Bendito el que viene en el nombre del Señor
DOMINGO DE RAMOS - "A"
Eduardo de la Serna
Como se dijo al
referirnos a la celebración de los Ramos del ciclo “C”, las lecturas en esta
celebración hablan por sí mismas. La homilía o los comentarios no suelen ser
extensas, cuando los hay. Las dos lecturas previas al Evangelio de la misa son
las mismas cada año, mientras cambia el Evangelio (este año se lee san Mateo).
Por tal motivo, con respecto a los Evangelios diremos algo breve tomando lo
propio de Mateo en cada uno, y sobre las otras lecturas añadiremos brevemente
algo a lo dicho el ciclo anterior.
Resumen: Señalando –como es frecuente en él- el cumplimiento de las Escrituras, Mateo presenta a Jesús realizando antiguas expectativas de Jesús como “rey”, “hijo de David”, “humilde”, que entra en Jerusalén para traer la salvación.
La llegada de Jesús a Jerusalén tiene, en Mateo,
algunas características propias muy interesantes. Mateo sigue bastante
fielmente a Marcos en esta escena, aunque agrega o quita algunos elementos.
El envío de dos discípulos a buscar un “asna” (hembra) con su cría, contrasta
con Marcos (y con él Lucas, y también Juan) que refieren a un asno macho (cf.
Mc 10,2; Lc 19,31; Jn 12,14). Esto provoca en el texto una mayor semejanza con
el texto de Zacarías 9,9 al que expresamente aludirá a continuación.
La “hija de
Sión” es una formulación con semejanza a “hijo de(l) hombre”. Obviamente el
hijo de un hombre será un hombre; es una manera semítica de decir “ser humano”.
La “hija de Sión” (construcción
habitual en la Biblia hebrea, x34 de las que salvo 2 todas ocurren en la
literatura profética y de lamentación) es Jerusalén, sus habitantes, su pueblo.
Sin embargo, el texto de Zacarías al que Mateo alude no es exacto, ya que añade
(modificando la primera parte) una cita de Isaías dando nuevo sentido al texto.
Veamos:
Is 62,11
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Zac 9,9
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Mt 21,5
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Miren que Yahvé hace oír hasta los confines de la
tierra: «Digan a la hija de Sión:
Mira que viene tu salvación; mira, su salario le acompaña,
y su paga le precede.
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¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija
de Jerusalén!
He aquí que viene
a ti tu rey: justo él y victorioso,
humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna.
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Digan a la hija de Sión:
He aquí que tu Rey viene a ti,
humilde y montado en un asna y un
pollino, hijo de jumento.
|
Como se ve, la referencia a la “hija de Sión” el texto
se asemeja a Isaías, con lo que a quien se debe “mirar” es a aquel que trae la salvación.
Luego, recurriendo a Zacarías, alude a la montura. Como puede verse en este
último, el texto está construido en claro paralelismo:
A. ¡Exulta sin freno, hija de Sión,
A. grita de alegría, hija de Jerusalén!
He aquí que viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y
B. montado en un asno,
B. en un pollino, cría de asna,
Es este paralelismo final que Mateo pareciera tomar
para hacer referencia a que Jesús entra en Jerusalén montado en “¡ambos!” animales. Es sabido que Mateo
suele duplicar personajes: los endemoniados son dos, los ciegos son dos
(mientras que en su fuente, Marcos, se trata de solo uno)… Quizás porque un
mínimo de dos son necesarios para ser testigos de un acontecimiento. En este
caso, entonces, los dos asnos serían involuntarios testigos del cumplimiento de
las Escrituras, algo que –como se sabe- es particularmente frecuente e
importante en Mateo.
Como ocurre con la llegada de Jehú (2 Re 9,13) la
gente extiende sus mantos en el suelo mientras exclaman: Hossaná (ver Sal 118,25-26: “por
favor, ¡salva!”, dirigido a Yahvé; oración que se pronuncia “desde la casa de Yahvé”, [que es a donde
Jesús se está dirigiendo, v.12], algo que ocurre en una “procesión”, con “ramos
en (la) mano”, v.27). Jesús, además es llamado “hijo de David” (v.9) con lo que las escrituras se siguen cumpliendo.
Los habitantes de Jerusalén, ante esta entrada se
preguntan formulando el interrogante fundamental de la cristología del Nuevo
Testamento: “¿quién es este?”; esto
lo hacen con gran conmoción (como la
que habrá en toda la tierra cuando Jesús muere, 27,51: “tembló la tierra”; y
los guardias “tiemblan” ante el ángel del Señor en la resurrección, 28,4). Las
multitudes (ojloi), en cambio lo
reconocen como “profeta”. Jesús ya había
insinuado que lo es (13,57; cf. 23,37), y ya sabíamos que las multitudes (ojloi) lo tenían como tal (14,5; 21,46).
Sin embargo, aunque cierta, la confesión de fe de Jesús como profeta es
limitada (en Mateo, en Lucas es tema principal) como se ve en 16,14-16; las
escrituras que se están cumpliendo lo revelan como el “salvador”. Al hacer
expresa referencia a Zacarías, Jesús –que es visto como rey (2,2; 27,11.37.42;
cf. 25,34.40)- se aclara de qué realeza se habla, se trata de un rey “humilde” (praûs, cf. 5,5; 11,29).
Lectura del libro del profeta Isaías 50, 4-7
El
tercero de los llamados Cantos del Siervo de Yahvé (aunque la palabra “Siervo”
aquí no es usada, por lo cual algunos no lo cuentan entre estos cánticos) ubica
al poeta como un sabio (“lengua de discípulo”, v.4, “oído abierto”, v.5), como
alguien que debe educar al que “anda en tinieblas” (v.10) y comunicar al
cansado una palabra de aliento (v.4). Las agresiones e insultos de “otros”
(vv.6-7) no le impiden anunciar aquello que debe comunicar como sabio.
El
texto está armado en cuatro estrofas comenzadas por “el Señor Yahvé”
(vv.4.5.7.9). Yahvé es el maestro que genera un discípulo ejemplar, maestro a
su vez. Y como Yahvé (40,28-31) debe confortar a los fatigados. La primera
estrofa está centrada en el tema del discípulo (enmarcada por los términos
lengua / palabra, oído /escuchar y la
repetición de “despertar” (“palabra despierta”, “despierta el oído”, v.4).
Retomando la idea, la segunda estrofa da un paso más: los sufrimientos. Esto fue
tomado particularmente por Mateo (26,67 y 27,30, las escupidas a Jesús). Vv. 7
y 9 comienzan con “el Señor Yahvé me ayuda” (cf. 41,8-13) lo que contrasta con
los verbos “ser confundido” y “quedar avergonzado” (cf. 41,11; 45,16.17; 50,7;
54,4). El lenguaje, a partir del v.8 es judicial, pero aquí finaliza el texto
litúrgico.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los
cristianos de Filipos 2, 6-11
El himno, probablemente conocido por Pablo tiene un doble movimiento de descenso y ascenso (como se ve en el esquema). La idea principal para los lectores es “tener los sentimientos de Cristo”, por tanto repetir la escena de “descenso”. Dios, el sujeto del momento de “exaltación” también dará a los suyos.
Para
la liturgia del día, el acento está puesto en la frase “y muerte de cruz” que
los autores que consideran el texto un himno prepaulino afirman que se trata de
un añadido de mano del mismo Pablo. La obediencia y la humildad (la clave del
obrar de Cristo que la comunidad debe repetir) llegan hasta el extremo de la
cruz.
Pasión según san Mateo 26, 3-5. 14-27, 66
El
relato de la Pasión tiene algunos elementos propios de Mateo que destacaremos
brevemente:
Un
elemento interesante es la presentación de la figura de Judas: éste lo entrega
por dinero (26,15; a diferencia de Marcos donde lo entrega sin motivo,
14,10-11) y se suicida (ahorcándose, como lo hace en 2 Sam 17,23 Ajitófel que
había traicionado a David); incluso es el único que a Jesús lo llama “rabí”
(26,25.49) a pesar que Jesús había dicho a que “a nadie llamen rabí” (23,8),
Jesús le dice “compañero” (v.50; hetaîros
en realidad se dirige a alguien con quien se tiene una relación –no
necesariamente de amistad, puede ser ocasional-, cf. 20,13; 22,12 [las
restantes veces que se encuentra el término en el NT]).
El
relato de la Eucaristía (= Mc) “sangre de la alianza”, (remite a Ex 24,8 a
diferencia de Lucas y Pablo donde se remite a Jer 31,31: “nueva alianza”);
probablemente estos remitan a una tradición antioquena, mientras Mateo a una
tradición palestinense.
Jesús
no envía 12 legiones de ángeles para que se cumplan las escrituras (v.54); cf.
56 (“escrituras de los profetas”).
Jesús
en el templo estaba “sentado” (kathézomai,
v.55); el gesto puede ser la actitud del maestro (cf. Lc 2,46; cf. Mt 23,2)
pero también la del juez (Mt 19,28; 25,31, pero aquí usa kathizô). El responsable del interrogatorio es “Caifás” (vv.3.57;
sólo Mateo y Juan lo mencionan en las escenas de la Pasión).
Mt
omite que los 2 testigos no coincidían (Mc 14,59), ante el dicho de la
destrucción del Templo le preguntan. Mt refuerza que Caifás dice que Jesús
“blasfema” (x2, v.65).
Las
burlas a Jesús condenado –como también es propio en los relatos de la Pasión en
los restantes Evangelios- se asemejan a la actitud de los “enemigos” de los
salmistas en los cantos del “justo que sufre” o del Siervo Sufriente de Isaías
(primera lectura); ver también “dieron de beber… hiel” (27,34; Sal 69,22);
“tuercen los labios, moviendo la cabeza” (27,39; Sal 22,8), “confió en Dios…
que lo salve” (27,43; Sal 22,9; Sab 2,13.18). De hecho, el texto del Salmo 22
(“Dios mío, por qué me has abandonado” es más explícitamente citado ya que se
lo presenta en hebreo (Marcos lo había puesto en arameo): “Elí, elí, ¿lemá sabactaní?” (27,46).
A
Pedro son 3 diferentes personas las que lo interrogan. Mt especifica el modo
galileo de hablar (v.73; Marcos 14,66-71 presenta dos personas interrogándolo:
la criada es la que lo menciona como discípulo la primera y segunda vez; y en
la tercera los presentes dicen “eres galileo”, Mateo precisa que lo saben por
su “modo de hablar”).
Barrabás
es llamado “Jesús Barrabás”
reforzando el contraste (v.16.17) como se ve en la pregunta de Pilato. Sin duda
así planteado, el texto pone en más duro contraste la actitud de los espectadores
ante dos “Jesús” diferentes.
La
mujer de Pilato “sueña” (v.19; el término “sueño” –ónar- es exclusivo de Mateo en la Biblia: 1,20; 2,12.13.19.22 e
indica la comunicación de un mensaje de parte de Dios), y afirma que Jesús es
“justo”. El término es habitual en Mateo (x17), José es “justo” (1,19), el
término es paralelo a “buenos”, y opuesto a “pecadores” (5,45; 9,13; 13,49;
23,28; 25,37.46) e incluso a veces es paralelo a “profeta” (10,41; 13,17; 23,29).
Claramente es sinónimo de “inocente” (23,35).
Las
autoridades judías “persuaden” (peíthô
es persuadir, convencer, llevar a confiar o creer) a la gente (ojlos, v.20) para que pida por Barrabás.
La “gente” (multitud, muchedumbre) en general tiene una actitud positiva ante
Jesús (al que tienen por profeta, como se dijo en el comentario más arriba). De
allí que necesiten ser convencidos.
Lo
probablemente más importante dentro de lo propio de Mateo es el hecho de que
aquí Pilato se lava las manos (vv.24-25) y “el pueblo” (laos) acepta la inocencia de Pilato aceptando la sangre “sobre” ellos.
El lavado de manos –a diferencia de lo que suele destacarse- no es un
desentenderse. La sangre derramada violentamente “cae” sobre el responsable. Y
Pilato quiere dejar claro que él no es responsable, sino que lo es el “pueblo”,
cosa que este acepta.
Nota
sobre Pilato, la sangre y el pueblo. No hay texto que sea más evidente de la
teología de todo el Evangelio de Mateo que este. En tiempos del Evangelista,
dos grupos se disputaban ser los “herederos” del Israel bíblico: los fariseos y
los cristianos. Mateo –que se dirige a una comunidad donde hay una comunidad
judía muy importante y los cristianos son evidente minoría (= “pequeños”)
destaca por doquier que las Escrituras se han cumplido, que Jesús realiza en sí
mismo lo esperado de grandes personajes bíblicos (Moisés, David…). Aquí
encontramos al mismo “pueblo” (ciertamente “instigado” por las autoridades)
haciéndose cargo de esta muerte. Haciendo suyas las palabras de Isaías sabe que
a este “pueblo” se le ha embotado el entendimiento (13,15), conducidos por los
“fariseos” (recordar lo dicho sobre los fariseos de tiempos de Mateo) “este
pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” (15,8); eso
“se les quitará el reino de Dios para dárselo a una nación (ethnê; usado generalmente para referirse
a los no judíos) que rinda sus frutos” (21,43). La teología principal de Mateo
radica en presentar a la Iglesia como el “nuevo Israel” (o el verdadero, a
diferencia de la propuesta del fariseísmo rabínico de su tiempo). Eso es lo que
quiere señalar este texto. Lamentablemente este párrafo, descontextualizado,
fue usado para alentar un antijudaísmo que llevó a los cristianos a las más
graves perversiones contra “nuestros hermanos mayores”, los judíos. Nada de eso
(como la acusación de “deicidio”, asesinos de Dios) se justifica en este texto.
Ante
la muerte de Jesús, Mateo aclara que la tierra tembló, etc... (vv.51-52) “al
ver esto” (v.54) el centurión y los que estaban con él lo reconocen como “era
el Hijo de Dios” (v.54). Lo que Marcos había presentado como una invitación a
creer sin signo alguno, Mateo lo modifica en un “cumplimiento de las
escrituras”.
- «¿No se estremecerá por ello la tierra, y hará duelo todo el que en ella habita, subirá toda entera como el Nilo, se encrespará y bajará como el Nilo de Egipto? Sucederá aquel día– oráculo del Señor Yahveh– que yo haré ponerse el sol a mediodía, y en plena luz del día cubriré la tierra de tinieblas». (Am 8,8-9)
- «Cuando las estrellas del cielo y la constelación de Orión no alumbren ya, esté oscurecido el sol en su salida y no brille la luz de la luna, pasaré revista al orbe por su malicia y a los malvados por su culpa. Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los desmandados humillaré. Haré que el hombre sea más escaso que el oro fino, y la humanidad más que metal de Ofir. Por eso haré temblar los cielos, y se removerá la tierra de su sitio, en el arrebato de Yahvé Sebaot, en el día de su ira hirviente». (Is 13,10-13)
- «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno». (Dn 12,2)
Muchas de las cosas que se aguardaban para “el fin del
mundo”, para “el día de Yahvé” ocurren con la muerte (y resurrección, v.53) de
Jesús. Ya no se trata de un creer sin signos (Marcos) sino del cumplimiento de
las Escrituras (lo que –como se ha dicho- es característico de Mateo).
Mateo destaca algunos elementos más que no señalaremos:
es recurrente la presencia de la madre de los de Zebedeo (v.56), se destaca que José de
Arimatea es discípulo (v.57) y que el sepulcro donde Jesús es puesto es “nuevo”
(v.60). Sólo una anotación conclusiva –propia de Mateo- como es de esperar en
este evangelio: los
guardias en el sepulcro (vv.62-66). Seguramente algunos “judíos” de tiempos de
Mateo insistirían, ante el anuncio de la resurrección por parte de los
discípulos, en que si el cuerpo no se encontraba en el “sepulcro nuevo” se
debió a que el cuerpo fue robado. En este lugar Mateo presenta a los guardias de
los que –más adelante- afirmará que fueron sobornados por los sumos sacerdotes
(los mismos que “incentivaron al pueblo” a pedir la liberación de Jesús
Barrabás). El conflicto entre los miembros de la comunidad de Mateo y los
judíos del fariseísmo rabínico son característicos en este momento dramático de
la narración. Y Mateo lo destaca claramente.
Foto
tomada de www.elmercurio.com.ec
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