Piedra
libre para… mm
Eduardo
de la Serna
Como no somos demasiado tontos
(aunque pueda haber atontados o quienes deseen serlo) sabemos que hay “infiltrados”.
En la homilía, enterrando los
cuerpos de Carlos y Gabriel, Angelelli dijo:
“Por la Virgen nuestra Madre, Madre de todos los que están aquí presentes, sería lamentable que hubiera dentro o fuera del templo, entre ustedes, quien tenga otra finalidad u otra intención con su presencia que la de escuchar a Dios y que pretendiera, en cambio, escuchar o buscar otras cosas. En este caso, nos sentiríamos muy apenados, por eso lo digo” (22 de julio de 1976).
Gente que se “mezcla” para “vender
pescado podrido”, o para marcar, como hizo Astiz entre las Madres de Plaza de
Mayo, para después entregarlas.
Gente que manda “mensajes
cambiados” (desde ‘periodistas’ que afirman sabiamente que el dólar no va a
subir el día antes de la debacle, o los que afirman que tal cosa sí ocurre,
sabiendo que es todo lo contrario) o simplemente “infiltrados”.
Es cierto que nunca falta el que
enciende un fosforo y otros “pican” acercando las mechas, pero no sólo es
cierto que el fósforo enciende en combustible, no en agua, sino que – además –
en algunos acontecimientos, algunos parece que tienen todas las fichas.
Es ya característico de este
gobierno que en marchas “molestas” aparecen encendedores de fósforos,
rompedores de vitrinas o pintadores de monumentos. La cosa es desacreditar
marchas, causas y – si es el caso – detener a algunos para que otros aprendan.
Un ejemplo muy evidente de
esto fue el burdo intento de la dictadura cívico-militar de atribuir a los
Montoneros la desaparición de las llamadas “monjas francesas” en la difusión de
una foto con el cartel identificatorio del grupo guerrillero. La idea era
clara: ellos las secuestraron, algo que la opinión pública internacional debía
saber, especialmente ante la repercusión que tuvo el hecho. Nadie les creyó.
Las marchas por la
desaparición forzada de Santiago Maldonado son un buen ejemplo de esto: no
recuerdo ninguna en la que no hubiera desmanes a continuación de marchas
pacíficas. Y desmanes producidos por grupos que jamás son detenidos ni identificados.
Convengamos que es muy fácil
disfrazar o vestir de “algo” a “alguienes” y enviarlos a pintar el cabildo o la
catedral, o incluso a romper las instalaciones de un cine donde se estrenaría
la película documental “El Camino de Santiago”. Y, a esta altura de la
sistemática mentira oficial, resulta muy difícil no pensar en que eso fue una
acción oficial. Desde el primer minuto todo lo que rodeó la represión ilegal en
Resistencia Cushamen, y la posterior desaparición de Santiago estuvo rodeado de
mentiras, tanto oficiales (especialmente la ministra de seguridad y represión)
como los standaperos clásicos (especialmente la diputada Carrió y su 20%), los
trolls (anónimos o reconocidos, como el diputado Iglesias) y finalmente la
complicidad de la prensa amiga y hegemónica…
En suma, hoy el estreno de un
documental se vio teñido de violencia. Una violencia de la que muy difícilmente
pueda despegarse al gobierno y sus esbirros de mentira e intimidación. En lo
personal estoy seguro que la responsabilidad los toca de cerca. Pero sé cómo
harán y ya hicieron. La cosa es “guardar” al personaje en cuestión unos dos
meses (tiempo que dura latente la memoria) y ¡listo! Triaca puede volver
después de su escándalo, como volvió Aranguren, Etchevere, y por supuesto el
mismísimo blanqueador en jefe después de los Panama papers. Pero eso no impide
que muchos sigamos señalando en la misma dirección. La violencia tiene nombre y
apellido: cambiamos futuro por pasado.
Foto tomada de https://elcactus.com.ar/2017/12/obispo-jorge-vazquez-conmemoro-a-las-monjas-francesa-desaparecidas-durante-la-ultima-dictadura/
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