Exorcizar al presidente
Eduardo de la
Serna
Me permitiré una
pequeña analogía, y, aclaro, analogía es “relación de semejanza entre cosas
distintas”. Tengo claro lo “distinto”, pero hay algo en lo que me parece que se
puede encontrar “una” semejanza (no más, para evitar malos entendidos) y la
señalo.
Hace muchos años
conocí a León Ferrari. En realidad, fueron dos ocasiones, una fue en una
presentación de un libro de Horacio Verbitsky en la Feria del Libro, y otra – a
esta me referiré – a partir de su muestra que fue atacada por sedicentes
cristianos al aullido de “¡viva Cristo rey!” y la destrucción de algunas obras.
Me solidaricé con él, aunque no había ido a la muestra, cosa que después hice.
Y acá mi punto… no me gustó nada (cosa que le dije) salvo algunas obras (¡el Cristo
crucificado en el avión de guerra me pareció excelente!) y me llamó la atención,
como una suerte de recurrencia, lo que me pareció que había un terrible miedo
al infierno. Seguramente transmitido por su padre (que entiendo era un buen
pintor de iglesias) no había sino una y otra obra donde salía el tema al que
enfrentaba con ironía y rebeldía (¿adolescente?). Incluso, decía, el papa debía
anular el infierno por decreto. Intenté varias veces explicarle que ni el
infierno era lo que le habían transmitido ni era – en caso de existir – algo que
dependiera del papa de turno. Fracasé en mi intento, por que hablábamos de dos
realidades diferentes. Desde mi punto de vista, él temía a algo que, así como
lo planteaba, sencillamente creo que no existe, por lo que no nos entendíamos
en este tema.
Y, acá mi
analogía, además de la referencia al León, también recuerdo en mi infancia y
adolescencia el clima en el que el “comunismo” (no importaba ni la tensión
entre las teorías y las praxis, ni las diferentes concreciones en diferentes
lugares, ni los diferentes autores) era como el mismísimo “diablo” y vivir en
un país comunista era lo más parecido al infierno que alguien pudiera imaginar.
Así se decía en los ambientes que solía frecuentar. Pero hubo una guerra, a la
que llamaron “fría”, y el comunismo, como tal, casi desapareció (no me atrevo a
decir que fracasó el sistema, precisamente porque no se permitió que libremente
pudiera desarrollarse, sino que se hizo en el clima de una “guerra”, lo que
hace que sea diferente). Lo cierto es que, hoy, en la práctica, el “comunismo”
es casi una especie en vías de extinción. Entonces, cuando escucho al
presidente de la Nación hablar del comunismo, la izquierda, los zurdos, recuerdo
al infierno de León Ferrari. No sé si el miedo a ese “cuco” se lo transmitió su
papá entre golpe y golpe, su círculo de amigos (si los tuviera), si un ex zurdo
lastimó a su hermana o qué, pero escucharlo hablar de algo que no existe (como
su escuela austríaca, deberíamos acotar) invitaría a sugerirle un exorcismo de
esos demonios perversos que lo atormentan. A lo mejor, si se sometiera a ese
ritual, y tuviera éxito, quizás el país volvería a la necesaria senda de la
paz, del encuentro y de la justicia. ¡No sería poco!
Imagen tomada de https://www.cultura.gob.ar/cien-anos-de-leon-ferrari-9425/
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