La escucha o no de la voz del profeta
DOMINGO DECIMOCUARTO - "B"Eduardo de la Serna
Lectura de la profecía de Ezequiel 2, 2-5
Resumen: Dios ha enviado un profeta aun sabiendo que el pueblo no lo escuchará. Pero el pueblo no podrá decir que Dios se ha desentendido. Escuchar o no es responsabilidad del pueblo a quien Dios envió su profeta.
El relato de vocación de Ezequiel es muy extenso (caps. 2,1-3,15) e incluso viene precedido de una visión (1,4-28). En el relato, Dios se dirige a Ezequiel en varias ocasiones que se van encadenando dirigiéndose a él como “hijo de hombre”. Luego de una breve introducción (2,1) el texto litúrgico presenta el primero de estos dichos (2,2-5). A continuación (v.6) retoma el título (“y tú, hijo de hombre…”) y continúa desarrollando el sentido del llamado.
Ezequiel es enviado a los israelitas exiliados, y para profundizar el (sin)sentido del destino se resalta en toda la unidad que fracasará en su intento: “nación rebelde”, “dura cerviz y corazón obstinado”, “casa rebelde” (vv.3.4.5) cosa que seguirá insistiendo en adelante: amenazantes, escorpiones, casa rebelde…
Un tema que comprenderá todo el relato vocacional es señalar que Israel no escuchará al profeta. ¿Para qué predicar entonces? ¿Tiene sentido? En el texto expresamente le dice: “te escuchen o no te escuchen” (esto último, lo más probable). Más adelante lo explicará: el profeta es como un centinela encargado de avisar del peligro a la ciudad. Es posible que no lo escuchen, pero el centinela habrá cumplido con su encargo:
«Hijo de hombre, yo te he puesto como centinela de la casa de Israel. Oirás de mi boca la palabra y les advertirás de mi parte. Cuando yo diga al malvado: «Vas a morir», si tú no le adviertes, si no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, a fin de que viva, él, el malvado, morirá por su culpa, pero de su sangre yo te pediré cuentas a ti. Si por el contrario adviertes al malvado y él no se aparta de su maldad y de su mala conducta, morirá él por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida. (Ez 3,17-19)
El centinela no existe para sí, sino para la ciudad. El profeta es un ministro de la palabra, y es su responsabilidad comunicarla “lo escuchen o no”.
Es interesante notar que el texto señala que es enviado “para decirles ‘así habla el señor Yahvé’…” (v.4) y no señala qué palabras debe decir. Es que la responsabilidad del profeta es hablar de parte de Dios lo que Él le encargue. Esto es lo que se señala, más allá de la palabra que en determinado momento pronuncie. Precisamente si cumple con su encargo – aun cuando no lo escuchen – “sabrán” que Dios no se ha desentendido, que envió un profeta. Si el profeta-centinela no hablara (aunque fuera por saber que no será escuchado) el pueblo podría decir que nadie le había dicho una palabra de parte de Dios. Ahora no pueden hacerlo, “saben” que hubo un profeta (v.5), por tanto, que Dios los advirtió y ellos son los únicos responsables de su elección y su rechazo.
Resumen: Las manifestaciones de Dios a Pablo podrían permitirle engreírse. Pero alguna situación difícil le impide hacerlo si quisiera. Jesús mismo manifiesta la fuerza de su obrar en la debilidad de Pablo.
Pablo dice de sí mismo que fue llevado hasta Dios mismo (tercer cielo y paraíso acá son sinónimos; no es necesario detenerse en el número de cielos que Pablo conoce); allí le fue dicho algo indecible. La referencia a un arrebatamiento fuera del cuerpo parece helénica (y en el cuerpo más judía), aunque no es necesario sacar demasiadas conclusiones en este punto. Lo cierto es que esa intervención de Dios es lo que cuenta, para Pablo. Ciertamente tendría motivos para hacerse valer, pero no quiere estar él en el centro del debate, de allí la tercera persona, e incluso quiere de ese modo, evitar confusiones. Y, además, son tan importantes las revelaciones que Dios le hizo en su vida, que Dios mismo quiere que el apóstol no ocupe el centro; por eso la espina en la carne.
Se ha hablado mucho sobre esta espina. Ciertamente se refiere a algo que causa dolor y quizá también humillación a Pablo; la voz pasiva (fue dada) invita a pensar que fue dada por Dios (pasivo divino). Sea ésta el rechazo que sus hermanos de raza tienen por Cristo, sea – más probablemente – una enfermedad personal visible, lo importante es que el mismo Apóstol no está exento de escandalizarse por su propia vida. La referencia a Satanás es lo que ha hecho pensar en una enfermedad importante. Es probable. En 3,14; 4,4 es posible que la voz pasiva refiera a Satanás; también es posible aquí. Se trata de un golpe constante para Pablo (aunque el aoristo remite a un momento puntual del pasado), es una expresión visible y evidente de su debilidad. Y es en ella donde Dios aprovecha para mostrar su fuerza.
Para Pablo, la gracia que actúa transformando al hombre, actúa en la debilidad; por eso basta con la fuerza de Dios. Y si es cierto que la fuerza de Cristo actúa más claramente en la debilidad humana, es propio que Pablo se enorgullezca de esta debilidad, así el centro se ubica allí donde debe estar: en Cristo. No es sencillo identificar esta espina, pero el contexto invita a pensar que puede referirse a las constantes dificultades que encuentra Pablo en la predicación del Evangelio (cf. Hch 20,22), sean estas del exterior o de su misma persona. Acá, frente al pedido de que se elimine la espina, Pablo escucha (el tiempo perfecto indica que escucha y sigue escuchando) la voz del resucitado. En este párrafo, gracia y fuerza aparecen como sinónimos; debilidad de Pablo, fuerza de Dios.
+ Evangelio según san Marcos 6, 1-6a
Resumen: Jesús regresa a su patria, pero allí sus hechos y palabras provocan escándalo. La falta de fe de ellos le impide obrar. La comunidad de Marcos se ve reflejada en el rechazo, pero la fe de pocos es una puerta abierta a la esperanza.
La unidad de Marcos comienza y culmina con una referencia a sus parientes y su casa (3,20-21; 6,4). La escena ocurrirá en su “patria” (vv.1.4), en la sinagoga, en un marco de “enseñanza” (vv.1.6). Jesús ya había enseñado en una sinagoga (1,21), en otra es rechazado por fariseos y herodianos (3,6); esta es la última sinagoga a la que entrará – y enseñará – Jesús. Los discípulos (que no jugarán ningún rol en el relato, pero sí a continuación) “lo siguen”. Al igual que en castellano, el griego “patrida” (= patria) tiene su raíz en “padre”, es la tierra / región del /los padre/s (no deja de ser irónico que en la tierra de su “padre” la pregunta sea acerca del conocimiento de su “madre”).
La unidad tiene dos partes, la primera muestra el regreso de Jesús a su patria, la predicación y la reacción ambigua (pregunta y escándalo), la segunda la reacción de Jesús ante esto, también ambigua (deshonrado y algunos milagros). Ambas partes destacan la reacción: “se escandalizaban”, “se asombraba” (vv.3.6).
La primera tiene un cierto paralelo con la primera enseñanza de Jesús en la sinagoga de Cafarnaúm:
Mc 1,21-28 | Mc 6,1-3 |
21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar. | 2 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. y decía: |
22 Y quedaban asombrados (ekplêsomai) de su doctrina | La multitud, al oírle, quedaba maravillada (ekplêsomai), |
27 «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad!... | «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? |
27…Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen». | ¿Y esos milagros hechos por sus manos? |
En la enseñanza sinagogal de Jesús “muchos” lo escuchan y se preguntan “maravillados” de dónde proviene “esto” (el verbo “maravillarse” parece esperar una reacción positiva como en 1,28; cf. 7,37; 10,26; 11,18). “Esto” parece aludir a la enseñanza que le fue dada, el pasivo podría aludir a que Dios se la ha dado; pero la semejanza con el comienzo de la unidad, donde los familiares van a buscarlo a la casa para llevarlo con ellos indica que se dice que está “poseído” por un espíritu impuro (3,22-30). ¿Le fue dada por Beelzebul la sabiduría (sabiduría [sofía] es habitualmente un término positivo; sólo aquí en Marcos)? y a los milagros (obrados por sus manos: ya hemos visto que Jesús revivifica a la hija de Jairo tomándola de la mano, 5,41). El posterior rechazo invita a sospechar que los suyos hacen propia la acusación de los escribas de la posesión de Jesús, lo que hace (expulsa demonios) lo puede obrar “por el poder del príncipe” (3,22). La sorpresa de los asistentes a la sinagoga viene dada porque – se trata de su “patria” – allí Jesús es conocido desde siempre. La enseñanza (oir) y los milagros (ver) parece aludir a la incapacidad de los que están “fuera” para entender las cosas de Jesús, ya manifestada en 4,11-12, los familiares son de “fuera”, como se insiste en 3,32.
Es razonable, en Marcos, que ante Jesús, la actitud siga siendo de incomprensión. Es el carpintero del lugar, su familia vive entre ellos. No es superfluo señalar que Nazaret (aunque no es mencionada por su nombre en esta escena es la “patria” de Jesús: cf. 1,9.24; 10,47; 14,67; 16,6) es una localidad muy pequeña de unas 4 hectáreas (se habla de menos de 1800 habitantes, aunque otros – la mayoría – hablan de menos de 500 y hasta de 200). Es lógico en ese ambiente que todos se conocieran. Si se conoce toda la familia como gente “común” por su nombre, no es de esperar que nadie sobresalga. De allí la falta de honor (átimos) entre los suyos. Es importante recordar que el honor es una suerte de “valor” social que un conjunto tiene (por ejemplo, dado por su oficio). Un carpintero tiene un cierto honor, pero un predicador tiene más. Es este “plus” el que no le es reconocido. El término “tekton” suele traducirse por “carpintero”, pero en realidad se aplica a los trabajadores manuales de materiales duros (a diferencia de los alfareros que trabajan la arcilla, por ejemplo), así se sabe que el tekton también trabaja en la construcción, y hasta la herrería.
La lista del nombre de los parientes es interesante: todos pertenecen a las raíces más profundas de Israel: Jacob (sant-Iacob), José, Judá(s), Simón (estos últimos, hijos de Jacob-Israel). En un contexto de conflicto social con el imperio, y con la frecuencia de muchos nombres helenistas o latinos, la familia de Jesús – quizás en un marco de resistencia ante el imperio – ha elegido todos nombres significativos política y religiosamente para los suyos.
La primera parte finaliza diciendo que se escandalizaban, cf. Rom 9,33 (Is 8,14); para Pablo, Jesús es una piedra de tropiezo, pero “el que crea en él no será confundido”. Hay que señalar que en la Biblia, el escándalo puede ser también ambiguo. Una cosa es provocar el escándalo de los “pequeños que creen”, es decir los que tienen una fe incipiente en la comunidad (palabras dirigidas especialmente contra los que tienen alguna responsabilidad en la comunidad cristiana, cf. Mt 18,6) y otra muy diferente es escandalizarse de la novedad que trae Jesús a la historia. En el primer caso Jesús critica a quienes escandalizan, en el segundo a quienes se escandalizan.
Salvo en esta auto-referencia, el título profeta en Marcos se aplica especialmente al Bautista (cf. 1,2; 6,15; 8,28; 11,32 [o a una comprensión inadecuada de Jesús]), sólo aquí Jesús es mencionado como tal (un dicho que parece quizás un proverbio, cf. Jn 4,44: “encontrarán que los pueblos más sensibles y sabios tienen escaso cuidado por sus propios paisanos” [patrisin], Plutarco). Obviamente, al atribuirse este título, Jesús destaca que habla “de parte de Dios” (eso es un “profeta”) y no de parte de Beelzebul.
Pero no son sólo los paisanos quienes se oponen y deshonran al profeta. También “sus parientes y su casa”. Como se dijo, ya sabíamos que ellos eran los de “fuera” de la comunidad de Jesús. Pero sin duda la comunidad de Marcos sabe leer más en esto. Se trata de una comunidad perseguida y martirizada, incomprendida por los parientes (ver 10,28-30; 13,12-13) y Jesús – una vez más en Marcos – les remarca que mutuamente están asociados Jesús y ellos en la cruz y en el rechazo.
El tema central es la falta de fe de los habitantes. A causa de esta incredulidad, Jesús “no podía” hacer allí milagros. Ya hemos visto en los milagros anteriores (tempestad calmada, mujer con hemorragias, revivificación de la hija de Jairo) la centralidad de la fe en relación con los milagros.
Una nota sobre los milagros en la Biblia. Nuestra mentalidad, frente a lo que llamamos milagros suele intentar dar respuesta a la pregunta ¿cómo fue posible esto? Si alguien se sanó y la ciencia no parece tener respuesta a eso, se suele interpretar el hecho como “milagroso”. No hay respuesta científica y esta se atribuye a una intervención divina. El mundo bíblico, en cambio, da respuesta a la pregunta ¿qué nos dice Dios en eso? ¿Cómo encontramos a Dios en esto? Ante hechos que la ciencia podría explicar, los modernos no veríamos un milagro, mientras que los antiguos lo celebrarían. El milagro, entonces, empieza en la fe (parte de la suposición de que allí podría estar o no actuando Dios) y ayuda a la fe. En este caso, Jesús “no podía” hacer milagros a causa de la “falta de fe” de sus paisanos. La incredulidad, manifestada en la idea “a Jesús lo conocemos, como conocemos a su familia” impide que – salvo unos pocos (creyentes, obviamente) – pueda obrar milagros. Estos “pocos”, sin embargo, dejan la puerta abierta a la esperanza.
Dibujo tomado de jesustekton.blogspot.com
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