Aportes de la Biblia al camino sinodal
Resumen: La Iglesia debería siempre, en todo momento,
sean de crisis o de renovación, mirar sus momentos fundacionales para buscar
ser la Iglesia que Jesús quería. Jesús se presenta “en camino” con los suyos;
camino que ciertamente tiene una dirección y una meta, pero que no camina solo.
Pablo no se siente aislado ni de su equipo apostólico ni de sus comunidades;
por eso pretende una comunidad horizontal, donde incluso sabiendo que tendría
autoridad para “ordenar” prefiere “exhortar” porque esos son los caminos del
amor. La Iglesia, pueblo de Dios, conducida por el Espíritu Santo, ha de buscar
escuchar siempre su voz, que sopla donde quiere, para encontrar siempre caminos
nuevos para caminar juntos.
Un sínodo, es “caminar juntos” (syn-hodos,
caminar con). Hay quienes han supuesto que se trata de una suerte de moda de la
Iglesia actual, o incluso del papa Francisco, por más que desde el Concilio
Vaticano II estos fueran frecuentes. Puede señalarse que en las iglesias de los
orígenes estos fueron habituales, que, asimismo, también fueron muy usuales en
las iglesias de América después del concilio de Trento, y que nunca dejaron de
ser valorados y celebrados por las iglesias católicas de Oriente. En realidad,
pareciera que a partir del momento en que primó una estructuración de la
Iglesia excesivamente “vertical – jerárquica” fue que los sínodos dejaron de
tener vigencia. El Concilio, que volvió a detener su mirada en Oriente – con
todo lo negativo que el Cisma de 1054 provocó en cuanto a pérdidas teológicas
en Occidente – volvió a valorar todos los temas que habían quedado entonces en
penumbra: el Espíritu Santo, la Trinidad, la recepción, la biblia… concentrado
en la imagen del Padre, la Unidad, la jerarquía, el Magisterio…, entonces vio
la necesidad de una sistemática escucha del Espíritu Santo, y retomó así la
costumbre de tener sínodos con frecuencia.
El
hecho de la existencia del sínodo que funciona cada dos años indica que hoy la
Iglesia comienza a ser co-gobernada, y en el fondo la misión fundamental de
Pedro es ser signo de unidad. Si nosotros analizamos la Iglesia primitiva,
vamos a ver que la comunidad de Roma era muy distinta de la comunidad de
Corinto o la comunidad de Tesalónica o la comunidad de Atenas, y que el primer
concilio que se celebró en Jerusalén probablemente no fue presidido por Pedro
sino por Santiago, y que en ese concilio prevaleció la tesis renovadora de
Pablo sobre la tesis judaizante de Pedro; si bien Pedro fue el que legitimó el
valor de ese concilio. (1)
Lejos
de ser una moda, la Iglesia es y debe ser sinodal ya que debe estar siempre en
sistemática escucha del Espíritu Santo que es “el alma de la Iglesia” (San Agustín,
León XIII, Pio XII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benito XVI). La imagen monárquica
de la Iglesia debería ser tan detestada como la crítica que se escucha con
cierta frecuencia de que ésta no es “democrática”. Es particularmente notable
lo que san Bernardo escribe al Papa Eugenio III, antiguo monje de su comunidad:
"Te
dejas abrumar por tantos pleitos que tienes que solucionar de cuestiones
externas y seculares; de tu boca no salen más que juicios y leyes. Pues bien,
todo eso, como también las pretensiones de prestigio y riquezas, son cosas
heredadas de Constantino, no de Pedro". (2)
Mirar
lo que se podría llamar una “eclesiología del Nuevo Testamento” es sumamente
importante, pero excede lo que aquí nos proponemos. (3) Veamos, para empezar,
el discipulado y el proyecto de Jesús visto como “camino” en los Evangelios,
para luego detenernos en los escritos de Pablo sobre la Iglesia. Veremos que la
Iglesia que de aquí emerge es “horizontal”, de diálogo y escucha (incluso cuando
se podría esperar una perspectiva “vertical”). No es otra la eclesiología que
se pretende al señalar la sinodalidad como característica del pueblo de Dios,
que es la Iglesia.
La imagen del camino es, sin duda, muy frecuente en
la Biblia. Por supuesto, en los textos narrativos esta es habitual en el
sentido de ruta, dirección, sendero, y otros términos que aluden al traslado de
personas, ejércitos o caravanas. Pero, por eso mismo, el término permite una
evidente manifestación simbólica. La vida es un camino, ciertamente. Incluso,
es sabido, la imagen bíblica del pecado hace alusión a quien ha errado el
camino (y, por lo tanto, no puede llegar a destino). En este sentido, seguir a
Jesús es algo característico de los evangelios (akolytéô, 25/18/17/19 [como es usual, este esquema alude a la
presencia de voces en los cuatro Evangelios, es decir 25 en Mateo, 18 en
Marcos, etc.]).
Notemos que las referencias al camino entendido de
un modo simbólico son frecuentes en el NT, particularmente – como decimos – en
los textos narrativos.
“Camino” en los Evangelios y Hechos de los Apóstoles
En Marcos. Jesús invita a “seguirlo” como
categoría del discipulado, e incluso exige a Pedro que se ponga “detrás de mí”
cuando la tentación le impide caminar (8,33), o incluso Él es obstaculizado en
el camino por un rico que se pone delante cuando iba a empezar a andar (Mc
10,17). El bautista prepara “el camino del Señor” (1,2.3) cosa que también
hacen sus amigos en sábado y son reprendidos (2,23). Los enviados no han de
prepararse para el camino (6,8). El camino– a su vez – es espacio de preguntas
y respuestas (8,27; 9,33.34). Jesús se pone en camino a Jerusalén, lo que llena
de miedo a sus amigos (10,32), pero uno, que estaba sentado junto al camino, al
abrir los ojos, lo sigue por ese mismo camino (10,46.52). Terminando su camino
a Jerusalén Jesús es reconocido como rey (11,8) porque enseña “el camino de
Dios” (12,14). Aquel que había sido paralitico se pone a caminar (peripatéô; 2,9)
como camina, también, la hija de Jairo (5,42) mostrando que Dios está reinando
entre los suyos. Jesús camina sobre el agua (6,48.49), y los discípulos “no
caminan” las antiguas tradiciones de purificación (7,5). Puede señalarse que,
en el camino, Jesús tres veces anuncia a sus discípulos que será matado
(8,31-32a / 9,31-32 / 10,32-34) y tres veces es malentendido por los suyos
(8,32b-33 / 9,33-34 / 10,35-40), por lo que tres veces debe presentar un camino
alternativo (8,34 / 9,35 / 10,44). Sin embargo, sus compañeros no solamente no
lo entenderán, sino que lo abandonarán. Al pie de la cruz no estarán sus tres
amigos cercanos, Pedro, Santiago y Juan, sino tres mujeres, María Magdalena,
María, la madre de Santiago el menor y de Joset, y Salomé (15,40). Sin embargo,
Jesús insiste en su propuesta y un mensajero les dice a las mujeres que le
digan “a sus discípulos y a Pedro que irá delante de ustedes a Galilea” (16,7).
Jesús no se impone, sino que camina con sus amigas y amigos. Dos conocidos
milagros permiten ver que Jesús incluso se deja conducir por quienes están con
él en el camino: una mujer con hemorragias le “roba” a Jesús su sanación y
Jesús la aprueba (5,25-34) y una mujer extranjera lo convence de corregir su
propuesta inicial de no beneficiar a una pagana (“perrito”) y beneficiar así a
su hija (7,24-30).
En Mateo, el texto es coherente con el
planteo bíblico de los dos caminos, el de la sabiduría o la necedad, la vida o
la muerte (Dt 30,15-18; Sal 1), hay un camino, y puerta a la perdición y un
camino y puerta a la vida (7,13.14), así como Juan, que fue por el camino de la justicia
(21,32). En el camino a Jerusalén Jesús expresamente anuncia con detalle a los
que caminan con él, y especialmente a los Doce, la muerte que le espera
(20,17-19).
En Lucas, mientras Jesús camina, uno le
afirma que lo seguirá (9,57), los peregrinos de Emaús lo reconocen en el camino
porque les habló en el camino (24,32.35). Incluso, todo el Evangelio mismo está
estructurado con la imagen del camino de Jesús a Jerusalén (9,51-19,41). En su
segunda obra, Hechos de los Apóstoles, la palabra debe crecer, y extenderse, “andar”
desde Jerusalén a los confines de la tierra (Hch 1,8). El grupo de Jesús es
conocido como los que “son del camino” (9,2) cosa que se reitera a lo largo de
la obra: 18,25.26; 19,9.23; 22,4; 24,14.22. Por ejemplo, Pedro “recorría todos los lugares” (9,32; el verbo
“recorrer” [diérjomai] en Hechos es evangelizador o pastoral: 8,4.40;
9,32.38; 10,38; 11,19.22; 12,10; 13,6.14; 14,24; 15,3.41; 16,6; 17,23;
18,23.27; 19,1.21; 20,2.25).
En Juan, el término se concentra en una
perícopa, y – como es habitual en él – algo que en los sinópticos se decía de
la comunidad cristiana, se concentra aquí en la persona de Jesús; él mismo es
el camino adonde se dirige, es decir, al Padre (14,4.5.6). Tomando la imagen de
la sabiduría, Jesús - Sofía se manifiesta a los suyos. Después del discurso del
pan, muchos discípulos dejaron de “seguirlo” (6,66). Él es la luz, y el que lo
siga no andará en tinieblas (8,12) si anda de día (11,9.10.35).
Pablo
Sobre el tema de la sinodalidad en Lucas-Hechos se ha
escrito recientemente. (4) Pretendo,
entonces, detenerme particularmente en los escritos de Pablo.
Para comenzar es interesante tener en cuenta que con
mucha frecuencia Pablo escribe utilizando la primera persona del plural, y no
siempre es fácil saber a quién se refiere: (1) pueden ser “nosotros”, los
‘cristianos’, (2) nosotros, es decir “ustedes” (los destinatarios) y el grupo
paulino, (3) puede ser una referencia al “equipo” paulino, apostólico, (4) o un
plural “mayestático”, es decir referirse personalmente a Pablo. En realidad, el
contexto será el que permite habitualmente concluir a cuáles de estos cuatro
posibles se refiere, pero no siempre es evidente, al menos con precisión. Por
ejemplo, cuando dice “nos pareció lo mejor quedarnos solos en Atenas” (1 Tes
3,1) no es claro si es Pablo quien tomó esa decisión [opción 4] o si fue una
medida tomada en conjunto [opción 3]. Lo cierto es que Timoteo es enviado a
Tesalónica (¿y Silvano a Berea?). La frase “hermano nuestro” (v.2) no aclara si
en el plural se refiere exclusivamente a hermano de Pablo o como miembro del
equipo misionero.
El plural apostólico, frecuente en 2 Corintios, no
siempre es evidente; en ocasiones parece aludir exclusivamente a Pablo, pero en
otras a todo su grupo. La ofensa que Pablo ha recibido, y que ha motivado la
llamada “carta de lágrimas” no es necesariamente evidente que sea dirigida a
Pablo en persona (2,2-4): no es improbable, concretamente, dado el tono de la
carta, que alguno/s haya/n ofendido quizás a
Timoteo con motivaciones económicas (y probablemente en relación a la colecta;
cf. 1 Cor 16,10.11). Es
interesante notar, además, el abrupto paso del singular al plural desde 2,14
hasta 7,7 donde este parece referir al colectivo apostólico (5). Es importante
recordar, además, que, aun una carta tan personal como Filemón, y muchas otras
epístolas, estas tienen co-remitentes: Pablo y alguien más se dirigen
“apostólicamente” a la comunidad.
1.- La carta a los Gálatas – con las
dificultades que presenta – es ciertamente conflictiva, y apologética en su primera
parte (1,1-2,14). Después de haber señalado que el anuncio apostólico que Pablo
realiza “no es de orden humano” sino “por Jesús, el Cristo” (1,1.11-12) hace
una breve presentación de este ministerio: en un primer momento fue perseguidor
de la Iglesia pretendiendo destruirla (1,15.23), pero luego fue compañero de
misión nada menos que de Bernabé (2,1.9) e, incluso, confrontó con Cefas cuando
fue necesario (2,11.14). En este contexto hace referencia al encuentro en
Jerusalén con las “columnas”. Creemos que este encuentro es el mismo que narra
Lucas en Hch 15 (aunque algunos autores prefieran pensar en dos encuentros
distintos), pero aquí aflora claramente la teología lucana, lo cual explica las
diferencias evidentes entre ambas unidades.
Sea cual fuere el motivo que provocó el encuentro y
quienes fueran los participantes, lo cierto es que la asamblea reunida avaló en
comunión la predicación paulina sin exigir la circuncisión.
Gal 2
|
Hch 15
|
“subí
movido por una revelación” (v.2)
|
“decidieron
que Pablo y Bernabé y algunos más de ellos subieran a Jerusalén” (v.2)
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“para
ver si corría o había corrido en vano” (v.2) “salvaguardar para ustedes la
verdad del evangelio” (v.5)
|
“para
tratar esta cuestión” (si podían salvarse sin circuncisión) (v.2) “y guardar
la ley de Moisés” (v.5)
|
“a
los notables en privado” (v.2), “los
que eran tenidos por notables” (v.6) “eran considerados como columnas” (v.9)
|
“se
reunieron entonces los apóstoles [= los Doce] y presbíteros” (v.6)
|
“comunión”,
“fuéramos nosotros a los gentiles y ellos a los circuncisos” (v.9)
|
“nosotros
creemos que nos salvamos por la gracia del Señor Jesús del mismo modo que
ellos” (v.11)
|
Pablo
pretende saber si “corro o he corrido en vano”; pero no parece que con esto él
aguardara el aval de la Iglesia de Jerusalén a su predicación. Como hemos
señalado, él afirma claramente que su predicación no depende de persona alguna,
sino que esta le viene por “mediación” de Jesucristo; y que a él lo conoció por
“revelación” de Dios (1,16). Esta revelación (apokálipsis) es la misma
iniciativa divina que lo lleva ahora a Jerusalén (2,2), e incluso se hace
presente en los pasivos divinos: “me había sido confiada / concedida” (v.7.9),
obviamente “por Dios”. Pablo tiene claro que obra según Dios, pero sabe que
esto puede no ser recepcionado por Jerusalén con lo que la fraternidad eclesial
quedaría fracturada. Es esto lo que le preocupa y lo que pretende que sea
reconocido como “comunión” (v.9); el caso de Tito, que no fue “compelido” a
circuncidarse, resulta evidente de esto. A modo de ejemplo de esta actitud de
Pablo es interesante notar que, por un lado, se reúne (junto con Bernabé y
Tito) a solas con Santiago, Cefas y Juan a los que califica de “los más
valorados” (dokôusin, v.2; dokóunton,
v.6), o “valorados como
columnas / pilares” (dokôuntes styloi, v.9). Pero, a su vez, él mismo relativiza este valor: “lo
que ellos fueran no me afecta, Dios no hace acepción de seres humanos” (lit.
“no recibe el rostro de los hombres”). Pablo dialoga y se encuentra con los que
son valorados, pero sabe que no es eso lo que Dios tiene en cuenta (nuevamente
la iniciativa divina es su punto de partida). Es precisamente por eso que
cuando – en la siguiente unidad – ve que una de esas columnas (Cefas, si no son
dos, según sea el rol de Santiago en los visitantes en Antioquía, cf. 2,12) no
responde según “la verdad del Evangelio”, lo reprende delante de todos (2,14). Es
interesante señalar que Pablo tiene una relación con Pedro – según muestra esta
carta – en la que lo reconoce y valora, pero no desde una actitud que podríamos
llamar “vertical” sino “circular”. (7)
2.- Es importante, antes de continuar,
reiterar algo sabido: Pablo no es un teólogo sistemático. Giuseppe Barbaglio lo
ha llamado, acertadamente, “un teólogo en forma epistolar”, por lo tanto, no es
sensato pretender en él el desarrollo de una “eclesiología” sistemática;
debemos espigar en sus textos, y, además, entender que estos son respuestas a
temas concretos de comunidades concretas, por lo que se deben entender asimismo
las ausencias o silencios, o incluso, las aparentes contradicciones o miradas
contrastantes. En las cartas, Pablo está – por ejemplo – escribiendo sobre
Cristo y pasa casi imperceptiblemente a hablar de la Iglesia, y pasa de allí a
la escatología y/o la antropología, para luego retomar… Es interesante señalar
la afirmación de Raymond F. Collins, “El logos de Pablo, claramente, forma
parte de un diálogo”. (8)
Recientemente,
en su tesis doctoral, Jorge A. Angarita mostró convincentemente la estrecha
relación entre el “comportamiento” de Cristo (con justicia elige traducir por “comportamiento”
el verbo griego froneô, habitualmente traducido por “sentimientos”), el
comportamiento de Pablo hacia los filipenses y el comportamiento que estos
deberían tener. Es, entonces, la actitud de humildad y obediencia, la
solidaridad y la estrecha relación con la cruz (de Cristo, de Pablo, de los
filipenses) lo que debería caracterizar a la comunidad. (9)
3.- En la llamada Primera Carta a los Corintios,
Pablo confronta cosas que ocurren en la comunidad; es interesante señalar que
el término ekklêsía (22x en 1 Corintios), es particularmente
frecuente en la unidad cc. 12-14 (10x), pero no hace referencia a “la Iglesia” sino a la comunidad reunida. Un grupo recurrente, con el que Pablo “discute”,
es el de aquellos que se tienen por más importantes que los demás por
diferentes razones (es muy probable que se trate de los que tiene una mejor
posición social en la comunidad). Concretamente algunos le han preguntado por
carta sobre la importancia que ellos atribuyen a una mayor presencia del
“espíritu” en manifestaciones más espectaculares, como las lenguas (12,1).
Pablo dedica dos capítulos enteros a enfrentar el problema (cc. 12 y 14) y,
probablemente, viendo que la situación se agrava, decide incorporar en un
segundo momento, el capítulo 13 destacando que ninguna de las diferentes
manifestaciones, aunque fueran en grado sumo, son nada si falta el amor. En el
cap. 12 se detiene a destacar que todos estos atributos son dados por el
espíritu, por lo que “cambia” la palabra usada por los que formulan la
pregunta: ellos hablaban de “los espirituales” (12,1) y Pablo les indica que se
tratan de “carismas” (12,4), es decir, dones de la gracia. Entonces, empieza a
señalar que se trata de “carismas que el espíritu distribuye” (diaíresis
/ diaireô, 12,4-11), pero que esto debe entenderse con el
criterio de unidad y diversidad que aporta la imagen del cuerpo y los miembros
(12,12-27) para, después sí, presentar una cierta jerarquización de los
carismas (12,28-30).
Es interesante señalar que, frente a quienes
pretendían ser valorados por encima de todos los demás por los dones ligados a
la palabra (“lenguas”), cuando Pablo señala un orden, los tres carismas más
importantes que jerarquiza también dicen relación con la palabra, pero no se
trata de las lenguas sino de la predicación de apóstoles, profetas y maestros
(12,28). No es evidente si los carismas que siguen continúan un orden jerárquico
o si Pablo destaca un conjunto, pero hay dos elementos a señalar: las lenguas
(con su inseparable “interpretación”, sin la cual Pablo las rechaza) se ubican
siempre en último lugar (12,30; ver 12,10) pero, además, el don de “gobierno” (kybérnêsis)
se encuentra casi al final de la lista; para Pablo la edificación de la
comunidad es el tema casi excluyente (cap. 14). Nuevamente Pablo entiende la
Iglesia como una comunidad circular, conducida por el espíritu, no por los
autopercibidos importantes.
Se ha
señalado, puesto que el término ekklêsía hace referencia especialmente a
la comunidad reunida, como se ha dicho, que la “eclesiología paulina” hay que
buscarla en la imagen del “cuerpo de Cristo y sus miembros”. (10) Relativicemos
esto:
·
La imagen del cuerpo, en Pablo, se encuentra
solamente en 1 Corintios; la referencia en Romanos:
“Así también ustedes, hermanos míos,
han muerto a la Ley mediante el cuerpo de Cristo, para que sean de otro, del
que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios” (7:4)
no tiene connotaciones
eclesiológicas. (11) En cambio, la alusión en Rom 12,5, se
debe notar que no se trata del cuerpo “de” Cristo sino un cuerpo “en” Cristo.
·
Por otra parte, es evidente que hay una notable
diferencia en el tema del “cuerpo de Cristo” en las cartas deuteropaulinas
(Colosenses y Efesios), ciertamente eclesiológicas, pero – como muchos autores
– no las consideramos propiamente de Pablo (aunque sí de la tradición paulina).
·
Finalmente, es conocida la lectura agustiniana
que hace referencia a la Iglesia como “cuerpo místico” de Cristo, pero ya desde
1948, especialmente a partir de las contribuciones de Lucien Cerfaux, es
difícil entender esto como algo propiamente paulino. (12)
Dicho
esto, es interesante notar que la imagen del cuerpo y los miembros que Pablo
utiliza parece tomada de la filosofía estoica. El sentido colectivo de la
imagen del cuerpo, por ejemplo, referido a una ciudad, y los distintos
servicios en la misma, permiten fácilmente aludir a la comunidad eclesial. (13)
Comienza
señalando la imagen del cuerpo y los miembros uno – muchos, pluralidad – unidad,
“así también Cristo” (1 Cor 12,12). Puesto que, como lo hemos dicho, la
pregunta que le formulan y la respuesta paulina dice relación al espíritu,
Pablo señala que, en un mismo espíritu, por el bautismo, “todos” hemos sido in-corporados
“en Cristo”. Puesto que – a diferencia de Gal 3,28 (14) – la intención es
destacar la pluralidad en la unidad, indica que judíos y griegos, esclavos y
libres forman un solo cuerpo. Pero Pablo sabe que algunos (los que se creen
superiores a los demás) les remarcarán a los que no son como ellos (o que no
tienen sus mismos dones) que “no son del cuerpo” (12,21) lo cual, además, lleva
a los más débiles a asumir esto, y creer que, por eso mismo “no somos” del
cuerpo (12,15-17). Coherentemente con la “opción preferencial por los débiles”
que caracteriza toda la carta, Pablo, en cambio, remarca que “los miembros del
cuerpo que tenemos por más débiles son indispensables” (12,22). (15)
La referencia a los “débiles” se relaciona con la
predicación de Cristo crucificado, algo que – entonces – no debiera ser
olvidado al mirar los diferentes personajes: sea esta la comunidad (1,25.27) o sea
el mismo predicador (2,3). Ante una nueva pregunta escrita indicando que los
que “tienen conocimiento” pueden actuar a su arbitrio, Pablo vuelve a tomar
postura por los débiles (8,7-12) señalando que, aunque aquellos tengan razón,
la sensibilidad de los débiles debe ser su punto de partida en el obrar y se ha
hecho “débil con los débiles” (9,22). Es
interesante que los términos con la raíz débil–– (asthen––) en Pablo
sólo los encontramos 1 vez en 1 Tes, 2x en Gal, 7x en Rom, y 15x y
13x en 1 y 2 Cor respectivamente. Nuevamente Pablo mira la comunidad desde una
perspectiva circular, y partiendo de los últimos, no de quienes creen ser más
importantes que los demás por el motivo que fuere.
No
podemos hacer referencia a la Iglesia en Pablo sin mencionar, aunque sea
brevemente, la categoría “Pueblo de Dios”. Es interesante notar algunos
detalles. El término griego laós, pueblo, se encuentra 9x en Pablo y en
todas las ocasiones es referencia al Antiguo Testamento; pero no en el sentido
de aludir a algo “pasado” sino a algo “que continúa”. Uno de los grandes
aportes de la llamada “nueva perspectiva” (Wright, Dunn) es destacar lo judío
de Pablo y su pensamiento. Pensar en un “Pablo cristiano” es algo ciertamente
anacrónico. El judío Pablo sabe que los demás pueblos están invitados a unirse
a Israel. En la descendencia de Abraham serán bendecidas “todas las naciones”
(Gen 12,3), Israel está llamado
a ser un “pueblo sacerdotal” (Ex 19,5-6) entre las naciones, y los pueblos se
acercarán a Israel (cf. Is 2,2; 66,18-20; Zac 2,15; 8,23). Ahora bien, este
acercamiento de los paganos a Israel es lo que se llama “ser prosélitos”.
Convengamos que no todos los judíos reconocían o aceptaban a los prosélitos; en
Qumrán se lee:
“3[Moisés:
«Un templo del Señor] establecerás con tus manos. YHWH reinará por siempre
jamás». Esto (se refiere a) la casa en la que no entrará 4[...]
nunca, ni el amonita, ni el moabita, ni el bastardo, ni el extranjero, ni el
prosélito, nunca, porque allí [revelará] a los santos; 5[gloria]
eterna aparecerá sobre ella siempre; extranjeros no la devastarán de nuevo como
devastaron al principio 6el tem[plo de Is]rael por sus pecados”
(4QFlorilegio 3-6).
Pero otros grupos, como los fariseos, por ejemplo, no
sólo los aceptaban, sino que, en ocasiones, los buscaban (cf. Mt 23,15). Para
ser prosélitos era indispensable la circuncisión, signo evidente de la alianza
con Dios. Pero, al menos en muchos lugares, se requería un lavado purificador
del pasado “impuro”, al que se lo ha llamado (quizás anacrónicamente) “bautismo
de los prosélitos”, pero, al ser sumergidos, literalmente se trataba de un “baptizô”
(= sumergir; por ejemplo, Mc 7,4: “sumergir las copas”). Si esta inmersión es
“en Cristo”, algunos en Antioquía sugieren que estando de ese modo unidos a
Cristo ya no es necesario otro ritual, como ser la circuncisión. Es así que
ellos comienzan a aceptar como miembros plenos de la comunidad (= judía) a
paganos que se han bautizado y no circuncidado. Esto va a ser avalado por los
representantes de la Iglesia de Jerusalén, concretamente Bernabé y su compañero
Pablo (Hch 11,22-25). Pero, ciertamente esto no es fácil de ser aceptado por
todos, y los grupos más aferrados a las tradiciones judías no lo acompañan,
motivo por el cual tendrán – es sabido – frecuentes conflictos con Pablo, que
se reflejan en sus cartas; es decir, estos reclaman que a los bautizados “les
falta la circuncisión para ser verdaderos judíos” (por eso Pablo lo
llamará “Israel según la carne” [1 Cor 10,18] al que distingue del “Israel de
Dios” [Gal 6,16]), o una “alianza” de los esclavos y otra de los libres, una
según la carne y otra según el
espíritu (Ga 4,29; espíritu donado en el bautismo, por cierto, 1 Cor 12,13).
Es
razonable, entonces, que el tema del “pueblo de Dios” no sea un tema
recurrente; es que para Pablo la continuidad, ahora bajo el don del espíritu,
no vuelve necesario que lo desarrolle. Notemos un breve dato estadístico que es
ilustrativo: el término “pueblo” se encuentra 1x en 2 Cor, 2x en 1 Cor y 6x en
Rom; el término “Israel”, a su vez 1x en Gal, Fil y 1 Cor, 2x en 2 Cor y ¡11x
en Rom! (todos en la unidad
9-11 donde Pablo profundiza el tema). Otros elementos propios de Israel son
utilizados por Pablo sin dar ninguna explicación, precisamente porque se trata
de algo conocido: son elegidos (en 1 Tes es tema central, 1,4; 2,12; 4,7;
5,24), amados, hijos de Dios, son santos (1x en 1 Tes x1; 2x en Flm; 3x en Fil;
4x en 2 Cor; 8x en 1 Cor; 9x en Rom a lo que se ha de añadir 4x la referencia
al característico “beso santo”, en los saludos conclusivos de 1 Tes, 1 y 2 Cor
y Rom). No deja de ser interesante que el término no se encuentra ni una vez en
Gálatas. (16)
Conclusión
Del mismo modo que el término “sínodo” incluye la
comunidad (syn) en el camino (hodos), Pablo con mucha frecuencia
utiliza términos a los que les añade el prefijo “syn”, revelando así esa
comunidad de vida que, él entiende que es la Iglesia. Así dirá que todos somos “con-crucificados” junto a Cristo (Rom 6,6; Gal 2,19) o que Pablo y la
comunidad “juntos” han muerto y viven (synapothanein kaì suzên, 2 Cor
7,3). Pablo no se ve fuera (ni tampoco por arriba) de sus destinatarios.
Esta estrecha relación del apóstol
con la comunidad es aquella en la que el apóstol comparte la experiencia de la
comunidad porque ambos juntos comparten algo que se origina más allá de ellos.
(17)
A modo de conclusión parece oportuno destacar que, en
la relación de Pablo con las comunidades, utiliza en ocasiones la imagen de un
padre, o incluso de una madre:
Como un padre a sus hijos, lo saben
bien, a cada uno de ustedes los exhortábamos y alentábamos, conjurándolos a que
viviesen de una manera digna de Dios, que los ha llamado a su Reino y gloria (1Tes 2:11-12).
Aunque pudimos imponer nuestra
autoridad por ser apóstoles de Cristo, nos mostramos pequeños con ustedes, como
una madre acaricia a los hijos que ha amamantado. De esta manera, amándolos a ustedes,
queríamos darles no sólo el Evangelio de Dios, sino incluso nuestra propia
vida, ¡tan amados habían llegado a sernos! (1Tes 2:7-8)
Pablo sabe que, como apóstol que es, tendría autoridad para “mandar” pero expresamente indica
que “exhorta” (parakaleô) (18); término que es sumamente frecuente en
Pablo: 9x en 1 Tes, 7x en 1 Cor, 3x en Fil, 3x en Flm, 30x en 2 Cor, 10x en Rom
(nuevamente tema ausente en Gálatas). Sintomáticamente a Filemón le indica:
Por lo cual, aunque tengo en Cristo
bastante libertad [parrêsía] para mandarte lo que conviene, prefiero más bien
rogarte [parakalô] en nombre del amor [agapê], yo, este Pablo ya anciano, y
además ahora preso de Cristo Jesús. Te ruego [parakalô] en favor de mi hijo [téknon],
a quien engendré entre cadenas, Onésimo (Flm
8-10).
Movido por el amor y la exhortación, Pablo sabe que Filemón obrará
correctamente (v.14) y que de ese modo – es decir, al no tratarse de
“obediencia” – no actuará forzadamente sino de modo voluntario. Por eso confía
en la respuesta positiva (v.21) que lo llevará a hacer aún más que lo que Pablo
pide.
Un sínodo se trata de “caminar
juntos”, pero ciertamente no se trata de cualquier meta, ni de cualquier
comunidad de peregrinos. No se trata de que determinadas cosas se decidan por
“mayoría”. Se trata de una comunidad de fe, que pretende dejarse conducir por
el Espíritu Santo. Una comunidad que tiene una meta. La meta definitiva es el
encuentro de todos con Dios que es comunidad; la meta circunstancial se trata
de buscar juntos el mejor camino para ser fieles al sueño de Dios para nuestro
tiempo y nuestro espacio (= reinado de Dios). Por eso es imagen frecuente en
los evangelios, por eso es el modo que Pablo busca vivir y compartir con sus
comunidades.
Repetimos… no se trata de una moda
contemporánea; se trata sencillamente de ser Iglesia, de ser “la Iglesia que
Jesús quería”.
“… esto no quiere decir que la soberanía de Dios se
imponga en el mundo de golpe. No baja de las nubes, sino que se hará presente
por medio de una mediación. Se abre paso a través de un pueblo concreto (…) En
ella no hay lugar para la represalia, para las estructuras de dominio. Ahí se
pone de manifiesto que se trata de una realidad social muy concreta. (…)” (19)
Notas:
(12) L. Cerfaux, La Iglesia en San Pablo, Bilbao: DDB 1963 (original de
1948) 222-234; cf. J.
T. Culliton, “Lucien Cerfaux's contribution concerning ‘the body of Christ’”, CBQ
29 (1967) 41-59. La propuesta de Cerfaux es que no se trata de
un “cuerpo místico” sino de que la Iglesia está “místicamente” unida al cuerpo
glorioso de Cristo
(14) E. de la Serna, “Un aporte a la cronología de
las cartas paulinas”, Theologica Xaveriana, 70 (2020) 1-22; en Gálatas,
donde quiere confrontar con el rechazo de unos a otros (los circuncisos a los
incircuncisos) destaca que “ya no hay ni judíos ni griegos…” a diferencia de 1
Corintios donde sí hay unos y hay otros.