Infiltrados, quintas columnas y otras fuerzas centrífugas
Eduardo de la Serna
En sus notas periodísticas
del domingo, tanto Tuni Kolmann como Patán Ragendorfer señalaban
la presencia de infiltrados en la marcha disuelta para conseguir la ley Gases,
y la permanencia de estos indeseables cada vez más presentes en las fuerzas
lejanas al Gobierno.
En esta misma
semana, se informó que tanto Tomás Rebord como Guillermo Moreno son financiados
por una productora perteneciente a Sebastián Tabakman y Daniel Parisini,
conspicuos “libertarios”. Se entiende, así, la omnipresencia del ex secretario
de comercio que, a pesar de no tener el 1% de los votos aparece por doquier
como si fuera el adalid de la oposición y – en la práctica – es el gran adversario
de cualquier fuerza dentro del espacio nacional – popular blandiendo un
peronómetro que nadie le otorgó hablando de un paleoperonismo de arqueología.
Pero, creo,
no son unos y otros las únicas fuerzas que parecen estar dentro de los
ambientes populares y que, en la práctica, resulta por lo menos sensato, preguntarse
para dónde “tiran”. Y, lamentablemente, no puedo sino preguntarme por la mirada
que esgrimen algunos sectores eclesiales.
Ya vimos un
rápido intento de desmarcarse en una misa en Luján, con motivo del atentado
contra Cistina, hace algunos años de varios miembros del episcopado. Hoy vemos
a algunos intentando ponerse “en la vereda de enfrente” de cantos como “la
patria no se vende”.
En sus reflexiones
en los Medios, el cura mártir Lucho Espinal repetía que la iglesia no molesta
cuando habla de las almas del purgatorio.
…
la religión no tiene problemas cuando habla de las almas del purgatorio, pero
los tiene cuando proclama la liberación de las personas.
Y cuando dice
qué es lo que no es un cristiano afirma que
El
cristiano no es tampoco una persona que se despreocupa de este mundo porque
tiene otro de repuesto. No es uno que no piensa porque en Roma piensan por él.
En lo
personal, por ejemplo, me resultó sumamente insatisfactorio lo dicho en el Te
Deum, donde el arzobispo criticó que los funcionarios se “autoaumenten” los
salarios, pero no hizo referencia a este modelo perverso y empobrecedor, a las
actitudes represivas, a las relaciones internacionales y demás “cositas” que
parecen más graves que el lamentable “autoaumento”. Es sabido que hay un número
importante de obispos que acompañan a este gobierno, no solamente el castrense.
Así, es comprensible que se manifiesten desconformes con que espontáneamente muchos
canten “la Patria no se vende”. Ciertamente, eso molesta, cosa que no ocurre si
se canta “alabado sea el santísimo sacramento del altar”. Y parece que el hecho
de que la patria se está vendiendo no le resulta molesto a algunos mitrados. Y,
me resulta evidente, manifestarse críticamente ante esos cantos es tomar
postura política, aunque se disimule detrás de los “sagrado”.
Hace mil años
conocí, de pasada, a un cura villero: Julio Triviño. Fue puesto por las
religiosas de Mallinkrodt para reemplazar al molesto Carlos Mugica en la villa
YPF, de Retiro. Fue, a su vez, capellán militar. Ser cura u obispo villero no
avala el pensamiento en favor de los pobres y su liberación.
Curiosamente,
miembros del episcopado, los mismos que dicen que los curas no deberían
manifestarse políticamente, parecieran ignorar (dudo que lo ignoren) que
imaginar o predicar una “iglesia” desencarnada en nombre de la unidad, no
comprometida en nombre de la pluralidad y no profética en nombre de la
sacralidad, manifiestan una comunidad eclesial cómplice de los victimarios y
responsables del hambre, la desocupación y la tristeza. Ciertamente, una cosa
es decir “votemos a Fulano” – que sería asumir una posición política
ciertamente discutible – y otra diferente es decir “la patria no se vende”. Ese
canto sólo puede molestar a quienes celebran que la Patria se venda. Obispos
incluidos. Pueden decir “no invitamos a políticos” a tal celebración, y pretender
que eso parezca aséptico. Pero algunos sospechamos que algunos políticos están
celebrando. La santidad no está en separarse del mundo siendo “puras como ángeles
y soberbias como demonios”, como se decía de las monjas de Port Royal (s. XVII).
La santidad está en presentar nuestra vida (y muerte) de pueblo y dejar que,
desde el amor, la justicia y la paz, Dios la transforme, con nuestra
militancia, en un espacio donde Dios reine. Eso predicaba Jesús, por eso lo
mataron. Porque molestaba al poder político y religioso de turno. Ah… y me
olvidaba: ¡la Patria no se vende!
Imagen tomada
de https://soundcloud.com/alexandeloy/programa-especial-2-45-misa-campesina-nicaraguense-radio-universidad-de-costa-rica-967-fm
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