Tormentas
y otras metáforas
Eduardo
de la Serna
El sentido lógico de una
metáfora es presentar una imagen visual que sea por todos conocida. Una
metáfora marítima para un pueblo del desierto sería incomprensible, del mismo
modo que lo sería a la inversa. Todos sabemos lo que es una tormenta, aunque –
siguiendo la idea – no tengamos, en nuestro país, por ejemplo, idea de lo que
son los huracanes. Ahora bien, y tomando este ejemplo, sabemos que el mismo
huracán no causa los mismos daños en Haití que en Miami. Sabemos (por los
medios) de la capacidad (económica en este caso) de estar preparados para
enfrentar el tema, limitar los daños, reaccionar ante los efectos. La tormenta
puede ser la misma, ya que esta es inevitable, pero las repercusiones no.
Decir que la actual situación argentina
es una “tormenta” (algo que el presidente repitió ¡8 veces! en su conferencia
de prensa), si fuera cierto ameritaría la pregunta de qué previsiones se
tomaron ante lo que se venía, cómo se intentó limitar la capacidad de daño, cómo
se preparó a las potenciales víctimas para evitar los mayores daños que fuera posible.
Si fuera cierto que de tormenta se trata, sería interesante tener una lista de
daños (y de dañados). Y – si le fuera posible al gobierno – conocer las medidas
para paliarlos, pero teniendo en cuenta que los daños afectan especialmente
personas, antes que propiedades, cosa que todo indica, el gobierno ignora.
Hasta los teléfonos celulares pueden prever hoy una tormenta con varios días de
anticipación, si de tormenta se tratara. Pero (y siempre siguiendo la metáfora)
todos sabemos que los daños que un huracán causa en Haití son infinitamente
mayores en bienes y en vidas que los que causa en Miami (por más que a los medios
suelan importarles más los dos muertos “americanos” (sic) que los 150 haitianos,
que parecen – además – no ser “americanos”). Si de tormenta se tratara,
insisto, basta con un mediocre servicio informativo meteorológico para invitar
a los sectores más vulnerables a ponerse a buen resguardo. Pero no… No se trata
de una tormenta. Una vez más (y van…) el presidente miente. Se trata de las
consecuencias previsibles, esperables y sabidas de la aplicación de un plan
económico genocida. Y las víctimas son por todos conocidas: los enfermos, los
jubilados, los de trabajo informal, los desocupados, los pobres, en suma. Desde
el día uno y la elección del mejor equipo de incapaces de los últimos 50 años
se veía venir la “tormenta” que no lo es. La principal diferencia radica en que
una tormenta es inevitable. Y precisamente por eso se trata de controlar daños,
y demás obviedades. En este caso se trata de algo “causado”. Por supuesto, el
gobierno – como es habitual en él – responsabiliza al mundo entero y a la “pesada
herencia” (lo cual no tendría sentido si de tormenta se tratara, porque ni
siquiera aceptan el calentamiento global y el cambio climático, por lo que no
hay siquiera “causas evitables” en una tormenta). Y desde antes de que fueran
gobierno se avisó por todos los medios al alcance que si Macri subía al
gobierno habría “tormenta”, y lo llamaron “campaña del miedo”.
El tema con esta “tormenta-que-no-lo-es”
radica, no sólo en que es buscada y causada, sino en que el control de daños se
hará sobre las propiedades que a “ellos” les afecte. No son las víctimas los
jubilados y los pobres, los que padecen el frío y los desocupados. A lo sumo esos
son “daños colaterales” de su “guerra al populismo” que era ese bienestar en el
que nos hicieron creer que podíamos tener calefacción, o trabajo, o salud, o
educación superior o hasta vacaciones… O, en el peor de los casos populistas,
cuando se preveía alguna “tormenta” había algo que se llamaban “paritarias
libres”. Pero ahora arriaron las banderas, en las que no creen, y el barco está
a la deriva, que es lo que el Fondo Monetario Internacional desea, porque “hay que achicar el estado para agrandar la
nación” (J. A. Martínez de Hoz).
Pero parece que esta “tormenta”
ha de ser brava, porque ni siquiera hay un segundo semestre salvador, un túnel de
esperanza, o un tercer chanchito previsor; ahora ya es “el año que viene” donde
por arte de magia la inflación bajará 10 puntos, y todos seremos felices y
comeremos perdices (porque habrá elecciones y quizás algunos al menos tengan
memoria y sepan que ni siquiera podemos ver a Nadia en la TV pública; ¡como
para prever tormentas estamos!).
Foto tomada de http://www.angelfire.com/nt/huracanes/
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