sábado, 30 de marzo de 2024

«Esto es vida»

«Esto es vida»

Eduardo de la Serna




Muchas palabras, usuales en nuestra lengua, tienen como característica que todos sabemos de lo que hablamos pero son casi imposibles de definir con una cierta precisión. “Vida” es, sin duda, una de ellas.

Miremos en la Biblia. El hebreo tiene dos términos muy conocidos, [389x en la Biblia hebrea] y néfesh (que también se puede traducir por “alma”, otra palabra de difícil traducción [760x en la Biblia hebrea]), incluso se encuentran juntas 64x. En la biblia griega encontramos tres términos, también reconocidos: psyjē [AT 974x / NT 103x] y zōē [AT 298x / NT 135] los más frecuentes, y bios, bastante menos usual [AT 69x / NT 10x]. Como puede verse, en castellano bio-logía, zoo-logía y psico-logía provienen de ahí. A modo meramente ilustrativo, de las 64 apariciones de bios en la biblia griega, solo 24 provienen del hebreo, el resto pertenecen a los libros propios, y de estos 24x, 3x traducen , 1x traduce nefesh y las restantes no se encuentra el término “vida” en hebreo, como al decir “sus años fueron” o “en todos los días [îôm]” (“de su vida” está supuesto, pero no se menciona).

Veamos otro ejemplo, de las 5x que Lucas utiliza zōē, en 3x añade “eterna” y en las restantes 2x el tema está supuesto. En cambio, psyjē se encuentra 13x la mayoría de las cuales puede traducirse (muchas biblias castellanas lo hacen) por “alma” y al menos 3x pueden expresarse como “existencia”.

Para avanzar un poco más pongo un ejemplo: de algunas personas con daño neurológico irreversible se suele decir que tienen una “vida vegetal”. Es decir, se le reconoce una “vida”, pero ya no humana. Esto permite entender, a su vez, los planteos de Santo Tomás y san Agustín cuando indicaban que en el feto, “Dios insufla alma [= vida] humana” en un determinado momento, luego de haber pasado por un alma vegetal, y alma animal…

El que es más específico en esto es el Evangelio de Juan: él desconoce (o nunca utiliza) el término bios, pero sí los otros dos, pero, y acá lo interesante, para él, psyjē [10x] siempre refiere a la vida humana, por tanto una vida que nace, crece… y muere, una vida que el pastor o el amigo pueden “arriesgar”, y llegado el caso, perder, mientras que zōē (36x, al que muchas veces [18x] añade “eterna”) refiere a la vida divina. Es decir, Jesús vino a comunicar a sus amigos la vida divina. Es irónico el contraste: “El ladrón no viene más que a robar, sacrificar [¡sic!] y destruir. Yo he venido para que tengan vida [zōē] y la tengan en abundancia. (10:10), y esta vida abundante la reciben sus amigos en la medida en que “crean” (fe). De hecho, para eso se escribió todo el Cuarto Evangelio, Jesús tiene "palabras de vida eterna" (6,68): “Estos (signos) han sido escritas para que crean (tengan fe) que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida (zōē) en su nombre” (20:31).

La estrecha relación entre la fe / creer y la vida divina acompaña todo el Evangelio de Juan: “todo el que crea tendrá vida eterna…” (3,15-16), “el que escucha mis palabras y cree en el que me ha enviado tiene vida eterna” (5,24), "Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed (6:35), “esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día” (6:40), en verdad, en verdad les digo: el que cree, tiene vida eterna” (6:47), "Yo soy la resurrección. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (11:25) y en la Primera Carta, “les he escrito estas cosas, a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen la Vida eterna” (1Jn 5:13).

Es evidente que la vida no es fácil de definir… ni de ver. Podemos ver algo / alguien en movimiento, pero eso se aplica también a los astros (por eso en el mundo antiguo en ocasiones estos eran vistos como seres vivos). En este sentido, no es fácil – si fuera posible – ver la vida divina en ciertas personas (por eso es frecuente que la pictografía presente a algunos con “aureolas de santidad”).

Pero seamos claros, en esta pascua… Jesús ha resucitado, pero para vivir una vida distinta. Pero, a su vez, vida en esta persona histórica concreta, por eso “el resucitado es el crucificado”. Por eso come, puede ser tocado y visto, pero, a su vez, en una vida distinta, por eso atraviesa las puertas, o no se lo reconoce en un primer momento. Sólo la fe permite verlo. No hacen falta ver aureolas, lo que hace falta es ver “amor”, porque al verlos “todos conocerán” (13,35), este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros tal como nos lo mandó” (1Jn 3:23), “el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios; y el que ama al Padre ama también al que ha nacido de él” (1Jn 5:1).

La pascua nos invita a una vida nueva, pero vida en esta vida, en esta historia. Vida que se vive en la fe y en el amor con la esperanza puesta en Jesús, que es él mismo “la vida” (“la resurrección y la vida”, “el camino, la verdad y la vida” [11,25; 14,6, obviamente en ambos casos usa zōē]). No se trata de vivir mejor, menos aun de seguir viviendo (= existiendo), sino de descubrir, vivir y transmitir una vida nueva y distinta, vida que viene de Dios, que comunica Jesús y que recibimos en la fe y vivimos en el amor. De eso se trata la Pascua.


Foto tomada de https://juanra.art/el-camino-de-la-vida/

jueves, 28 de marzo de 2024

Jonás, un profeta no muy fiel

Jonás, un profeta  no muy fiel

Eduardo de la Serna



El profeta Jonás es bastante conocido, pero no tanto por sus dichos o profecías, sino por lo que hizo (y dejó de hacer). Curiosamente por esto mismo es mencionado en el nuevo Testamento de modo distinto por Mateo (12,39-41; 16,4) y por Lucas (11,29-32) destacando la escena del pez el primero, y la conversión de los paganos el segundo. Fuera de esto, se menciona otro profeta con el mismo nombre en 2 Re 14,25 y Mateo nos dice también que tal es el nombre del papá de Pedro (16,17). Pero ¿qué podemos decir del profeta Jonás? ¿Del libro que tiene su nombre?

Lo primero que debemos tener en cuenta que el libro de Jonás se parece más a una parábola que a una narración histórica, y como tal tenemos que entenderlo.

Si hay una característica frecuente en los libros de los profetas es que están conformados por dichos que Dios dirige a diferentes destinatarios (reyes, sacerdotes, jueces, militares, otros profetas, el pueblo judío en su (casi) totalidad u otros pueblos). Éstos se suelen expresar con palabras claras en las que no hay duda que Dios se dirige a ellos y el profeta actúa como intermediario sin dudarlo. En la parábola de Jonás ocurre precisamente lo opuesto: Dios manda a Jonás a predicar nada menos que a Nínive, la ciudad asiria que era paradigma de opresora del pueblo de Dios y –por supuesto- pagana (1,2).

Lo primero que llama la atención es que Jonás hace exactamente lo contrario de lo que Dios le encarga: va para otro lado bien lejano para no tener que obedecer (1,3). Siempre por contraste, se desata una terrible tempestad (enviada por Dios, 1,4) y los marineros (todos paganos) rezan a sus dioses pidiendo la calma, mientras Jonás duerme (1,5). Cuando lo despiertan y él reconoce que la tormenta es responsabilidad suya, los paganos se niegan a arrojarlo al agua para apaciguar el clima con la finalidad de salvarlo (1,11.13); viendo que la situación no mejoraba los paganos “clamaron a Yahvé” pidiendo compasión ante lo que iban a hacer (1,14), incluso le ofrecen un sacrificio (1,16). Una vez en el agua Jonás es tragado por un gran pez (2,1) desde donde Jonás “ora a Yahvé” (2,2) desarrollando un hermoso salmo (2,3-10) en el que manifiesta la confianza en un Dios que no se desentiende del orante que arrepentido se dirige a Él.

Nuevamente –entonces- Yahvé envía a Jonás a Nínive que –esta vez sí- se dispone a obedecer. Pero nuevamente sucede lo impensado. Leyendo los profetas sabemos bien que habitualmente su predicación parece caer siempre en saco roto, no es escuchada, y ¡mucho menos, por los paganos! Sin embargo, Jonás empieza a predicar y antes de terminar de hacerlo (tardaba 3 días en recorrer la ciudad pero al hacer “un día de camino”, 3,3-4) ya todo Nínive se convierte y arrepiente. Todos hacen ayuno, desde el rey hasta “las bestias de ganado mayor y menor” (3,7) “claman a Dios” (3,8) y ante el arrepentimiento de todos, Dios se arrepintió a su vez de lo que había decidido hacer (3,10). Nuevamente Jonás queda “mal parado” ante el lector (y los paganos quedan bien): se enoja con Yahvé por no haber castigado a Nínive. Su enojo es porque Él es “un Dios clemente y misericordioso, tardo a la cólera y rico en amor, que se arrepiente del mal” (4,2) lo cual le resulta intolerable al “profeta” hasta el punto de pedirle a Dios que lo mate (4,3).

La escena cambia ahora de ubicación. Jonás se traslada a un monte para ver desde allí si ocurre o no algo a la ciudad (4,5) y entonces Dios hizo crecer rápidamente un ricino para darle sombra, lo que alegró a Jonás (4,6). Pero el sol del día siguiente hizo secar el ricino lo que afectó a Jonás hasta el punto de –nuevamente- desearse la muerte (4,8). La pregunta de Dios, “¿te parece bien irritarte?” es repetición de la anterior (4,4.9) lo que da pie a una nueva intervención de Dios, con lo que cierra el libro: si Jonás se preocupa por un ricino, ¿no es razonable que Dios se ocupe de las 120.000 personas que viven en Nínive, y de los animales?

Como se puede ver, Jonás más que un profeta parece un “anti-profeta”, alguien que hace y a quien le sucede lo opuesto a lo que ocurre con los profetas bíblicos: es enviado a predicar y no va, no se nos dice en qué consiste su predicación, los destinatarios se convierten totalmente; ¡hasta los animales! (lo cual confirma el carácter de parábola del texto). Los paganos son los que “claman a Dios”, mientras que Jonás refunfuña contra Él, sea por tener que predicar cuanto porque Dios es misericordioso y tiene amor por los ninivitas. En realidad podríamos decir que Jonás es como un “negativo” de lo que se espera de alguien frente a Dios; como que el autor nos muestra en Jonás que lo que se ha de hacer es exactamente lo contrario. Es decir, anunciar la palabra de Dios, compartir su misericordia por los pecadores y alegrarse por la conversión, y reconocer en los no creyentes a aquellos a los que mostrar el camino de Dios ya que son  siempre disponibles a escuchar y dejarse conducir por Dios.


Imagen de Jonás pintado por Miguel Ángel, tomada de https://lacapillasixtina.es/simbolismo-jonas/

miércoles, 27 de marzo de 2024

La noche avanza… Ah, ¡pero una luz!

La noche avanza… Ah, ¡pero una luz!

Eduardo de la Serna


 

 

Noche, oscuridad, nada y penumbra,

Ya no puede verse algún camino

Se detienen huellas en el mundo

El temor de un aire mortecino.


Una tumba guarda su secreto,

allá lejos, tenue y escondido

un lienzo doblado en un costado

el cuerpo está ausente, ¡no perdido!


Una roca grande que no cierra

Uno refulgente en su vestido

Y unas militantes de la vida,

Que quieren ungir más al Ungido.


Y esa ausencia, junto a la palabra

Son luz misteriosa de sentido

Y esa novedad no se acapara

Y alumbra en la noche a sus amigos.


Y salen contando unos a otros

Que aquel que lloraban está vivo

Que una grieta parte las tinieblas

Que no hay noche, ¡el sol ya ha subido!


Que la muerte, duele como un parto

Es la Vida nueva que ha nacido

El vientre, la tierra que se abre,

es llama, candil, faro encendido.


Las noches de los crucificados

Tinieblas de los que no han vencido

Preparan el triunfo y la esperanza

De los seguidores del Camino.


Bajados de la cruz por compañeros

Comparten la luz de lo encendido

Y que incendian irradiando todo

Es Pascua que encuentra lo perdido.


Foto tomada de https://www.pinterest.es/pin/705235622895422415/ 

martes, 26 de marzo de 2024

Triduo Pascual "B"

La vida se derrama y debemos distribuirla a todos

Semana Santa – Triduo Pascual “ciclo B”

Eduardo de la Serna



Jueves Santo

Lectura del Evangelio según san Juan 13,1-15

Resumen: el lavatorio de los pies a los discípulos muestra visiblemente, en Juan, cómo es el amor que Jesús ha manifestado hasta el extremo. Y cómo es el amor que pretende que tengan entre ellos “los unos a los otros”.

Los estudiosos coinciden en general en que el Evangelio de Juan tiene 2 grandes partes. En 13,1 comienza solemnemente la segunda parte.  La clave parece estar en la llegada de “la hora” anunciada en la primera parte como algo futuro. Y esta hora ha llegado con el “paso” de Jesús de este mundo al Padre. Este “paso” tiene claras connotaciones pascuales (Pascua = paso) aunque la cena de Jesús no sea cena pascual en Juan. Este paso viene marcado por el “amor extremo” a “los suyos”. La unidad literaria parece seguir hasta el v.20 (como el doble “en verdad” del v.21, la frase conclusiva de v.20 y el nuevo comienzo del v.21 lo indican). La característica principal viene dada por el “lavado de los pies”. Esto es propio de los esclavos (ser esclavo y servir son la misma palabra en griego), y la palabra está mencionada en la interpretación que hace Jesús del hecho (omitida en la liturgia, en el v.16).  La negativa de Pedro a ser lavado tiene ese sentido, y esto es algo que será comprendido “más tarde”. Jesús, a continuación, lo explica: es algo que deben hacer “unos con otros”, es la expresión del amor que es verdadero cuando se vuelve “servicio”; ese es el “amor extremo”.


Viernes Santo

Lectura del Evangelio de la Pasión según san Juan 18,1-19,42

Resumen: La pasión según san Juan nos muestra un Jesús siempre soberano, del principio al fin es quien decide “voluntariamente” su situación;  la comunidad de discípulos –representados en su madre y el discípulo amado- están al pie de la cruz y reciben el espíritu, y todo el AT alcanza en Jesús su plenitud.

El relato de la Pasión de Jesús según Juan, que se lee todos los años el Viernes Santo, tiene muchas unidades e ideas que son propias de Juan y merecerían ser destacadas. Trataremos de señalar las principales.

Jesús aparece como soberano, él es quien conduce los acontecimientos. Por ejemplo. Él determina que dejen ir libres a sus compañeros ya que lo buscan a él. Con ironía clásica de Juan, ante el “Yo soy” de Jesús (es el nombre divino en Éxodo) caen en tierra, algo característico de los que ven a Dios. Jesús repite dos veces este término, “yo soy”, lo que debe tenerse presente. A continuación Pedro dirá dos veces “no soy”. Por otra parte, como hace otras veces, Juan corrige o precisa datos de los Sinópticos como quien empuñó la espada e incluso el nombre del servidor del Sumo Sacerdote. 

Con nueva ironía, Juan señala que cuando Jesús fue llevado a casa del Sumo Sacerdote, Pedro “y otro discípulo” (no dice de qué discípulo se trata; ¿el discípulo amado? No parece) “siguen” a Jesús. El verbo es irónico porque Pedro ya le había dicho a Jesús que lo seguiría (13,36-37), pero lo seguirá “físicamente”, no discipularmente. De hecho, “no es” (18,17.25). Recién cuando Pedro vaya a dar realmente la vida por Jesús, Él le dirá “sígueme” (21,19). 

Ya en el “pretorio” (Juan no tiene “juicio religioso”, sino sólo un interrogatorio) el rol de Pilato es bastante limitado. Se pasa toda esta unidad “entrando” y “saliendo” puesto que los judíos no quieren entrar para poder comer la pascua (18,28; lo que muestra que para Juan la cena de Jesús no fue cena pascual). 

Hay algunas ideas que es bueno destacar. A Jesús no lo van a buscar con “armas y palos” sino con “antorchas, lámparas y palos” (18,3) porque viven en la oscuridad, son “de las tinieblas”; Pilato no sabe qué es la verdad, porque es “de la mentira” (18,38). Esto es importante, especialmente si recordamos que el diablo es “el padre de la mentira” (8,44) y el “príncipe de este mundo” (12,31; 14,30; 16,11) y – no está en la Biblia, pero no es ajeno al dualismo joánico - “príncipe de las tinieblas” (ver Hch 26,18; Col 1,13). Esto dice relación con la afirmación de que “mi reino no es de este mundo” que se suele interpretar como si se separaran en dos niveles las realidades, este mundo, tierra - “no de este mundo”, cielo.  En realidad, en Juan “mundo” es el ambiente adverso a Jesús (por eso el “príncipe de este mundo”). En este mundo –podríamos parafrasear- hay quienes viven (y reinan) según las tinieblas, la mentira y la muerte, y otros viven según la luz, la verdad y la vida. A eso Juan lo llama “estar en el mundo”, “no ser del mundo” (17,11.16). Por tanto, “mi reino no es de este mundo” no refiere al cielo, sino a que no se deja guiar por los criterios del “príncipe de este mundo”. Por ejemplo, si así fuera “mi gente habría combatido” (18,36). El reino que Jesús propone es reino de paz. 

Otro elemento a tener en cuenta es que los judíos (que en Juan, como también “mundo” refiere al grupo hostil a Jesús) afirma que “no tenemos más rey que el César” (19,15). Israel es el pueblo que tiene a Dios por rey, pero acá se confirman como “amigos del César” (19,12). 

Pilato lo entrega para que sea crucificado, y el que lleva la cruz es Jesús, no el Cireneo; seguramente como Isaac lleva la leña para el sacrificio (Gen 22,6).

La vestidura de Jesús que se sortearán los soldados no tiene costura, se debe romper para partirla. Jesús viene a provocar unidad que la violencia, la mentira y las tinieblas rompen. 

Juan incorpora una novedad al pie de la cruz, su madre y el discípulo amado. Por un lado, ambos personajes tienen gran carga simbólica en el Evangelio. Lo simbólico es evidente porque es absolutamente improbable que los romanos permitieran a alguien cerca de un crucificado. Por otro lado, llama nuevamente la atención que Jesús a su madre la llame –como en Caná (2,4)- “mujer”. No es razonable mirarlo atendiendo a lo “histórico” como señalando la crudeza del acontecimiento, o el dolor de una madre, sino en la familia que aquí se suscita. Una “mujer” (¿como Eva?) y un “discípulo” ejemplar, “amado”, que la “recibe como suya”.  

Jesús es tan soberano, en Juan, que su muerte ocurre por determinación suya. A la hora de la matanza de los corderos de pascua, sin que se le quiebren las piernas, como a los corderos, y con la última gota de sangre, como a los corderos, con una rama de hisopo, como a los corderos; Juan nos reitera algo que señala desde el comienzo de su Evangelio, y es que Jesús reemplaza en su propia persona todo lo “religioso” de Israel: el Templo, las fiestas litúrgicas, la vid… el cordero pascual. Y al morir “entregó su espíritu”.
Finalmente, a diferencia de los Sinópticos, Jesús es sepultado y embalsamado [ungido con bálsamo en las vendas “según la costumbre judía de sepultar” (19,40)]. En un jardín comenzó el drama (18,1) y en un jardín concluye (19,41).


Domingo de Resurrección:


1ª lectura de los Hechos de los apóstoles 10,34a. 37-43

Resumen: una síntesis del ministerio y pascua de Jesús da pie a la predicación a los paganos, y a que se derrame sobre ellos el Espíritu dando así lugar a la absoluta novedad de la universalidad.

El texto de Hechos es extenso. Y repetitivo. De hecho la liturgia sólo se detiene en lo central y fundamental, pero no está de más mirar la idea principal antes de detenernos en él. Se trata de una unidad cuidadosamente armada por Lucas, presentando los personajes, y repitiendo y explicando las escenas más de una vez. Sinteticemos: una vez las presenta, la siguiente le da su sentido y en tercer momento la explica ante los Doce (10,1-26. 27-48; 11,1-18). ¿Por qué la insistencia? Puesto que el paso que se dará es casi lo contrario a todo lo que se decía en el A.T. y la predicación de Jesús. ¿Cómo se justifica el bautismo a paganos sin exigir nada previo, como la circuncisión, si el AT distinguía judíos de paganos y si Jesús había dicho “no vayan a territorios extranjeros… sólo a las ovejas perdidas del Pueblo de Israel”. El cambio que se dará en esta unidad es tan fundamental, tan decisivo que hace falta dejar bien claro, ¡insistentemente!, que está conducido por el Espíritu Santo (10,19.44.45.47; 11,2.15.16), un éxtasis-visión (10,10.28; 11,5) o por el Ángel del Señor (10,3.7.22.30; 11,13). En el centro de esto se encuentra la predicación de Pedro a los paganos en orden a “escuchar lo que le fue ordenado por el Señor” (10,33) y al decir esto se derrama el Espíritu (10,44) lo que causa que Pedro “mandó que fueran bautizados” (10,48). El texto que nos propone hoy la liturgia es, precisamente, este discurso de Pedro a los paganos contando “lo que sucedió…” (10,37). 

Obviamente no interesa la historicidad de los acontecimientos que es pasible de sospecha (aquí el primer predicador a los paganos resulta “Pedro” y no Pablo, por ejemplo). Vayamos al texto.

El discurso presenta una primera parte “histórica”, comenzando por el bautismo de Juan, el ministerio de Jesús (sintetizado en que “pasó haciendo el bien”, v.39), fue matado y resucitado apareciéndose a testigos elegidos (37-41). Pero esto no finaliza allí (como es característico de Lucas, cf. Lc 24,46-48) y debe continuar con la predicación, por ahora reducida “al Pueblo” (es decir, a Israel; v.42). Es a continuación que dará el siguiente paso cuando el Espíritu se derrame sobre los paganos lo que deja atónitos a los circuncisos al ver que el Espíritu Santo  se derramaba también sobre los paganos (v.45); a esto se lo ha llamado “Pentecostés de los paganos” (quizás un poco simplistamente, pero quizás justo en lo literario de Hechos). La introducción: “veo que Dios no hace acepción de personas” (v.34) y esta conclusión del don del Espíritu – ambas omitidas en la liturgia – son las que le dan sentido a toda la unidad.

Veamos brevemente el discurso: Lucas presenta una síntesis geográfica (en Judea comenzando en Galilea) e histórica (del bautismo a la muerte-resurrección) del ministerio de Jesús. Algunos elementos característicos de la teología de Lucas están señalados: el rol del Espíritu Santo en el ministerio de Jesús, el enfrentamiento con el diablo, el rol de los apóstoles como testigos, señalados como los que comieron y bebieron con él, el mandato de predicar, el rol de los profetas y el perdón. Todo esto – como se dijo – presentado en un marco histórico-geográfico, también característico de Lucas. Estamos –entonces- en una síntesis de la predicación, del “evangelio” de Lucas sintetizado en pocos versículos. De eso se trata este discurso que provoca la aceptación del evangelio por parte de los paganos y desencadena la que probablemente sea la máxima revolución de toda la historia de la Iglesia. Los paganos, despreciados y rechazados en Israel son ahora invitados a integrarse por el bautismo y la aceptación del Evangelio como miembros plenos del pueblo de Dios.


2ª lectura de la carta a los Colosenses 3,1-4

Resumen: La “comunión de los santos” permite que entre Cristo resucitado y la comunidad peregrina haya una relación tan estrecha que ya desde “ahora” vivamos como resucitados.

La liturgia permite hoy la elección de una entre dos lecturas; hemos seleccionado el texto de Colosenses.

Un discípulo de Pablo, pasado ya un buen tiempo, decide enfrentar, como si Pablo lo hiciera, una serie de nuevos problemas. Escribir que el autor es Pablo es una manera obvia de decir “yo soy su discípulo y sé que esto es lo que Pablo les diría si estuviese en este momento”. Uno de los temas – no el principal de la carta, pero si importante – es que la venida de Jesús que se esperaba inminente (ver 1 Tes 4,15-17; 1 Cor 15,51-52) se demora. En este sentido, en el cristianismo de la segunda generación surgen fundamentalmente dos respuestas. Una – patente, por ejemplo, en 2 Pe 3,3-4.8-10 – señala que se demora para dar a todos la ocasión de la conversión; otra, habitual en los discípulos de Pablo como el autor de Colosenses, señala que en cierta manera ya vino, que ya estamos de algún modo resucitados. Podríamos decir que falta “ultimar algunos detalles”. La parte teórica de la carta finaliza en 3,4 ya que en 3,5 saca las conclusiones prácticas de lo dicho para la vida de la comunidad. 3,1-4 aparece como una conclusión teórica de todo lo dicho que es claramente cristocéntrico. Un tema característico de esta carta, y su “parienta” a los Efesios es la idea de que Cristo es cabeza del cuerpo que es la Iglesia. Hay una unión tan profunda entre ambos, como la que tienen el cuerpo y su cabeza (1,18.24; 2,19). Por eso presenta a Cristo como “el primer nacido de entre los muertos” (1,18), los demás seguirán sus pasos. 

Esto es lo que da razón a la primera frase del texto de la liturgia que es ciertamente sorprendente: “han resucitado con Cristo”. No es “resucitarán” sino ya lo han hecho (en griego es un aoristo, lo que significa que es algo que ha ocurrido en un momento concreto y preciso del pasado). Es típico de Pablo, y acá lo repite su discípulo, señalar una tensión entre la realidad (indicativo) y lo que se debiera (imperativo). Acá la tensión es que puesto que ya estamos resucitados, debiéramos buscar lo de arriba. El Jesús de Juan afirmaba que es “de arriba” (8,23), y al dirigirse a Dios Jesús levanta los ojos para arriba (11,41). Arriba refiere claramente al cielo (ver Hch 2,19), de allí viene la “Jerusalén de arriba” (Ga 4,26) y desde “arriba” Jesús llama a Pablo para un premio (Fil 3,14). De hecho, el versículo siguiente contrasta lo de arriba con lo de la “tierra”, arriba está Cristo sentado a la diestra de Dios. También en Ef se afirma que Jesús está sentado a la derecha en los cielos (1,20). La imagen es tradicional (ver Mt 26,64; Mc 14,62; 16,19; Hch 2,34; 7,55.56 [aunque en estos vv., está “de pie”]; Heb 8,1; 1 Pe 3,22). Como claramente lo destaca Hch 2,34, el texto es una alusión al Sal 110,1 que es un Salmo que canta al rey como “virrey” de Dios. El cristianismo primitivo, como lo señala la abundancia de veces en que es citado, recurrió a este texto para manifestar el cumplimiento de las escrituras en la resurrección de Jesús y su lógica “ausencia” posterior. 

Buscar lo de arriba, aspirar a lo de arriba, son evidentemente un paralelismo. Aspirar no es preciso, el verbo fronéô es también pensar, sostener y es casi exclusivamente paulino (x26 de las que x22 en Pablo [10 en Fil y 9 en Rom], una en Mt, Mc y Hch, y acá en Colosenses).  Hay dos textos paulinos que hacen más claro el sentido: 


Efectivamente, los que viven según la carne, desean [fronoûsin] lo carnal; mas los que viven según el espíritu, lo espiritual” (Rom 8,5) y 
“algunos se comportan como enemigos de la cruz de Cristo, cuyo final es la perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria está en su vergüenza, que no piensan [fronoûntes] más que en las cosas de la tierra. (Fil 3,19). 


En ambos casos, lo que se ambiciona es vivir según la novedad que trajo Cristo, o – por el contrario – vivir como si no hubiera tocado nuestra existencia. No se trata – entonces – de llevar una suerte de “vida espiritual” o “celestial” sino a sacar todas las conclusiones que la vida “en Cristo” supone para nuestra existencia. Por eso afirmará que “hemos muerto” y “nuestra vida está oculta” en Dios, es decir “a la derecha de Dios”. 

Por cuanto ya estamos con Cristo en Dios, cuando Cristo vuelva – como hemos señalado, lo que ocurrirá sin la tensión de las primeras comunidades, por cuanto ya estamos con él – la venida será menos “espectacular” que lo que parecía en un primer momento. Y junto con él apareceremos los que ya estemos con él. “Nuestra vida” está oculta – como Cristo – junto a Dios; pero él aparecerá, y ya es “vida de ustedes” (v.4) y “ustedes aparecerán en gloria” (ver 1,27). 

Resucitados con él, escondidos con él, aparecerán como él, en gloria como él… la unión entre el Cristo glorioso y el cristiano es tan estrecha para el discípulo de Pablo que casi pareciera que ya no hay nada que esperar, sólo toca vivir aquello que ya somos.


+ Evangelio según san Juan 20,1-9

Resumen: Los signos de la resurrección están presentes y allí deben los discípulos amados aprender a “creer sin ver”.

Con un cambio cronológico Juan da comienzo a una nueva unidad, “el primer día de la semana”, es decir el “domingo”. La escena nos presenta una mujer sola que va al sepulcro. No va con otras a ungirlo porque en Juan Jesús sí fue ungido, por tanto no espera que alguien le corra la piedra; seguramente – como es habitual – va al sepulcro a llorar y lamentarse. Con mucha verosimilitud se ha propuesto que el rol de las mujeres en torno a la tumba, con sus cantos y llantos haciendo memoria del muerto parece haber sido el punto de partida de la proclamación y anuncio del Evangelio. Nada se dice de que María Magdalena, que ya la habíamos encontrada al pie de la cruz con otras mujeres y el discípulo amado (19,25), se haya asomado a la tumba ni lo que vio pero en el mensaje a Pedro y al otro discípulo les dice que “se han llevado al Señor y no sabemos (¡plural!) dónde lo han puesto”. Aquí desaparece de la escena la Magdalena hasta v.11 donde está llorando (¿por el duelo?), se asoma al sepulcro (¡ahora sí!) y ve dos ángeles. Ellos y luego Jesús, que se le aparece, le preguntan por qué llora desencadenando una nueva escena. Siendo que esta finaliza con María yendo a contar a los discípulos lo que ha visto, pareciera que el redactor del cuarto Evangelio expresamente adelantó la escena de Pedro y el discípulo amado por algún motivo teológico (que señalaremos). Es decir, los vv.3-10 parecen adelantados de su lugar original, y la razón parece estar en el rol que juegan tanto Pedro como el discípulo Amado en el Evangelio de Juan. 

María no va a “los discípulos” sino sólo a Pedro y el discípulo amado y ellos “salen” (v.3) hacia el sepulcro, “corren” (v.4). La escena está construida de modo sencillo: van, llegan y vuelven. Obviamente el centro temático está en lo que ocurre en la tumba. 

Veamos. Se dice que corren ambos, pero hay una diferencia entre ambos. El discípulo amado corre más rápido, ve el interior de la tumba, no entra. Espera a Pedro. Pedro se demora más, “lo sigue”, entra al sepulcro y ve las vendas y el sudario. Nuevamente entra en escena el discípulo amado, que ahora entra y “vio y creyó”. Concluye con una referencia a “la Escritura” (sin citar el texto de referencia) y la resurrección. Finalmente (omitido en la liturgia), vuelven a casa.

La construcción, como se ve es muy sencilla, pero hay elementos interesantes a tener en cuenta.

Pedro y el discípulo amado. Salvo en la escena de la cruz, el discípulo amado, el héroe de la comunidad joánica, está junto a Pedro. Pero siempre aparece como más cercano a Jesús que Pedro (de hecho es “el amado” por Jesús), en la cena es el que está junto a Jesús, no Pedro (13,23-25), es el que en la pesca le dice a Pedro que el que está en la orilla “es el Señor” (21,7), y cuando Pedro ha confesado 3 veces a Jesús que lo ama, del discípulo se dice que “permanece con Jesús hasta su vuelta” (21,22). En este caso, corre más rápido, “ve y cree”. En general se piensa que la comunidad de Juan, que se remite al discípulo amado, corre cada vez más el riesgo de sectarizarse, se distancia cada vez más de todos los grupos – incluso cristianos – del entorno. Entonces un redactor quiere evitar toda ruptura definitiva poniendo a su héroe en relación amable con el héroe de otras comunidades, Pedro. Es verdad que el discípulo amado es más, pero hay otras ovejas que no son de este rebaño, hay otras comunidades con las que estamos en comunión, al fin y al cabo también aman a Jesús. Es cierto que 3 veces lo negó, pero 3 veces le confesó su amor, aunque “nuestro héroe” permanezca fiel hasta el final. Aquí parece estar la primera razón del adelantamiento del texto que hemos señalado. Los primeros en acercarse al misterio de la Pascua son Pedro y el discípulo amado, y ambos entran al sepulcro y creen en la escritura (notar el plural, a pesar del singular anterior, que diremos).

Ver y creer: el tema es central en Juan, y es lo fundamental de la escena. No hay apariciones del resucitado (esas vendrán a continuación en el evangelio), sólo hay una tumba vacía y vendas. De Pedro se dice que “vio”, del discípulo amado que “vio y creyó”. Veamos brevemente. En el relato se usan 3 verbos griegos diferentes, al llegar el discípulo amado “ve (blépô) las vendas en el suelo”; luego Pedro “miró (teôréô) las vendas en el suelo y el sudario… no junto a las vendas sino plegado en un lugar aparte (quizás para insinuar que no se trata de que el cadáver fue robado)”; finalmente, al entrar el discípulo amado “vio (oráô) y creyó”:

  • El primer “ver” (blépô) es también observar. Es lo que hizo María en el v.1: “vio la piedra quitada”. Lo encontramos x17 en Juan, de las que x9 en el relato de la curación del ciego (cap.9). Como es propio en Juan, allí se mueve en dos niveles: se alude claramente a la visión física (“ahora veo”) pero refiriendo a un ver distinto, aludiendo a la fe, como se ve en el v.39: Y dijo Jesús: «Para un juicio he venido a este mundo: para que los que no ven, vean; y los que ven, se vuelvan ciegos»”. Es, entonces, un ver que prepara la fe.
  • El segundo “ver” (teôréô) (x24 en Juan) es más bien físico; en el relato del ciego, se aplica a los vecinos que “veían” al ciego mendigando; sin embargo se usa también para “ver los signos” (2,23; 6,2; 7,3), sin embargo, algunos “ven” al Hijo y “creen” (6,40) y estos serán resucitados “en el último día”, porque “el que me ve, ve al que me envió” (12,45), pero al despedirse a Jesús no lo verán, como el mundo no ve al espíritu, aunque los discípulos sí lo verán (14,17.19).
  • Finalmente el tercer uso (oráô) es el más común (x82). En el relato del ciego lo encontramos al principio (v.1, Jesús lo vio) y al final (v.37) “ese que has visto” que es el momento culminante de la fe del ciego. Ya en el discurso del pan de vida este verbo se relaciona estrechamente a “creer”: “le dijeron: ¿Qué señal haces para que viéndola creamos en ti?” (6:30), “me han visto y no creen” (6,36), el que “ve” a Jesús, “ve” al Padre (14,9), “afirma que no lo “verán”, y Jesús declara bienaventurados a “los que no han visto y han creído” (20,29). Esto nos permite suponer que no parece haber demasiada diferencia entre los tres, aunque el tercero está más estrechamente ligado a “creer”.

Los su parte “creer” es quizás la palabra principal (o una de ellas) de todo el Evangelio (x98). Todo él se escribió “para que crean” y “creyendo tengan vida” (20,31). Decir que el discípulo amado “cree” es decir que alcanza la vida. Amor – vida – creer (es interesante que en Juan no aparece jamás el sustantivo, “fe”) constituyen el todo. Y lo interesante es que es de este discípulo que se afirma que “cree”, y sin ver sino los signos de la resurrección (las vendas y la tumba vacía). “Ve” lo mismo que Pedro, pero “ve y cree”. 

Siendo que para esto se ha escrito el Evangelio, siendo que se declaran felices a los que creen sin haber visto, y siendo que el discípulo amado – ejemplo del verdadero discípulo – cree sin ver sino los signos de la resurrección, el relato nos desafía a creer con los signos (de los tiempos) y así tener la misma “vida” (que es vida divina).


Dibujo tomado de https://www.youtube.com/watch?v=MWmsvN_vmG8

domingo, 24 de marzo de 2024

¡¡¡1, 2, 3 March!!!

¡¡¡1, 2, 3 March!!!

Eduardo de la Serna



Una vez más fue 24 de marzo, y, como todos los años, no podía, no quería faltar simplemente a estar donde es humano estar. Es necesario estar.

Empiezo con algo que repetimos año a año… Van 41 de la democracia recuperada y de la memoria completa que conmemoramos. Y siempre llama la atención la presencia de jóvenes. Pero pienso en jóvenes que hace 35 años cumplieron 13 años de cuando fue el golpe cívico-militar con bendición eclesiástica… Preadolescentes de 13 años que fueron entonces a la plaza… y, el “problema” es que volvieron… Hace 25 años volvieron con su mujer, y con su hijo y su nieto (o hija, o nieta) … y siguen apareciendo con lo que, en 20 años, seguirán la historia. Hoy la plaza estaba repleta de cochecitos de bebés, o de hijos a los hombros de sus papás o mamás… Hoy una nena de 5 años, con su pañuelo blanco… cuando pasa a mi lado le dijo “- Uy, ¡una madre de plaza de mayo!” y me dice, “No… yo soy Natalia. Tengo 5 años, soy chiquita”, y se fue sonriendo y mostrando orgullosa su pañuelo.

Debo decir que no recuerdo una plaza tan colmada. Quizás la del 2x1 se le asemejara. A lo mejor los discursos infames, el video oficial detestable y vomitivo que difundieron, el clima negacionista y tantas cosas que remedan aquel perverso gobierno, hicieron que muchos supieran que no podían faltar. Me consta de gente conocida que nunca había ido y hoy estuvo por primera vez.

Que me perdone Pato… para empezar, había tanta, pero ¡tanta! gente en la vereda que no me quedó más remedio que ir por la calle. ¿He delinquido? Y que me perdone otra vez, pero escuchando los cantos, viendo la gente, entendiendo lo que comentaban entre ellos, nadie, ¡nadie! habló de que la matarían si hubiera estado en la plaza. A lo mejor por lo de la pólvora y los chimangos, a lo mejor porque nadie la cree significante, cosa que quizás le dolería, pero, el cero a la izquierda, es precisamente la nada misma. Lo cierto, Pato, es que el hecho de que seas detestable no te transforma en asesinable. Esa es tarea de la gente que hoy te acompaña, lo han hecho, y son capaces de repetirlo. Lo sabemos por eso de la memoria completa.

Como cura, terminé agotado. Empezamos en nuestras comunidades con la misa del Domingo de Ramos; misa totalmente concurrida (y larga). La hicimos en la calle, lo cual es muy sensato dada la cantidad de gente. Y después de guardar todo, ¡a la plaza! Mi ritual habitual es – ya que no voy con ninguna organización – caminar, caminar y caminar. Andar entre decenas y centenas de miles de personas que nos apretujábamos unos a otros, en un clima de paz y de alegría… No por lo que conmemoramos, por cierto, sino por el hecho de encontrarnos, y saber que somos muchos los que nos negamos a la amnesia y el Alzheimer que pretende el actual gobierno. Terminé agotado, ¡felizmente agotado! Por estar, por encontrarnos, por la satisfacción de estar firmemente convencido de que la marcha le molestó mucho al gobierno (aunque Adorni seguramente diga que los presentes eran 8753), por la sensación de que tanta gente diciendo algo a toda la sociedad no puede permanecer indiferente (aunque sean expertos en ello). Espero, sueño, deseo, pretendo, que la marcha de hoy sea una bofetada al gobierno y a la oposición. Algo dice el pueblo cuando se junta… algo que DEBE ser escuchado. Algo que reitera una y otra vez que queremos memoria, por la verdad y la justicia.


Foto tomada de https://www.pagina12.com.ar/

Una extraña «guerra»

Una extraña «guerra»

Eduardo de la Serna



Si nos guiáramos por un diccionario etimológico, cualquier conflicto, pelea, tumulto o confusión sería una guerra [querella]. Si lo hiciéramos por un diccionario común, se trata de una “Lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación. contienda, enfrentamiento…” (RAE), “desavenencia o rompimiento de paz entre dos potencias…” (Espasa Calpe). Pero con el tiempo, y en especial aprendiendo de la historia humana, el término fue adquiriendo un sentido técnico; y se han establecido algunos criterios para los crímenes de guerra (Convención de Ginebra), leyes de guerra (Convención de La Haya), etc. Podemos comparar los viejos actos de guerra en los que la lucha era “cuerpo a cuerpo” (aunque flechas, hondas y lanzas hacían relativo el planteo) a muertes más anónimas como bombardeos y obuses o misiles para finalmente entrar en terrenos casi totalmente virtuales, como drones y computadoras… Valga esto, simplemente, para señalar que la palabra “guerra” es sumamente dinámica, ¡y precisa!

Aplicarla a cualquier cosa es grave si se pretendieran evitar errores. Decir que se le declarará la guerra al dengue, por ejemplo, es una verdadera tontería, lo que – por cierto – no quita que se lo debe enfrentar con todas las herramientas (no “armas”) posibles. Lo mismo vale para hablar de la guerra a “las drogas” (¿las drogas son malas, o lo malo es el “consumo problemático” y su tráfico?), y otros… Hablar con una cierta precisión resulta sumamente razonable (y es sumamente conveniente para los mercaderes, cuando no se lo hace).

Veamos un sencillo ejemplo de un pueblo eminentemente guerrero, los romanos. La violencia los constituye desde sus mismos mitos fundacionales como cuando Rómulo asesina a Remo (alimentados con leche de loba, para más clima), o el rapto de las sabinas. La violencia está en su ADN, pero, sin embargo, para el derecho romano, “hay guerras y guerras” … Hay guerras necesarias, como por ejemplo combatir a los piratas que impiden el normal abastecimiento de granos desde Egipto, y se reconoce heroicamente a los vencedores; hay guerras intestinas, que también son calificadas de tales, “guerras civiles”, como cuando Marco Antonio y Octaviano combaten contra Casio y Brutus, asesinos de Julio César… y, también, hay batallas muy importantes y resonantes, pero el senado romano solo concede la celebración de un “Triunfo” al vencedor de una guerra, y “guerra limpia”, es decir a la derrota de un enemigo extranjero (los galos, los judíos, los griegos, Britania…). Hay guerras y guerras.

Curiosamente, en nuestra historia reciente, cuando los habitualmente inescrupulosos empresarios argentinos querían expulsar un gobierno que sentían que los perjudicaba (siempre, todo los perjudica, “¡pobres santos!”), no solamente vaciaron las góndolas de todos los mercados (desabastecimiento) sino que manipularon las mentes militares convenciéndolos de la libraran una “guerra” contra las guerrillas (que ya estaban bastante desarticuladas, como se sabe, después de Formosa y Monte Chingolo). Y, entonces, con bastantes elementos preparativos o de “ensayo” (como el levantamiento del brigadier J. O. Capellini, el asesinato de Pancho Soares y Pepe Tedeschi, o el secuestro de los papás de Victoria Montenegro, y la apropiación de su hija de solo 13 días) un 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas reincidieron en tomar el poder político (sabiendo que el verdadero poder, el económico, lo manejarían sus mandantes). Curiosamente ellos creyeron, o quisieron creer, que libraban una guerra, pero se negaron a denominarla tal; incluso, por ley, estaba prohibido aludir a ello y se combatía a una “banda de delincuentes” o se trataba de una “lucha antisubversiva”; no se podía nombrar a Montoneros y ERP (¡qué costumbre tiene la derecha con eso de prohibir nombrar a sus adversarios!). Pero después que debieron huir del poder (cosa que no hiciera el poder económico) empezaron a llamarla abiertamente guerra (para poder hablar de sus “excesos”, cosa que evidentemente no hubo por tratarse de un “plan sistemático”). “Guerra” querían, también, llamarla las guerrillas en un acto de pedantería presuntuosa, quizás. Pero también primó la lógica francesa aprendida en Argelia del “enemigo interno” importada desde José López Rega y luego aprendida en Panamá, en la Escuela de las Américas. Mirando seriamente nuestro pasado, hemos de señalar, sencillamente que, si algo no hubo fue una “guerra” (y, si la hubiera habido, es público y notorio que esta tiene leyes, límites y convenciones regulatorias a los que los Estados se han sometido, cosa que no hicieron; incluso, cuando Alfonsín pretendió, ¿ingenuamente?, que la justicia militar los juzgara, eso nunca ocurrió).

Desde la maravillosa Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar [https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/rodolfo-walsh-carta-junta-militar/] quedó claro que la “lucha antisubversiva” fue una horrorosa y criminal excusa para poder implantar un plan económico; para ello necesitaban “mano de obra barata” y las Fuerzas Armadas se prestaron “heroicamente” a ello. No es casualidad - ¡nunca lo es! – que se trate del mismo plan económico que aplica en nuestro país el actual gobierno casi dictatorial, no es casualidad que reaparezcan los supuestos “enemigos internos”, desde Madres y Abuelas, Estela y su teléfono intervenido, las amenazas a Teresa Laborde Calvo y la violencia ejercida a la militante de H.I.J.O.S. por no remontarnos a la entrega de la patria (curiosas fuerzas armadas que benefician a potencias extranjeras asesinando compatriotas) y el rechazo, por ejemplo, al pueblo Mapuche... Podríamos seguir, la realidad está a la vista para el que quiera verla, aunque la manipulación de los medios que manejan sentimientos hace que no se vea lo que está a la vista y creamos lo que “ellos” quieren que creamos. “Guerra” rara esta, contra nosotros mismos. Seamos precisos… desde las guerras intestinas del s. XIX, Argentina sólo tuvo una guerra, la de Malvinas, en la que las Fuerzas Armadas, con honrosas excepciones, demostraron su ineptitud e incapacidad. No nos hablen de guerra, hablemos de “paz”, algo para lo que, parece, el actual gobierno está absolutamente incapacitado.


Foto tomada de https://www.radiofueguina.com/2020/07/04/torturas-la-guerra-de-malvinas-donde-todavia-se-sigue-combatiendo/

sábado, 23 de marzo de 2024

Negadores de humanidad (curas OPP)

Negadores de humanidad 

«¿Soy yo, acaso, guardián de mi hermano?» (Génesis 4) 



El domingo de Ramos, los cristianos conmemoramos la llegada de Jesús a Jerusalén. Allí será proclamado rey con mantos y ramos a modo de alfombra, pero también allí empieza a desarrollarse el drama de su negación, tortura y, finalmente, asesinato. Todos sabemos que “la pasión también sucede hoy”. Miles de crucificados nos desafían; pero frente a ellas y ellos encontramos:

  • Negadores del cambio climático, que hemos padecido en estos días; 
  • Negadores de la justicia social, que atormenta a la enorme mayoría de nuestra población; 
  • Negadores de la sencilla humanidad exhibiendo una crueldad aterradora; 
  • y también negadores de la historia de terror estatal, torturas y crímenes de lesa humanidad que marcaron a sangre y fuego nuestra historia reciente. 

Asistimos a grotescas presentaciones de sujetos ignotos a los que se muestra como supuestos héroes en Malvinas, a periodistas de la dictadura y a las inhumanas aberraciones de negar la emblemática cifra de víctimas del genocidio pretendiendo que debieran exhibir el número justo aquellos a quienes se los han ocultado, negado, desaparecido; se muestran fotos obscenas de crueldad y negación, se amenaza a los que quieren hacer memoria, e incluso se atenta contra la integridad y la vida de una compañera de H.I.J.O.S… 

No ignoramos que en determinados ambientes existen negacionistas, pero no estábamos habituados a que esto se promoviera desde el mismo Estado. Los crímenes de Estado, el terrorismo de Estado, los delitos de lesa humanidad son demasiado graves en nuestra historia y en nuestro presente como para tolerar que sea el mismo Estado el que los niegue, los justifique y hasta se burle de las víctimas. Lamentablemente, el gobierno nacional nos va habituando con cada vez más ostentación a su exhibición obscena de inhumanidad. Inhumana economía, inhumana acción social, inhumana mirada del pasado. 

Sabemos que los crímenes de lesa humanidad no pueden ser objeto de amnistía, indulto ni conmutación de penas, y que intentarlo sólo sería una teatral venta de humo, por ser de nulidad absoluta, pero no ignoramos que negar, o simular, o disfrazar el pasado solo prepara caminos para la reiteración de situaciones que creíamos olvidadas. 

Tampoco ignoramos que el modelo económico actual es un calco del mismo de la dictadura cívico militar con bendición eclesiástica, y que necesita represión para sostenerlo, y negación para diluir las resistencias, pero tampoco ignoramos que muchos habitantes de nuestro sangrado suelo seguimos negándonos al olvido, a la injusticia, a la mentira. 

Memoria – Verdad – Justicia. ¡Son 30.000! 

Grupo de curas en opción por lxs pobres 

24 de marzo 2024, Domingo de Ramos

jueves, 21 de marzo de 2024

Febe, una diaconisa

Febe, una diaconisa

Eduardo de la Serna




Muchas mujeres acompañaban a Pablo en su misión; o para ser más precisos, mujeres y varones por igual participaban activamente de la tarea evangelizadora en las ciudades por las que Pablo anunciaba el Evangelio. Puesto que la gran mayoría de las comunidades estaban localizadas y se reunían en casas (se las suele llamar “iglesias domésticas”, que proviene de “domus”, casa). Eso permitía, en aquella cultura tan machista, que la mujer tuviera un rol central ya que si bien no podía participar de actividades públicas –salvo las mujeres de la gran élite, por supuesto- sí era comprendido que tuviera gran actividad dentro de la casa. Pablo menciona muchísimas mujeres en sus cartas, muchas de ellas ocupando lugares de mucha importancia.

En la conclusión de la carta a los Romanos, Pablo les recomienda a otra mujer, Febe (Rom 16,1-2). Es la única vez que se la menciona en toda la Biblia, pero allí encontramos muchos elementos de gran importancia para conocer a esta mujer. Pablo la llama “hermana”, “diácono” (todavía no existe el femenino de este término, que existirá más tarde cuando se hiciera habitual que las hubiera) y “patrona”. Todos estos términos son muy importantes. Y, además, es importante saber por qué fue Febe a Roma. Todo esto nos ayuda a descubrir no solamente el lugar que las mujeres ocupaban en las cartas paulinas, sino también la trascendencia de esta mujer.

El término “hermano” era muy importante en el mundo bíblico más allá de lo biológico. Todo judío se tenía como hermano de los demás judíos (ver Dt 15,2-3.11; Sal 22,23). Era un pueblo de hermanos, eran todos “hijos de Abraham” (Rom 4,12-16; 11,1). Sin embargo, en los escritos judíos no se encuentra el término “hermana” entendido en ese sentido. La mujer no era tenida por miembro pleno de Israel, si prestamos atención a este dato. Pero Pablo sí utiliza el término “hermana” dando una importancia de igualdad a la mujer en el seno de la comunidad (ver Flm 1,1; 1 Cor 7,15; 9,5).

El “diácono” es el servidor (eso quiere decir el término). A veces se identifica con esclavo (Lc 12,37), y por supuesto, había esclavas (ver Gal 4,22-31). Pero en la comunidad el término se aplica a aquellos que están al servicio del Evangelio, al servicio de los demás. Se mencionan a varios “servidores / diáconos” en las cartas de Pablo y otros escritos (ver 1 Cor 16,15; 2 Cor 11,23; Ef 6,21; Col 1,7; 1 Pe 4,11), Pablo mismo se presenta como tal (1 Cor 3,5; 2 Cor 3,6), y hasta Cristo lo es (Rom 15,8). Con el tiempo, el término se irá institucionalizando (como se ve en las cartas a Timoteo y Tito, cf. 1 Tim 3,8-13...). En tiempos más tardíos, pasados ya los del Nuevo Testamento, será un ministerio muy importante en el cual varones y mujeres prestan un servicio en la comunidad. No sabemos exactamente qué se espera de un diácono en tiempos de Pablo, pero lo cierto es que Febe es llamada con este nombre. Ella es diaconisa en Cencreas, uno de los dos puertos de la ciudad de Corinto (notemos que si en tiempos paulinos, el término "diácono" no significa todo lo que implicará décadas después, esto aplica al diaconado femenino y también al masculino).

El mundo greco-romano daba mucha importancia a las relaciones interpersonales. Cuando estas relaciones eran entre “iguales”, se lo llamaba “amistad” (ver 2 Mac 7,24; 11,14; Lc 11,5-8). El amigo es un igual con el que se puede contar en caso de necesidad. Cuando la relación es desigual, se lo llamaba relación de “patrón” y “cliente”. El cliente era el que podía recurrir a su patrón en caso de necesidad, pero daba algo a cambio. Había una relación de cierta sumisión de los clientes con respecto a sus patrones que “a cambio” le daban una cierta protección social, económica, cultural, etc (ver 1 Mac 14,47; 2 Mac 3,4; Sir 45,24). Lo cierto es que se dice que Febe era “patrona” de muchos, incluso del mismo Pablo. Ciertamente se trata de una mujer muy dedicada a sus “hermanos”, a su servicio, preocupada por su bien y protección.

Sin embargo, falta todavía un paso más. Pablo la envía y la recomienda a los cristianos de Roma. ¿Por qué? ¿Para qué?

Pablo mismo está planeando ir a Roma después de pasar por Jerusalén para que los romanos lo orienten, acompañen y recomienden a su vez en su planeado viaje a España (15,23-24). Pablo no conoce la zona (y no conoce latín, lengua usada en el imperio romano de occidente; en oriente se usaba el griego, que era la lengua materna de Pablo). Febe es enviada, entonces, a preparar todo el plan de viaje, la estadía romana y el futuro destino español de la misión paulina. No sabemos con exactitud qué pasó después ya que esta carta es la última que Pablo escribe, pero lo cierto es que la misión paulina no se pudo desplegar sin una gran cantidad de colaboradores y colaboradoras, y entre ellas Febe debe ubicarse en los primeros lugares. No puede haber misión sin mujeres como Febe.


Imagen de Febe tomada de http://www.escogidasparaservir.com/febe-fue-ella-una-lider-en-la-iglesia-primitiva/