¿Por qué no nos escandaliza Jesús?
Eduardo de la Serna
Para empezar, es importante tener en cuenta que nosotros solemos
leer la Biblia en diferentes traducciones.
Pio XII, en la Divino Afflante Spiritu 12, dice:
«De la misma manera conviene que se explique aquel mismo texto
original que, escrito por el sagrado autor, tiene mayor autoridad y mayor peso
que cualquiera versión, por buena que sea, ya antigua, ya moderna; lo cual
puede, sin duda, hacerse con mayor facilidad y provecho si, respecto del mismo
texto, se junta al mismo tiempo con el conocimiento de las lenguas una sólida
pericia en el manejo de la crítica».
En 1993, con motivo de la publicación del documento La Interpretación
de la Biblia en la Iglesia de la Pontificia comisión Bíblica, Juan Pablo II
dijo:
«Por tanto, es preciso volver a traducir constantemente el
pensamiento bíblico al lenguaje contemporáneo, para que se exprese de una
manera adaptada a sus oyentes. En cualquier caso, esta traducción debe ser fiel
al original, y no puede forzar los textos para acomodarlos a una lectura o a un
enfoque que esté de moda en un momento determinado. Hay que mostrar todo el
resplandor de la palabra de Dios, aun cuando esté "expresada en palabras
humanas" (Dei Verbum, 13)».
Y el citado documento, en II A 2 sostiene:
«La hermenéutica contemporánea es
una sana reacción al positivismo histórico y a la tentación de aplicar al
estudio de la Biblia los criterios de objetividad utilizados en las ciencias
naturales. Por una parte, los acontecimientos relatados en la Biblia son
acontecimientos interpretados. Por otra parte, toda exégesis de los relatos de
esos acontecimientos implica necesariamente la subjetividad del exégeta. El
justo conocimiento del texto bíblico no es accesible sino a quien tiene una
afinidad vivida con aquello de lo cual habla el texto. La cuestión que se
presenta a todo intérprete es, pues, la siguiente: ¿Qué teoría hermenéutica
hace posible la justa percepción de la realidad profunda de la cual habla la
Escritura y permite expresar su significado para el hombre de hoy?»
Para ser
precisos, entonces, señalemos que en general, las traducciones de la Biblia son
de dos tipos
- fieles al texto:
algunas ediciones buscan ser lo más fieles posibles al texto original hebreo,
arameo o griego. Por eso es habitual que abunden en notas explicativas que aclaren
el sentido de determinadas expresiones, imágenes, construcciones… Son ediciones
para “estudio”.
- fieles al
auditorio: otras ediciones pretenden resonar cómo se leería el texto en
lenguaje contemporáneo, apto para el auditorio que desconoce las lenguas
originales. Se supone, en los traductores, una sabia flexibilidad para adaptar
textos antiguos a oídos contemporáneos. Se puede decir que son ediciones
“pastorales”.
Evidentemente,
entonces, hay textos que, aunque debieran, en nuestras traducciones actuales, y
no solamente en las ediciones “pastorales”, no nos escandalizan; pero en muchos
casos esto es debido a la “traducción” que suaviza lo que verdaderamente dice
el Evangelio. Pero, ¿qué dicen realmente los textos? Veamos algunos ejemplos:
1). Mt 18: Después de decirnos que se ha de perdonar 70 veces 7,
Jesús recurre a una parábola. En ella un rey arregla cuentas con sus sirvientes
(doulos, esclavo). Ante una deuda exorbitante por parte de uno (10.000
talentos), y ante el pedido de tiempo para pagarla, el rey le condona unos $
120.000.000.000 de débito. Pero cuando éste no perdona a un “compañero” (= co-esclavo)
una deuda de $ 200.000, enojado, “el señor lo entregó a los «verdugos» …” v.34
[la suma de dinero aquí explicitada parte del presupuesto de $ 2000 como valor
de un jornal].
Ahora bien, veamos: BJ 2 y 3 [Biblia de Jerusalén, 2ª y 3ª edición]; LPD
[Libro del Pueblo de Dios]; BLA [Biblia Latinoamericana]; LNP [Libro de nuestro
pueblo]; Reina Valera 95 dicen “verdugos”; pero la TOB [Traduction
Oecumenique de la Bible] dice “torturadores”. En griego dice basanistês
(del verbo basanizô, cf. 2 Mac 7,13.17; 9,6; Sab
16,1.4; Mt 8,29… Se trata de provocar sufrimientos, torturar. El rey no sólo
perdona una única vez (no 70x7) sino que condena a la tortura al deudor que
no tuvo misericordia hasta que pague.
2). Mt 24 y Lc 12 hacen referencia a un señor que encargó la
administración de sus bienes a uno de sus sirvientes (doulos, esclavo) al
irse fuera; al regresar, si lo encuentra obrando bien “lo pondrá sobre todos
sus bienes”; pero si se dedica a abusar de su poder y no hacer lo encargado,
cuando el señor (que se demoraba) venga en el momento no pensado, lo castigará
y enviará al lugar de “llanto y rechinar de dientes”.
El castigo, antes del envío al lugar de dolor, es presentado como
que “el señor lo separará… su suerte con los hipócritas”: Mt 24,51 en BJ 2 y 3, “lo
castigará”: RV, BNP, LPD, TOB; “le quitará
el puesto” BLA. En griego dice dijotoméô (// Lc 12,46); como se ve en Ex
29,17; Dn 13,55 (cf. 59) el sentido es propiamente descuartizar. La
terrible escena de Jue 19,29 del descuartizamiento de la concubina del levita, uno
de los fragmentos a los que Phyllis Trible con justicia calificó de “textos de
terror” (“Una mujer anónima. La extravagancia de la violencia”; Texts of
Terror, 1984, pags. 78-100) no debería dejarse de lado.
Hasta aquí nos encontramos con que un “señor”, castiga a un esclavo
por no obrar conforme a lo que debiera, con la tortura, o descuartizándolo. Ese
“señor”, ¿se trata de Dios?
3). Mt 25: Nuevamente un señor rico se va al extranjero. Da una
serie de bienes (= talentos) a sus sirvientes (doulos). Al volver
pretende hacer las cuentas y, los primeros le entregan el doble de lo que
habían recibido, mientras que el último sólo le entrega lo que le fue dado. El
señor le reclama que, al menos, debería haber entregado el dinero a los
banqueros para cobrar intereses (v.27). Sin embargo, el señor es presentado
como injusto (v.26), cosa que él mismo reconoce (“tú sabes que soy…”). Es
evidente que duplicar los bienes es algo prácticamente imposible salvo en casos
de usura, algo terminantemente prohibido en Israel; así como están también prohibidos los préstamos a intereses (Lev
25,36). Todo indica que el que obró correctamente es el último, no el señor ni
los primeros dos sirvientes (doulos, esclavos). Además, sólo un engreído
puede decirles a los siervos que les ha dado “poco” cuando les entregó $ 120.000.000
y $ 60.000.000 a los dos primeros según el criterio económico señalado más
arriba.
4). En este, y en algunos de los textos mencionados, y también en
otros, se alude al envío – como castigo – a un lugar donde hay “llanto y
rechinar de dientes”: Mt 8,12 (//Lc 13,28); 13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30;
Pr 19,12 es el rugido del león; Sir 51,3: son las mordeduras… Como se ve, es
una fórmula típicamente de Mateo. Se trata, entonces, de un movimiento fuerte
con la boca y los dientes, de rabia o de dolor acompañados por el llanto. El
clima es dramático, sin dudas.
Para entender un poco estas imágenes veamos estos elementos:
A). Por un lado, es conveniente tener en cuenta los que se conoce
como “héroes inmorales”. Así lo explica Gerhard Lofink:
Hay otro punto que
cabe mencionar aquí. Tal vez, en él se manifiesta de la forma más clara lo
«especial» de la fuerza plasmadora de Jesús: se trata de los «héroes
inmorales». Recordemos las parábolas del «dinero encomendado», del
«administrador fraudulento» y del «homicida». Pero, justamente, no se trata
solo de un motivo material limitado. Cuando Jesús presenta sus parábolas con
«héroes inmorales», esto afecta a toda la estructura de dichas parábolas. ¿Qué
queremos decir con esto?
Lo explico
recurriendo a las fábulas de Esopo. En estas fábulas aparecen de forma
periódica animales que agreden a otros animales. Se trata sobre todo del león y
del lobo. Su aparición sirve siempre para ilustrar cómo suceden las cosas en la
sociedad: los más débiles son oprimidos, engañados y, al final, devorados.
Comparemos con esto la parábola del «cordero y el lobo»: un pequeño cordero es
devorado por el lobo porque ambos estaban calmando su sed en un arroyo y el
corderito le había enturbiado el agua al lobo –tal su acusación–. En realidad,
el lobo estaba más arriba en el curso del arroyo: era él el que había
enturbiado el agua. La parábola quiere decir que así suceden las cosas en el
mundo de los seres humanos: los más fuertes se imponen de manera brutal y, como
si eso fuera poco, fundamentan su actuar con mentiras y desinformaciones.
Jesús también puede
describir tipos humanos de esta índole, por ejemplo, el juez sobornable o el
rico que deja morir de hambre al pobre delante de su puerta. Pero en las
parábolas con «héroes inmorales» es diferente. Aquí los malhechores no integran
simplemente el inventario de la parábola en cuestión, sino que, partiendo de su
comportamiento, se componen parábolas que, en su totalidad, relatan cómo hay
que abrazar el reino de Dios: con extrema consecuencia y empeño audaz. Son
construcciones sumamente osadas y atrevidas que dejaron ya de comprenderse en
la Iglesia primitiva. (Lohfink, Las cuarenta parábolas de Jesús, Verbo Divino
2021, 267-268)
B). La frase “llanto y rechinar de dientes”
es, como se dijo, frecuente en Mateo en referencia al Juicio final que, como se
ve en las citas, no se encuentra en los restantes evangelios. Por ejemplo, es
evidentemente añadida a la parábola de “Q” del dueño que llega y encuentra al
siervo borracho y maltratando a sus compañeros, relacionada, además, con la
suerte que corren las autoridades religiosas, “hipócritas”, texto ausente en
Lucas 12 [por el contexto, parece que Mateo se dirige especialmente a las
autoridades de la comunidad cristiana de las que se espera una actitud conforme,
y no acorde a la de las autoridades religiosas de Israel, “hipócritas”].
Mateo 24,49-51
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Lucas 12,45-46
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Pero si aquel siervo se dice en su corazón: «Mi
señor tarda en venir»,
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49y se pone a golpear a sus
compañeros y come y bebe con los borrachos,
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y se pone a golpear a los criados y a las
criadas, a comer y a beber y a emborracharse,
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50 vendrá el señor de aquel siervo el día que
no espera y en el momento que no sabe,
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46 vendrá el señor de aquel siervo el día que
no espera y en el momento que no sabe,
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51 le separará [dijtomêsei]
y le señalará su suerte entre los hipócritas;
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le separará [dijtomêsei]
y le señalará su suerte entre los infieles.
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allí será el llanto y el
rechinar de dientes.
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C). Señalemos, antes de redondear, algunos
elementos comunes: estos textos “terribles” se encuentran todos en parábolas,
es decir, en imágenes que pretenden ilustrar. Y – además – son presentados en
la conclusión de esas parábolas (las que no deberíamos leer como alegorías, por
cierto). [i.] Las imágenes de espanto (tortura, desmembramiento, zona de angustia
por el llanto y los dientes que crujen) no pretenden decir que así ocurrirá
expresamente (= infierno), sino ilustrar dramáticamente las consecuencias del
obrar contrario al proyecto de Dios como era entendido en su tiempo. Así les
ocurre, por ejemplo, a los reyes, los poderosos y los ricos que no actuaron
conforme a la voluntad de Dios de no hacer acepción de personas (1 Henoc 63). [ii.]
Las imágenes sobre el castigo a los siervos que no obran conforme a la voluntad
de su señor son habituales en el mundo antiguo. Si bien la Biblia lo prohíbe
(Ex 21,20), el derecho romano autoriza a un amo a obrar con su esclavo como le
plazca, sin necesidad de sentencia judicial; y puede, por tanto, torturarlo, o
partirlo en dos. “La tortura era mal vista en Israel, pero aceptada en los
países del entorno y especialmente en la corte de Herodes” (E. Schweizer, Das
Evangelium nach Matthäus, NTD 2, 1986, 247), aunque, es justo decir, que
algunos autores romanos clásicos se oponían a tal maltrato [Marcial, por
ejemplo dice: “Dices que la liebre no está cocinada, y pides los látigos;
quieres, Rufo, trinchar al cocinero antes que a la liebre” (Epigramas
III,94; también otros, como es el caso de Juvenal o de Seneca)]. [iii.] Digamos
que, con imágenes inconvenientes para nuestro tiempo, el Evangelista (notar que
es algo particularmente propio de Mateo) intenta “motivar” a los lectores a
obrar conforme a lo que Dios pretende. Si los crueles amos o reyes de entonces,
obran como es sabido que lo hacen cuando no se reconoce su autoridad, no sería
insensato dejarnos conducir por la voluntad de Dios so pena de quedar excluidos
de su comunidad y quedando fuera quedar allí donde hay tinieblas, rabia,
angustia.
D). La situación económica del Israel de
tiempos herodianos (Mateo llama “rey” a Herodes, aunque propiamente no lo sea;
cf. 14,9; cf. v.1; ¿no será este el “rey” que ilustra algunas de las parábolas
que comentamos y no Dios?) provocó un empobrecimiento grave de los campesinos y
un serio aumento de las deudas. Así, muchos terratenientes pasaron a apropiarse
de las tierras, gracias al elevado endeudamiento, las cuales encargaban a otros
(o a los antiguos dueños) para trabajarlas mientras ellos permanecen en las
ciudades. Esta imagen del “propietario ausente” (que hemos visto en las parábolas
citadas y en otras varias), el aumento de las deudas (y la consabida actitud de
Jesús ante ellas) son importantes para comprender cómo actuaban los
propietarios de su tiempo, y en qué medida sus acciones ilustran los textos
bíblicos [E. Miquel, El Nuevo Testamento desde las ciencias sociales
(2011), 71-88.167-186].
Algunos textos, parece, deberían
escandalizarnos. Y no se trata de suavizar traducciones para evitar el choque,
sino de entender bien el significado y la intención del autor a fin de no
terminar “domesticando” los Evangelios. Al menos eso he pretendido en estas
líneas.
Foto tomada de https://catedrareyes.org/tag/rollos-de-papiro-y-codices-de-pergamino/