domingo, 24 de marzo de 2024

Una extraña «guerra»

Una extraña «guerra»

Eduardo de la Serna



Si nos guiáramos por un diccionario etimológico, cualquier conflicto, pelea, tumulto o confusión sería una guerra [querella]. Si lo hiciéramos por un diccionario común, se trata de una “Lucha armada entre dos o más naciones o entre bandos de una misma nación. contienda, enfrentamiento…” (RAE), “desavenencia o rompimiento de paz entre dos potencias…” (Espasa Calpe). Pero con el tiempo, y en especial aprendiendo de la historia humana, el término fue adquiriendo un sentido técnico; y se han establecido algunos criterios para los crímenes de guerra (Convención de Ginebra), leyes de guerra (Convención de La Haya), etc. Podemos comparar los viejos actos de guerra en los que la lucha era “cuerpo a cuerpo” (aunque flechas, hondas y lanzas hacían relativo el planteo) a muertes más anónimas como bombardeos y obuses o misiles para finalmente entrar en terrenos casi totalmente virtuales, como drones y computadoras… Valga esto, simplemente, para señalar que la palabra “guerra” es sumamente dinámica, ¡y precisa!

Aplicarla a cualquier cosa es grave si se pretendieran evitar errores. Decir que se le declarará la guerra al dengue, por ejemplo, es una verdadera tontería, lo que – por cierto – no quita que se lo debe enfrentar con todas las herramientas (no “armas”) posibles. Lo mismo vale para hablar de la guerra a “las drogas” (¿las drogas son malas, o lo malo es el “consumo problemático” y su tráfico?), y otros… Hablar con una cierta precisión resulta sumamente razonable (y es sumamente conveniente para los mercaderes, cuando no se lo hace).

Veamos un sencillo ejemplo de un pueblo eminentemente guerrero, los romanos. La violencia los constituye desde sus mismos mitos fundacionales como cuando Rómulo asesina a Remo (alimentados con leche de loba, para más clima), o el rapto de las sabinas. La violencia está en su ADN, pero, sin embargo, para el derecho romano, “hay guerras y guerras” … Hay guerras necesarias, como por ejemplo combatir a los piratas que impiden el normal abastecimiento de granos desde Egipto, y se reconoce heroicamente a los vencedores; hay guerras intestinas, que también son calificadas de tales, “guerras civiles”, como cuando Marco Antonio y Octaviano combaten contra Casio y Brutus, asesinos de Julio César… y, también, hay batallas muy importantes y resonantes, pero el senado romano solo concede la celebración de un “Triunfo” al vencedor de una guerra, y “guerra limpia”, es decir a la derrota de un enemigo extranjero (los galos, los judíos, los griegos, Britania…). Hay guerras y guerras.

Curiosamente, en nuestra historia reciente, cuando los habitualmente inescrupulosos empresarios argentinos querían expulsar un gobierno que sentían que los perjudicaba (siempre, todo los perjudica, “¡pobres santos!”), no solamente vaciaron las góndolas de todos los mercados (desabastecimiento) sino que manipularon las mentes militares convenciéndolos de la libraran una “guerra” contra las guerrillas (que ya estaban bastante desarticuladas, como se sabe, después de Formosa y Monte Chingolo). Y, entonces, con bastantes elementos preparativos o de “ensayo” (como el levantamiento del brigadier J. O. Capellini, el asesinato de Pancho Soares y Pepe Tedeschi, o el secuestro de los papás de Victoria Montenegro, y la apropiación de su hija de solo 13 días) un 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas reincidieron en tomar el poder político (sabiendo que el verdadero poder, el económico, lo manejarían sus mandantes). Curiosamente ellos creyeron, o quisieron creer, que libraban una guerra, pero se negaron a denominarla tal; incluso, por ley, estaba prohibido aludir a ello y se combatía a una “banda de delincuentes” o se trataba de una “lucha antisubversiva”; no se podía nombrar a Montoneros y ERP (¡qué costumbre tiene la derecha con eso de prohibir nombrar a sus adversarios!). Pero después que debieron huir del poder (cosa que no hiciera el poder económico) empezaron a llamarla abiertamente guerra (para poder hablar de sus “excesos”, cosa que evidentemente no hubo por tratarse de un “plan sistemático”). “Guerra” querían, también, llamarla las guerrillas en un acto de pedantería presuntuosa, quizás. Pero también primó la lógica francesa aprendida en Argelia del “enemigo interno” importada desde José López Rega y luego aprendida en Panamá, en la Escuela de las Américas. Mirando seriamente nuestro pasado, hemos de señalar, sencillamente que, si algo no hubo fue una “guerra” (y, si la hubiera habido, es público y notorio que esta tiene leyes, límites y convenciones regulatorias a los que los Estados se han sometido, cosa que no hicieron; incluso, cuando Alfonsín pretendió, ¿ingenuamente?, que la justicia militar los juzgara, eso nunca ocurrió).

Desde la maravillosa Carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta Militar [https://www.tiempoar.com.ar/ta_article/rodolfo-walsh-carta-junta-militar/] quedó claro que la “lucha antisubversiva” fue una horrorosa y criminal excusa para poder implantar un plan económico; para ello necesitaban “mano de obra barata” y las Fuerzas Armadas se prestaron “heroicamente” a ello. No es casualidad - ¡nunca lo es! – que se trate del mismo plan económico que aplica en nuestro país el actual gobierno casi dictatorial, no es casualidad que reaparezcan los supuestos “enemigos internos”, desde Madres y Abuelas, Estela y su teléfono intervenido, las amenazas a Teresa Laborde Calvo y la violencia ejercida a la militante de H.I.J.O.S. por no remontarnos a la entrega de la patria (curiosas fuerzas armadas que benefician a potencias extranjeras asesinando compatriotas) y el rechazo, por ejemplo, al pueblo Mapuche... Podríamos seguir, la realidad está a la vista para el que quiera verla, aunque la manipulación de los medios que manejan sentimientos hace que no se vea lo que está a la vista y creamos lo que “ellos” quieren que creamos. “Guerra” rara esta, contra nosotros mismos. Seamos precisos… desde las guerras intestinas del s. XIX, Argentina sólo tuvo una guerra, la de Malvinas, en la que las Fuerzas Armadas, con honrosas excepciones, demostraron su ineptitud e incapacidad. No nos hablen de guerra, hablemos de “paz”, algo para lo que, parece, el actual gobierno está absolutamente incapacitado.


Foto tomada de https://www.radiofueguina.com/2020/07/04/torturas-la-guerra-de-malvinas-donde-todavia-se-sigue-combatiendo/

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