sábado, 14 de marzo de 2020

“¡Aléjate, demonio del coronavirus!”



Eduardo de la Serna



Las redes sociales nos inundan (e inundamos) en estos días de pandemia: información (cierta y falsa), reflexiones, bromas (algunas muy buenas, debo decir… claro que Freud quizás nos diría alguna “cosita”)… y planteos religiosos. Varios. Y – debo decirlo – la mayor parte, ¡espantosos! Algo he reflexionado (espero que bien) en otra parte, pero aquí quiero detenerme en otro capítulo de la tontería. “La expulsión del coronavirus en el nombre del Señor”.

Es llamativa la cantidad notable de veces que grupos fundamentalistas (evangélicos y católicos) se atreven a hablar, sentenciar y obrar “en el nombre del Señor”. Curiosa atribución.

Veamos brevemente esto antes de dar un paso más. Los profetas, por ejemplo, son aquellos que hablan “en nombre de Dios” y lo señalan claramente: “así dice el Señor”, o ideas semejantes. Pero ¿cómo saber si realmente el que dice hablar “en nombre de Dios” lo hace o, en realidad, es sólo él mismo el que habla. En la Biblia no hay criterios estables, aunque hay algunas insinuaciones. Pero, lo cierto, es que Dios “no quiere” que alguien hable en su nombre si él no le ha encargado hablar. Un ejemplo de todo esto se encuentra en el libro del Deuteronomio:

Suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca y les dirá lo que yo le mande.  A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi Nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi Nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá. Y si te preguntas: ¿Cómo sabremos si tal palabra no es Palabra del Señor? Cuando un profeta hable en Nombre del Señor y no suceda ni se cumpla su palabra, es algo que no dice el Señor; ese profeta habla por arrogancia, no le tengas miedo. (18:18-22)

En el Nuevo Testamento también hay un texto interesante: hay alguien que no es del grupo de Jesús, pero expulsa demonios “en su nombre”. Los discípulos pretenden impedírselo, pero Jesús los reprende:

–No se lo impidan. Aquel que haga un milagro en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. Quien no está contra nosotros, está a nuestro favor. Quien les dé a beber un vaso de agua en atención a que ustedes pertenecen al Mesías les aseguro que no quedará sin recompensa. (Mc. 9:39-41).

El bien de los alienados es el punto de partida. Ahora bien, también es cierto que Jesús afirma “desconocer” a algunos de esos:

muchos me dirán: ¡Señor, Señor! ¿No hemos profetizado en tu nombre? ¿No hemos expulsado demonios en tu nombre? ¿No hemos hecho milagros en tu nombre? (Mt. 7:22).

“Señor, Señor” es la suprema confesión de fe, pero lo que Jesús pretende, ante todo, es que “haga la voluntad de mi padre” (Mt 7,21). Se podría decir mucho más, pero señalemos que, para la Biblia, el primer paso es la profunda comunión con Dios: por esa comunión es que se puede hablar u obrar “en el nombre de” Dios / Jesús. Sin esa comunión con el querer de Dios entramos en el terreno de la manipulación, o, si se quiere: “tomar el nombre de Dios en vano”.

Pero demos, entonces, un paso más… he escuchado audios y videos de supuestos “habladores en nombre de Jesús” que expulsan el “demonio” del coronavirus.

En la curación de enfermedades, Jesús recurre (según los evangelios) a diferentes modos: toma de la mano, toca, pone saliva, etc. Diferente es cuando Jesús “expulsa”. Se puede expulsar una “paja del ojo”, echar la gente para quedarse solo, se traerán trabajadores para la mies, extraerán cosas de un tesoro, o de arcas, se expulsan los vendedores del templo, etc… pero la gran mayoría de las veces que Jesús “expulsa” se trata de “demonios”. Se ha avanzado bastante, especialmente con la ayuda de las ciencias sociales, en el tema de los demonios y los Estados Alterados de Conciencia, y aquí lo tenemos en cuenta. Se trata, con frecuencia, de situaciones alienantes que aniquilan una persona a la cual Jesús libera. Habitualmente se trata de fuerzas interiores desconocidas (daimoníon) que provocan situaciones malas a la persona “poseída” y ya las menciona Homero. La identificación entre “los demonios” y el “diablo” ciertamente no parece bíblica. Pero, lo importante, es que se trata de fuerzas desconocidas, de personas que son psíquicamente rehabilitadas por Jesús.

Señalo todo esto, porque “expulsar el virus del coronavirus en el nombre de Jesús” me resulta aberrante, falso, manipulador de conciencias (y de billeteras) de personas a las que – una vez más – se les ha inoculado el miedo, que es un virus muy poderoso. No tienen nada que ver con las curaciones de Jesús (y menos con la expulsión de “demonios”, algo que – ciertamente – el virus no es). La mejor manera de expulsar el coronavirus es lavarse bien y mucho las manos, cuidarse y cuidar a los que nos rodean, no participar – especialmente las personas de riesgo – de eventos (incluso el culto) donde contagiarse es posible. Y, ante alguna eventualidad, ponerse 14 días en cuarentena a fin de evitar posible contagio a los demás. El único exorcismo que nos protegerá del coronavirus es exorcizarnos de la estupidez, que combinada con el Covid-19 es realmente peligrosa.


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