Empatía, simpatía y otras “patías” más
(o "yo me divierto como quiero")
Eduardo
de la Serna
Precedida de numerosos
prefijos, la raíz “patía” casi parece de moda: sim-patía, anti-patía,
tele-patía, homeo (o alo)-patía, y muchas otras más. Sin duda, como es
razonable, será el prefijo el que oriente el sentido. Porque de “sentido” (pathos) se trata. La clave viene dada
por que ante un sentir / sentimiento hay una serie de actitudes por parte de
otro. Sim-patía, entonces, es sentir “con”
el otro, como siente el otro, en comunión con el otro, y, por cierto, la anti-patía es todo lo contrario.
Cuando la sociedad que se propone
está marcada por el individualismo, en el que cada quién debe ocuparse de su éxito,
de su mérito, o de su emprendimiento, pues para “les otres”, lo que esa persona
sienta nos tiene sin cuidado. Cada quien debe buscar ser feliz y si todos lo
son, la sociedad lo será, se afirma – de un modo pseudo-zen – con una
ingenuidad absoluta o un cinismo cruel. A lo sumo me importará el sentir de los
“míos” (familiares y/o amigos) porque participan de mi mundo de sentimientos,
son un “yo más amplio” (nunca un nosotros). Es decir, sus sentires son también míos.
Cuando la sociedad, en cambio, se ve como una comunidad organizada, cuando “el
otro” (otra y otre) cuenta, celebro sus alegrías, me duelen sus dolores,
festejo sus fiestas. Es razonable, en estos casos, disfrazar con “sentimentalismos”
que “me” conmueven, y desentenderme de la Patria (porque no hay hermanos) y
poner animales en los billetes o clausurar zoológicos, porque conmueve mucho
más un cachorrito que un wichi hambriento. Y esa inexistencia del otro, esa
insensibilidad a su dolor (algunos utilizan el término dis-patía) lo niega, lo discrimina, lo ningunea, o – a veces – lo elimina:
no es otro sino un negro, o un trofeo. Yo me divierto (como quiero, por cierto)
y filmo, o acuso a un ausente para perjudicarlo. ¡Divertidísimo!... Como tirar
un cordero desde un helicóptero, como prender fuego a un indigente (y también
filmarlo) o como hacer nada y pensar nada en una reposera (en el caso en el que
estoy pensando, lo de “nada” es una obviedad, casi un pleonasmo). El ónfalocentrismo (ómfalos
= ombligo) suele caracterizar al a-pático.
No es muy diferente lo que puede pensarse del mamonacéntrico (mamona, dinero divinizado). Sólo importa
mi dinero, (o el de mis amigos o hermanos de la vida) y no el sufrimiento que
esto pueda implicar a terceros. Al fin y al cabo, no han de ser muy
meritócratas o no debo ocuparme; que lo hagan ellos mismos. Por eso se puede
afirmar claramente que los modelos centrados en el individualismo, o en el dios
dinero (que se parecen, por cierto), carecen absolutamente de em-patía.
Pero hay otro modo de vivir y
convivir. Un modelo en el que el / la / le otre cuente. Y, especialmente,
cuenta su dolor. Es la actitud del que se divierte con los demás, y no a costa
de ellos. Es la actitud que nace de la solidaridad. Es la construcción de una
sociedad humana, una sociedad empática.
Quizás la clave esté dada por el
otro, pero no ese que escondemos detrás de “la caridad bien entendida”,
empezando por casa, sino ese otre, ese desconocido / a / e. Ese otre y su
dolor. Cuando veo que hay quien se divierte prendiendo fuego bajo un puente a
un indigente, o que otro se divierte responsabilizando de una golpiza a uno que
estaba a 465,9 kms del lugar, pienso que la diferencia
está precisamente dada por el ombligo por un lado y la vida por el otro. Y
saber que cuando “le otre” no cuenta, pues precisamente es muy difícil pensar
algo o edificar algo con ellos. La vida no es un partido, para divertirse, sino
un desafío para edificar sim-páticamente,
sin-fónicamente, en sin-tonía fraternal y sororal. Es por
eso que sigo creyendo que “la patria es el otro” (aunque hoy digamos otre).
Imagen tomada de https://asociacioneducar.com/empatia-caracteristicas
la falsa empatía, la falsa espiritualidad y el falso "hacer" para otros/as/es, creo muchas veces, que puede confundirse también con la soberbia, porque puede suceder en el sujeto que esté tomando la necesidd del otro/a/e, como un vehículo para demostrarse asimismo que tiene y puede darle lo que el otro/a necesita...por consiguiente, sentirse poderoso/a...porque al tener lo que al otro/a le falta, lo convierte en empoderado/a.
ResponderBorrar¿cómo hacer para no caer en ese falso y autoconvencimiento de que estamos haciendo algo verdaderamente por el otro/a y no por uno/a mismo/a? esa empatía que siento y esas ganas de involucrarme...pueden enmascarar lo que realmente estoy buscando...y es solo la satisfacción personal de que tengo lo que al otro/a le falta...y soy YO quien puede dàrselo...
y es por todo esto que en la oración es el único lugar donde me reconforta encontrar el rosotro del Señor, porque ahí su mirada de hijo/a, me hace sentir que soy pequeña ante tanta la grandeza de su Amor y solo agradezco que me haga ver su rostro en los demás...cuando camina a mi lado o me mira tendido en el suelo o estirando la mano en la estación de tren...
Sentir que el Señor me acompaña en cada momento que doy y dejo de ser, en ese preciso instante, la que antes fuí...para sentir su presencia en la gratuidad del cada día de la Vida y en la devolución de su Amor a través de mis afectos y rostros concretos que nos acompañamos en lo cotidiano mirándonos a los ojos con la presencia de Dios y su Misericordia entre nosotros/as/es.