martes, 29 de agosto de 2017

Domingo 22A


El contraste con Pedro es camino de discipulado

DOMINGO VIGESIMOSEGUNDO - "A"



Eduardo de la Serna




Lectura del libro del profeta Jeremías     20, 7-9

Resumen: En un texto dirigido a Dios, Jeremías se lamenta del mensaje terrible que debe pronunciar al pueblo, y responsabiliza a Dios por haberlo engañado y arrastrado violentamente a esa misión.



En el libro del profeta Jeremías hay una serie de textos autobiográficos a los que con frecuencia – y quizás no demasiada precisión – se los ha llamado “Confesiones”, inspirado el título en san Agustín. Son, en realidad, un progresivo lamento a Dios por la situación violenta que padece el profeta a causa de su ministerio (cf. 11,18-12,6; 15,10-21; 17,12-18; 18,18-23; 20,7-18). Puesto que su anuncio es muy duro (se aproximan amenazantes los babilonios y Jeremías anuncia “destrucción” y “terror” como castigo de Dios por haber abandonado su alianza) es sumamente criticado, maltratado y en ocasiones se busca su muerte. Podemos decir que en su vida, Jeremías la pasa muy mal, y esto es por “culpa” de Dios que lo ha llamado como profeta a anunciar desolación. Es en este contexto donde ha de leerse el texto litúrgico.


El lamento de Jeremías, en este caso, se encuentra en 20,7-18 y se lee sólo la primera parte.


Lo primero que afirma el profeta, en un texto dirigido a Dios (por tanto entramos en un nuevo horizonte ya que habitualmente en los textos proféticos es Dios el que habla por intermedio del profeta) es que Dios lo ha “seducido” (petitanî). El verbo indica un uso de la fuerza hacia una víctima, particularmente sexual (cf. Ex 22,15; Job 31,9) pero también se dice del engaño (Dt 11,16; Sal 78,36; Pr 1,10; también puede ser sexual, cf. Jue 14,15; 16,5) como por ejemplo el de los falsos profetas (1 Re 22,19-23; Ez 14,9). El verbo vuelve a encontrarse en v.10 y allí la connotación parece nuevamente sexual aunque en este caso de dice no de Dios sino de parte de los enemigos. El verbo “agarrar” (hazaq) también se utiliza en el sentido de violencia sexual (Dt 22,25; 2 Sam 13,11; Pr 7,13). El culpable de esta violación al profeta es Dios que le ha encargado profetizar contra el pueblo. Y es precisamente ese pueblo el que ejerce violencia contra el profeta. A la violencia se agregan las burlas. El profeta quisiera no tener que predicar ya que no es agradable lo que debe decir, pero no puede callar. El texto presenta, así, un Dios engañador (en otra de las “confesiones” lo ha llamado “espejismo”, 15,18) en quien no es posible confiar que no es mejor que los “amigos” de Jeremías, quienes lo traicionan. La angustia del profeta es total y parece estar dirigiendo a Dios su lamento desesperado con la intención de moverlo a actuar en su favor. Su crisis interior se manifiesta puesto que siente en su propio interior incapacidad de callar aquello que debe decir a su pueblo de parte de Dios. El contenido de la predicación, que realiza a los “gritos” y con “clamor” (gritos de angustia) es “violencia” y “destrucción”. 


El Dios que se manifiesta como “fuego que consume” (Ex 24,17; Dt 4,24; 9,3; Is 33,14) recibe en Jeremías esa imagen hablando de su palabra (Jer 5,14; 23,29). Y ese fuego está encendido en su corazón (la sede de las decisiones) y prendido en los huesos, en su más profunda interioridad. Imposible librarse.




Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     12, 1-2

Resumen: comenzando la parte final de la carta a los Romanos, Pablo los exhorta – como un sacrificio – a una vida que no se amolde al tiempo, sino que sepa vivir plenamente la novedad del Evangelio.



Como muchas de las cartas paulinas, después de una primera parte “teórica”, o doctrinal, le sigue una parte “teórica”, parenética. Es frecuente que esta esté introducida por el verbo “exhortar” (parakalô) (cf. 2 Cor 10,1; Fil 4,2; Ef 4,1; 1 Tes 4,1). Sin embargo, cabe una pregunta, en esta ocasión – que los diferentes autores disienten al responder – siendo que la comunidad romana es una comunidad que Pablo no ha fundado, que no los conoce ni lo conocen y es ¿qué autoridad afirma Pablo tener con los romanos para exhortar a un modo de vida concreto?, ¿qué conocer realmente Pablo de los romanos como para aconsejar o exigir un comportamiento concreto? Es probable que aquello a lo que el apóstol exhorta sea a un comportamiento más bien general, como consecuencias evidentes de todo lo que ha venido diciendo (y que en algunos momentos parece inspirado en lo que ha dicho en las cartas anteriores, teniendo en cuenta que romanos es la última carta de Pablo). Propiamente hablando parakalô tiene una serie importante de significados: exhortar, animar, pedir, invitar, solicitar, consolar, dar coraje, confortar… pero de ninguna manera es “mandar”, “exigir”, “conminar” u “obligar” (de allí también el vocativo “hermanos”, muy frecuente en las secciones exhortativas de las cartas); el lenguaje es igualitario. Es la actitud de un padre o una madre (cf. 1 Cor 4,14-15; 2 Cor 6,13; 12,14-15; Gal 4,19; 1 Tes 2,7.11; cf. Flm 8-9). Si Pablo ha hablado de la gracia (Rom 1-11) ahora hablará de la “gracia en acto”. 


La invitación a ofrecer “los cuerpos” debe entenderse – como en 6,13 – en el sentido de ofrecerse a sí mismos (cf. 1 Cor 6,20; Fil 1,20). Y esta auto-donación de sí se presenta como “sacrificio [thysían] vivo [zôsan], santo [hagían] y grato [euarestón] a Dios. El sacrificio, habitualmente animal (el verbo tiene su raíz en el humo aludiendo a la parte de la ofrenda que se quemaba para los dioses). Pablo jamás hace referencia a la muerte de Cristo como “sacrificio”, pero lo utiliza –como aquí – para aludir a la vida de los cristianos (cf. Fil 2,17; 4,18). Aquí los califica de vivo (lo cual es una contradicción ya que el sacrificio es muerte), santo y grato a Dios. Esta vida así entendida es presentada como “liturgia espiritual” (logikên latreias). El término griego “logikós (cf. 1 Pe 2,2) puede entenderse como algo “conveniente” (en relación a Dios, como es el caso; el término viene de logos y puede significar “razonable”). La latría es propiamente servicio a Dios (no necesariamente litúrgico, cf. 1,9). Pero este servicio es calificado de “logikós”, el cristiano está llamado a vivir su vida de un modo razonable con la fe y la gracia de las que Pablo ha hablado en los capítulos anteriores.  


Para ejemplificar esto, Pablo recurre a dos elementos, uno negativo (no se conformen) y uno positivo (transfórmense). “Conformarse” es un verbo raro (solo aquí y en 1 Pe 1,14), refiere a tomar un molde, un esquema preestablecido (sysjêmatizô) y tiene connotación moral, es configurarse según un modelo que se evalúa negativo, en este caso “este tiempo” (aiôn). Este tiempo no se refiere a un elemento temporal, en este caso sino a un modo de vivir “de los contemporáneos” (cf. 8,18; 2 Cor 4,17). Al estar “en Cristo” el cristiano pertenece a un “nuevo tiempo” (cf. 8,1-2; 2 Cor 5,17; Gal 6,15). A continuación presenta la misma idea pero desde una mirada positiva. Transformarse mediante la renovación de la mente. Si no se ha de “conformarse” al tiempo, se ha de “transformarse” (metamorfousthe) en un cambio fundamental, una re-novación (anakainôsis) que se supone continua, de toda la vida. La “mente” (nous) es importante – y frecuentemente se encuentra junto con logikós – y Pablo la había usado en 11,34 citando Is 40,13 donde el término hebreo ruah (= espíritu) fue traducido al griego por “nous”, mente; Pablo habló de la “mente de Dios”, la interioridad de dios, el modo de juzgar divino y de ver la historia. En este caso eso permitirá reconocer (dokimazô, juzgar, evaluar, saber reconocer o distinguir lo verdadero delo falso) “la voluntad de Dios” (cf. 2,18; Fil 1,10). Siendo que Pablo – en toda la carta – confronta con la Ley, no referirá a esta como “la voluntad de Dios”, cf. 1 Tes 5,21: “examínenlo (dokimazô) todo y quédense con lo bueno”. Los tres elementos que se afirmaron del sacrificio se replican aquí: lo bueno, lo que le agrada (se repite allí y aquí), lo perfecto. Lo “bueno” (único de los tres con artículo) parece lo que atraerá los demás (cf. 12,9.17.21; 13,3.4). Lo perfecto (teleios) alude precisamente al nuevo tiempo, cf. 1 Cor 2,6; 13,10; Fil 3,15). Es precisamente a esta plenitud de vida a la que exhortará a sus lectores.



+ Evangelio según san Mateo     16, 21-27

Resumen: dirigido primero a Pedro, en contraste con aquel que es “piedra” fundamental, se le señala que es como Satanás, alguien que impide a Jesús seguir el camino de Jesús poniéndose delante. Luego, a los discípulos, se del dice que para serlo verdaderamente, no solamente se ha de seguir a Jesús, sino que se ha de negarse a sí mismo, y evaluar sensatamente el valor de la propia vida.



Hemos comentado la primera parte de este texto con cierto detalle en un artículo bíblico sobre “Pedro” que se encuentra en este mismo blog (http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2014/06/pedro-en-los-sinopticos.html). Presentamos aquí los elementos principales y remitimos allí para los que deseen más detalles.

Este texto ha de leerse en paralelo antitéticamente con el evangelio de la semana pasada (“tú eres Pedro…”) ya que se complementan mutuamente. Es esquema es evidente:


Reacción de Pedro a lo dicho por Jesús
Sobrenombre dado a Pedro
Comparación con una piedra
Lo que inspira a Pedro
Lo que no inspira a Pedro
Tú eres el Cristo…
Tú eres Pedro…
Sobre esta piedra edificaré…
(te ha revelado) “sino” mi Padre que está en los cielos
No te lo ha revelado la carne ni la sangre (= hombres)
Lejos de ti, Señor, esto no te sucederá
Satanás
Escándalo eres para mí
(tus pensamientos) “sino” de los hombres
Tus pensamientos no son los de Dios
 


El rol de Pedro en la Iglesia, del que hablaba el Evangelio de la semana pasada, le había sido dado porque Pedro se dejó inspirar por Dios, de allí que fuera proclamado “bienaventurado” y la metáfora de la piedra es la de una piedra sobre la que se edifica. Pero en este caso – y sin duda, la figura de Pedro va en ambas direcciones – no se ha dejado inspirar por Dios sino por sus propios pensamientos, y en este caso es una “piedra de tropiezo”. La frase “¡quítate!”, “¡vete!” (hypage) es la misma que Jesús le dirigió al diablo en las tentaciones (4,10). 


Obviamente la referencia a Satanás es metafórica, le dice “quítate de mi vista” (o “vete detrás de mí”, vade retro) con lo que se lo invita a tener la actitud del discípulo, que camina detrás del maestro y no ponerse delante impidiendo el camino de Jesús, que es camino a la cruz. 


Entonces” Jesús se dirige a todos proponiendo un criterio diferente a aquel que guía a Pedro: “tomar la cruz”, que es – evidentemente – lo que lo ha movilizado a hablar, con criterios humanos. Eso es lo que ha de hacer quien “va detrás” de Jesús, quien lo sigue (y no quien se pone delante). No sólo Jesús será matado (es interesante que no dice que será en la cruz) sino que la cruz es lo que debe cargar quien quiera ser discípulo. 


El término “negarse” (aparnéomai) se encuentra sólo una vez en la biblia griega en un contexto de rechazo a la idolatría (Is 31,7) y fuera de eso, solamente en los sinópticos, pero generalmente referido a las “negaciones” de Pedro (26,34.35.75). Pedro es – en este caso -  todo lo contrario de lo que acá Jesús afirma, es quien niega a Jesús, no quien se niega a sí mismo, Pedro niega la cruz.


La segunda parte del texto es bastante semejante a Marcos. Parecieran una serie de dichos de Jesús agrupados en torno a un mismo argumento: seguir a Jesús. Los que tengan el compromiso de seguir a Jesús (“si alguno quiere”) deben “negarse a sí mismo”, “cargar”, “seguir”. El seguimiento de un maestro que se encamina cada vez más de cerca a la muerte es el destino que espera a sus discípulos. 


Salvar la vida y perderla y – luego – ganar y perder el mundo o el alma / vida es un paralelismo antitético evidente. Te trata de evaluar lo que vale más, de arriesgar o perder la vida y quedar o no fuera de la vida que Jesús trae. Ganar la vida es ser capaces de arriesgarla. Se trata de un encontrar inesperado, un descubrimiento. Perder o encontrar la “psyjê” (alma vida) no ha de entenderse en sentido dualista, propio del mundo griego. Se trata de la vida misma. El “mundo” (no ha de entenderse en sentido joánico como el ambiente perverso y adverso a Jesús) es lo que aquí aparece como lo que impide al discípulo seguir a Jesús. El sentido es escatológico.




sábado, 26 de agosto de 2017

Espiritualidad de la opción por los pobres

Pensando una “espiritualidad de la opción por los pobres”


Eduardo de la Serna



¿Es posible pensar una “espiritualidad” de la opción por los pobres? Pareciera que estamos hablando de dos cosas casi contrapuestas como cuando se habla de “teología de la liberación”. Ya lo señalaba en los comienzos Lucio Gera: 
“¿cómo es posible hablar de una Teología de la Liberación? Si la teología es un hablar sobre Dios (…) mientras que la liberación pertenece a otro discurso, a aquel en que se habla de lo secular” [L. Gera, Teología de la liberación, Miec-Jeci documentos 10-11, Lima 1972, 11].

En un mismo sentido, pareciera que hablar de “espiritualidad” remite al mundo del espíritu (y teológicamente, remite al Espíritu Santo) mientras que los pobres pertenecen a lo estrictamente humano, a lo social. Estaríamos hablando de dos dimensiones diferentes, o hasta casi contrapuestas.

De un modo semejante a lo teológico que hemos señalado, la mirada cambia cuando entendemos “espiritualidad” (cristiana) como una vida según el espíritu (santo). No se trata de una suerte de “energía”, o de una “elevación”, o una “salida de sí” sino de una fuerza interior (en ese sentido sí podría entenderse como “energía”) que viene de Dios y mueve a vivir según Dios. Los grandes espirituales de la historia son aquellos que se han dejado mover el intelecto, el obrar, el compromiso para decir y/o hacer algo de parte de Dios en su tiempo.

Sin duda una de las graves rupturas que se vivieron a partir de la mayor institucionalización de la Iglesia, y especialmente a partir del Cisma de Oriente, es la ruptura entre teología y espiritualidad.  En los primeros siglos la teología estaba ligada estrechamente a la espiritualidad. La “espiritualidad es una forma concreta, movida por el Espíritu de vivir el evangelio” (Gustavo Gutiérrez, Teología de la Liberación. Perspectivas, Salamanca 41973, 267]. “La función espiritual de la teología, tan importante en los primeros siglos, puesta en paréntesis después, constituye, no obstante, una dimensión permanente de la teología” [ibid.., 24].

Es seguramente por esto que la teología de la liberación desde sus orígenes se ve a sí misma como “espiritualidad”. Se trata de un vivir y pensar conforme al espíritu ante la realidad de opresión e injusticia, de muerte. Es encontrar al verdadero Dios de Jesucristo frente a las luces aparentes y seductoras de los dioses de la muerte.

Brevemente podemos señalar que en la Biblia judía “la espíritu” (ruaj es femenino en hebreo) de Dios es enviada, desde la creación o para renovarla, para comunicar habilidades a los artesanos, para volver a alguno capaz de las cosas de Dios, particularmente “profetizar”; es paralelo a cumplir la voluntad de Dios. Los legisladores, los reyes, los profetas reciben la ruaj de Dios que los fortalece para cumplir su voluntad. Y si “hoy” eso no se ve, sucederá en un futuro.
 El Señor está con ellos, viven y todo lo que hay en ellos es vida de su espíritu. Tú me curarás, me darás la vida” (Is 38,16).

Ya en la Biblia Cristiana “lo espíritu” (pneuma es neutro en griego) reposa sobre Jesús desde el comienzo de su misión y lo acompaña, algo que destaca especialmente el Evangelio de Lucas. La comunidad eclesial – en Hechos – puede comenzar su ministerio una vez que el espíritu se derrama sobre ella y la acompaña en su tarea evangelizadora. Incluso, cuando la Iglesia ha de dar pasos fundamentales, como la incorporación de los paganos a la comunidad, lo hará recién una vez que el espíritu se manifieste sobre esto. En Pablo es visto como el gran don que recibe la comunidad y también sus miembros individuales para el servicio de todos. En el Apocalipsis el espíritu se dirige a cada Iglesia con palabras claras y concretas para alentar o cuestionar su vida concreta y finalizan juntos, espíritu e Iglesia, clamando “¡ven!”

Es propio del espíritu ser “enviado”, lo cual supone una misión, un encargo. El / los receptor/es (= espirituales) lo reciben con la finalidad de hacer la voluntad de Dios en la historia. Así, valga la paradoja, lo propio del “espíritu” es una suerte de “encarnación”, tanto en el / los destinatario/s como en la circunstancia histórica en la que se espera que este / estos actúe/n. La tarea de los profetas o los reyes en la Biblia, por ejemplo, no es fácil. Hay muchas fuerzas contrarias: no es fácil para un profeta enfrentar el poder del rey para criticar su obrar, no es fácil para un rey enfrentar el poder económico, los sobornos, o los imperios… el espíritu es la fuerza que Dios les da para que “puedan” hacer y decir aquello que es la voluntad de Dios.

Pero ese espíritu no es distinto, ni es distinta la finalidad de su envío ayer y hoy. El espíritu “que habló por los profetas” es el mismo que ayer y hoy se envió a la Iglesia y a la historia para actuar en ella. Ayer y hoy las preguntas son las mismas: el mundo en que vivimos, ¿es conforme a la voluntad de Dios? ¿Quiere Dios lo que vivimos? De allí que una mirada acabada del presente sea fundamental para saber y reconocer la voluntad de Dios.

Yendo a la vida y muerte de los pobres, que es lo que intentamos pensar, la pregunta (las preguntas) exige un serio análisis.

Empecemos con una breve nota: la Biblia de Jerusalén utiliza 217 veces el término “pobre” [41 en NT], la Biblia de Nuestro Pueblo 228 veces [también 41 en NT]. En realidad traducen diferentes términos hebreos o griegos (anî, x120 veces, dal, x48, ’ebîon, x61 o también endeês, x25 [1 en NT]; penijrós, x4 [1 en NT], tapeinòs, x77 [8 en NT], pénês, x80 [1 en NT], ptojós, x158 [34 en NT]), de todas estas veces solamente una (¡una!) se habla de “pobres de espíritu” (ptôjoì tô pneúmati; Mt 5,3), lo que sin duda debe entenderse en el sentido bíblico de “humilde” (con la doble connotación social y espiritual); pero evidentemente entender que “en la Biblia (o en el Nuevo Testamento) los pobres son pobres de espíritu” es – por lo menos – un desatino hermenéutico.

Los pobres son los que no tienen lo necesario para subsistir dignamente, y – por lo tanto – precisan de la ayuda de otros para lograrlo; de aquí el uso tardío de la “limosna”. Un pueblo que sabe ver en los demás miembros de su comunidad verdaderos hermanos no puede permitirse que estos sean pobres, que no tengan lo necesario para su sustento. Todo judío está comprometido a alcanzar esa ayuda necesaria a los “hermanos”. El judío Jesús ciertamente también lo entiende de esta manera. Los distintos Evangelios, especialmente Lucas, también. Es en ese sentido que ha de entenderse el texto del camello y el ojo de la aguja, los ricos están tentados a adorar al dios Mammon antes que en reconocer a los pobres como verdaderos hermanos.

Así, la espiritualidad ha de entenderse como el don del espíritu ante la situación de los pobres.

Podemos señalar – en un primer momento – que no es un tema en cuestión si los pobres lo son por responsabilidad propia o ajena, se trata simplemente de hermanos que necesitan y salir al encuentro de esas necesidades es lo que nos constituye hermanos. La clave, como siempre, es saber cuál es la “voluntad de Dios”. ¿Qué dice? ¿Qué quiere Dios ante esta situación concreta? Frente al hambre, frente al desamparo. 
“¿Qué es necesario hacer? No resistir a lo que ha dispuesto el Espíritu, esto es que no tratemos como extraños a los que tienen la misma naturaleza que nosotros (…) Todos tratamos de llegar a puerto tranquilo, navegando serenamente con la ayuda del Espíritu Santo por el itinerario que nos propone esta vida” (San Gregorio de Nisa, Sermón II sobre “El amor a los pobres”).
Pero más debe decirse, en un segundo momento, ya que con frecuencia (por no decir siempre) la situación de los pobres es una situación causada; es la injusticia, la explotación, el abuso de los poderosos, la opresión. En esos casos, la situación de los pobres se pone frente a otra situación, un conflicto, pero la pregunta – reiteramos – es siempre la misma: ¿cuál es la voluntad de Dios? El Dios que nos hace hermanos, que nos quiere hermanos, ilumina nuestra mirada y nuestro obrar para buscar que cese la situación que lleva a que los pobres lo sean, a que unos no traten y otros no sean tratados como hermanos. La realidad de los pobres nos confronta ante la voluntad de Dios, nos permite “encontrarnos” con Dios ante una situación concreta. Pero implica, además, saber que esa voluntad de Dios conlleva un envío del Espíritu Santo para modificarla conforme a lo que Dios quiere. Así, la realidad concreta implica un encuentro con Dios, tanto en sí misma y la luz del Espíritu para mirarla con los ojos de Dios, como en nuestro compromiso militante para buscar modificarla y saber que allí está actuando el Espíritu.

La oración tampoco es una elevación, un salir de sí; la oración es un encuentro de amor con Dios (en ese sentido es un “salir de sí” del mismo modo que todo encuentro de amor lo es). Podemos afirmar que nunca hay oración más plena como la de quien se pone ante Dios y dice “hágase tu voluntad”; y porque de amor se trata, es mucho más que lo que se entiende habitualmente por “obediencia”, es buscar hacer su voluntad porque es lo propio del enamorado causar placer a quien ama.

Ciertamente la injusticia, la indiferencia ante el sufrimiento o la necesidad del hermano, o incluso su muerte no afecta a Dios en su ser, pero sí Él puede ser afectado “en su amor”, en “el objeto de su amor” [Gera, ibid. 39], más duramente cuando se trata de los “preferidos” de Dios, los pobres. Del mismo modo, el compromiso en favor de la vida amenazada de los pobres, es un acto de amor que no toca el ser de Dios sino “su amor”, el “objeto de su amor”. La vida, particularmente de aquellos que la tienen amenazada, es un encuentro con Dios y su amor.

La opción por los pobres, entonces, es un hecho de verdadera y profunda espiritualidad tanto en cuanto busca pensar y dejarse iluminar por el Espíritu ante el hermano y su dolor, en cuanto busca conocer y realizar la voluntad de Dios ante esa misma realidad y en cuanto en esa realización se provoca un encuentro de amor con Dios. Se trata de tener claro que “el segundo mandamiento es semejante al primero” y que en el amor al prójimo – y en especial a los preferidos de Dios – se concreta el amor a Dios ya que “no se puede amar a Dios a quien no se ve si no se ama al hermano al que sí se ve”.

Señalemos, sin embargo, que – precisamente porque la realidad de los pobres se trata de una realidad causada por la injusticia, por políticas que no miran al pobre sino al beneficio de unos pocos, por desintereses e indiferencia o incluso por actos violentos – la “opción” implica “pararse” en un lado de la “grieta” para encontrar allí a Dios y salirle al paso, para aproximarse al caído al borde del camino. La afirmación de Juan Pablo II de que “los ricos son cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres” sin duda compromete, no solamente en favor del pobre; “el amor siempre lucha internamente con la muerte” [Gera, 47].

Seguramente nada hay más espiritual que el encuentro con el amor y la vida, de hecho, el Espíritu Santo es espíritu de amor, y es “señor y dador de vida”.

Visto esto, quizás la pregunta debiera ser inversa. ¿Es posible una auténtica espiritualidad cristiana fuera de la opción por los pobres? Si esa opción es el “test” de la fidelidad en el “sacramento del hermano” que tuvo hambre y le dimos de comer, sed y le dimos de beber… quizás sea oportuno señalar que una espiritualidad que no nos dirija la vida, el corazón y la mente en esa dirección quizás sea “espiritualidad”, pero poco o nada tendría de cristiana. 
Sin el Espíritu de Dios, la carne es cosa muerta y sin vida, y no puede poseer el reino de Dios… Pero dondequiera que está el espíritu del Padre, allí hay un hombre viviente… y la carne, poseída por el espíritu se olvida de sí y asume las propiedades del espíritu configurándose según la forma del Verbo de Dios” (San Ireneo, adv Haer V, 9.2).


Foto tomada de http://www.serpersona.info/2008/03/opcin-preferencial-por-los-pobres.html

viernes, 25 de agosto de 2017

Mensaje final - 30º Encuentro curas OPP

Mensaje Final
30º Encuentro nacional curas OPP



El grupo de Curas en opción por los pobres nos hemos reunido en nuestro 30º Encuentro anual haciendo memoria agradecida de los 50 años de 3 momentos eclesiales:

  •         La encíclica Populorum Progressio del Papa Pablo VI (26 de marzo de 1967)
  •      El mensaje de 18 obispos del Tercer mundo a la sociedad, partiendo de dicha Encíclica (15 de agosto de 1967 [en adelante Mensaje])
  •        El surgimiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (diciembre de 1967)


Comprobamos que las realidades y los tiempos son distintos, pero creemos que muchas cosas mencionadas en el Mensaje de los 18 Obispos conservan toda su actualidad y –como entonces – queremos retomarlas:

I.- El mensaje tiene claro que la situación de los pobres y el serio problema de la pobreza tiene su origen en la acumulación injusta de la riqueza.
Los gobiernos deben abocarse a hacer cesar esa lucha de clases que, contrariamente a lo que de ordinario se sostiene, han desencadenado los ricos con frecuencia y (la) continúan realizando contra los trabajadores, explotándolos con salarios insuficientes y condiciones inhumanas de trabajo. Es una guerra subversiva que desde hace mucho tiempo lleva a cabo taimadamente el dinero a través del mundo, masacrando a pueblos enteros (Mensaje 22).
“¿Pero cuáles son, dime, los bienes que te pertenecen? ¿De dónde los has sacado? […] Al hambriento pertenece el pan que tú guardas. Al hombre desnudo, el abrigo que encierran tus cofres. AI descalzo, los zapatos que se pudren en tu casa. Al miserable, el dinero que tienes oculto. Así oprimes a tanta gente que podrías ayudar... No, no es tu capacidad la que se condena aquí sino tu negativa a compartir” (San Basilio; Mensaje 13).
No conocemos otro camino que la justa distribución de la riqueza para llegar a la tan proclamada “Pobreza Cero”.

II.- Como el Mensaje insistimos que “El obrero es infinitamente superior a todo el dinero” (15), y queremos denunciar repitiendo a Pablo VI y los 18 obispos que
no podrá permitirse que los ciudadanos provistos de rentas abundantes, provenientes de los recursos y la actividad nacionales, transfieran una parte considerable al extranjero para su beneficio personal, sin preocuparse del daño que hacen sufrir por ello a su patria (20).

III.- Acompañamos a los trabajadores
con el fin de exigir y defender sus derechos: justo salario, licencias pagadas, seguridad social, viviendas familiares, participación en la gestación de la empresa… No es suficiente que estos derechos sean reconocidos sobre el papel por las leyes. Estas leyes deben ser aplicadas y corresponde a los gobiernos ejercer sus poderes en este terreno para servicio de los trabajadores y los pobres (22).
IV.- Sabemos que en su historia, la Iglesia, de la cual formamos parte, ha sido muchas veces más esposa del dinero que de Jesucristo: A veces,
las Iglesias se encuentran de tal manera ligadas al sistema, que parecen estar confundidos, unidos en una sola carne como en un matrimonio. Pero la Iglesia tiene un solo esposo, Cristo. La Iglesia no está casada con ningún sistema, cualquiera que éste sea, y menos con el “imperialismo internacional del dinero” (Pablo VI y Mensaje 5).
V.- Por eso nos vemos en el compromiso –levantando la voz como los profetas o los primeros Padres de la Iglesia– de insistir que
Dios no quiere que haya ricos que aprovechen los bienes de este mundo explotando a los pobres. No, Dios no quiere que haya pobres siempre miserables. La religión no es el opio del pueblo. La religión es una fuerza que eleva a los humildes y rebaja a los orgullosos, que da pan a los hambrientos y hambre a los hartos (19).
Por todo esto
Tenemos el deber de compartir nuestro pan y todos nuestros bienes. Si algunos pretenden acaparar para ellos mismos lo que es necesario a los otros, entonces es un deber de los poderes públicos imponer el reparto que no se hace de buen grado (20).
Mirando nuestro presente histórico e iluminándonos con la Palabra de Dios reiteramos que juzgamos antievangélico este modelo de concentración de poder neoliberal que se lleva adelante en estos momentos en Argentina y otros países de América Latina y el Caribe, y supone otros sometimientos en los órdenes social, cultural y político.

Como ya lo hemos dicho en anteriores mensajes:

  •    Como lo hicieron otros organismos internacionales, exigimos la libertad de Milagro Sala y los demás presos políticos de nuestra patria;
  •    Reclamamos la aparición con vida de Santiago Maldonado ya que entendemos que la desaparición forzada de un hermano llena de sombras la necesaria transparencia que toda democracia debiera tener.

Como integrantes del pueblo de Dios sabemos que el egoísmo, el individualismo y la muerte no tienen la última palabra. Y, como pastores, confiados en el Dios de la vida, exhortamos a todos los varones y mujeres de buena voluntad a “que vuelvan a tener confianza en ellos mismos” (18) y reforzar la esperanza en que “otro mundo es posible”.


Curas en Opción por los pobres
24 de agosto de 2017


Dibujo tomado de Democracia en la Red

martes, 22 de agosto de 2017

Domingo 21A

Jesús elige un encargado para continuar su tarea en el reino

DOMINGO VIGESIMOPRIMERO - "A"





Eduardo de la Serna





Lectura del libro del profeta Isaías     22, 19-23

 
Resumen: Ante la realidad de un mal administrador de la casa del rey, Dios le dirige una palabra  afirmando que será exiliado a pesar de todo el boato que se ha preparado, y será reemplazado por Elyaquim en quien Dios tiene confianza, y tendrá la responsabilidad de tener un cargo casi real permitiendo o impidiendo acceder al rey.


A partir del capítulo 21 encontramos una serie de oráculos de Isaías a diferentes países o regiones introducidos todos con la misma fórmula: “Oráculo sobre / contra / en” (21,1.11.13; 22,1; 23,2). En 22,15 se interrumpe con otra habitual fórmula profética: “Así dice el Señor Yahvé” dando comienzo a otra unidad. De este modo, Isaías debe pronunciar una palabra de parte de Dios a Sebná, mayordomo, encargado del palacio (v.15). Palabra que culmina en 23,1 con un nuevo “oráculo”. En realidad, es continuación del oráculo anterior – al palacio de Jerusalén – con la diferencia de que este es personal, al mayordomo de este palacio, el encargado de la casa. 


Lo que se dice de él es que edifica y labra para sí mismo y no para “otros” (= el pueblo), y lo hace en la altura de la roca. Lo que afirma que Dios le hará, en una clásica construcción hebrea, repite el lanzamiento y la recolección (podría imaginarse como que “lanza lanzadera y recoge recogiendo”, a modo simplemente ilustrativo). Las traducciones utilizan – para visualizar esto – imágenes de pelotas, peonzas o – casi podría imaginarse – como una suerte de yo-yo. La imagen de que esto ocurrirá en un “amplio espacio”, en un “allí” distinto del “aquí” donde habla parece decirle a Sebná que su castigo radica en que morirá “allí”, en un lugar lejano al “aquí” donde se había preparado una tumba para sí mismo. El sepulcro, entonces, que estaba preparando con dedicación no será utilizado por él. Incluso “allí” irán sus “carrozas gloriosas”, la ostentación – característica de las clases dirigentes – no le servirá de nada y será pisoteada. 


A partir de v.19 (donde comienza el texto litúrgico) Yahvé habla en primera persona concluyendo –a su vez lo anterior “bajando a Sebná de la altura” donde se había puesto. 


Aquel día”, en este caso el del rechazo (y exilio) del “encargado” Dios lo reemplazará con “mi siervo” Elyaquim. Lo “llamará” (término vocacional, cf. 42,6; 45,3; 49,1). Los términos que se utilizan para hablar de este nuevo “encargado” tienen elementos reales: “padre”, “trono”, “gloria”, “casa (= dinastía, familia) de su padre”.


Curiosamente, los vv.24-25 (omitidos en el texto litúrgico) parecen desmentir todo lo dicho de Elyaquim. Si el marco histórico es el inmediatamente anterior al exilio en Babilonia – como es posible – puede pensarse que el anuncio del personaje no siempre es coincidente con lo que realmente él hará en la historia, y su consiguiente rechazo por parte de Dios por la infidelidad. 


Una de las cosas que se afirman de Elyaquim – y es el motivo de su inclusión en el texto litúrgico – es que sobre su hombro tendrá “la llave de la casa de David”. Si bien puede interpretarse literalmente, parece preferible entender que el buen “encargado del palacio” (que Dios espera sea bueno, aunque es posible que no lo haya sido, como vimos) es encargado por el rey para administrar las “audiencias”; él decide quién entra y quién no a la vista del rey. Sin duda es un puesto de enorme confianza por parte del rey, y también de poder por parte del encargado ya que puede impedir el ingreso de alguien a quien él – y no el rey – desee.



Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma     11, 33-36

 
Resumen: En un texto cargado de alusiones al Dios insondable de la Biblia, Pablo hace referencia a la incapacidad de comprender que tienen los seres humanos del obrar de Dios en la historia, como el modo que Israel ha tenido en el rechazo del Evangelio y la invitación a pensarlo  - y confesarlo – como su obrar salvífico en la historia.
 

Pablo concluye todo el bloque 9 – 11 y a su vez presenta un breve texto que tiene sentido en sí mismo. Se trata de un canto exultante a la sabiduría divina incapaz de ser medida con criterios humanos. 

“Señor, mi Señor, ¿quién comprenderá tu juicio? ¿Quién investigará la profundidad de tus caminos? ¿Quién puede discernir lo majestuoso de tus senderos? ¿Quién puede discernir lo incomprensible de tu inteligencia? ¿Quién de aquellos que han nacido ha jamás descubierto el principio o el fin de tu sabiduría?" (2 Baruc 14,8-10)

Si bien los contextos son muy diversos, el punto de partida es el mismo: ¿quién puede comprender – es lo que concluye Pablo – las razones por las que Israel ha rechazado al enviado de Dios y la gracia que Dios nos da en Cristo, de lo que trató en los caps. 9 – 11?
Esto concluye con una doxología (un canto a la “gloria” [= doxa] de Dios). 

A lo que se alude es a la “profundidad” (bathos, cf. Rm 8,39; 1 Cor 2,10; 2 Cor 8,2), lo que indica algo inaccesible. La “profundidad de la riqueza” parece estar señalando la riqueza inconmensurable (cf. 2,4; 9,23). La sabiduría y conocimiento (sofías kaì gnôseôs) se refieren a las que Dios tiene, no de conocer “a Dios”, ciertamente. Pablo ha contrastado en 1 Cor 1,21.24; 2,7 la “sabiduría de Dios” y la “sabiduría del mundo”. Por el contexto, como se ha dicho, se refiere a la sabiduría de Dios manifestada en la historia de Israel y de los paganos. La segunda parte presenta en paralelo la insondabilidad de los juicios (krímata, juicios, sentencias; cf. Sal 18,22-23; 36,7; 105,7; 119,39.43.175; se trata de las decisiones operativas de Dios) e inescrutabilidad de los caminos (cf. Sal 9,26; 95,10; 145,17) de Dios. Lo que Pablo está cuestionando es la incapacidad humana para comprender los designios de Dios en la historia.

La siguiente unidad está inspirada casi literalmente en Isaías (el texto griego):

Is 40,13 (hebreo)
Is 40,13 (griego)
Rom 11,34
¿Quién midió el espíritu (la ruah) de Yahvé? Y ¿qué hombre le enseñó su consejo?
¿Quién conoció la mente (nous) del Señor? Y ¿quién le dio instrucción como consejero (symboulós)?
¿Quién – entonces – conoció la mente (nous) del Señor? ¿Quién se hizo su consejero (symboulos)?

Se trata de dos obvias preguntas retóricas que suponen una respuesta negativa: ¡nadie! pero a su vez una conclusión implícita: Dios no necesita de nadie que lo asesore, no admite rivales (en el texto de Isaías, evidentemente alude a un conflicto con los dioses babilónicos. Pablo indica que pretender conocer la mente del Señor significaría conocer sus caminos, su proyecto (cf. Sal 33,11; Is 40,8; 46,10), pero Dios es tan grande que es imposible que podamos conocerlo (cf. Job 36,26). 

Con una cierta coloración que remite a escritores estoicos (como Marco Aurelio) y a otros textos del N.T. aluden al poder divino sobre todas las cosas y, por lo tanto, también sobre la historia. La conclusión doxológica alude a todo esto haciendo referencia a Israel y los demás pueblos en su marco histórico y salvífico. Y esto concluye con el litúrgico “Amén” como respuesta de un colectivo visto como una bendición.

 

+ Evangelio según san Mateo     16, 13-20

Resumen: a diferencia de lo que afirman los hombres sobre Jesús y su ministerio, en nombre de los discípulos Pedro lo reconoce como Mesías, hijo de Dios y Jesús lo elige como piedra sobre la que edifica una nueva comunidad.

Hemos comentado este texto en detalle en un artículo bíblico que se encuentra en este blog (http://blogeduopp.blogspot.com.ar/2014/06/pedro-en-los-sinopticos.html). Presentamos aquí los elementos principales y remitimos allí para los que deseen más detalles.

Siguiendo en lo principal a Marcos, Mateo presenta a Jesús en Cesarea de Filipo (territorio extranjero) preguntándoles a sus discípulos quién dicen “los hombres” que es él. La respuesta que dan lo presenta en un rol importante, profético, pero incompleto. A la lista de Marcos (“Juan el Bautista, Elías o uno de los profetas”, 8,28) Mateo añade “Jeremías”. A la respuesta de Pedro (“eres el Mesías / Cristo”, 8,29) Mateo añade “el hijo de Dios viviente”. La principal novedad de Mateo radica en el largo dicho de Jesús a Pedro a consecuencia de esta confesión. Y también a diferencia de Marcos – que con esta confesión concluye toda la primera parte de su Evangelio – en Mateo el texto continúa en los vv.21-23 (que serán parte del Evangelio de la semana próxima) contrastando esta actitud positiva de Pedro, inspirado por Dios con otra negativa inspirándose en sí mismo y recibiendo en ambos casos una metáfora referida a la piedra: piedra fundamental para edificar, en este caso; piedra de tropiezo en la otra.

Como se dijo, los dichos de “los hombres” (anthropoi) reconocen en Jesús un enviado de Dios a semejanza de los antiguos profetas. Siendo que la “teología oficial” judía afirmaba que ya no había más profetas hasta “el día” en que Dios decidiera “reconciliarse” con su pueblo, ver en Jesús un profeta sin duda es indicio de que se le reconoce un importante lugar en la historia, pero – por la repregunta – incompleto, tanto para el mismo Jesús como para los discípulos en nombre de quienes Pedro toma la palabra. La incorporación de Jeremías no es fácil de entender en este párrafo (cf. 2,17; 27,9) pero siendo un profeta caracterizado por el sufrimiento y el rechazo, y – también – por su actitud crítica al Templo, hacen posible que radique aquí la incorporación que Mateo hace de este profeta (cf. 2 Mac 15,14-15). Señalemos que obviamente las voces no piensan que Jesús sea una suerte de “reencarnación” de estos personajes antiguos, sino alguien en quién sus capacidades están actuando. Los lectores de Mateo, por ejemplo, ya sabemos que Juan el Bautista no ha comprendido bien el ministerio de Jesús (11,2-3) o que Jesús es bien distinto de Elías (17,3; mientras Juan el Bautista es comparado con él, 11,13-15),

A la confesión tradicional, “el cristo” (cf. 1,17; 2,4; 11,2; 22,42; 26,63 aunque aquí es la única confesión de fe – propiamente hablando – como “Cristo” del Evangelio) Mateo añade “el hijo de Dios” que es la confesión realizada por los discípulos cuando Jesús camina sobre las aguas y Pedro con él (14,33). Los discípulos – además – ya habían sido felicitados (13,16) y se había afirmado que ellos habían recibido una revelación de Dios (11,25-30). No es muy distinto de lo que el Sumo Sacerdote interroga a Jesús si es (27,37.40.42.43). La imagen de “dios vivo” es característica del A.T. (Dt 5,26; Jos 3,10; 1 Sam 17,26.36; 2 Re 19,4.16; Sal 42,2; 84,2; Is37,4.17; Jer 10,10; 23,36; Dn 6,20.26; Os 1,10.

La referencia especial a Pedro es novedosa, y exclusiva de Mateo. Pedro (cuyo nombre ya conocíamos, 4,18; 10,2) recibe una interpretación del sentido del nombre, y como piedra sobre la que se edifica (por tanto una edificación sólida, cf. 7,24). La Iglesia (sólo se encuentra en esta unidad – Mt 14-18 –y nunca más en todos los evangelios) es un término novedoso para un evangelio (además de que en el resto del NT siempre se trata de “Iglesia/s de Dios”, sólo aquí de Cristo, “mi iglesia”). El grupo de Jesús, para Mateo, se estructura en una comunidad eclesial (no parece aludir al Templo, o al nuevo Templo reconstruido; cf. 27,40) que se edifica sobre la roca-Pedro. 

Por Yahvé son asegurados los pasos del hombre; él se deleita en su camino: aunque tropiece no caerá pues Yahvé sostiene su mano. Su interpretación se refiere al Sacerdote, el Maestro de Justicia, a quien Dios escogió para estar ante él, pues lo estableció para construir por él la congregación de sus elegidos y enderezó su camino en verdad” (4QpPsa [comentario a los Salmos en Qumrán] 3,15-15)

La referencia a las “puertas del Hades” se presta a diferentes interpretaciones. Por ejemplo, ¿no prevalecerán contra la Iglesia o no prevalecerán contra la roca (= Pedro)? El Hades (= Sheol) es el lugar de los muertos, y la imagen de la puerta alude a que una vez cerradas esas puertas ya no hay retorno. Probablemente, entonces, se refiera a que la Iglesia tiene la tarea de rescatar a los prisioneros de la muerte abriendo las puertas del reino (notar en contraste entre las puertas del Hades y las llaves del reino). 

A continuación sobre este rol de Pedro se afirman dos cosas. Para  empezar, el tema de las llaves (ver lo dicho más arriba al comentar Isaías 22, primera lectura). Algo semejante se afirma en el apócrifo hebreo de Henoc:

a Henoc… le confié todos los tesoros y depósitos que tengo en cada cielo, encomendándole las llaves de cada uno de ellos. Lo hice príncipe sobre todos los príncipes, servidor del trono de la gloria, y lo coloqué sobre los palacios de Arabot para que me abriera sus puertas y junto al trono de gloria para exaltarlo y arreglarlo” (Hen hebr 48C 3-4)


Las llaves están en función de un reinado, y Pedro es comparado con un mayordomo del reino (no ha de entenderse en el sentido de “cielo”, ya que este reino es “en la tierra”; es allí donde la Iglesia desempeñará su ministerio y donde debe continuar la predicación y hechos de Jesús). En 23,13 Jesús (es decir, Mateo) cuestiona a los escribas y fariseos por impedir entrar al reino a “los hombres”. Los discípulos de Jesús deben tener exactamente la actitud contraria. 


La referencia a atar y desatar, se dice también de los discípulos en general (18,18, que es el mismo contexto donde vuelve a aparecer el término “Iglesia” –v.17 – por única vez en los cuatro evangelios). Es la Iglesia, edificada sobre Pedro la que debe ayudar a “los hombres” a entrar en el reino. 


Sin embargo, es necesario recordarlo, esto es así ya que Pedro ha sabido dejarse conducir por Dios, cosa que no hará en la unidad que viene a continuación.


Foto tomada de lampuzo.wordpress.com

sábado, 19 de agosto de 2017

Picardías

Picardías

Eduardo de la Serna



En el lenguaje cotidiano, un “pícaro” es un chico travieso, que hace pequeñas maldades sin importancia; que jugando rompe cosas sin valor, que se esconde fingiendo que se ha perdido, que hace ligeras trampas que divierten a sus padres. Una picardía, por tanto, es exactamente las cosas que hace ese niño.

La denunciadora-serial-3 Margarita nos informó que lo que hizo el gobierno, escondiendo los votos a los que un pueblo entero fue convocado, rompiendo las reglas del juego democrático en las que se espera que el mismo pueblo se exprese fueron “picardías” del gobierno. Quizás como la del Consejo de la Magistratura despojando de su cargo al juez Freiler. De hecho, los picaros del oficialismo lo afirmaron: como quien se fue a Sevilla, “perdió su silla” (así lo dijo Tonelli, el usurpador de sillas). Para muchos, un chiquitín más críticos, pero no demasiado, fueron “avivadas”. Algo que sin duda alguna jamás hubieran tolerado del gobierno anterior (que no lo hizo, valga recordar), pero – como ya se dijo – son pequeñas trampas que divierten. Además, seamos sinceros, como los que las hacen son amigos, son los “nuestros”, son los pícaros gobernantes, pues las “disfrutamos”.

Es que en tiempos de posverdad, las cosas son buenas o malas según me favorezcan o no, las disfrute o no, las hagan mis amigos/aliados/cómplices o no. Así, por ejemplo, es divertidísimo que haya miles de mesas en las que “la yegua” tenga O (cero) voto, lo que indica que ni siquiera el o la fiscal de Unidad Ciudadana la votó. Pequeña trampita, bien “diver”.

Claro que si ahondamos un poquito más, veremos que el diccionario de la Real Academia dice otra cosa acerca de lo que es un “pícaro”; y me detengo en dos acepciones:
  • 2. adj. Tramposo y desvergonzado.
  • 4. adj.  Dañoso y malicioso en su línea.

En estos casos, la “picardía” resulta bastante más grave y dañosa. Y perversa.

Pero seguimos celebrando un gol con la mano (total es a los ingleses, a los que no queremos), y también que se meta la mano en las urnas (total es por un fin noble, y es que no vuelva el populismo que -como todos saben [o a todos les hicimos saber/creer]- es la causa de todos los males y perversiones… o herencias pesadas). Al fin y al cabo, los muertos que votaron o el famoso “usted ya votó” de la década infame, en la que gobernaban los “amigos”, no fue sino otro divertimento pícaro.

Pero desde la otra vereda, o el otro lado de la grieta, algunos repudiamos sin ambages la trampa, la ilegalidad, la perversión de los que dijeron que venían a transparentar las instituciones, aunque no tengamos los medios para que nuestra voz resuene. Si de juegos se trata, quisiera decirles que “juegan con cosas que no tienen repuesto” y es precisamente por eso que “entre estos tipos y yo hay algo personal”.


Foto tomada de http://desmotivaciones.es/carteles/picaro