El Coronavirus y la importancia de la oración
Eduardo
de la Serna
En medio de la verdadera
psicosis que nos rodea por el Coronavirus, aparece otro virus que se ha
transformado en una verdadera pandemia: ¡las redes sociales! Llegan mensajes
con alertas, con conspiraciones, con recetas, con explicaciones reales o falsas…
Decenas y miles de cosas que se vuelven imposibles de evaluar, pensar,
cuestionar, discernir. Y, como dijo el perverso, “algo queda”. Entre tanto
material, no podía faltar el supuestamente religioso. No solamente el gracioso
pastor neozelandés que explicó que los que dan el diezmo (¡a él, claro!) están
exentos de la enfermedad, hasta supuestas cadenas de oración. Señalo acá una
que me llegó, pero simplemente a modo de ejemplo y como punto de partida para
una reflexión:
Señor Jesús unidos como hermanos te rogamos que por tu misericordia no permitas que el Coronavirus entre a nuestros hogares. Pon un muro de ángeles alrededor de cada familia y que se haga viva tu palabra que dice en el Salmo 91.10: «No te sobrevendrá mal ni plaga tocará tu morada, pues a sus ángeles mandará cerca de ti para que te guarden en todos tus caminos».
En lo personal, creo que este
tipo de oraciones se parecen más a la idolatría que a la verdadera oración. Curiosamente,
la cita del Salmo es la misma que el diablo utiliza para tentar a Jesús (porque
también el diablo cita la Biblia, ¿no?; Lucas 4,9-11). Se parece a la idolatría
porque es manipulación de Dios, porque no es eso lo que es la oración, no es
eso lo que dice el texto bíblico, ni es así que se lee la Biblia, no es eso la
misericordia de Dios, no son eso “los ángeles” y, en síntesis, no es así Dios.
¿Dios permite que el coronavirus se difunda por el mundo salvo entre los
creyentes que rezan? Extraño Dios ese, extraño padre, extraño amor.
¿Eso significa que Dios quiere el coronavirus?
¡ciertamente no! Dios no quiere que los seres humanos manipulemos la vida y la
creación provocándonos enfermedades que afectan y hasta matan multitudes. Dios
no quiere que la salud esté en manos de unos pocos y que otros pocos lucren
millonariamente con la vida de los pobres. Dios no quiere la muerte, para
decirlo claramente. Pero que Dios “no quiera” no significa que Dios pueda
intervenir, y peor aún, que lo haga selectivamente en aquellos meritócratas que
formulan oraciones de excelencia, o “de manual”. Dios quiere que nos cuidemos
los unos a los otros (y otras… y otres …). Y cuidarnos significa todo, porque
eso es una consecuencia obvia del amor. Porque lo único que nos falta, en medio
de la crisis, es que aquellos que se han infectado además sean mirados por los “buenos”
y los “justos” como “personas de poca fe” (entre los creyentes, por cierto).
¿Qué digo cuando afirmo que Dios “no puede
intervenir”? Digo que no creo en un Dios titiritero que maneja los hilos de la
historia y las personas, y que sana a un grupo de orantes piadosos. ¿Pero no
decimos que Dios es “todopoderoso”? Dios es amor. Así de sencillo. Y por ser
Dios puede todo lo que puede el amor, es todopoderoso en amor, no en manejo de
acontecimientos. Dios ama, cuida, acompaña, abraza… Y eso es lo que sí “quiere”
… que los que nos reconocemos como sus amigos, amigas y amigues, amemos,
abracemos, cuidemos… No es que Dios pondrá un “muro” contra el coronavirus,
sino que quiere poner un abrazo de amor a quienes lo padecen. Un abrazo que
estamos invitados a brindar los que llevamos el nombre de Jesús sobre “nuestras
espaldas”. Y la oración nos invitará a estar en “sintonía” con ese Dios, a
dejarnos conmover por Él, a sentir con Él, a amar con Él. No es oración
presionar a Dios para que haga lo que nosotros queremos, sino ponernos nosotros
en comunión con lo que Él quiere. Otra supuesta “oración” es en realidad un
capricho piadoso, dirigido a un pseudo-dios hecho a la medida de nuestra
mediocridad y que, de esa manera, logra transferirle a Dios las responsabilidades
por los males de la historia que nosotros, ¡y solo nosotros!, estamos llamados
a transformar. Una vez más el tema es ¿cómo es el Dios en el que creo (y en el
que no creo)?
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