Recibir a Jesús en la fe da una vida que alimenta
DOMINGO DECIMOCTAVO - "B"
Eduardo de la Serna
Resumen: La comunidad, recién salida de Egipto comienza su larga historia de rebeldía. Ante las murmuraciones, Dios los alimenta con el maná que es calificado de “pan del cielo”.
El contexto del relato es la reciente salida de Egipto y el paso del Mar (cap.14). A continuación el pueblo canta un himno jubiloso (cap.15) pero en seguida se pregunta por la bebida (15,22-27) y la comida (cap.16). Esta escena es la que contiene el texto litúrgico del día.
La escena completa resulta un poco desordenada: geográficamente no conocemos las localizaciones de los lugares, narrativamente el texto parece repetitivo y hasta con ligeras contradicciones. Como una suerte de “estribillo” se repite “toda la comunidad de los hijos de Israel” (16,1.2.6.9.10; también 17,1; 35,1; 36,1…) destacando que el grupo que acaba de ser liberado por la mano de Dios y la intercesión de Moisés es un colectivo. Ese colectivo será el sujeto de las escenas que siguen. El texto presenta una suerte de acción-reacción a partir de la “murmuración” del pueblo y la respuesta de Dios dando alimento.
La “murmuración” es el punto de partida (v.2) y se repite en la unidad (vv.7.8). Ya lo había hecho reclamando de beber (15,24) cosa que repetirá en 17,3. Luego se repetirá en Núm (14,2.27.29.36; 16,11; 17,6.20 y Jos 9,18). El término griego (diagogguzô) también es usado por Lucas (15,2; 19,7), su raíz --gogguzô es más frecuente (egogguzô, gogguzô, por ejemplo en Juan 6,41.43.61…). Se trata de una actitud de rebeldía contra los enviados de Dios, Moisés (y Aarón) en este caso. Obviamente es una manera de rebelarse también contra Dios, cosa señalada en v.8 (omitido en el texto): “no van contra nosotros las murmuraciones de ustedes sino contra Yahvé”.
Sin embargo (quizás porque la rebeldía “recién empieza”) Yahvé no reacciona con enojo, sino que por el contrario le procura el alimento pedido a “los hijos de Israel” (synagôgê dice el texto griego). La ironía viene dada por el contraste entre Egipto y el desierto, la nostalgia de Egipto es una clara rebeldía contra el Dios que “los sacó del país de Egipto” (de hecho, esto ocurre “el día quince del segundo mes después de su salida del país de Egipto”), el contraste se expresa como “comíamos pan hasta hartarnos” – “hambre” (la “comunidad” – 'edah – pasa a ser “asamblea” – qahal – v.3 [en ambos casos el griego traduce synagôgê]).
Lo que Yahvé dice a continuación es que provocará una “lluvia” de pan. Pero que servirá para constatar si el “pueblo” (‘am) “camina según la ley” (tôra’); cf. v.28. Esta frase parece dirigida a la referencia al sábado (día en el que no se ha de recoger el “pan” sino recoger el doble el día anterior), pero está omitida. En realidad pareciera que un texto de la tradición llamada yahvista fue ampliada por el sacerdotal (de allí la referencia a Aarón, al sábado, a la “tarde”-“mañana” y a la “gloria”).
En realidad, además, el texto alude también a las codornices, pero estas desaparecen bastante del relato centrado más bien en el “pan”-maná.
La tradición del maná (que está incorporada a la liturgia por la referencia al “pan” que es Jesús, en el Evangelio) es muy interesante en el AT (Num 11; Sal 105,40; 78,17-31) y va “aumentando” en lo maravilloso a medida que transcurre el tiempo. De ser un “simple” milagro, pasa a ampliarse ya que se agusana si se recoge para el día siguiente pero eso no ocurre cuando se recoge doble el viernes; más adelante, aun, tiene en la boca el gusto que cada uno quiere o desea (Sab 16,21)… Es llamada a su vez “trigo del cielo” (Sal 78,24), “pan del cielo” (Sal 105,40), “pan de los ángeles” (Sal 78,25).
El texto juega con una etimología popular para ponerle nombre haciéndolo derivar de “¿qué es esto?” (man hu’).
Los estudiosos suelen darle una probable explicación natural tanto a la presencia de las codornices como al maná pero no es el caso en este espacio.
Resumen: el autor contrasta dos modos de vida – viejo y nuevo – que se contrastan en el pasado pagano y el presente “en Cristo” de los destinatarios.
Dirigiéndose a los destinatarios “Pablo” les dice y atestigua “en el Señor” el modo de vida que han de llevar, -para ser precisos – el que “ya no han de llevar”. “Ya no caminen” (peripatein, caminar, vivir, comportarse), como viven (= caminan) los gentiles (ethnê) cuya característica (en un término preferido por el Qohelet, x39 de las x57; x14 en Salmos) cf. 2 Pe 2,18. Esta vacuidad propia de los paganos es de mente (nous). A continuación (omitido por el texto litúrgico se describen en vv.18 y 19 esta mente hueca con la que andan los “ethnê”.
La diferencia con aquel modo de vida pasado radica en Cristo. El autor comienza dando una justificación teológica al modo de caminar; después (v.25) dirá – en contraste (“pero”) con el modo de andar de los paganos, como es el nuevo camino.
Los verbos se encadenan: aprender – escuchar – ser instruidos. Aprender (el verbo manthánô – tiene relación con mathêtês, discípulo) en el NT no es algo que se dice en función a una enseñanza (como la ley) sino a una persona, Cristo. Conocer a Cristo es superador de la vida vacía que llevan los paganos. Pero este aprendizaje viene mediado por la escucha y ser instruidos. La escucha es el primer paso de la fe (Rom 10,17) el ser instruidos es el segundo paso, la catequesis que incluye consecuencias para la vida (1 Cor 4,17; Col 3,16). Más que el “maestro”, Cristo es “el tema”, por eso debe “habitar en los corazones” (3,17). Han sido enseñados conforme a la verdad de (= “que es”) Jesús (v.21).
La frase “si es que han oído hablar de él” (v.21) no parece coherente en boca de Pablo dirigida a los Efesios, comunidad fundada por el apóstol y donde estuvo bastante tiempo. Pero puede ser una construcción retórica (cf. Flm 5). De todos modos se ha señalado que “Efesios” no está dirigido a esta comunidad (la carta no tiene destinatarios originalmente) y – además – que el autor parece ser un discípulo de Pablo de la segunda generación cristiana.
El texto es semejante a Colosenses, como se ve:
Col 3,8-10
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Ef 4,22-24
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8 Mas ahora, desechen también ustedes todo esto: cólera, ira, maldad, maledicencia y palabras groseras, lejos de su boca. 9 No se mientan unos a otros. Despójense del hombre viejo con sus obras, 10 y revístanse del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador…
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22…a despojarse, en cuanto a su vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, 23 a renovar el espíritu de su mente, 24 y a revestirse del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad.
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El modo de vida pasado es presentado como del “hombre viejo” que se va desarmando, corrompiendo siguiendo los deseos que seducen (vanamente). Por eso esto “viejo” debe “renovarse” precisamente en la mente (nous) [recordar que lo pasado, viejo era la vacuidad de la mente, ahora la misma mente ha de renovarse (despojarse, cf. Rom 13,12; Col 3,8), revestirse; metánoia – conversión – es “cambio de mente/mentalidad”]. Ese hombre viejo se contrapone al hombre nuevo del que han de revestirse. “Revestirse” es propio de Pablo (Rom 13,12.14; 1 Cor 15,53.54; 2 Cor 5,3; Gal 3,27; 1 Tes 5,8; cf. Ef 6,11.14) alude a un modo de vida que ha de ser coherente con lo recibido. Ese hombre nuevo no depende del obrar humano, es “creado según Dios”. Es una apropiación del don de Dios, cf. “en efecto, todos los bautizados en Cristo se han revestido de Cristo” (Gal 3:27). Esto conduce a la “justicia” (= vivir conforme a la voluntad de Dios) que es “santidad” de verdad, esa que está y es Cristo.
Resumen: Jesús empieza el discurso del pan invitando a ver en la multiplicación un signo que revela que Jesús es el verdadero pan y que recibirlo en la fe es alimento que da vida eterna.
Continuando el texto de la semana pasada (multiplicación de los panes), Jesús, que al principio se había ido a la otra orilla del lago (6,1); dado que Jesús ha huido porque quieren hacerlo rey (v.15) los discípulos se dirigen al otro lado, a Cafarnaúm. Con nuevas barcas que han llegado (v.23) al ver que Jesús no está se dirigen allí (vv.24.25). Como es frecuente en Juan, Jesús no responde la pregunta que le han hecho (¿cuándo llegó?) y empieza a desplegar un discurso de revelación. El diálogo, ahora gira en torno al/los signo/s (y la/s obra/s que son puestas en paralelo).
Ya sabíamos que los asistentes al hecho de la multiplicación de los panes lo habían calificado de signo (v.14). El término signo había sido utilizado de un modo relativo en 4,48 (“si no ven signos y prodigios no creen”), Pero ahora Jesús da un paso más y presenta la multiplicación como un “signo” (sêmeia) que los presentes no han sabido ver. Sólo se han quedado en la “cáscara” de la “semilla”; han visto que Jesús los alimentó, pero no supieron ver lo que ese hecho les decía sobre Cristo mismo. “Buscan” a Jesús (vv.24.26) sin pretender “otro alimento”. Aquí comienza Jesús el discurso de revelación: me buscan por un alimento búsquenme por “otro” alimento. Jesús los invita a “obrar” (como se insinuó y se verá más adelante, la “obra” dice relación al accionar de Dios, por tanto está en contraste con “buscar”. Buscan equivocadamente, Jesús los invita a una obra diferente, buscan un alimento, Jesús los invita a un alimento diferente. La característica de este alimento es que lo “dará” el Hijo del hombre. Será un “don” como “el Espíritu” (3,34), como el “agua viva” (4,10), la “vida eterna” (10,28), el “mandamiento nuevo” (13,34), “el otro paráclito” (14,16), “la paz” (14,27)…En general se trata de dones escatológicos que ya se reciben al aceptar a Cristo. La unión de Jesús con el Padre, que le permite “obrar”, “dar” las cosas de Dios se manifiesta en la marca indeleble (como una suerte de tatuaje) que revela a Jesús en esa plena e íntima unión con Dios.
A la invitación de Jesús de “obrar” se debe la pregunta de “qué deben obrar”. Los oyentes dan un paso más hacia el Jesús que se auto-revela. Pero – sigue diciendo – lo que deben obrar es “creer” en el enviado. El enviado es precisamente el que tiene esa plena unidad con el “enviador”, creer al enviado es creer que lo que hace y dice tiene su origen en Dios mismo. Pero la incomprensión se sigue manifestando y le preguntan por un “signo” para “creer” (cuando Jesús les acaba de decir que no supieron ver como signo lo de los panes).
La pregunta pone en paralelo signos y obra: qué signo haces / qué obra realizas. El signo por excelencia es el maná, con el que el Pueblo supo ver cómo Dios lo alimentaba, por tanto si Jesús dice qué obra plenamente unido a Dios debería hacer alguno significativo semejante a aquel. El texto (con un característico “en verdad, en verdad” tan propio de Juan en los momentos importantes) quita a Moisés de la escena (no fue Moisés) sino “mi Padre” en que “dio” (= don) el “verdadero pan del cielo”. La relación entre el Padre y Jesús – de la que ya nos ha hablado – prepara el siguiente paso.
El pan verdadero “baja del cielo”, como el Espíritu (1,32) y el “hijo del hombre” (3,13). El pan que baja del cielo es el mismo Jesús [notar que todavía no se trata de la Eucaristía, eso será más adelante]. Lo que este pan-Jesús da (v.33) es “vida” (zôê; cf. 27) que es siempre vida divina [en Juan hay una “vida” física – psyjê – y una “vida” divina – zôê – es importante notar que de esta última vida se trata y es la que Dios da a los que “creen”].
En un característico malentendido, los oyentes – como lo había sido la mujer samaritana en 4,15 – pide ese don (se supone para no necesitar ya alimentarse) “siempre”. Fue el último paso necesario para la palabra de auto-revelación de Jesús: “yo soy el pan”. Es habitual en los discursos de auto-revelación los “yo soy” con un predicado.
En este caso, en un nuevo paralelo destaca venir y creer: “el que venga a mi” / “el que crea en mí” y “hambre” / “sed”. Los que “fueron” a Jesús ahora están invitados a un “ir” distinto, un ir que se identifica con “creer”.
El signo fue evidente, el alimento era “signo” de otro alimento, el “pan” de otro pan, la saciedad de otra saciedad… Recibir a Jesús creyendo en él es encontrar el alimento que sacia. Los que se alimentaron y buscaron “un pan”, están llamados a “ver más allá”, ver que Jesús – que baja del cielo – es el verdadero pan (y que no lo es ni el pan que acaba de multiplicar, ni tampoco el maná), sino un pan dador de vida eterna. Por eso es pan “de verdad” (v.32) como es “de verdad” la luz (1,9), la “vid verdadera” (15,1) y es verdadero “Dios mismo” (17,3).
Foto tomada de ecosdelapalabra.wordpress.com