El contraste con Pedro es camino de discipulado
DOMINGO VIGESIMOSEGUNDO - "A"
Eduardo de
la Serna
Resumen: En un texto dirigido a Dios, Jeremías se lamenta del mensaje terrible que debe pronunciar al pueblo, y responsabiliza a Dios por haberlo engañado y arrastrado violentamente a esa misión.
En
el libro del profeta Jeremías hay una serie de textos autobiográficos a los que
con frecuencia – y quizás no demasiada precisión – se los ha llamado
“Confesiones”, inspirado el título en san Agustín. Son, en realidad, un
progresivo lamento a Dios por la situación violenta que padece el profeta a
causa de su ministerio (cf. 11,18-12,6; 15,10-21; 17,12-18; 18,18-23; 20,7-18).
Puesto que su anuncio es muy duro (se aproximan amenazantes los babilonios y
Jeremías anuncia “destrucción” y “terror” como castigo de Dios por haber
abandonado su alianza) es sumamente criticado, maltratado y en ocasiones se
busca su muerte. Podemos decir que en su vida, Jeremías la pasa muy mal, y esto
es por “culpa” de Dios que lo ha llamado como profeta a anunciar desolación. Es
en este contexto donde ha de leerse el texto litúrgico.
El
lamento de Jeremías, en este caso, se encuentra en 20,7-18 y se lee sólo la
primera parte.
Lo
primero que afirma el profeta, en un texto dirigido a Dios (por tanto entramos
en un nuevo horizonte ya que habitualmente en los textos proféticos es Dios el
que habla por intermedio del profeta) es que Dios lo ha “seducido” (petitanî). El verbo indica un
uso de la fuerza hacia una víctima, particularmente sexual (cf. Ex 22,15; Job
31,9) pero también se dice del engaño (Dt 11,16; Sal 78,36; Pr 1,10; también
puede ser sexual, cf. Jue 14,15; 16,5) como por ejemplo el de los falsos
profetas (1 Re 22,19-23; Ez 14,9). El verbo vuelve a encontrarse en v.10 y allí
la connotación parece nuevamente sexual aunque en este caso de dice no de Dios
sino de parte de los enemigos. El verbo “agarrar” (hazaq) también se utiliza en el sentido de violencia sexual (Dt
22,25; 2 Sam 13,11; Pr 7,13). El culpable de esta violación al profeta es Dios
que le ha encargado profetizar contra el pueblo. Y es precisamente ese pueblo
el que ejerce violencia contra el profeta. A la violencia se agregan las
burlas. El profeta quisiera no tener que predicar ya que no es agradable lo que
debe decir, pero no puede callar. El texto presenta, así, un Dios engañador (en
otra de las “confesiones” lo ha llamado “espejismo”, 15,18) en quien no es
posible confiar que no es mejor que los “amigos” de Jeremías, quienes lo
traicionan. La angustia del profeta es total y parece estar dirigiendo a Dios
su lamento desesperado con la intención de moverlo a actuar en su favor. Su
crisis interior se manifiesta puesto que siente en su propio interior
incapacidad de callar aquello que debe decir a su pueblo de parte de Dios. El
contenido de la predicación, que realiza a los “gritos” y con “clamor”
(gritos de angustia) es “violencia” y
“destrucción”.
El
Dios que se manifiesta como “fuego que consume” (Ex 24,17; Dt 4,24; 9,3; Is
33,14) recibe en Jeremías esa imagen hablando de su palabra (Jer 5,14; 23,29).
Y ese fuego está encendido en su corazón
(la sede de las decisiones) y prendido en los huesos, en su más profunda interioridad. Imposible librarse.
Resumen: comenzando la parte final de la carta a los Romanos, Pablo los exhorta – como un sacrificio – a una vida que no se amolde al tiempo, sino que sepa vivir plenamente la novedad del Evangelio.
Como
muchas de las cartas paulinas, después de una primera parte “teórica”, o
doctrinal, le sigue una parte “teórica”, parenética. Es frecuente que esta esté
introducida por el verbo “exhortar” (parakalô)
(cf. 2 Cor 10,1; Fil 4,2; Ef 4,1; 1 Tes 4,1). Sin embargo, cabe una pregunta,
en esta ocasión – que los diferentes autores disienten al responder – siendo
que la comunidad romana es una comunidad que Pablo no ha fundado, que no los
conoce ni lo conocen y es ¿qué autoridad afirma Pablo tener con los romanos
para exhortar a un modo de vida concreto?, ¿qué conocer realmente Pablo de los
romanos como para aconsejar o exigir un comportamiento concreto? Es probable
que aquello a lo que el apóstol exhorta sea a un comportamiento más bien
general, como consecuencias evidentes de todo lo que ha venido diciendo (y que
en algunos momentos parece inspirado en lo que ha dicho en las cartas
anteriores, teniendo en cuenta que romanos es la última carta de Pablo).
Propiamente hablando parakalô tiene
una serie importante de significados: exhortar, animar, pedir, invitar,
solicitar, consolar, dar coraje, confortar… pero de ninguna manera es “mandar”,
“exigir”, “conminar” u “obligar” (de allí también el vocativo “hermanos”, muy
frecuente en las secciones exhortativas de las cartas); el lenguaje es
igualitario. Es la actitud de un padre o una madre (cf. 1 Cor 4,14-15; 2 Cor
6,13; 12,14-15; Gal 4,19; 1 Tes 2,7.11; cf. Flm 8-9). Si Pablo ha hablado de la
gracia (Rom 1-11) ahora hablará de la “gracia en acto”.
La
invitación a ofrecer “los cuerpos”
debe entenderse – como en 6,13 – en el sentido de ofrecerse a sí mismos (cf. 1
Cor 6,20; Fil 1,20). Y esta auto-donación de sí se presenta como “sacrificio [thysían] vivo [zôsan], santo [hagían] y grato
[euarestón] a Dios. El sacrificio,
habitualmente animal (el verbo tiene su raíz en el humo aludiendo a la parte de
la ofrenda que se quemaba para los dioses). Pablo jamás hace referencia a la
muerte de Cristo como “sacrificio”, pero lo utiliza –como aquí – para aludir a
la vida de los cristianos (cf. Fil 2,17; 4,18). Aquí los califica de vivo (lo
cual es una contradicción ya que el sacrificio es muerte), santo y grato a
Dios. Esta vida así entendida es presentada como “liturgia espiritual” (logikên latreias). El término griego “logikós (cf. 1 Pe 2,2) puede entenderse
como algo “conveniente” (en relación a Dios, como es el caso; el término viene
de logos y puede significar
“razonable”). La latría es
propiamente servicio a Dios (no necesariamente litúrgico, cf. 1,9). Pero este
servicio es calificado de “logikós”,
el cristiano está llamado a vivir su vida de un modo razonable con la fe y la
gracia de las que Pablo ha hablado en los capítulos anteriores.
Para
ejemplificar esto, Pablo recurre a dos elementos, uno negativo (no se conformen) y uno positivo (transfórmense). “Conformarse” es un
verbo raro (solo aquí y en 1 Pe 1,14), refiere a tomar un molde, un esquema
preestablecido (sysjêmatizô) y tiene
connotación moral, es configurarse según un modelo que se evalúa negativo, en
este caso “este tiempo” (aiôn). Este
tiempo no se refiere a un elemento temporal, en este caso sino a un modo de
vivir “de los contemporáneos” (cf. 8,18; 2 Cor 4,17). Al estar “en Cristo” el
cristiano pertenece a un “nuevo tiempo” (cf. 8,1-2; 2 Cor 5,17; Gal 6,15). A continuación
presenta la misma idea pero desde una mirada positiva. Transformarse mediante la renovación de la mente. Si no se ha de
“conformarse” al tiempo, se ha de “transformarse” (metamorfousthe) en un cambio fundamental, una re-novación (anakainôsis) que se supone continua, de
toda la vida. La “mente” (nous) es
importante – y frecuentemente se encuentra junto con logikós – y Pablo la había usado en 11,34 citando Is 40,13 donde el
término hebreo ruah (= espíritu) fue
traducido al griego por “nous”, mente;
Pablo habló de la “mente de Dios”, la interioridad de dios, el modo de juzgar
divino y de ver la historia. En este caso eso permitirá reconocer (dokimazô, juzgar, evaluar, saber
reconocer o distinguir lo verdadero delo falso) “la voluntad de Dios” (cf. 2,18; Fil 1,10). Siendo que Pablo – en
toda la carta – confronta con la Ley, no referirá a esta como “la voluntad de
Dios”, cf. 1 Tes 5,21: “examínenlo (dokimazô) todo y quédense con lo bueno”. Los tres
elementos que se afirmaron del sacrificio se replican aquí: lo bueno, lo que le
agrada (se repite allí y aquí), lo perfecto. Lo “bueno” (único de los tres con
artículo) parece lo que atraerá los demás (cf. 12,9.17.21; 13,3.4). Lo perfecto
(teleios) alude precisamente al nuevo
tiempo, cf. 1 Cor 2,6; 13,10; Fil 3,15). Es precisamente a esta plenitud de
vida a la que exhortará a sus lectores.
Resumen: dirigido primero a Pedro, en contraste con aquel que es “piedra” fundamental, se le señala que es como Satanás, alguien que impide a Jesús seguir el camino de Jesús poniéndose delante. Luego, a los discípulos, se del dice que para serlo verdaderamente, no solamente se ha de seguir a Jesús, sino que se ha de negarse a sí mismo, y evaluar sensatamente el valor de la propia vida.
Hemos
comentado la primera parte de este texto con cierto detalle en un artículo
bíblico sobre “Pedro” que se encuentra en este mismo blog
(http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2014/06/pedro-en-los-sinopticos.html).
Presentamos aquí los elementos principales y remitimos allí para los que deseen
más detalles.
Este texto ha de leerse en paralelo antitéticamente con el evangelio de
la semana pasada (“tú eres Pedro…”) ya que se complementan mutuamente. Es
esquema es evidente:
Reacción de Pedro a
lo dicho por Jesús
|
Sobrenombre dado a
Pedro
|
Comparación con una
piedra
|
Lo que inspira a
Pedro
|
Lo que no inspira a
Pedro
|
Tú
eres el Cristo…
|
Tú
eres Pedro…
|
Sobre
esta piedra edificaré…
|
(te
ha revelado) “sino” mi Padre que está en los cielos
|
No
te lo ha revelado la carne ni la sangre (= hombres)
|
Lejos
de ti, Señor, esto no te sucederá
|
Satanás
|
Escándalo
eres para mí
|
(tus
pensamientos) “sino” de los hombres
|
Tus
pensamientos no son los de Dios
|
El rol de Pedro en la
Iglesia, del que hablaba el Evangelio de la semana pasada, le había sido dado
porque Pedro se dejó inspirar por Dios, de allí que fuera proclamado
“bienaventurado” y la metáfora de la piedra es la de una piedra sobre la que se
edifica. Pero en este caso – y sin duda, la figura de Pedro va en ambas
direcciones – no se ha dejado inspirar por Dios sino por sus propios
pensamientos, y en este caso es una “piedra de tropiezo”. La frase “¡quítate!”,
“¡vete!” (hypage) es la misma que
Jesús le dirigió al diablo en las tentaciones (4,10).
Obviamente la referencia a
Satanás es metafórica, le dice “quítate de mi vista” (o “vete detrás de mí”, vade retro) con lo que se lo invita a
tener la actitud del discípulo, que camina detrás del maestro y no ponerse
delante impidiendo el camino de Jesús, que es camino a la cruz.
“Entonces” Jesús se dirige a todos proponiendo un criterio diferente
a aquel que guía a Pedro: “tomar la cruz”,
que es – evidentemente – lo que lo ha movilizado a hablar, con criterios
humanos. Eso es lo que ha de hacer quien “va detrás” de Jesús, quien lo sigue
(y no quien se pone delante). No sólo Jesús será matado (es interesante que no
dice que será en la cruz) sino que la cruz es lo que debe cargar quien quiera
ser discípulo.
El término “negarse” (aparnéomai) se encuentra sólo una vez en la biblia griega en un
contexto de rechazo a la idolatría (Is 31,7) y fuera de eso, solamente en los
sinópticos, pero generalmente referido a las “negaciones” de Pedro (26,34.35.75). Pedro es – en este caso - todo lo contrario de lo que acá Jesús afirma,
es quien niega a Jesús, no quien se niega a sí mismo, Pedro niega la cruz.
La segunda parte del texto
es bastante semejante a Marcos. Parecieran una serie de dichos de Jesús
agrupados en torno a un mismo argumento: seguir a Jesús. Los que tengan el
compromiso de seguir a Jesús (“si alguno
quiere”) deben “negarse a sí mismo”,
“cargar”, “seguir”. El seguimiento de un maestro que se encamina cada vez más
de cerca a la muerte es el destino que espera a sus discípulos.
Salvar la
vida y perderla y – luego – ganar y perder el mundo o el alma / vida
es un paralelismo antitético evidente. Te trata de evaluar lo que vale más, de
arriesgar o perder la vida y quedar o no fuera de la vida que Jesús trae. Ganar
la vida es ser capaces de arriesgarla. Se trata de un encontrar inesperado, un
descubrimiento. Perder o encontrar la “psyjê”
(alma vida) no ha de entenderse en sentido dualista, propio del mundo griego.
Se trata de la vida misma. El “mundo” (no ha de entenderse en sentido joánico
como el ambiente perverso y adverso a Jesús) es lo que aquí aparece como lo que
impide al discípulo seguir a Jesús. El sentido es escatológico.
Foto tomada de www.religionenlibertad.com