Todo volvió a su normalidad
Eduardo
de la Serna
Antes de empezar, y para
evitar malas interpretaciones, entiendo que algo es “normal” en cuanto se
ajusta a una “norma”. No es el caso – aquí – evaluar si acuerdo o no con ella,
aunque, espero, quedará claro. Normal no es, por lo tanto, necesariamente
bueno, sino acorde a lo normado.
Es normal que volvamos al FMI.
Desde el derrocamiento de Perón en 1955 la dictadura nos “integró al mundo” y desde entonces fuimos “asociados” a tan
ejemplar institución de los pueblos libres. Es normal que tengamos un gobierno
de derecha si desde 1955 apenas tuvimos ligeros “veranitos de San Juan” que no
llegaron a primavera (para seguir con las metáforas climáticas a las que tan
afecta es la derecha desde que había que “pasar
el invierno” a las tormentas y heladas del macrismo). Es normal que las
Fuerzas Armadas vuelvan a las calles porque hay enemigos internos que no
debemos descuidar, ya que todos sabemos que – por ejemplo – hay infiltrados
mapuches entrenados por los kurdos venezolanos con ideología camporista (si
hasta recuerdo que en la pasada dictadura estaban prohibidos nombres mapuche
para los hijos por ser considerados “extranjeros”). Es normal que nos pidan DNI
por las calles, que bajen de los colectivos a jóvenes con cara de peligrosos
terroristas. Es normal la alianza, que es para el progreso, con los EEUU y sus
amigos que nos defenderán de cualquier amenaza externa o interna (salvo que se
trate de los ingleses, pero esa es otra historia). Es normal tener deuda externa
desproporcionada así nos sabemos acompañados y queridos por los hermanos mayores.
Es normal que, salvo unos pocos, el episcopado esté callado ante los dolores de
los pobres y las víctimas, o que tenga injerencia en las decisiones y leyes de
todas, todos y todes. Es normal un poder judicial cercano y amigo de los
poderosos y que cuando los “patroncitos” están un poco alicaídos raudamente
citen a declarar a los adversarios para desviar la mirada o el “ángulo de la
información”. Es normal que haya una sola voz en los Medios de Comunicación
porque la pluralidad de voces alienta la subversión y la disolución nacional.
Es normal todo eso. Porque esa es “la historia oficial”, todo lo demás es
subversión, o grieta, o 678.
Por eso es normal que “vuelva”
La Nación con su prédica y doctrina a decirnos qué es ser cristiano (es un
diario occidental y cristiano,
normalmente), quiénes son buenos cristianos y quienes no. La reciente editorial
sobre Enrique Angelelli es una obra de arte de lo “normal”. Hay una Iglesia de
ayer y de hoy que no es lo que debiera ser. No es como debiera ser. La Nación es
el paradigma de lo que es el periodismo, lo que es la patria, lo que es la historia
y lo que es la Iglesia. Extra Mitre nulla
salus (fuera de Mitre no hay salvación). Es cierto que hay algunos anormales, enfermitos, que con tenerlos
encerrados para que no contagien sus virus la sociedad quedará normalmente
tranquila. Al fin y al cabo, durante 12 años nos fueron vacunando para crear
anticuerpos antipopulistas y por fin saber que no era normal tener calefacción,
no era normal tener un celular y no es normal pensar demasiado. Para eso están los
que saben. Normalmente hacen las cosas bien. Por suerte la norma ha vuelto. ¡La
Nación ha vuelto!
Tapa del diario Clarin, 24 de marzo 1976
Excelente tu análisis que nos representa a muches. Gracias
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