un término
importante en esta unidad (3 veces en vv.7 [x2] y 8). Es magna-animidad, aunque
se lo puede traducir por paciencia (más
adelante veremos su paralelo con “resistencia” en esta unidad). Es la actitud a
la que se exhorta a los hermanos
hasta la “venida del Señor”. Para
esto se pone el ejemplo del campesino que espera “pacientemente” recibir el fruto “precioso” de la tierra. En v.8 reitera la invitación a la “paciencia” comparada con “fortalecer (stêrizô, establecer, mantener firme) los corazones”. Del mismo modo que el tiempo de la recolección de
los frutos, está cerca (êggiken, el mismo verbo que se utiliza para destacar
que “el reino de Dios está cerca”, Mc 1,15) el tiempo de la venida. En 4,8
Santiago exhorta a “acercarse a Dios”
y –por lo tanto- “él se acercará a
ustedes”.
Con un nuevo “hermanos”
invita a “no quejarse” unos de otros
(cf. 4,11). “Stenázô” suele
traducirse también por “gemir”, pero
en este caso parece “manifestar descontento” y el contexto es judicial: “no ser juzgados”, “el juez está a las puertas”.
Otro “hermanos”
da comienzo a una nueva invitación a la “paciencia”
y la actitud ante el sufrimiento tomando el ejemplo de los profetas de quienes
se destaca que “hablaron en el nombre del
Señor” (v.10), es decir, fueron fieles a la misión, para lo que se señala
el ejemplo de Job y su “resistencia” (hypomonê,
que parece en este caso ser sinónimo de “paciencia”, makrothymía) y cómo terminó esta paciencia de Job ya que “el Señor es compasivo y misericordioso”
(v.11).
Como se ve, los temas que presenta la unidad son tres,
aunque el primero y el tercero tienen cierta relación entre la “paciencia” y el “aguante” y el primero y el segundo entre la “venida del señor” y que “el
juez está a las puertas”.
La imagen de la “venida” (parousía) es una idea normal, que puede aludir a una visita de
alguno (1 Cor 16,17; 2 Cor 7,6.7). Es frecuente en las cartas en las que el
remitente puede anunciar que visitará
a los destinatarios (Fil 1,26; 2,12). Sin embargo, el añadido “del Señor” es término frecuente en el
ambiente cristiano (1 Tes 3,13; 4,15; 5,23; 2 Tes 2,1.9; 2 Pe 1,16; 3,4), imagen
probablemente tomada del ambiente grecorromano en la que se espera la “visita” de un personaje importante o
hasta de una divinidad. Sin embargo, en esta perícopa, “señor” parece referir a Dios y no a Jesús (vv.9.11; cf. 2 Pe 3,12),
de allí que no es evidente a quién se refiere Santiago; aunque es habitual un
cierto traspaso de los títulos divinos aplicados a Cristo. Esto es
característico de Santiago donde lo cristológico parece ausente (“Cristo” sólo se encuentra mencionado
expresamente en dos ocasiones 1,1; 2,1). La comparación con el “juez” que está “a las puertas” también puede referir a Dios (cf. 4,12) o a Jesús.
Los evangelios con frecuencia aluden a la “venida”
del “hijo del hombre”, una imagen
apocalíptica cargada de connotaciones judiciales.
La carta presenta en esta unidad varios términos extraños
(alguos que no se encuentran en otras partes del NT), y presenta además,
algunos problemas textuales. No es evidente –por ejemplo- si por “primitivo /
primeros” y “tardíos / últimos” hay que entender los primeros y últimos frutos
o las primeras y últimas lluvias (de otoño y primavera respectivamente; cf. Dt
11,14; Jer 5,24; Os 6,4; Jl 2,23; Za 10,1), de todos modos, en lo que respecta
al texto la imagen del campesino que espera los frutos preciosos es
comprensible. Los frutos son imagen frecuente en la escatología: Mt 3,8.10; Lc
3,8.9; Jn 15,16; Rm 6,21-22; Fil 1,11; Heb 12,12; Sgo 3,17.18), mientras se
espera la culminación de un tiempo, la “esperanza”, la “paciencia”, la
“resistencia” deben caracterizar la vida de los “hermanos”..
+ Evangelio según san Mateo 11, 2-11
Resumen: Juan, en Bautista, está desconcertado por las cosas que escucha de Jesús. Él responde a los enviados con citas bíblicas confirmando que Jesús es el mesías de los pobres. Pero esto no implica que Jesús presente a Juan como un gran profeta, como lo fue Elías.
La liturgia de adviento sigue
presentando a Juan el Bautista. En este caso, un texto del documento Q. Las
diferencias entre Mateo y Lucas son pequeñas, y en general son de estilo,
salvando un duplicado de Lucas y el final, en la referencia a la violencia y a
Elías (Mateo), pero está omitido en el texto litúrgico del día. Juan tiene sus
dudas con respecto a Jesús (11,2-19), las ciudades de Jesús se niegan a la
conversión (11,20-24), el reino permanece “oculto” a los sabios (11,25-27); los
conflictos crecen (cap.12)… La tensión entre lo “oculto” y lo “revelado” marca
toda esta unidad de Mateo (caps. 11-13).
El texto tiene dos partes muy
evidentes: en envío por parte de Juan, desde la cárcel, a unos discípulos para
preguntar a Jesús si es “el que había de
venir o debemos esperar a otro”, y la respuesta de Jesús a estos (vv.2-6).
Una vez que los mensajeros se han retirado, Jesús se puso a hablar acerca de
Juan con la multitud (ojlós) [vv.7-15].
El texto finaliza con una síntesis comparando a Juan con Elías (v.14), y en
v.16 Jesús retomando algunos elementos de lo dicho, habla con la multitud
acerca de “esta generación”.
La pregunta de Juan acerca de
si es “el que ha de venir” tiene que
ver con el anuncio que Juan había hecho en 3,11: “aquel que viene detrás de mí”. En el canto de la multitud (ójlos) que acompaña a Jesús hacia
Jerusalén, ésta canta hosannas “al que
viene en nombre del Señor” (21,9), y Jesús, que anuncia su venida futura
repite que no lo volverán a ver hasta que digan: “bendito el que viene en nombre del Señor”. Este texto, así
repetido, pertenece al Salmo 118,26, un salmo que en más de una ocasión ha sido
leído cristológicamente: es un salmo del justo sufriente, en v.22 habla de “la piedra que los constructores han rechazado
en piedra angular se ha convertido”, que es un texto utilizado para ligar
el sufrimiento del justo Jesús con la resurrección. Lo que se canta es que Dios
“dé la salvación” (hosi’ ah na’,
“hosanna”). Sin embargo, Juan en la cárcel oyó hablar “de las obras del Cristo” (v.2; es extraño en los Evangelios el uso
de “mesías / Cristo” como nombre propio de Jesús). Lo que Jesús ha hecho en las
unidades anteriores es curar un leproso (8,1-4), exaltar la “mucha fe” de un pagano (8,10), expulsado
demonios (8,28-34), perdonado los pecados de un paralítico (9,2), escogido un
publicano para formar parte de su grupo (9,9), ha comido con pecadores (9,1-13)
señalando que “ha venido” para
llamarlos a estos, relativizó el sentido del ayuno que era celosamente
practicado por los discípulos de Juan (9,14), no se ha preocupado de ser tocado
por una mujer impura por hemorragias (9,20-22), tocó una niña muerta (9,25), ha
curado ciegos (9,27-31) y expulsado nuevamente un demonio (9,32-34). Finalmente
(cap.10) ha enviado a sus discípulos a realizar ellos eso mismo. Juan, en
cambio, había anunciado que “el que iba a
venir” era “más fuerte” e iba a
hachar el árbol que no produzca fruto y quemarlo, era el Mesías terrible de la
apocalíptica. Sin dudas Juan se ha desorientado ante “las obras” que escucha decir que “el Cristo” realiza. Sin embargo, eso mismo les manda Jesús a los
enviados que anuncien a Juan, “lo que
oyen y ven”. Pero todo eso, ahora es sintetizado en boca de Jesús:
Los ciegos ven (Is 29,18b; 35,5a)
[cf.9,27-31]
Y los cojos andan (Is 35,6a) [9,2-8]
Los leprosos quedan
limpios [8,1-4]
Y los sordos oyen (Is 29,18a; 35,5b)
[9,32-34]
Y los muertos resucitan (Is 26,19)
[9,18-26]
Y se anuncia a los pobres el Evangelio (Is 61,1; 29,19)
Si Juan se había guiado por
aquellos textos en los que se anunciaba el “día
de Yahvé”, como Día terrible, y la imagen de juicio escatológico del hacha
y el fuego, Jesús invita a Juan “a leer otros textos”. Sin embargo, la
bienaventuranza final parece una crítica –o al menos una distancia- con Juan:
“¡Dichoso el que no se escandalice de mí!”
(v.6; cf. 5,29-30; 18,8-9; 13,21.57; 15,12; 17,27; 18,6; 24,10; 26,31.33). Esta
distancia quedará aclarada en los versículos siguientes. Mostrando el
cumplimiento de las escrituras, Jesús le está respondiendo que sí, es “el que ha de venir”.
Dentro de los “hechos” de Cristo (como queda dicho, no
se refiere solamente a los milagros... Probablemente a Juan lo desconcertara
más la comida con pecadores, por ejemplo), cabe destacar que la “limpieza de leprosos” no está anunciada por los
textos de Isaías que subyacen en las “obras
de Cristo” (y es la única que no va precedida por “y”, kaì), sin embargo, el
contexto de alusión a Elías, puede remitir a la resurrección de muertos y
curación de leprosos por parte de Elías y Eliseo (cf. 1 Re 17,17-24; 2 Re
4,18-37; 5,1-27). Es llamativa también la inclusión del anuncio de “buenas noticias” a los pobres en medio
de los milagros señalados. Siendo que Mateo en el Sermón del monte habla de los
“pobres de espíritu” proponiéndolo
como modo de vida (5,3) se debe evitar entender –fuera de aquel texto- el
término “pobres” (ptôjós) en ese sentido ya que aquí se
anuncia un cambio de la situación (los ciegos, ven…), por tanto un paso de una
situación negativa de la pobreza a la alegría de recibir “buena noticia” de que la situación se revertirá, por eso –por
ejemplo- el joven rico debe dar todo a los pobres (19,21) y de esa manera
vivirá como discípulo del reino (será “perfecto”).
En medio de “hechos” milagrosos, este anuncio refuerza el sentido mesiánico del
ministerio de Jesús, y es lo que debe despertar el entendimiento de Juan. Cabe,
sin embargo, la pregunta: “reciben buenas
noticias” se encuentra en presente. Es fácil ver en el presente a un
leproso curado o un cojo andando, pero ¿cuándo, cómo, se ve “en acto” la buena noticia a los pobres?
Sin duda hechos como el del “joven rico” y actitudes semejantes (la insistencia
en el perdón de las deudas, las mesas compartidas, la actitud del discípulo
frente al dinero, la preferencia explícita de Dios que reina entre los pobres)
son buen ejemplo de esto. ¡Y tarea! Si los “pobres de espíritu” (5,3) refiere
–como parece- a los que “eligen ser pobres”, y movidos por el reino tienen una
actitud de disponibilidad con los bienes, sin duda la buena noticia ya empieza
a ser “actual” para los pobres.
Pero luego de la ida de los
discípulos de Juan, Jesús se puso a hablar acerca de Juan a la multitud. Una
triple pregunta, “¿qué salieron a ver?”
destaca dos comentarios falsos (una caña, un hombre), para poner el acento en
el tercero: un profeta; con lo que se ve que Juan no ha sido comprendido por
los contemporáneos (cf. 11,18). La caña
es signo de fragilidad (cf. 1 Re 14,15; 3 Mac 2,21); las vestiduras que Juan no
lleva son reminiscencia a los vestidos “como Elías” que Juan lleva en el
desierto (3,4-6) pero también una referencia irónica a la corte de Herodes (“casas de los reyes”).
La frase “más que un profeta” cita expresamente Malaquías 3,1 donde el
mensajero que prepara la llegada del “día de Yahvé” es comparado con Elías
(cosa que expresamente repetirá el v.13; cf. 17,13; Mal 3,23). La expectativa
en un retorno de Elías (que no había “muerto” sino que se había ido en un
carro, cf. 2 Re 2,11-13) preparaba en muchos textos judíos los tiempos
mesiánicos. Los cristianos (no todos, cf. Jn 1,21) vieron en la persona de Juan
que en él se cumplía eso que se esperaba. Sin embargo, Juan es presentado como
el “mayor” entre los personajes del
“Antiguo Testamento”, pero es el más
pequeño “en el reino”, ya que
Juan es un profeta, no un “cristiano” (v.13), pero también Juan es uno que “tenía que venir”, como Elías (v.14).
La violencia que “desde los días de Juan” sufre en reino,
es algo evidente puesto que este fue asesinado, como también lo será Jesús, y
los discípulos que serán “entregados”, “como ovejas en medio de lobos” (10,16).
Foto tomada en
Tumaco (Colombia)
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