“Había
una vez…”
Eduardo
de la Serna
Así empezaban habitualmente los
cuentos infantiles. Se hacía referencia a una situación pasada y se contaba una
historia; muchas veces con una crueldad inusitada, muchas veces ilusoria hasta
el extremo, muchas veces fabulada. No me voy a detener (aunque quizás sí) en
los significantes escondidos (“Para leer al Pato Donald”) o implícitos (“era de
una familia pobre «pero» [sic; ¿¿¿???] honrada”). Me quiero detener en lo que
se suponía por “infantil” a quienes se les podía contar que un lobo hablaba,
una bruja comía niños o un espejito decía la verdad escondida. Pero quiero
detenerme en la otra parte… en el “adulto” que habla, que interpreta y que
hasta sonríe “paternalmente” con la ingenuidad del niño que absorto y
boquiabierto se “mete de lleno” en el relato y se asusta, festeja, y hasta
aplaude [pido disculpas por el uso del masculino y el no uso del lenguaje
inclusivo, que suelo utilizar. Lo hago simplemente por comodidad en este caso].
Pero resulta que los adultos,
tan serios y tan circunspectos, no parecemos demasiado más “sensatos” que los
niños en ocasiones.
- Hemos sabido de militares que juraron defender a la Patria y no solamente la vendieron al extranjero, sino que mandaron a la muerte a niños para conservar su poder en una invasión alcohólica a nuestras Islas Malvinas.
- Hemos sabido de personas que quieren ayudar a la gente e ingresan en la Policía para luego tirotearse con otros por “caja” … caja de droga, de tráfico de personas, prostitución, robo, peajes a comerciantes…
- Hemos sabido de abogados que
en su juramento se comprometen a defender a los pobres y pronto lo olvidan. Si
hasta conocí quien tenía estampado el “honeste
vivere, alterum non laedere et suum quique tribuere”. (Vivir honestamente, no hacer daño a
nadie y dar a cada uno lo que le corresponde) hasta que vio unos pesos.
- Hemos sabido de médicos hipocráticos que juraron y perjuraron defender la vida y luego negocian con laboratorios, aunque lo recetado no sea “tan” apto para la salud de los que padecen.
- Hemos sabido de curas que juraron ante “Dios nuestro Señor y por estos santos Evangelios” hasta que unos “niños malvados” los provocaron y cayeron en la tentación.
En las cartas a las Iglesias,
del libro del Apocalipsis, la primera destinataria es la comunidad de Éfeso. A
ella, el Vidente, la alaba bastante por diferentes motivos y razones, “pero” le critica algo que es bastante
habitual: que abandonó “el amor primero”
(Ap 2,4), lo perdió, lo “dejó ir”. Es lo contrario de la comunidad de Tiatira
cuyo amor – y demás cualidades – superan al primero (2,19). Como remedio, el
vidente invita a fijarse, a hacer “memoria
de dónde has caído” y tener un cambio de actitud (“arrepiéntete”) que le
permita volver a “hacer las obras primeras” (2,5). El amor (primero) no se
trató de un sentimiento “re-copado” sino de una praxis, y a eso debe volver.
Convertirse es precisamente eso, cambiar de camino; en este caso, “volver”.
Caso contrario, amenaza, quitaré
se tu lugar “el candelabro” (= la
participación de la vida comunitaria de la comunidad eclesial). Es interesante
que, estas cartas a las siete iglesias (= a toda la Iglesia) pueden ser muy
favorables, o muy críticas, pero a todas les da un margen de plenitud (“al
vencedor”) o también de crítica. Y esta es, en este caso, el olvido del amor
primero.
En la Biblia, y en la vida, es
habitual este “olvido”, y no es – por lo tanto – ilógico dar pasos para buscar
recobrar ese amor. El problema es cuánto creemos haber “madurado” ya que “ahora
sabemos” que eran cosas de niños. Eran ilusiones juveniles.
¿Cuántas veces (en mi caso las
recuerdo bien), ante cosas que decíamos o hacíamos de jóvenes, los “adultos”
nos repetían “las decís/hacés ahora
porque sos joven, pero cuando crezcas ya vas a ver”? Y, debo decir, sé
positivamente que muchos y muchas que hacían/decían “esas cosas” hoy han tomado
una clara posición “adulta”. Recuerdo hace tiempo, hablando sobre Carlos
Mugica, haber dicho que me parecía insensato decir “si Carlos estuviera acá diría/haría tal o cual cosa”. Mucha sangre
corrió en Argentina por cantar “si Evita
viviera”... Y todos sabemos que todos en nuestras vidas tenemos un camino,
pero en ese trayecto a veces frenamos, a veces retrocedemos, a veces cambiamos
de camino, a veces damos saltos para adelante, a veces tropezamos… La vida no
es un avance lineal y, por lo tanto, no podemos saber (ni siquiera de nosotros mismos)
cómo seguiría o seguirá. Y – sumemos a esto – no podemos descuidar lo que
hacen/dicen quienes nos rodean, que también tendrán sus frenos, saltos,
retrocesos, cambios... Pero quizás mirar “el amor primero”, aquel que me
impulsó a vivir lo que vivo, a hacer lo que hago pueda permitir, al menos, que
ni yo ni quienes me rodean, interpreten que con el tiempo llamamos madurez a lo
que de hecho es traición.
Foto tomada de http://delphosfriki.blogspot.com/2018/08/se-puede-retomar-el-camino.html
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