Extorsionados
Eduardo
de la Serna
Parece que una palabra que hoy se escucha mucho, o se
intuye que se la silencia mucho, es la palabra “extorsión”.
El diccionario de la Real Academia (no que me importe
demasiado algo “Real”, pero sirve, al menos, de punto de partida) dice que la
extorsión es:
1.- f. Presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio.
¡Qué
feíto! ¿Ser amenazados? ¿Con cárcel, por ejemplo? ¿Con aparecer en un cuaderno,
por ejemplo 2? ¿Con un carpetazo en los grandes Medios de des-comunicación, por
ejemplo 3? ¡Qué espanto!
Pero
pensando más la cosa, me pregunto, y saliendo de esto: ¿no seremos
extorsionados por las corporaciones y los poderosos con la amenaza terrible de
volver al peor de los infiernos si se nos ocurriera creer que tenemos derechos
de refrigerarnos o calefaccionarnos, de tener trabajo y pan, de salir con
amigos o hasta -¡horror!- ir de vacaciones? ¿No nos amenazan con que todo se va
a ir a los caños si volviera el perverso populismo ahora que todo se está
encausando? (no está de más recordar que “encausando” puede querer decir que
está en su cauce, pero también que a alguien le inventan una causa… y de ahí a
la extorsión no hay más que un paso). “Su” cauce, obvio, es el cauce “de ellos”,
no el “nuestro”.
Imaginemos
que los servicios de inteligencia (conducidos por un señor amigo que vive en la
casa del presidente, por inventar una imagen) saben cosas de alguien (“un
muerto en el ropero”, se lo llama), o que algún poderoso medio de comunicación
tiene una carpeta sobre una persona que tiene capacidad de tomar decisiones (un
juez o un legislador, por caso) y se le hace saber a esas personas que “sería
bueno” que fueran “por acá” porque si no, le pueden “pasar cosas”. La verdad es
que, imaginando eso, pareciera que la extorsión está “a la orden del día”. Casi
como imaginar, por ejemplo, que un policía nos dijera que si no le damos “para
un cafecito” nos pondría una multa. ¡Impensable! Pensar eso sería casi como
creer que estamos en un país, o un mundo multi-extorsionado. “Si no cambian el
presidente, que no nos gusta, los invadimos”… Y, pensando más todavía, ¿no se trata de eso la "publicidad"? ¿De convencernos de lo infelices que seremos si no compramos tal producto... o si no votamos a tal candidato?
Si
– siempre imaginando algo impensable – hubiera una noticia muy importante y “para
obtener dinero u otro beneficio” los grandes medios la silenciaran, o – sigamos
– si se inventara una noticia inexistente (o se la ficcionara vía Netflix,
soñemos más) “para obtener dinero u otro beneficio” ¿estamos hablando de
extorsiones? Pensarla de ese modo casi nos hace sentir que la extorsión es el “pan
nuestro de cada día”. A lo mejor, por eso, otra acepción de la palabra, en el
mismo diccionario dice que es 2.- f. Trastorno o perjuicio.
Mirando
todo esto, y pensándolo, me parece que las noticias que hemos visto (con
videos, audios y fotos, que no fueron hechas en ninguna cárcel, a menos que los
detenidos “K” viajen a Pinamar ¿no?) no son sino una manifestación visible de
algo a lo que lamentablemente estamos habituados. Malos hábitos, por cierto.
Pero
si de soñar se trata, me permito imaginar que volverá la justicia (que no el
Poder Judicial, que salvo excepciones, no es lo mismo), que podremos
proponernos un sueño y florecerán mil flores al recuperar la primavera, que las
cárceles estarán pobladas de extorsionadores (y no de pobres ladrones de
gallinas) y que podremos recuperar la sonrisa que nos han robado desde hace ya
poco más de 3 años. Y, si podemos decir que la falta de alegría es un perjuicio
y un trastorno (¡y sí, se puede!) sueño que pronto, no solo algún fiscal y un
juez (o varios) pueblen las cárceles, sino que tengan al mejor equipo y su CEO-presidente
como compañeros de celda.
Foto
tomada de https://twitter.com/1lepa1/status/668422747652030464
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