Una mirada al papado… a este.
Eduardo
de la Serna
Piense lo que piense yo sobre
el papado de Jorge Mario Bergoglio, o sobre el Papa Francisco (que no son
necesariamente lo mismo) no está de más avanzar una reflexión. Ciertamente
incompleta; ciertamente parcial.
Hace ya varios años dije y
escribí que en lo fundamental yo no veía que hubiera habido cambios. Me
refería, lo dije, especialmente al ejercicio del papado y a sus (supuestos)
colaboradores de la curia romana. No es novedad que el papa Benito XVI hubo de
renunciar porque no pudo o no supo enfrentar “los lobos” que allí había (lo que
sirve para pensar que el hecho de ser un teólogo excelente no lo transforma,
necesariamente, en un buen obispo, o papa). Sabiendo esto, el papa Francisco “creó
una comisión” (la de los 8, que pronto fueron 9 y ahora son 6); varias
reuniones anuales de varios días para ir pensando la reforma de la curia
romana. Un mal pensado podría pensar que el General Perón decía “si quieres que algo no funcione, crea una
comisión”. De conducción, Perón sabía. Y el Papa, es peronista. Lo cierto
es que llevamos 6 años de papado de Francisco lo que hace unas 28 reuniones del
grupo (la última en febrero 2019) que todavía no hizo nada más que agregar más
burocracia (¿más “lobos”?) a la curia creando dos nuevos dicasterios. De los
cardenales asesores dos debieron “huir” por denuncias de pederastia y uno está
sospechado de desmanejos económicos en su sede hondureña.
Todos sabemos que, en un
papado, las palabras, los gestos pueden ser maravillosos, pero nada de eso es “eclesialmente normativo” como sí lo es “lo
escrito”. De hecho, teóricamente, los 8/9/6 cardenales están trabajando para
reformar una “Constitución apostólica” (= decreto de necesidad y urgencia, un “escrito”)
del Papa Juan Pablo II (la constitución “Pastor
Bonus”, sic, del 28 de junio de 1988). Para decirlo sencillamente: si hay
un texto escrito, un “papel firmado” eso no es fácil, o no es rápido de
modificar (como la comisión parece demostrarlo), pero lo que no está escrito “pasa”.
Así está dicho, en latín, como corresponde: “scripta manent, verba volant” (lo escrito permanece, a las palabras
se las lleva el viento). Es decir, nada impide que después de Francisco I
retome el poder Pio XIII o Juan Pablo III.
Se dirá que hay decenas de
cosas muy buenas; y no necesito que me las enumeren: las conozco, y las
celebro. Los discursos a los movimientos sociales, en especial el de Santa Cruz
de la Sierra, por ejemplo; los cientos de gestos sencillos, populares y
discentes: desde no querer que le besen el anillo a no ponerse los ridículos
zapatitos rojos; desde decir en más de un reportaje y con naturalidad “me equivoqué” a la elección de varios
obispos cercanos y pastores de su comunidad [no todos, por cierto], para poner
ejemplos.
Reconozco que hay muchos
sectores, incluso teólogos de la liberación, encantados con Francisco. Sin duda,
luego de haber sido señalados con el dedo acusador e inquisidor de Juan Pablo a
golpeados por el martillo perseguidor de Ratzinger a ser saludados por el
cumpleaños, obviamente hay, al menos en lo sensible, un abismo. Es evidente que
hoy no tenemos una lista de teólogos censurados y condenados como padecimos
años ha. Pero, de ahí a hablar de “primavera eclesial”, como más de uno ha
hecho, creo que media un abismo. Además, porque si la Iglesia no es el Papa, ¡y
no lo es!, hay cientos de obispos juanpablobenedictistas
que todavía blanden el “martillo de herejes” sea contra las izquierdas, la
modernidad o la ideología de género.
Tengo claro, y no lo espero,
que ninguna persona (y, por tanto, ningún papa) hará todo bien, dirá todo bien
y propondrá todo bien. De humanidad se trata. Ya he dicho que creo, por
ejemplo, que en el tema género/mujer/feminismo, el papa “hace agua por todos lados”. Por ejemplo, cuando quiso arreglar su
desatinada frase de que “todo feminismo
puede ser un machismo con polleras” aclaró que se refería a los “feminismos de protesta”, como si existiera
algún feminismo que no lo fuera: ¡de protesta se trata! (hermanas [y hermanos]
feministas, ¡no dejen de protestar, por favor!). Pero, sin duda, la centralidad
que tienen los pobres en las palabras y gestos del Papa es algo que debo
celebrar, aplaudir y soñar que no se desarticule en el mañana. Y, debo
confesarlo, como tema, me parece principalísimo.
Pero queda un tema muy grave
por pensar: la pederastia. Ya el papa Benito XVI había hablado de “tolerancia cero” (y en varias cosas la
aplicó, dejando a la luz dudosísimas actitudes y amistades de su “amado
predecesor”). Recientemente el papa Francisco tomó una decisión que puede ser
interesante, pero sólo aplicada al Estado Vaticano (donde niños hay bastante
pocos, debemos reconocer: "la
obligación de denunciar los abusos a las autoridades competentes y cooperar con
ellos en actividades de prevención y cumplimiento de la ley"). Es
verdad que, si de Iglesia sinodal hablamos, sería de desear que cada diócesis o
cada conferencia episcopal decidieran medidas conforme a esta tolerancia cero. En
lo personal, no quiero un papa que sea “el obispo”, sino que sea obispo de
Roma, y como tal, haya una Iglesia en comunión en la que él presida la caridad.
Pero, si vamos a aplicar esta medida ante un caso tan grave, trascendente y de
tanto dolor y tantas víctimas podemos pensar, entonces, si se permite que cada
diócesis tome sus propias decisiones, quizás debería anularse el Código de
Derecho Canónico, por ejemplo, dejando que cada diócesis o conferencia
Episcopal pensara el propio. Es decir, o se incorpora la tolerancia cero, la
denuncia a la justicia (o poder judicial, para ser exactos) de la sociedad civil
al Derecho Canónico o deberían explicarnos esa suerte de esquizofrenia que deja
desconcertados a más de uno. Insisto en lo que dije otra vez: ante los casos de
pederastia me queda la duda si muchos en la Iglesia (¿el papa incluido?) están
preocupados por el tema, pero por su incidencia en la Iglesia (el escándalo,
por ejemplo) y no por una preocupación seria y “misericordiosa” con las
víctimas. Lamentablemente, creo que este es el caso en muchísimos curas,
obispos y textos.
En suma, si de papado
hablamos, sin duda celebro mucho más a Francisco que a sus predecesores. Y no
lo dudo, realmente. Pero en cuanto a su papado, en mi apreciación personal,
creo que es mucho más lo que hay en el debe que lo que tenemos en el haber.
Después, seguiré celebrando muchos de sus gestos, muchas (no todas) de sus
palabras, muchas actitudes (como seguir sin venir a la Argentina, por ejemplo).
Y, obviamente, sigo esperando… Claro que esta es simplemente mi mirada, quizás
compartida por otras y otros.
Foto tomada de https://www.pinterest.at/pin/369365606915271376/
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