Nosotros avisamos…
Eduardo de la Serna
Desde nuestra primera carta de curas opp al Pueblo
de Dios (26 de febrero de 2016) y repitiéndolo con demasiada frecuencia (cartas
2, 8, 10, 12, 14, 15, 17, 18, 19 y 20), en el balance a un año de gobierno de
Cambiemos y en el mensaje de Pascua del corriente año y del 13 de julio a raíz
de la violenta represión en Pepsico alertamos críticamente frente a la
represión del actual gobierno. “Este
modelo no cierra sin represión” hemos repetido casi sin pausa. Y este
modelo represivo, de defensa del capital por encima de las personas, de defensa
de los poderosos por encima de las víctimas, de los terratenientes ocupantes ilegales
por encima de los indígenas despojados de sus tierras, más tarde o más temprano
se iba a cobrar una vida. Así ocurrió en tantos acontecimientos de nuestra
patria que casi podemos preguntarnos si seremos alguna vez capaces de aprender.
¿Cuántas muertes más debemos cargar en nuestras espaldas para no tropezar por
enésima vez con la misma piedra?
Me dan ganas de formular una pregunta que pretende
ser provocadora: los que se desinteresaron, o los que se despreocuparon de la
represión que anunciábamos por pereza mental y por no sacar todas las
conclusiones que semana a semana gritábamos; los que prefirieron cerrar los
ojos o cerraron los oídos por el veneno inoculado mediáticamente y quisieron
creer en el cambio sin querer ver u oír lo que venía “en el combo”; los que ideológicamente
pedían “mano dura” o soportaban ciertos “daños colaterales”, es decir, los que
eligieron no escuchar nuestro grito, ¿podrán con la culpa del peso de la sangre
de Santiago Maldonado en sus espaldas? La sangre del hermano que grita, al
decir del libro del Génesis a Caín, ¿resultará atronadora o seguiremos lavando
la sangre con el redivivo “en algo andaría” o “por algo será”?
Me dan ganas de gritar “- ¿por qué no nos
escucharon? ¡Nosotros se los decíamos! ¡Esto iba a ocurrir!” ¡Y ocurrió! Y sin
embargo, hoy nosotros lloramos la muerte de un hermano y los ciegos, sordos y
mudos voluntarios eligen seguir indiferentes, eligen seguir envenenando su
mente y corazón escuchando infames que un día se lavarán las manos y dejarán a
miles y miles con la culpa en sus espaldas mientras pontifican desde sus púlpitos
como si no hubiera pasado nada.
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