Jeremías, un profeta en problemas
Eduardo
de la Serna
Unas diez personas en la
Biblia llevan el nombre “Jeremías”, nombre que parece significar “Yahvé levanta” o “Yahvé consuela”. De todos estos, sin dudas, el más conocido es el
profeta, protagonista de un muy importante libro bíblico. Veamos algunos
elementos fundamentales acerca de lo que nos dice este libro sobre el profeta.
Pertenece a una familia
sacerdotal en la región de Benjamín (Jer 1,1). Se nos dice que su intervención
fue durante los reyes Josías hasta Sedecías, es decir más o menos entre los
años 626 y 587 antes de Cristo (1,2-3). Fue una época muy convulsionada. Salvo
Josías, los restantes reyes fueron sumamente rebeldes a los mandamientos de
Dios según los presenta el profeta y otros libros bíblicos: del rey Joacaz (año
609) se dice: “hizo lo malo a los ojos de
Yahvé, exactamente como lo habían hecho sus padres” (2 Re 23,32), de
Joaquín (609-598) se dicen las mismas palabras (2 Re 23,37), lo mismo de
Jeconías (año 598, en 2 Re 24,9) y de Sedecías (años 597-586, en 2 Re 24,19). “Hacer lo malo” significa no ser fiel a
los mandatos de Dios, dar cabida a los dioses de los países extranjeros, no
ocuparse del bienestar de su pueblo… como todos los profetas, su misión se
ocupa de ver si los responsables del pueblo de Dios (reyes, sacerdotes, jueces,
militares, y hasta profetas) son fieles a Dios o “hacen lo malo”, en cuyo caso lo denuncian sin ambigüedades ni
diplomacias.
Pero el gran problema que
enfrenta Jeremías, además de esto, es que el ejército babilónico avanza de un
modo terrible y cruel arrasando los distintos reinados de la región (25,1-13).
Y – ¡aquí el problema! – Jeremías dirá que ese ejército es enviado por Dios
como castigo por la infidelidad de los gobernantes (cap.4). Ahora bien, al decir
que Dios envía un ejército enemigo, el profeta es acusado de “traición a la
patria”. “¡Dios no permitirá que a su pueblo le ocurra nada malo!” dicen los profetas. Y Jeremías les dirá que son “falsos profetas”, lo que ellos dicen no
es lo que Dios ha mandado decir (23,9-40; cap. 28).
Claro que la dirigencia
política apoya los dichos de los “falsos profetas” y entonces Jeremías es
maltratado, amenazado de muerte, criticado, encarcelado… (ver cap. 36).
Por el lado de Jeremías, esto
lo lleva a una profunda crisis en su relación con Dios. Se enoja con Él, se
siente abandonado por un Dios que lo envía a anunciar situaciones terribles
para el pueblo. Pero a su vez siente que no puede dejar de pronunciarlas (ver
15,10-21; 18,18-23; 20,7-18). Para peor, se siente llamado a manifestar todo
esto con signos muy fuertes para que “todo el mundo vea” lo que Dios está
diciendo. Lo dicho por el profeta no queda “entre cuatro paredes” sino que
todos pueden reconocerlo (13,1-11; 16,1-9; 19,1-2.10-11; 27,1-3; 32,7-15).
Por el lado de la dirigencia,
Jeremías es duramente confrontado, y es despreciado por las autoridades. Ellos
lo quieren silenciado, o, directamente muerto.
Uno de los grandes problemas
es que tanto Jeremías como los falsos profetas ambos dicen que hablan “en
nombre de Dios”: ¿cómo saber quién dice la verdad y quién no? Como es evidente,
muchos reconocerán como proveniente de Dios lo que más les convenga a ellos o a
sus intereses, no a los intereses de Dios y de su pueblo. Finalmente, los
babilonios tomarán Jerusalén y luego la destruirán. Jeremías tenía razón.
Jeremías fue, en vida,
despreciado y maltratado. Se reconoció como verdadero lo que decían sus
adversarios. Recién con el paso del tiempo el pueblo supo darse cuenta que Dios
había hablado por su intermedio y sus dichos fueron reconocidos e incorporados
a la Biblia.
Muchas veces queremos que Dios
diga lo que queremos escuchar en lugar de aprender a reconocer como palabra de
Dios aquello que beneficia al pueblo, que reconoce su paso en nuestra historia
y no pretende hacerse “un Dios a nuestra imagen y semejanza”. Si queremos que
Dios realmente esté entre nosotros, “si
mejoran de conducta, si hacen justicia mutua, no oprimen al migrante (o
desplazado), al huérfano y la viuda, si
no vierten sangre inocente, ni van detrás de otros dioses” yo me quedaré con
ustedes (7,5-7).
Imagen de Jeremías, pintada por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, en https://www.biografiasyvidas.com/biografia/j/jeremias.htm
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