Aguer y las manchas del tigre
Eduardo
de la Serna
Para
quienes me conocen, saben que mi relación con Héctor Aguer es nula. O nefasta.
O como se la quiera calificar. Mi opinión sobre su persona y la suya sobre la mía
quedaron reflejadas en el libro “El último cruzado”.
Siendo
arzobispo en ejercicio, tenía que disimular su posición aberrante, la cual hizo
explícita a partir de ser tenido como “emérito”; aunque sin mérito, me gustaría
señalar. A menos que ser jubilado lo sea, cosa que no parece ser reconocido en
otros ámbitos.
Su posición
integrista, retrógrada y del pleistoceno es evidente. ¡Y se jacta de ella con
su lenguaje engolado y detestable!
En ocasiones
se presenta como un analista de temas de los que “toca de oído”, o a los que
mira desde su detestación. Incluso – fue curioso – ante la sensata y razonable
crítica a la meritocracia por parte de sectores oficialistas, hizo su crítica “sapiencial”,
pero sin poder meter ni un mediocre tema o insinuación teológica (de lo que se jactaba
en otros ámbitos) porque si hay algo que teológicamente es evidente es que el
mérito no entra “ni un cachito así” en el tema de nuestra relación con Dios.
Para
coronar sus aberraciones nos desayunó en el detestable programa “Claves para un
mundo peor”, conducido por un error Garrafal, donde ironizó e hizo alusiones a
la década de los 70. Algunos (y fuimos varios) nos encontramos “expulsados” de
la parroquia en nuestra adolescencia (1973). “Marxistas” era lo menos que nos decían.
Recuerdo que la mamá de Magda y Cecilia, militante activa de la parroquia, lo
enfrentó preguntándole cómo era posible que dijera eso de sus hijas… Algunos, posteriormente
desaparecidos, imagino que se lo agradecerían. Recuerdo, como corolario, que en la
parroquia él y su amigo Gustavo Podestá dictaron unos cursos: “El hombre nuevo,
de San Pablo a Mao Tse Tung”. Y recuerdo que, pocos años después, preguntó al superior del seminario "¿qué hace ese ahí?" (“ese” era yo, y “ahí” era el seminario; dato que me
contó el mismo superior). Estando “ahí” escuché anécdotas terribles de su
persona. Anécdotas que él negaba (lo que es razonable ya que a nadie le causa
gracia que lo acusen de cómplice de genocidio, por decir algo, aunque silenciosamente se jactara o aplaudiera).
Y
ahora, en el programejo que suele tenerlo de columnista (“dime con quien andas…”)
esbozó un “homenaje” a las "víctimas" del copamiento del cuartel de Formosa. Dejo
de lado que pareció que “se le escapó” hablar de “víctimas de la represión
ilegal”, y que dos veces habló de “homenaje”. Curiosamente, siguió en su
vómito, hablo de alguien (a quien se negó a nombrar) como “inspirador de los
montoneros”, lo que dejó la puerta abierta a decenas de imaginarios sujetos
(¿Perón?, ¿Mugica?, ¿Verbitsky? ...); y avanzó, con un rictus que asemejaba a
la ironía, a ex montoneros que “se pasean”, con “cargos en el gobierno” y demás
cosas. ¿Se refería a Patricia Bullrich? ¿a Montoto? ¿a Galimberti? No es
evidente. Sí es aberrante. Pero, ¿qué le hace una mancha más al tigre?
Foto
tomada de https://www.infotigres.com/piel-de-los-tigres
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