martes, 2 de abril de 2019

"Había una vez..."


“Había una vez…”

Eduardo de la Serna



Así empezaban habitualmente los cuentos infantiles. Se hacía referencia a una situación pasada y se contaba una historia; muchas veces con una crueldad inusitada, muchas veces ilusoria hasta el extremo, muchas veces fabulada. No me voy a detener (aunque quizás sí) en los significantes escondidos (“Para leer al Pato Donald”) o implícitos (“era de una familia pobre «pero» [sic; ¿¿¿???] honrada”). Me quiero detener en lo que se suponía por “infantil” a quienes se les podía contar que un lobo hablaba, una bruja comía niños o un espejito decía la verdad escondida. Pero quiero detenerme en la otra parte… en el “adulto” que habla, que interpreta y que hasta sonríe “paternalmente” con la ingenuidad del niño que absorto y boquiabierto se “mete de lleno” en el relato y se asusta, festeja, y hasta aplaude [pido disculpas por el uso del masculino y el no uso del lenguaje inclusivo, que suelo utilizar. Lo hago simplemente por comodidad en este caso].

Pero resulta que los adultos, tan serios y tan circunspectos, no parecemos demasiado más “sensatos” que los niños en ocasiones.

  • Hemos sabido de militares que juraron defender a la Patria y no solamente la vendieron al extranjero, sino que mandaron a la muerte a niños para conservar su poder en una invasión alcohólica a nuestras Islas Malvinas.
  • Hemos sabido de personas que quieren ayudar a la gente e ingresan en la Policía para luego tirotearse con otros por “caja” … caja de droga, de tráfico de personas, prostitución, robo, peajes a comerciantes…
  • Hemos sabido de abogados que en su juramento se comprometen a defender a los pobres y pronto lo olvidan. Si hasta conocí quien tenía estampado el “honeste vivere, alterum non laedere et suum quique tribuere”. (Vivir honestamente, no hacer daño a nadie y dar a cada uno lo que le corresponde) hasta que vio unos pesos.
  • Hemos sabido de médicos hipocráticos que juraron y perjuraron defender la vida y luego negocian con laboratorios, aunque lo recetado no sea “tan” apto para la salud de los que padecen.
  • Hemos sabido de curas que juraron ante “Dios nuestro Señor y por estos santos Evangelios” hasta que unos “niños malvados” los provocaron y cayeron en la tentación.

En las cartas a las Iglesias, del libro del Apocalipsis, la primera destinataria es la comunidad de Éfeso. A ella, el Vidente, la alaba bastante por diferentes motivos y razones, “pero” le critica algo que es bastante habitual: que abandonó “el amor primero” (Ap 2,4), lo perdió, lo “dejó ir”. Es lo contrario de la comunidad de Tiatira cuyo amor – y demás cualidades – superan al primero (2,19). Como remedio, el vidente invita a fijarse, a hacer “memoria de dónde has caído” y tener un cambio de actitud (“arrepiéntete”) que le permita volver a “hacer las obras primeras” (2,5). El amor (primero) no se trató de un sentimiento “re-copado” sino de una praxis, y a eso debe volver. Convertirse es precisamente eso, cambiar de camino; en este caso, “volver”. Caso contrario, amenaza, quitaré se tu lugar “el candelabro” (= la participación de la vida comunitaria de la comunidad eclesial). Es interesante que, estas cartas a las siete iglesias (= a toda la Iglesia) pueden ser muy favorables, o muy críticas, pero a todas les da un margen de plenitud (“al vencedor”) o también de crítica. Y esta es, en este caso, el olvido del amor primero.

En la Biblia, y en la vida, es habitual este “olvido”, y no es – por lo tanto – ilógico dar pasos para buscar recobrar ese amor. El problema es cuánto creemos haber “madurado” ya que “ahora sabemos” que eran cosas de niños. Eran ilusiones juveniles.

¿Cuántas veces (en mi caso las recuerdo bien), ante cosas que decíamos o hacíamos de jóvenes, los “adultos” nos repetían “las decís/hacés ahora porque sos joven, pero cuando crezcas ya vas a ver”? Y, debo decir, sé positivamente que muchos y muchas que hacían/decían “esas cosas” hoy han tomado una clara posición “adulta”. Recuerdo hace tiempo, hablando sobre Carlos Mugica, haber dicho que me parecía insensato decir “si Carlos estuviera acá diría/haría tal o cual cosa”. Mucha sangre corrió en Argentina por cantar “si Evita viviera”... Y todos sabemos que todos en nuestras vidas tenemos un camino, pero en ese trayecto a veces frenamos, a veces retrocedemos, a veces cambiamos de camino, a veces damos saltos para adelante, a veces tropezamos… La vida no es un avance lineal y, por lo tanto, no podemos saber (ni siquiera de nosotros mismos) cómo seguiría o seguirá. Y – sumemos a esto – no podemos descuidar lo que hacen/dicen quienes nos rodean, que también tendrán sus frenos, saltos, retrocesos, cambios... Pero quizás mirar “el amor primero”, aquel que me impulsó a vivir lo que vivo, a hacer lo que hago pueda permitir, al menos, que ni yo ni quienes me rodean, interpreten que con el tiempo llamamos madurez a lo que de hecho es traición.

El Papa, en su reciente exhortación apostólica luego del Sínodo sobre la juventud, les dice a los jóvenes: “cuando vean un sacerdote en riesgo, porque ha perdido el gozo de su ministe­rio, porque busca compensaciones afectivas o está equivocando el rumbo, atrévanse a recordarle su compromiso con Dios y con su pueblo, anúncienle ustedes el Evangelio y aliéntenlo a mantenerse en la buena senda” (Ch.V. 100). El compromiso con Dios y con el pueblo es ese amor primero que toda la Iglesia, empezando por los “jerarcas” ("presbíteros", ancianos; "diákonos", servidores; "epískopos", vigilantes) no debiéramos perder. Y, a lo mejor, viendo lo que sufre el pueblo, escuchando sus clamores y gritos de dolor, salir a su encuentro pueda significar mirar desde dónde hemos caído y decidirnos a retomar el camino. Y, junto con ese pueblo, buscar caminos de vida y de esperanza. Nuestro pueblo sufre, ¿qué duda cabe?; una Iglesia cómoda o alienada no se parece demasiado a Aquel que sentía que se le movían las tripas (splagjnizomai, en griego) frente al dolor y salía al encuentro de los necesitados. Mirar a Jesús será la “conversión” que la “memoria” nos invita a militar (“amor en obra”) y buscar sanar los corazones afligidos: “El espíritu del Señor Yaveh está sobre mí, por cuanto que me ha ungido Yaveh. A anunciar el evangelio a los pobres me ha enviado, a vendar los corazones rotos; a pregonar a los cautivos la liberación, y a los reclusos la libertad” (Is 61:1) algo que, repite Jesús, “se ha cumplido hoy” (Lc 4,21).


Foto tomada de http://delphosfriki.blogspot.com/2018/08/se-puede-retomar-el-camino.html

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