martes, 5 de agosto de 2025

Domingo 19C

Felices los que estén siempre al servicio de los/as hermanos/as

DOMINGO DECIMONOVENO - "C"
Eduardo de la Serna


Lectura del libro de la Sabiduría     18, 5-9


Resumen: uno de los últimos contrastes que caracterizan el libro de la Sabiduría marca dos opuestos ante un mismo acontecimiento: la noche de la Pascua. Noche de muerte para los egipcios, noche de vida para los israelitas. Y esta noche de vida debe hacerse presente y celebrarse constantemente. 


El libro de la Sabiduría es el último libro en ser escrito de la Biblia católica romana (es bueno recordar que no se encuentra ni en la Biblia judía ni la protestante). Es un libro compuesto por las comunidades judías en Alejandría, Egipto, para ilustrar y acompañar a sus miembros. Por eso se nota que, aunque el tema central sea el contraste de sabidurías, no se enfrente con la sabiduría griega sino con la egipcia: o, para ser más precisos, está confrontando con la sabiduría griega “en Egipto”. De allí el recuerdo claro al pasado de los judíos en tiempos fundacionales. Esto está presentado como una serie de “antítesis” donde contrasta ambas actitudes: frente –por ejemplo- a las diferentes plagas, la reacción egipcia y la reacción de Israel. En el cap. 17 había señalado la dimensión de tinieblas de la plaga en cuestión, y en 18,1-4 cómo eso es “luz” para Israel, la luz de la columna de fuego, y la luz de la Ley. 

En 18,5 comienza una nueva tensión, ésta ocurrida en la noche. Noche de muerte para los primogénitos de Egipto, noche de liberación para Israel. En cap. 19 comienza una más, la última con ocasión del paso del Mar. En esta antítesis, encontramos la noche liberadora (vv.6-9) y la noche de muerte y exterminio (vv.10-19) y la liberación (vv.20-25). La liturgia nos pone, en este caso, sólo la primera parte, con su correspondiente introducción general (v.5).

Siendo una obra compuesta en la diáspora, difícilmente esta memoria quede desligada de la celebración de la Pascua [quizás a ella aluda la referencia, por ejemplo, al “canto de los padres” en probable referencia al canto del Hallel (cf. Mc. 14,26; Mt 26,30), Sal 113-118], de hecho muchos acontecimientos del éxodo son referidos en estos versículos (muerte de los niños hebreos, Moisés salvado, muerte de los primogénitos egipcios, paso del Mar Rojo, Ex 1,16-22; 2,2-10; 12,29; 14,27-28)..

El verbo “perecer” enmarca la unidad (vv.5 y 19) completa, y la referencia a “los padres” (v.6 y 9) incluye esta sub-unidad.

La introducción (v.5) señala –como en otras partes del libro- que las plagas tienen su origen en un pecado de los egipcios; en este caso, la muerte de los primogénitos de Egipto tiene su origen en la decisión del faraón de matar a los primogénitos judíos (Ex 1,22-2,10). Israel es “primogénito” de Yahvé (Ex 4,22-23) quien –por lo tanto- sale como su defensor. Algo semejante señala el apócrifo libro de los Jubileos:

A todo el pueblo que había salido a perseguir a Israel lo arrojó el Señor, nuestro Dios, en el mar, en las profundidades del abismo, bajo los hijos de Israel, al modo como los egipcios habían arrojado a sus hijos al río. En un millón se vengó, y mil paladines esforzados perecieron por cada infante de los hijos de tu pueblo arrojado al río (48,14).

“Aquella noche” en este caso debe entenderse como “noche de salvación”, precisamente; desde esa noche Israel celebra y hace memoria en el presente de las opresiones y liberaciones históricas, se celebra la primera Pascua. En esa noche se cumplen todas las promesas liberadoras de Dios hechas a los patriarcas, a Moisés, y promesas hechas bajo juramento (Gen 15,13-14; 22,16-18; 26,3-4; 46,3-4; Ex 11,4-7; 13,5; 32,13). Este recuerdo está siempre vivo en cada Pascua, el comienzo es solemne. “Nuestros padres” alude, como se dijo, a los patriarcas, miembros de quienes el autor se siente parte.

Enseñado por Moisés, el pueblo espera lo que será calificado de “salvación” y su contraste, la “perdición” de los enemigos (= Egipto), todo esto marcado por el “orgullo” de haber sido “llamados” por Dios. Las ofrendas “en secreto” (cf. Ex 12,13.22.46) preanuncian las ofrendas públicas en el desierto y la celebración posterior de la Pascua (cf. Ex 12,21.27; 34,25; Dt 16,5), y todo esto unidos en torno a “la ley sagrada”, compromiso latente para los contemporáneos del autor. La Pascua que se celebra hace presente y vivo toda esta memoria.

Lectura de la carta a los Hebreos     11, 1-2. 8-19



Resumen: En la conclusión de su homilía a los Hebreos, el autor señala los ejemplos de fe de los grandes personajes del AT. De ellos destaca la confianza puesta en realidades anunciadas que no se ven pero que se confía alcanzar. El ejemplo de Abraham será el que se destaca en su dimensión de salida de la tierra, peregrinación, confianza en su paternidad y ofrenda de su hijo. Esta fe es modelo y símbolo para nosotros.

Concluyendo su obra, el autor de la carta a los Hebreos señala en un largo capítulo los ejemplos de fe de grandes personajes de la historia de Israel (preparado en 10,38), de aquellos que por su fe fueron alabados (los términos “fe” y “alabados” se repiten al principio y final del cap. 11 para darle unidad). Luego de una introducción (vv.1-2) comienza  partiendo de la Creación, y continúa con Abel, Henoc, Noé y luego Abraham, que es el fragmento seleccionado en la liturgia de hoy (vv.8-19), para luego continuar con Isaac, Moisés… Este elogio de los antepasados es frecuente en el mundo antiguo (lo encontramos en Sir 44-50; Sab 10; 4 Macabeos 16 y Filón de Alejandría).

La introducción señala una relación entre la fe y la esperanza y aquello que “no se ve”. Sin embargo hay dos términos que son clave para su comprensión y los estudiosos no coinciden en cómo deben ser interpretados: hypóstasis y elenjósHypóstasis suele traducirse por sustancia, realidad, o confianza, garantía, plan o proyecto. En 1,3 y 3,14 parece referir a la dimensión real. En 2 Cor 9,4 y 11,17 alude a una esperanza firme, la seguridad (y estas son las únicas 5 veces que encontramos el término en el NT). Elenjós alude –se dice- a realidad, y se encuentra sólo aquí en el NT. En este caso, subjetivo, ambos términos serían sinónimos y los textos, paralelos: 

La fe es            -     “realidad” (hypostasis) de lo que se espera
    -      hechos de las “realidades” (elenjón) que no se ven

Sin embargo, muchos prefieren el sentido “objetivo” –inspirados en la lectura de Hebreos a Hab 2,4 (cf. Heb 10,35-39)- y traducen “anticipo de lo que se espera y prueba  de las realidades que no se ven”. Como se ve, la referencia a la fe –en este caso- no tiene nada siquiera de religioso: “asegura la posesión de lo que se espera y el conocimiento de lo que no se ve”.

De lo que hablará, entonces, no es de la “fe” en cuanto “creer en”, sino en cuanto esperanza, de allí la confianza en la posesión de los bienes futuros, así la fe es anticipo. Eso debe tenerse en cuenta al leer los ejemplos que siguen.

Las alusiones a Abraham hacen referencia a Gn 12,1.4; 15,16.18; 26,3; 35,12. Como en todo el capítulo, las partes están señaladas por la fórmula “por la fe” (en este caso, en vv.8.9.11.17 mientras en v.13 prefiere “en la fe”, con lo que descubrimos un “paréntesis”).

En el primer punto, Hebreos acentúa la “salida” de Abraham, (v.8), es un ponerse en movimiento confiado, “sin saber” a dónde se dirigiría.

En segundo lugar (v.9-10) destaca su ser peregrino mostrando la peregrinación hacia la ciudad celestial, como es –de hecho- la vida de los creyentes (ver 13,14). La herencia es propiedad perpetua de los creyentes. 

En un tercer momento (vv.11-12) entra en escena Sara que juega un rol activo, no solamente por su fe  por la que “recibió vigor para depositar el esperma”, con lo que su presencia es claramente decisiva en recibir lo que se había prometido. La construcción es confusa (el dicho parece propio de un varón, no de una mujer), por lo que algunos autores piensan en que en realidad se habla de Abraham, y allí Sara es su compañera (por eso traducen “junto con Sara”).

En una suerte de paréntesis (vv.13-16) el texto pasa de uno a todos los patriarcas anteriores que reconocen lo antedicho: su patria en el cielo, eso es lo que buscaban y (11,40) allí entrarán junto con los fieles cristianos (cf. 3,12-4,11 donde la vida es vista como peregrinación hacia el descanso). De ellos, Dios no se avergüenza de ser “su Dios”, ver Ex 3,6.

Finalmente, se menciona de Abraham su ofrenda de Isaac. Concluye destacando no sólo una –supuesta- fe de Abraham en la resurrección, sino que se señala que esto es “figura” (parabolê). Sin duda, esa fe es propia de tiempo de Hebreos, no de Abraham, y se alude a la “confianza” en que Dios puede levantar de la muerte a su hijo. Señalando la “parábola”, probablemente la está entendiéndo como figura de la muerte y resurrección de Jesús y en ella la vida escatológica de todo creyente.

Es interesante que en todo este capítulo no haya alusión a Cristo (solo en 11,26); sin embargo, todo indica que estos ejemplos del AT han de leerse en clave tipológica y la alusión a Cristo esté subyaciendo todo a lo largo del capítulo.




Evangelio según san Lucas     12, 32-48 


Resumen: Una serie de textos variados aluden a diferentes aspectos. Por un lado, una diferente actitud con respecto a los bienes y a los hermanos/as. Por otro lado, una actitud de dedicación a ellos de parte de los líderes mientras esperan la venida de Jesús, que se demora. Esta actitud de “estar preparados” es una actitud fundamental para la vida cotidiana, pero particularmente grave para los dirigentes de la comunidad.


Si debemos ser sinceros, el Evangelio que la liturgia nos propone hoy, no es fácil de comentar. No porque tenga ideas ambiguas para su interpretación, no porque desconozcamos algún sentido –como ocurre en otras ocasiones- sino porque conjuga una serie de elementos muy distintos que no son fáciles de presentar de un modo general, o uniforme (por eso la liturgia permite una lectura más breve que puede escogerse). Veamos:

En la unidad 12,22-32 (comenzada por “dijo a sus discípulos”, que no es interrumpida sino en v.41 con una intervención de Pedro), se destacan a modo rítmico tres negaciones en imperativo: 

v.22: no se preocupen
v.29: no anden buscando
v.32: no temas

Este texto se encuentra en el documento Q (salvo v.32, que es propio de Lucas), y lo sigue otro también de Q, vv.33-34, en el que Lucas le da una formulación más helénica que semítica (como es el texto en Mateo, según veremos). Luego el texto continúa hasta la intervención de Pedro (vv.35-40) en imágenes que tienen algún paralelo con las parábolas de la Venida que se encuentran en el final de Mateo (caps. 24-25). Finalmente, en respuesta a Pedro (vv.42.48) Jesús presenta en una nueva parábola un paralelismo antitético entre dos actitudes contrastantes (vv.42-44 y 45-48; notar en v.45 el comienzo con “pero”). Esta unidad también tiene semejanza con Mt 24.

Como puede verse –y acá el tema planteado- estamos ante muchos temas diferentes. Con cierta conexión en algunos casos, pero no demasiada unidad.

Nos encontramos –para empezar en nuestro texto litúrgico- con un dicho aislado (v.32; en realidad, conclusión de la unidad anterior vv.22-32)

Le sigue un dicho nuevo (que puede verse como conclusión temática de la unidad anterior, vv.33-34)

Dos unidades parabólicas con cierta referencia común a la “venida” (vv.35-40; 41-48).

Ante esta dificultad, veremos sintéticamente cada una de estas cuatro partes sin detenernos excesivamente –salvo que fuera necesario- en aspectos concretos. 

v.32: como se dijo, el texto forma parte conclusiva de una unidad mayor que invita a “no preocuparse” ya que Dios mismo vela por sus creaturas (v.28) y más hará con “ustedes, hombres de poca fe”. Como se ve, este texto utiliza el clásico “de menor a mayor” (en hebreo –lo vimos el domingo pasado- el kal wahomer): “si Dios hace esto con los que valen menos que ustedes, cuánto más hará por los que valen más”. A modo de síntesis de esto, presenta la segunda negación: no busquen… no se inquieten… busquen el reino y esas cosas se darán por añadidura. A esto, así planteado, Lucas añade un dicho que –como se dijo- es propio de su fuente: “no temas”. 

Es interesante que si en las unidades anteriores el acento estaba puesto en la “preocupación”, aquí se destaca el temor. Dos elementos se destacan en relación a los destinatarios: Dios es su padre, y –como es obvio por la referencia al rebaño- su Pastor. Por otro lado, es evidente el contraste entre el “temor” y el “placer” de Dios por dar. Y lo que Dios –padre y pastor- quiere dar, es “el reino” (seguramente la referencia a la búsqueda del reino de v.31 y el deseo de Dios de darlo, fue lo que atrajo este versículo independiente a esta unidad).

Jesús no se dirige ni a individuos, ni a multitudes, en este caso, sino a un grupo pequeño. Si bien rebaño no necesariamente supone una pequeña cantidad (ver 1 Sam 25,2) sin embargo puede serlo (ver Mi 2,12), pero en este caso se aclara expresamente que es “pequeño” (mikròn). Hay aquí una relación entre la comunidad y el reino, pero esta comunidad puede “alegrarse” porque recibe de su padre este reino. Este contraste entre “temor” y “alegre voluntad” (eudókêsen) de Dios muestra que esa característica propia del “reino” de que se invertirá la situación (1,49-55; 6,20-26; cf. 16,19-31) es una realidad en la pequeña comunidad. No es ajeno, esto, a lo que el mismo Lucas nos dice de las primeras comunidades de Jerusalén (Hch 2,42-47; 4,32-35) donde “ya no hay necesitados” y reina la “alegría” y hay una vida compartida donde a los bienes “nadie los llama suyos” y “todo es común”.

Este texto añadido por Lucas –como hemos visto- prepara la pequeña unidad siguiente que hace referencia a los bienes (vv.33-34). Como dijimos, este párrafo tiene interesantes diferencias en el comienzo con el mismo dicho en Mateo (notar el paralelismo antitético: no acumulen / acumulen, polilla, herrumbre, ladrones):

Mt 6
Lc 12
19 No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre las destruyen, donde los ladrones perforan paredes y roban.
 20 Acumulen tesoros en el cielo, donde no roe la polilla ni destruye la herrumbre, donde los ladrones no abren brechas ni roban.
33 Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan,


un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla.
21 Pues donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón.
34 Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón.


Es sabido que en la comunidad de Lucas hay algunos miembros con dinero, de allí la insistencia acerca de cómo deben actuar –al menos en el interno de la comunidad- esos tales. En Lucas, la injusticia es un tema muy importante (5,11.28; 6,20.26.35; 8,14; 9,25; 11,39-41; 12,13-21; 16,1-14.19-31; 18,18-30; 19,1-10; 21,1-4; Hch 2,42-47; 4,32-37; 9,36; 11,29), en este caso –como es evidente- no se trata de “prohibir ser ricos” (algo más propio de Mateo) sino de “compartir los bienes” (lo cual es lucano, como se ha dicho). Es evidente –en ambos- que no se trata de que los bienes sean malos en sí mismo, sino en cuál es la actitud ante ellos (vimos que Lucas y Mateo los califican de ídolos, 16,13 y que –precisamente porque la situación se invertirá, no es sensato ni ético “ser ricos”, 6,24). Como se ve, se trata de dos tipos de lugares donde “atesorar”, pero –como también se ve- no se trata de una suerte de “espiritualismo”, ya que se impone una actitud de generosidad concreta y “material”. Se trata de que “no haya necesitados” en la comunidad, de “mirar” al hermano/amigo como tal. No se habla aquí de “ser pobres”, sino de “compartir”, es decir, “ser hermanos”. No se trata de ser pobres, pero no es razonable ser ricos. Esta tensión se resuelve en ser hermanos (y amigos).

El “tesoro en el cielo” ya venía preparado en 9,23-25, se trata de la renuncia de los bienes y de sí mismos. Los discípulos por el mundo no deben llevar “bolsa” (10,4) porque “no deben preocuparse” (v.29). Pero la relación entre corazón y tesoro es ineludible, “estará” –el futuro- no deja lugar a dudas. Sólo queda tener una actitud fraterna y sororal ante los bienes, para lo cual es fundamental que el corazón sepa dirigirse hacia ellos y ellas como amigos y hermanos/as. 

De todos modos, Lucas ubica ambos textos juntos, lo que le da una profunda interrelación comunitaria. Es verdad que no se han de preocupar por el sustento, pero también lo es –y el reino tiene que ver directamente con eso- porque los que tienen posesiones deben compartir sus bienes con sus hermanos. De esto se trata ser “pequeño rebaño”.

La unidad vv.35-40 tiene una estructura concéntrica que destaca algo muy curioso en el centro:

a            a. Invitación a “estar” listos (v.35)
b               b. Ejemplo ilustrativo (v.36)
c                  c. Bienaventuranza (v.37 a)
d                                  -     Oráculo (“les aseguro”) (v.37b)
         c’   Bienaventuranza (v.38)
      b’   Ejemplo ilustrativo (v.39)
   a’   Invitación a “estar” preparados (v.40).

La unidad a-c alude a la venida de un ausente, mientras que c’-a’ hace referencia a lo inesperado de la hora del regreso. Las dos bienaventuranzas –por su parte- tienen un orden inverso (los siervos – el señor los encuentra  / señor que viene – encuentra siervos).

La intervención de Pedro rompe el esquema de los servidores, y encontramos una nueva parábola antitética:

   a Actitud positiva del intendente
   b Llegada inesperada del señor
   c Oráculo (“amen [= en verdad], les digo…”)

a’   Actitud negativa del intendente
b’   Llegada inesperada del señor
c’   Oráculo de castigo (“lo partirá en dos…”)

La primera parte, recuerda la escena anterior (con su bienaventuranza), aunque el obrar del intendente es fundamental en la primera, mientras que en la segunda parte lo importante es la llegada sorpresiva del señor.

Veamos brevemente ambas unidades:

vv.35-40:  La invitación a estar “ceñidos los riñones” y la referencia a las lámparas recuerda instantáneamente a un judío la noche de la pascua (Ex 12,11). La imagen tiene su origen en la idea de estar pronto, preparado para ponerse en movimiento (cf. 1 Re 18,46; Jn 38,3). En este caso se refiere a la llegada no programada del señor que vuelve de una boda (imagen frecuente en el judaísmo del encuentro con Dios). Hay elementos (lámparas, boda, señor que viene, espera, siervos) que recuerdan la parábola de las 10 vírgenes de Mateo 25,1-13 aunque con claras diferencias. Lo llamativo –y aparentemente absurdo- es que en el mundo antiguo es impensable que el señor sirviera a los amos. Puede verse en 17,7-9 un contexto mucho más coherente con su tiempo. Hay diferentes modos de medir el tiempo, pero con “segunda y tercera vigilia”, es evidente que de cualquier manera el señor llega muy tarde, y son acreedores de una nueva bienaventuranza

El ejemplo del ladrón que llega a horas imprevistas es evidente, y de hecho muy usado en su tiempo (por ejemplo, ver Mt 24,43; 1 Tes  5,2.4; 2 Pe 3,10; Ap 16,15). La venida del “Hijo del hombre” es ambigua en los evangelios, y aluden tanto a su ministerio presente o su padecimiento en un futuro inminente, pero en general, cuando se trata de un futuro indefinido, se destaca la dimensión judicial (17,22.24.30; 18,8; 21,27.36; 22,69). 

vv.41-48: Pedro interrumpe con una pregunta. La referencia a los “administradores”, y ya no a los “servidores” da un nuevo color a la referencia. La actitud de los líderes de la Iglesia con respecto a los miembros de la comunidad pasa a ser la clave de interpretación, y la intervención de Pedro, prepara este nuevo aspecto. Se trata de un “administrador” (oikonomos) y el señor lo “pondrá” con lo que alude a los futuros ministros eclesiales. Pero en seguida se lo menciona como “siervo / esclavo” (doulos, cf. v.43.45) ya que tanto unos como otros, todos están al servicio del “señor”. Su actitud frente a los demás siervos puede ser de dedicación (v.42) o –por el contrario- de violencia (v.45). Este último siervo abusa de varones y mujeres (es típico de Lucas el uso de ambos géneros). Comer y beber es posterior a la violencia, por lo que no tiene excusas. Como el rico de la parábola anterior (12,19) este “come y bebe” y además se emborracha.

La venida sorpresiva del señor provocará que sea “cortado al medio” (v.46; cf. Ex 29,17; Mt 24,51). Sin duda que es chocante esta consecuencia (cf. 19,27) y no debe exagerarse ya que estamos en la característica escenografía de las parábolas. El primero era “fiel” y este tiene su suerte entre los “infieles”. 

La conclusión (vv.47-48) alude a la diferente sanción según el conocimiento ya que quien no sabe la voluntad de su señor recibirá un castigo menor.

La unidad, como se ve, tiene en mente la “venida” (vv.35.37.38.39.40.43.45.46), en este caso, estar alerta es fundamental, especialmente ante la “demora” (12,45). La venida del señor a casa provoca una sorpresiva inversión de los valores, que –como sabemos- es propio de la dinámica del reino (como hemos destacado más arriba). Jesús mismo la asume en la última cena (22,27).  La referencia a partir de la pregunta de Pedro a los administradores en la comunidad eclesial remarca que su suerte está estrechamente ligada a su actitud frente a los otros siervos; la relación entre el administrador y el señor está en función de fidelidad a la actitud del administrador con los restantes siervos. No puede comportarse como “señor”, no puede abusar de ellos y ellas sino que debe ocuparse atentamente de sus necesidades. Una vez más –en el NT- la imagen de la autoridad está en estrecha relación al servicio. Los líderes son responsables no sólo de lo que ellos mismos hacen, sino de la obra de la comunidad como un todo. Así Lucas no solamente invierte los valores culturales poniendo a los líderes en un rol de servidores, sino que alerta a los líderes que le son contemporáneos que su responsabilidad está en estrecha relación a su actitud frente a los que le están encargados. Quienes abusen de la autoridad con respecto a su pueblo recibirán un castigo terrible, más duro cuanto más conocimiento tengan de lo que Dios espera de ellos.


foto pública del beato mártir obispo Enrique Angelelli

lunes, 4 de agosto de 2025

Video con comentario a las lecturas bíblicas del domingo 19º C

Video con comentario a las lecturas bíblicas del domingo 19º C


o también en

https://youtu.be/3OI78ND4XPk

Eduardo

De Ars a La Rioja

De Ars a La Rioja

Eduardo de la Serna


              

Juan María Vianney (1786 – 1859) fue, casi toda su vida presbiterial cura (= párroco) de Ars, un pueblo de 250 habitantes, vecino a Lyon, Francia. Tuvo muchas dificultades en la preparación a su ordenación por tener enormes problemas para el estudio; incluso fue expulsado por eso del seminario, pero avalado por un reconocido monseñorino de la diócesis pudo finalizar su preparación. Unos dos años y medio después de ordenado fue enviado a Ars donde pasó el resto de su vida. De una vida fuertemente austera (en alimentaciones, penitencias y descansos), se caracterizó, particularmente, por su dedicación al sacramento de la reconciliación en el que, por largos años, dedicaba hasta 18 horas diarias. Su fama de buen consejero trascendió las fronteras de la región llegando hasta recibir 20.000 peregrinos en un año para escuchar sus palabras. Murió un 4 de agosto.

En ocasiones, se lo ha comparado con otro cura, José Gabriel Brochero, aunque el modo de ejercer el ministerio y la extensión territorial ciertamente fueron muy diferentes (el Valle de Traslasierra, donde fue Cura José Gabriel Brochero, contaba con 10.000 habitantes). De hecho, así como Vianney es patrono de los párrocos en la Iglesia, Brochero lo es de los curas en Argentina.

Para ser sensatos, no existe “un” modo de ejercer el ministerio ordenado, y, por lo tanto, sería falso evaluar el modo de ejercerlo de uno a la luz del ejercicio de otro. En estos tiempos, y en América Latina, por ejemplo, no parece posible ser cura de sólo 250 “feligreses”, y, además, tampoco que el cura pase sus horas solamente en la administración de sacramentos (no fue el caso de Brochero, tampoco). Pero nadie cuestionaría la enorme dedicación al “cuidado” (= cura) de las “almas” de parte de unos o de otros.

Con poco más de 200.000 habitantes en 1976, la Provincia de La Rioja, Argentina tuvo también sus curas. Curas dedicados al “cuidado” (= cura) de las personas (ya no se hablaba de “almas”). Y esos curas, también tenían quien, a su vez, los “cuidaba”: su obispo, Enrique Angelelli. Pastor que no quiso abandonar a su pueblo ni a sus curas cuando se iba cerrando el espiral de violencia sobre su persona.

Celosos de la fama que iba alcanzando el Cura de Ars, muchos curas vecinos lo denunciaron ante el obispo. Y muchos laicos, curas y obispos, también, denunciaron a Angelelli. Las autoridades eclesiásticas no dieron cabida a ambas denuncias, pero, en este caso, en La Rioja, se había implantado la muerte en las esferas del poder, y la complicidad o el miedo en las eclesiásticas. Y Angelelli, también un 4 de agosto, fue asesinado. Sencillamente. Y silenciado. Debieron pasar muchas aguas bajo muchos puentes, y levantarse muchas voces – quizás el caso más insistente, aunque no el único – fue el del obispo de Neuquén, Jaime de Nevares, para que el poder judicial y el poder eclesiástico reconocieran el martirio.

Ser cura implica una dedicación de servicio al cuidado de aquellas personas que nos han sido confiadas. Al modo del ministro, ciertamente. No fueron lo mismo Vianney, Brochero y Angelelli. Pero – en todos los casos – había un pueblo y, cada quien, a su modo, con sus capacidades, vivió, se gastó y desgastó hasta el final de sus días a su servicio. Servir y no ser servido, claramente. De eso se trata ser cura; ¡y ejemplos tenemos!


foto de Vianney tomada de Wikipedia, y del cadaver de Enrique Angelelli de https://www.periodicodesdeboedo.com.ar/angelelli-2/

domingo, 3 de agosto de 2025

¡No cualquier anuncio de “buenas noticias” vale!

¡No cualquier anuncio de “buenas noticias” vale!

Eduardo de la Serna



En algunos momentos dramáticos al extremo, no es infrecuente que los acompañantes de los que los padecen, quizás apesadumbrados, o sobrepasados, o desbordados, suelen decir cosas que pretenden ser “buenas noticias”, pero en realidad son palabras huecas. Aclaro: no estoy pensando ni en superficialidad ni en maldad. Quizás sencillamente en desborde. Así, el amigo o la amiga que acompañan a quien está junto a la cama de un hijo en situación terminal, con frecuencia repiten: “- ¡se va a poner bien!”, lo que es claramente improbable.  “- ¡está con Dios!” dicen personas religiosas a quien ha perdido un ser querido y está – como es razonable – demolido o destrozada. Y podrían repetirse o ilustrarse con decenas de situaciones similares.

Y aquí mi primera pregunta… Esas tales, ¿son buenas noticias? Creo que no. Creo que responden más a la necesidad de cada quien de decir algo en momentos en los que, probablemente, lo más sensato y prudente sea callar. ¡Y abrazar! Es cierto que nadie recriminará a quien le dijo “¡se va a poner bien!” si eso no ocurre, pero lo cierto es que – como palabra (no entro en el terreno del amor que eso con frecuencia incluye), no es buena noticia sino ilusión, o ficción.

¿Y si trasladamos esto a la situación social? Se escuchan voces que “anuncian” que “esto se termina”, “la gente ya no aguanta”, y demás cosas gratas de escuchar (porque quien esto escribe sí desea que esto termine cuanto antes, para ser precisos), pero me permito dudar que eso así sea. Sí creo que esto terminará, y no imagino que sea a demasiado largo plazo, pero no lo veo (no soy vidente, y puedo errar, ¡y ojalá así sea!) como algo inminente. Creo que hay un importante grupo (porque esto se mide en colectivos, nunca en unanimidades) que celebra poder ir al mundial de clubes, viajar al exterior o comprarse un auto importado sin mirar más allá de sus propias narices y las causas de que esto así hoy ocurra. Y hasta que “no les toque” (¡que les tocará!, no hoy, no mañana, pero sí en un horizonte que, reitero, no imagino demasiado lejano) seguirán celebrando la fiesta de su propio ombligo.

¿Y cuál sería, en este caso, la buena noticia? Confiar en la solidez de algunos valores (cristianos, diría yo; populares, también) que tienen capacidad de resistir el individualismo, el egoísmo, el individualismo, por un lado. Pero un confiar que no es ilusorio, por una parte, pero tampoco cree que sea mágico y ¡ya!, ocurrirá… Intuir lo que pasará – ¡que no es adivinanza, por cierto! – supone mirar la historia, las corrientes, el pasado y leer el presente. No es cierto que “la historia se repite”, y, entonces, esperar momentos como los de antaño no es ni sensato ni razonable, pero intuir – y estar alerta – a que hay corrientes comunes entre el ayer y el hoy, que tienen una dirección, sí parece probable.

Y, a esto, en cristiano, me permito añadir el Espíritu Santo… que no actúa a modo de titiritero (¡que ese no es Dios!), que no manda un rayo desde el cielo, sino que susurra, convence, propone… y – con mucha frecuencia – hay quienes se dejan convencer. Pero no dejo de tener en cuenta, lamentablemente, pero evidentemente, que un castillo de naipes se levanta luego de horas y horas, pero se tira debajo de un soplo. La paciencia no puede dejarse de lado, especialmente porque las semillas no crecen súbitamente… se toman su tiempo. ¡Como el pueblo!


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jueves, 31 de julio de 2025

José de Arimatea

José de Arimatea

Eduardo de la Serna



En los cuatro Evangelios, sorprendentemente, hay coincidencia en que una vez asesinado Jesús por los romanos, un tal José de Arimatea, reclama su cuerpo para darle sepultura.

Señalemos, para empezar, que la cruz era tan infame, y pretendía ser ejemplificadora, que por eso se buscaba humillar al máximo al crucificado. Desnudo, a la vista de todos, y colgado en las puertas de la ciudad para que todos vieran que “ese” había hecho algo que merecía tal ofensa. Por eso todos se burlaban de él (Mc 15,29-30), y la cruz era un espectáculo apto para el sadismo humano (Lc 23,48). Además, era habitual que los crucificados quedaran en la cruz por días y días a merced de los animales y aves salvajes. Finalmente eran depositados en una fosa común. Pero, como decimos, los cuatro evangelios insisten en que Jesús tuvo sepultura. Es muy probable que las mismas autoridades judías pidieran eso ya que comenzaba la Pascua y no era “adecuado” que hubiera cadáveres expuestos en ese día (por eso, para apurar la muerte, es que solicitan que les rompan las piernas y acelerar, así, la asfixia; Jn 19,31-32).

Ahora bien, la actitud de José es doblemente audaz. Por un lado, manifiesta una cierta compasión con uno de los crucificados, Jesús, a quien tanto las autoridades romanas como las judías habían hecho crucificar y avergonzar públicamente. Por otro lado, tocando el cadáver del Nazareno quedaría impuro y no podría celebrar la Pascua (ver Núm 29,6).

Pero si prestamos atención, notemos que los cuatro evangelios no coinciden en quién era este tal José, que era de la ciudad de Arimatea (posiblemente Ramá, ver 1 Sam 28,3): Marcos (15,43) y Lucas (23,50) afirman que era “consejero” y que “esperaba el reino de Dios”, mientras Mateo (27,57) y Juan (19,38) que era discípulo de Jesús. Mateo, Marcos y Lucas insisten que cuando Pilato entrega el cuerpo del Señor, José lo pone en una sábana, mientras Juan dice que junto con Nicodemo lo envolvieron con vendas según la costumbre judía. Solo Mateo afirma que la sepultura donde Jesús es colocado le pertenece a José, aunque en los restantes parece suponerse. Mateo dice que es un sepulcro nuevo, a la vez que Lucas y Juan insisten en que nunca nadie había sido sepultado.

Notemos brevemente: Marcos (15,42-46) dice que José pertenece al Consejo (¿judío? [Sanedrín] ¿de Arimatea?), que era distinguido y se “atrevió” a entrar donde Pilato a pedir el cuerpo. La situación de conflicto, y los problemas que para José esto supone quedan claros en el verbo “atreverse”. Pilato se informa por el centurión (que había reconocido a Jesús en su muerte, 15,39) y José compra una sábana. José parece, aquí, una persona religiosa que ve una muerte infame y, porque espera el Reino, no quiere que permanezca insepulto. Lucas (23,50-54), ya nos había presentado en el inicio dos personas que “aguardaban” la salvación: Simeón y Ana (2,25.38). Es José, que es “bueno y justo”, que no estuvo de acuerdo con el proceder de los judíos, el que baja, él mismo, el cuerpo de la cruz y lo pone en una sepultura “virgen” (lo que recuerda el asno que nadie había montado jamás, 19,30). Su actitud es también religiosa, pero su rol es más activo todavía que en Marcos. En Mateo (27,57-60) es presentado como discípulo. Motivo razonable para pedir el cadáver y envolverlo en una sábana “limpia” y llevarlo a un sepulcro “nuevo”. Como Marcos señala que en la puerta del sepulcro colocan una (gran) piedra. Juan (19,38-42) señala que Jesús fue puesto en ese sepulcro porque quedaba cerca del lugar de la crucifixión, por eso, incluso, pudo ser “embalsamado”. pero José era discípulo “en secreto” por “temor a los judíos. Esto es algo preocupante en Juan (7,13; 9,22), porque la fe ha de manifestarse claramente. Pero es evidente que José vence ese temor al unirse a Nicodemo para darle sepultura (ver 20,19).

Lo cierto es que, en medio del drama de la cruz, los cristianos tienen memoria de una persona importante, José, que venció el contexto de la violencia y se atrevió a darle a Jesús una digna sepultura. Después de este momento nada más sabemos de José. Esa misma tumba que, después, un grupo de mujeres visitarán con una osadía todavía mayor y desde donde saldrán comunicando a los temerosos primero, y al mundo entero después, la Buena noticia de la resurrección. José dio el primer paso.

 

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miércoles, 30 de julio de 2025

Delegado

Delegado

Eduardo de la Serna



Se supone que cuando alguien “delega” a otra persona para alguna actividad, acontecimiento o lo que fuere, es porque sabe que esa tal persona lo representará; es un “enviado” (legado; incluso “legalmente”, que de allí proviene el término). Sin duda, delegar a alguien no es – o no debiera – ser algo superficial, porque en dicha actividad o acontecimiento es el mismo “enviador” el que está hablando o actuando. Se supone, por lo tanto, que el delegado es alguien conocido y reconocido por el “delegador”; sería superficial, ingenuo si no irresponsable si así no fuera. El tema puede complejizarse… Delegar a “cualquiera” puede ser indicio de la poca importancia que se da al acontecimiento o contexto al que se lo envía; o de la irresponsabilidad del que envía. 


Pero, por principio, sin dudas – y sea responsable o irresponsablemente, ingenua o sensatamente – es el que envía el que habla o actúa por mediación del delegado. 


Enviar a alguien “para quedar bien”, para mostrar “amplitud” o “tolerancia” es peor que ingenuidad, es incapacidad de manejo o de gobierno, ineptitud, porque pareciera que “todo vale”, “cualquiera vale” o que no hay “una dirección” sino la que fuere… Valga esto para el envío del cardenal Sarah por el papa León XIV a Bretaña con motivo del cuarto centenario de las supuestas apariciones de Santa Ana en a Yvon Nicolazic como “delegado” pontificio. ¿Acaso alguien podría imaginar que Sarah diría algo diferente a lo que dijo? ¿Alguien se sorprendió? Era de esperar que así actuaría, y, no debieran caber dudas que esto es lo que el Papa quiso.


Y no puedo menos que recordar a dom Helder:Camara:


Soñé que el Papa enloquecía

Él mismo prendió fuego

Al Vaticano

y la Basílica de San Pedro.

Locura sagrada,

porque Dios avivó el fuego

que los bomberos, en vano,

intentaban extinguir.

 

El Papa, loco,

salía por las calles de Roma,

despidiéndose de los embajadores

acreditados ante él,

arrojando la tiara al Tíber,

Esparciendo a los pobres

Todo el dinero

del Banco del Vaticano.

 

¡Qué vergüenza para los cristianos!

Para que un Papa

viva el Evangelio,

tenemos que imaginarlo

¡En plena locura! 

 

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martes, 29 de julio de 2025

Domingo 18C

 La vida y los bienes compartidos son signo visible de que Dios está reinando

DOMINGO 18º DURANTE EL AÑO - "C"

Eduardo de la Serna



Lectura del libro del Eclesiastés     1, 2; 2. 21-23          


Resumen: Dentro de los muchos dichos que destaca el autor para mostrar dónde no vale la pena poner esfuerzos, destaca que no es sensato –como ocurre con frecuencia- que los herederos reciban los frutos de los trabajos arduos de sus padres, algo que no “merecen” . Eso es algo que se lleva el viento. Las atenciones y esfuerzos en la vida deberían ponerse “en otro lado”.

Por su semejanza con el Evangelio del día, la liturgia nos propone un fragmento del libro del “Eclesiastés”. En realidad, el texto es una pequeña parte de un fragmento (o fragmentos) mayor. La parte seleccionada, como el Evangelio, alude a la herencia que uno recibe. Este texto, por otra parte, está introducido por el texto de 1,2 que para muchos constituye como el “tema clave” de toda la obra (o leitmotiv, o eje, o resumen), y que autores clásicos como Juan Crisóstomo, Jerónimo y Agustín consideraban su “quintaescencia”. Sea como fuere, es indudable que la idea de la “vanidad” es idea central –y quizás- la idea fundamental de todo el libro (de las 73 veces que la encontramos en el AT, más de la mitad –38x- la encontramos en Qohelet). Incluso el frase exacta se repite también al final de la obra enmarcándola por completo (1,2; 12,8). Para entender bien la idea veamos brevemente algunos aspectos:

La palabra que se traduce por “vanidad” (habēl, de donde viene el nombre propio Abel) no debemos entenderla en el sentido de soberbia o vanagloria, sino de “cosa vana”, es decir “humo”, “sombra”, “viento” (que son los términos que traducen el término hebreo), es cosa inútil, o efímera. En ese sentido es un término que es utilizado metafóricamente con mucha frecuencia y como tal lo usa el autor. Por tanto, debemos renunciar a entender el término de una manera unívoca y fija.

Vanidad de vanidades”. Es frecuente en el mundo bíblico usar un sustantivo seguido de su plural como “reduplicativo” a modo de superlativo: rey de reyes, cantar de los cantares, santo de los santos, siervo de los siervos… (ver Gen 9,25; Ex 26,33; Núm 3,32; Dt 10,17; 1 Re 8,27; Jer 3,19; Ez 16,7; 26,7; Os 10,15; Cant 1,1). 

Todo” debe precisarse. Por mucho tiempo se entendió que se refería a “absolutamente todo”, por tanto a todas las cosas creadas; sin embargo, el contexto del Qohélet invita a pensar que por “todo” se refiere a “todo lo que hace el ser humano”, todas las actividades que hace “bajo el sol” (ver 2,11.17; 3,19; 11,8; 12,8) son “vanidad”. Esto es importante para evitar caer en el círculo excesivamente negativo y pesimista que parece propio del libro.

El “Qohélet” es –habitualmente- el nombre que se le da al libro conocido también como “Eclesiastés”. El término Qohélet remite al verbo “qāhal” que se encuentra en la Biblia de modo reflexivo-pasivo (reunirse) o causativo (convocar, reunir). Qohélet es un participio femenino, aunque se refiere a un varón  (1,2; 12,8.9; ver 1,1), y –obviamente- dice relación a la asamblea. La semejanza con Esd 2,55.57; Neh 7,57 invita a pensar que se trata de alguien que tiene un ministerio en la asamblea. En este caso, es posible que primeramente se haya tratado de un oficio y luego pasara a ser (sobre)nombre de alguien, aquel que convoca a la asamblea. Ahora bien, ¿de qué reunión-asamblea se trata? Algunos han destacado que el sustantivo qāhāl se traduce por ekklesía, y de allí viene el uso de “Eclesiastés”; Lutero lo ha traducido por “el Predicador”, y otros prefieren “el polemista” o “el escéptico”, o un “maestro de sabiduría crítica”. 

Luego de presentar el eje del libro (1,2) el texto litúrgico se concentrara en unos aspectos de esta “vida humana” que deben ser tenidos como “humo”, con mucha frecuencia puesto en paralelo con “atrapar vientos” (habēl y ruah se encuentran en paralelo con frecuencia en este libro usando allí uno de los sentidos de habēl), ver 1,14; 2,11.17.26; 4,4.16; 6,9 (cfr Is 57,13).

Si nos guiamos (al menos en el cap.2) por la conclusión de que algo “es vanidad”, podemos destacar que 2,11.15.17.19.21.23.26 conforman la división de la unidad literaria. En ese caso debemos suponer que el fragmento comienza en 2,20 y tendríamos dos dichos (vv.20-21 y 22-23) aunque el v.20 comienza con “y” por lo que no debe desligarse de lo anterior. En este caso, la unidad anterior parece finalizar con “vanidad y atrapar vientos” (v.17) y la nuestra concluye en v.26 con la misma fórmula.

Los “trabajos” (literalmente podría traducirse “los trabajos que trabajosamente realicé” también es un término frecuente en Qo (1,3; 2,10.11.18.19.20.21.22.24; 3,9.13; 4,4.6.8.9; 5,14.15.17.18; 6,7; 8,15.17; 9,9; 10,15), es decir: el verbo lo encontramos 54x en la Biblia de las que 21x en Qo, y el sustantivo 20x y en Qo 13x. El sentido habitual es el de algo “trabajoso” que a veces puede ser esfuerzo y otras, frustración. En este caso concreto el acento está puesto en los frutos de los trabajos que recibirá el sucesor (v.18) de quien no se sabe si será “sabio o necio”, es decir merecedor o no de recibirlos. Esto es ampliado en v.21 contrastando la fatiga de uno (en sabiduría, ciencia y destreza) con la “nada de fatiga” del heredero. Como lo dice el estribillo, “también esto es vanidad”. 

Hay un elemento que también se debe tener en cuenta, y es el contraste –propio también del Qohélet, ver 8,12-14- entre lo que se espera desde la teología tradicional y la realidad. Prov 13,22 destacaba que “la herencia del bueno queda en su familia, la fortuna del pecador se reserva para el honrado”. La realidad que destaca Qohélet en este texto es ciertamente diferente (muchas veces la teología tradicional termina “chocando” con la realidad); en este caso, el heredero se desconoce y se tiene en cuenta la posibilidad concreta de que sea un “necio” 

En vv.22-23 retoma la idea desde una perspectiva pesimista. La pregunta ¿qué le queda? es retórica, y la respuesta que se espera es negativa: nada. Sufrir, penar, no-descanso son lo propio de lo que esta persona ha hecho (de día y de noche). Esto parece concluir en la idea de que la vida no vale la pena vivirla [por eso no debería separarse de los versículos siguientes (vv.24-26) que podemos llamarlos, la mirada positiva, aquello por lo que sí vale la pena la vida]. Obviamente concluye con el estribillo: vanidad. “Todo ese trabajoso trabajo” no es sólo físico –cansancio, fatiga- sino también interiores –preocupaciones-. “Porque” todos sus días… pone el acento en los “trabajos” humanos. La referencia parece provenir de lo que “Dios” ha dado (1,13), y en vv.24.25.26 vuelve a “aparecer” Dios en el discurso, lo que le da una clara lectura “teológica” al texto (no es muy frecuente la mención a Dios en los escritos sapienciales). Los vv.24-26 retoman la idea desde una perspectiva más optimista: comer, beber, disfrutar (eso viene de Dios, v.24). El disfrute de la vida también es propio del Qohélet: ver 3,12.22; 5,17; 8,15; 9,7-9.


Lectura de la carta de san Pablo a los Colosenses    3, 1-5. 9-11

Resumen: la novedad empezada por Cristo y expresada en la comunidad eclesial debe repercutir concretamente en una novedad de vida en los discípulos. Novedad comenzada en el Bautismo y que anticipa de alguna manera la plenitud que el cielo anticipa.

Una serie de “pues”, “por lo tanto” (oun) se destacan en esta parte de la unidad práctica de la carta (3,1.5.12), parte que finaliza en lo que se conoce como “código doméstico” que alude a las relaciones entre esposas-esposos, hijos-padres, esclavos-amos (3,18-4,1). La primera parte (3,1-4) concluye o sintetiza la parte teológica (capítulos 1 y 2), y las dos segundas mencionan las exigencias: negativas (3,5-9a) y positivas (3,9b-17). Con la omisión de los vv.6-8 la liturgia de hoy señala la introducción y las consecuencias negativas.

3,1-4: Con un “pues” retoma lo antedicho, esto es la centralidad absoluta de Cristo, y el rol de la Iglesia en esto. El bautismo nos une plenamente a Cristo y esto tiene consecuencias escatológicas (ver los textos de las semanas anteriores), y nos hace “morir al pecado” (3,5-11, texto de hoy) y “renacer a una vida nueva” (3,12-17). La vida nueva que estamos llamados a vivir desde nuestro bautismo, supone un “despojamiento” y un “revestimiento” (vv.9-10).

La ética paulina –suele decirse- representa una tensión entre un “indicativo” (ustedes son) y un “imperativo” (por tanto, sean). En este caso la tensión está dada entre el ser resucitados y el deber de “buscar”. Este ser (“ya”, queda especificado por el “entonces” que alude a lo dicho en la unidad anterior). El “arriba” refiere a “donde está Cristo sentado” (v.1). Estas “cosas de arriba” se especifican en contaste con las “de la tierra” (v.2) las que todavía no precisa. En v.3 destaca claramente la dimensión escatológica propia de la carta: “(y) han muerto” lo que es claramente una referencia al bautismo (2,12.20). El verbo está en tiempo aoristo, lo que refiere a un momento concreto y puntual (precisamente el bautismo), y contrasta con la vida (en tiempo perfecto, vida de la que participamos “por la fe”, 2,12). En v.4 alude a la venida de Jesús (cuando aparezca, faneroô) con lo que relativiza el “ya” tan presente en la carta, y “aparecerán” también ustedes “en gloria”. Ahora bien, esto es lo que ocurrirá; mientras tanto (“todavía no”) se deben sacar las consecuencias para la vida cotidiana de esto de lo que “ya” participamos. Los verbos empiezan a estar, ahora, en imperativo.

3,5-17: Si ya hemos muerto, y debemos aspirar a lo de arriba, no lo de la tierra, es razonable (“pues”) “hacer morir” los “miembros de la tierra” (o las partes). “Miembro” no debe entenderse necesariamente en sentido “corporal”. “Melê” también puede ser simbólico o metafórico (en Ef 4,25; 5,30 se encuentra en sentido simbólico). Las “partes” de la tierra se enumeran a continuación mostrando su sentido simbólico. A continuación el autor menciona un pequeño catálogo de vicios (3,5b; cf. v.8-9a) que –como es habitual en ellos- finaliza resaltando la ira de Dios ante esto (ver 1 Tes 4,3-6; 1 Cor 5,10-11; Rom 1,18-32). Los “catálogos de vicios” son habituales “listas” que abundan en escritos judíos de la diáspora contemporánea. Es una suerte de “compendio cultural” que intenta ilustrar a los que viven en un ambiente, que ellos consideran perverso, a fin de que eviten precisamente lo que consideran las causas de dicha perversión. Como es frecuente en el judaísmo, la temática predominante en los catálogos refiere a los “vicios sexuales”, aunque también se destaque –como vicio de los paganos, no de los judíos, obviamente- la idolatría. En este caso es llamativo que el autor finalice este pequeño catálogo con un acento en que la “avaricia” (pleonexía) es “idolatría”. Es posible que esta novedad sea añadida por el autor al catálogo que ha recibido a raíz de que diferentes grupos con capacidad económica se han incorporado a la comunidad (ver Mc 7,22; Rom 1,29), particularmente por la insistencia en el tema en el cristianismo de fines de la segunda generación y comienzos de la tercera. Otro autor paulino afirma que el afán de dinero es “la raíz de todos los males” (1 Tim 6,10) y el documento Q lo personifica como una suerte de divinidad, Mammon (Mt 6,24 / Lc 16,13). El término “idolatría” (ver 1 Cor 10,4; Gal 5,20; 1 Pe 4,3) aplicado a la “codicia” lo ubica en un punto de extrema gravedad. La unidad negativa concluye con un nuevo imperativo sobre la mentira (Ga 1,20; 2 Cor 11,31; Rom 9,1; cf. Heb 6,18; Jn 8,44).

En 3,9b comienza (9b-11) destacando el sentido de la “vida” cristiana mostrando las motivaciones (que luego desarrollará vv.12-17). 

En 2,15 había señalado que los “principados y potestades” fueros “despojados” y exhibidos en el triunfo del resucitado. Del mismo modo se destaca que los lectores deben “despojarse” del hombre viejo con sus “praxis”. En Rom 6,6 Pablo había señalado que “nuestro hombre viejo está con-crucificado” con Cristo para dejar de ser “esclavos del pecado”. Esta imagen la retoma el autor –siempre en clave bautismal- y la contrasta con otra imagen paulina: “revestirse”. En Pablo el término supone un “vivir coherentemente” con Cristo (Rom 13,12.14; 1 Cor 15,53.54; Gal 3,27; 1 Tes 5,8) y en un mismo sentido se encuentra en las Deuteropaulinas (Col 3,10.12; Ef 4,24; 6,11.14). Supone abandonar las antiguas prácticas (ver Is 59,17), y se refuerza la estrecha unión con Cristo que aquí es presentado como “hombre nuevo”. La “novedad” era ya un tema paulino (2 Cor 4,16; 5,17; Ga 6,15) pero aquí es mostrado como nuevo “hombre” (ver Ef 2,10 en un contexto semejante). No se destaca que los destinatarios deban ser “hombres nuevos” (si que se debe dejar de ser ese “hombre viejo”, precisamente en nombre de la novedad comenzada por la resurrección) ya que hay “un” solo hombre nuevo, que es Cristo del que debemos “revestirnos”. 

Tomando un texto que es probablemente pre-paulino, y añadiendo elementos nuevos, precisamente en marco bautismal –como lo era el texto pre-paulino- destacando que “en Cristo” “no hay” griego y judío, etc. Griego y judío, circunciso e incircunciso parecen paralelos. “Barbaros, escitas” pareciera ir cada vez más “abajo”. Los “escitas” eran habitantes del mar Negro, expresión de lo más salvaje; ver 2 Mac 4,47; lo mismo en Cicerón, Séneca, Filón, Flavio Josefo:
Ahora, en cuanto a los escitas, hallan placer en matar a los hombres, y difieren muy poco de las bestias, sin embargo, piensan que es razonable que sus instituciones sean observadas” [Josefo, Apion II, 269].

Lo llamativo es donde” es que esto ocurre, ¿se refiere al hombre nuevo –y por el bautismo “en la Iglesia” [como traduce la Biblia de Jerusalén]- o a la novedad de vida del cristiano [como traduce la Biblia del Peregrino / de Nuestro Pueblo]? Lo cierto es que la novedad es sustancial y no de “maquillaje” y esto implica una novedad que se refleja en la vida y la historia.


Evangelio según san Lucas     12, 13-21

Resumen: una situación suscitada con uno que pide a Jesús que intervenga en su favor, motiva una parábola. Jesús no da respuestas de qué se “debe hacer” sino que muestra los criterios para que Dios reine. Y esos criterios están dados por tener en cuenta al hermano. Los bienes deberían ser simplemente un instrumento para ganar hermanos y compartir la vida.


Lucas reúne como en una suerte de largo discurso de Jesús, una serie importante de dichos y relatos, que como se ha dicho, son tomados del documento Q, y también de su fuerte propia. Hay elementos comunes y novedosos en este largo texto. En 12,1-12 y 22-31 tenemos textos tomados de Q mientras que 12,13-21 son propios de su fuente. En realidad pareciera más de un texto reunido en una unidad. De hecho en el apócrifo Evangelio de Tomás ambos textos se encuentran separados. Veamos:



EvTom 72
Lc 12,13-14
(v.15 es interpretación ausente en EvTom)
[Alguien] le [dice]: Diles a mis hermanos que repartan conmigo las posesiones de mi padre. Él le dice: Oh hombre, ¿quién me hizo repartidor? Se volvió a sus discípulos,[y] les dice: ¿Soy yo un repartidor?
Uno de la gente le dijo: «Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo». Él le respondió: «¡Hombre! ¿quién me ha constituido juez o repartidor entre ustedes?» Y les dijo: «Miren y guárdense de toda codicia, porque, aun en la abundancia, la vida de uno no está asegurada por sus bienes».
EvTom 63
Lc 12,16-20
(v.21 es interpretación ausente en EvTom)
Jesús ha dicho: Había una persona rica que poseía mucho dinero, y dijo: Utilizaré mi dinero para sembrar y cosechar y resembrar, para llenar mis graneros con frutos para que nada me falte. Así pensaba en su corazón y aquella misma noche, murió. Quien tiene oídos, ¡que oiga!
Les dijo una parábola: «Los campos de cierto hombre rico dieron mucho fruto; y pensaba entre sí, diciendo: «¿Qué haré, pues no tengo donde reunir mi cosecha?» Y dijo: «Voy a hacer esto: Voy a demoler mis graneros, y edificaré otros más grandes y reuniré allí todo mi trigo y mis bienes, y diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea.» Pero Dios le dijo: «¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?»


Jesús se encuentra entre la multitud (ojlos; cf. 12,1.13.54) y uno –entre la gente- le dirige un pedido. Jesús no le responde al interlocutor sino a toda la multitud (“ustedes”, “miren”, “cuídense”, vv.14-15) y a continuación (v.16) “les” dice. El pedido es que su hermano comparta la herencia.

En principio es de desear que la herencia sea un todo y los familiares vivan como hermanos (Sal 133,1); cuando Flavio Josefo habla de los esenios dice que tienen todo en común “como hermanos que poseen una misma fortuna”. Esto no significa que no haya una proporción establecida; el varón primogénito (ver Núm 27,11; Dt 21,15-17) disfrutará de la parte principal, el doble que sus hermanos (aunque debe hacerse cargo de la viuda, y sus hermanos solteros). El texto pareciera referir a que habiendo muerto el padre, el hermano mayor se niega a realizar el reparto previsto con su hermano menor para lo que es necesario tener un árbitro, como podría ser un maestro de la ley; notar que el personaje anónimo se dirige a Jesús como “maestro” (didaskalê). Jesús responde con una pregunta retórica que supone una respuesta negativa: ¡nadie!

La situación no es clara, de todos modos. ¿A qué responde Jesús? Algunos han pensado que Jesús rechaza los bienes materiales en contraste con los espirituales; otros piensan que Jesús rechaza la dimensión política de los zelotes sobre el reparto de la Tierra. El acento quizás deba ponerse en los términos “reparto” y “repartidor”, vistos como una acción gratuita del Reino. La comunión es el tema en el que el reino se hace visible. En ese caso, el dicho de Jesús enfrentaría la búsqueda “avara” del hermano que sólo se preocupa del dinero con la actitud gratuita del reino. Sin embargo, parece posible otra lectura que acá proponemos: Jesús se niega a actuar de un modo concreto (a "este caso"), pero en cambio quiere establecer los criterios propios del Reino. Decirle al hermano (¿presente también entre la multitud?) que “debería” repartir los bienes no iría al corazón de la cuestión: el reino. Lo que Jesús propondrá –y queda expresado en la parábola- es cuál debe ser la actitud en general ante los bienes materiales; bienes que no deben tenerse como “míos” –lo veremos- sino como comunes. Jesús no da respuestas específicas, sino que presenta los criterios (= el reino) que –obviamente en este caso- daría respuesta al planteo del hermano menor, pero no diciendo lo que se debe hacer sino el por qué. Lo cierto es que el “reparto” y el “reino” parecen los ejes para comprender la respuesta de Jesús ante el planteo que le ha hecho su interlocutor.

En v.1 había dicho “primero, guárdense” de la hipocresía; acá vuelve a decirles un nuevo “cuídense”; presten atención, en este caso de la codicia (pleonexía, la misma que la segunda lectura llamaba “idolatría”), del deseo de tener más que otros (bienes o privilegios) por lo que no es sólo avaricia sino también un intento de dominio. El motivo de este estar alerta se debe a que “la vida no está asegurada”, no depende de los bienes. La “abundancia” no es solamente “tener mucho” (cf. 15,17) sino también “tener de más” (9,17; 21,4), y por tanto es propio del reino “compartir” con los pobres. La pleonexía supone un miedo por el porvenir, el deseo de tener más que los demás, más de lo necesario, de tener el futuro asegurado (la búsqueda de seguridad y el futuro son temas característicos de la idolatría bíblica). Estableciendo el “criterio del reino”, además (y no dando “respuestas concretas”), Jesús también se dirige al otro hermano del debate para invitarlo a descubrir que no es en los bienes en los que debe poner la seguridad. 

A continuación encontramos una “parábola” (o quizás más bien una historia ejemplar). 

Se señala la abundancia notable de un “hombre rico” cuyos campos –no es difícil pensar en terratenientes de Palestina- fructificaron abundantemente. Ante esta situación el texto recurre a un “monólogo” (algo muy poco común en la literatura bíblica, aunque es un recurso habitual en la literatura para desarrollar la acción que vendrá a continuación y frecuente en par'abolas en Lucas. La pregunta tiene dos partes encabezadas por el verbo “hacer”: ¿qué haré? ¡Haré esto! 

Para comprender bien el sentido de la parábola es necesario notar la proliferación del posesivo “mi” (ver la primera persona: dialogó consigo, yo no tengo, mi cosecha, mis graneros, mi trigo y bienes, mi alma, vv.17-19). Este “diálogo consigo”, este decir a “mi alma”, por otra parte ignora todo otro interlocutor, particularmente a Dios que será quien intervenga –inesperadamente- a continuación (v.20). Es un mero “yo” sin ningún “”, y eso lo vuelve “necio”. Si fuera sabio sabría que “hay quien se hace rico a fuerza de engaño y avaricia, y esta es la parte de su recompensa: cuando dice: «Ya he logrado reposo, ahora voy a comer de mis bienes», no sabe qué tiempo va a venir, morirá y se lo dejará a otros”. (Sir 11,18-19). En este caso de la parábola, incluso ni siquiera hay –al menos aparentemente- un “otro” a quién quedarán las cosas acumuladas. 

El acento en Lucas viene dado –de todos modos- por algunos términos que refuerzan la idea. El sujeto es “rico”, y esto en Lucas es particularmente grave. Ya en 6,24 –en obvia contraposición a los pobres- los ricos reciben un ¡Ay! porque su situación –de consuelo- cambiará; en 14,12 se remarca que al hacer un banquete no se han de invitar a los ricos que pueden devolver la invitación; en otra parábola un rico tiene un administrador y lo echa de su cargo (16,1); un rico celebra banquetes y viste lujosamente y su situación cambiará (16,19.21.22.23.25), un rico rehúsa compartir los bienes con los pobres y renuncia seguir a Jesús (18,23) tanto que Jesús remarca la imposibilidad de que los ricos “entren al reino de Dios” (18,25, ya que un camello no puede pasar por el ojo de una aguja), Zaqueo es rico, (el único rico visto positivamente en Lucas) pero recibirá a Jesús y dará la mitad de sus bienes a los pobres y el cuádruple a los que haya defraudado (19,2), y una viuda pobre da más que los ricos en el tesoro del templo (21,1). Como se ve (salvando el texto del rico y el administrador, donde el rico no es importante en la parábola, sino simplemente un punto de partida), los ricos son incapaces de recibir la novedad del reino a menos que cambien radicalmente de actitud (con lo que dejarían de serlo, evidentemente, como es el caso de Zaqueo). Precisamente no es esto lo que hará el rico de la parábola sino pretender acrecentar sus bienes. De ese modo, este “rico” que vive centrado en sí mismo, sin tener en cuenta al otro (y por cierto menos todavía a los pobres) ni siquiera a Dios, que pretende “disfrutar” su vida sin que siquiera allí aparezcan los otros (¿con quién sería el “banquete”?, cf. 16,19) se asemeja –pero ni siquiera teniendo en cuenta el “mañana”- a los que dicen “comamos y bebamos que mañana moriremos” (1 Cor 15,32; cf. Is 22,13). En este sentido se asemeja a lo propuesto por el Qohélet (cf. 8,15). Es irónico que mientras en su “diálogo consigo mismo” afirma tener “bienes para muchos años”, su vida terminará esa misma noche, mostrando claramente su “necedad”. En la parábola –como se ha dicho- falta “el otro”, tanto el hermano como Dios. En este sentido, ante el pedido del hombre de la multitud, la invitación de Jesús es a tener en cuenta al otro, los bienes tienen sentido en la medida en que se comparten. La lógica de los banquetes en el Evangelio de Lucas, a los que se invita a los que no pueden devolver (no a los ricos, como se ha dicho) muestra la mesa compartida como signo presente del reino.

En v.21 Lucas presenta una conclusión interpretativa: los enriquecidos son despedidos vacíos (1,53); distinto son los “enriquecidos hacia Dios”. Todo depende dónde se “atesora”. En 12,33-34 lo dirá claramente: 

«Vendan sus bienes y den limosna. Consigan bolsas que no se rompan, un tesoro inagotable en el cielo, donde los ladrones no llegan ni los roe la polilla. Porque donde está el tesoro de ustedes, allí también estará su corazón».

Este tesoro “para Dios” –que no fue tenido en cuenta por el rico- implica claramente dar y compartir, vender los bienes, hacer de los pobres verdaderos hermanos y hermanas, dar los bienes (14,33) y “darse” (9,23). De eso se trata el Reino. 


comentario al Evangelio del domingo en

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