Una reflexión a partir de dos casos de abusos
Eduardo
de la Serna
Entré al seminario en marzo de
1974. Entramos 14, si no me equivoco. Después del primer año introductorio,
todos juntos pasamos propiamente al seminario donde convivimos 6 años (cursando
a su vez, la Facultad de Teología). Después nos ordenamos de diáconos (1981) y
finalmente de curas. A partir de entonces, nos vimos esporádica o muy
esporádicamente. El año de ingreso nos marcó, obviamente. Fue un tiempo muy politizado,
y nosotros lo éramos. Y – como era razonable – nos llevábamos mejor o peor
según “el palo”. Hay – como en todos los casos -miles de anécdotas, alegres y
de las otras, pero no es el caso.
Como también es de imaginar,
algunos compañeros fueron dejando el seminario para empezar otra vida. A la
mayoría no los he vuelto a ver. De varios guardo un buen recuerdo. A “mitad de
camino” se incorporaron otros tres (un tema que merecería también un análisis,
que no es el caso acá; y también por un tiempo se incorporó uno que venía del
exterior, pero luego pasó a otra “comunidad”). Finalmente nos ordenamos 11 (los
3 “tardíos” + 8 de la “primera hora”). De estos 11, uno murió, Joaquín, y tres
dejaron de ejercer el ministerio. Con alguno tengo contacto.
Como era común en el seminario
de entonces (desconozco cómo es ahora en Buenos Aires) cada grupo formaba una
comunidad. Es decir, vivimos en una casa todos los que entramos. Y hacíamos todo
lo que hace una familia (salvo el tema comida para lo que había personas
encargadas, y salvo “ganar dinero” para vivir. Nada menos).
Todo esto lo menciono porque
compartí casa y vida con 2 compañeros ahora acusados de abuso sexual: Oscar y
Roberto.
Quiero señalar que nunca me
llevé bien con Roberto. ¡Jamás! Tampoco es el caso contar anécdotas. Con Oscar,
en cambio, tenía una relación cordial. Incluso una vez me invitó a Pehuajó, de
donde era su familia. Es cierto que a medida que se acercaba nuestra ordenación
presbiteral hubo momentos de mayor tensión (ideológica, por cierto). Podría dar
mi opinión sobre ambos, pero no es el caso; creo que no interesa. Lo que quiero
señalar es que, de ninguno de ambos, ¡jamás! se me hubiera pasado por la cabeza
que serían abusadores. Mirando retrospectivamente (aunque es cierto que no era
algo sobre lo que estuviéramos alerta en ese entonces) no reconozco ningún indicio
de abuso sexual. De Roberto se dice, además, que hubo “abuso de poder” y eso me
parece mucho más coherente con el Roberto que conocí, pero sexuales, no
encuentro indicios, aun pensando – ahora sí – con el alerta en mente.
Ambos fueron “fundadores”:
Oscar de los monjes del “Cristo orante”, grupo que empezó en Buenos Aires con
un apoyo inicial del cardenal Quarraccino que finalmente retiró, por lo que
fueron a Mendoza, donde están todavía. Desde entonces, nunca más volví a ver a
Oscar. Roberto fundó las “Miles Christi”. Un grupo que fue creciendo. Los que
se formaban para el presbiterio estudiaban en el Seminario de La Plata donde
por dos años fui profesor (y nunca tuve denuncia alguna, que yo sepa, a pesar
que también estudiaban allí los seminaristas del obispado Castrense).
Oscar había tenido un intento
de ingreso a la Trapa, por lo que el “Cristo Orante” era coherente con eso;
Roberto de ingresar a los jesuitas (decía que su director espiritual era Jorge
Bergoglio quien – dicen – predicó en su primera misa como cura), por lo que las
“milicias de Cristo” y los Ejercicios espirituales de San Ignacio también era
coherente.
Pero – insisto – durante 7
años compartimos la vida diaria (en algunos casos también el cuarto ya que – en ocasiones
– vivíamos 2 por habitación, pero no me tocó a mí compartir el cuarto con
ninguno de ellos, sólo un año compartí habitación con mi amigo Nacho). Pero
jamás, y lo reitero, jamás, tuve indicio alguno de abuso sexual por parte de
ninguno de los dos. Y, por lo que sé, ninguno de los que compartimos casa, lo hubiéramos
imaginado.
No señalo todo esto para negar
los hechos. Hechos que desconozco. Simplemente lo menciono para preguntarme
cómo se podría evitar en el futuro. Porque yo puedo haberme llevado muy mal con
Roberto, y solo al final algo distante con Oscar, pero, si hubiera sido
consultado, mis planteos hubieran sido ideológicos, nunca sexuales. E – insisto
– por lo que sé, creo que lo mismo dirían los demás compañeros. No sé si habrá algún
tipo de test o de seguimiento psicológico pertinente, y ojalá lo haya, para
prevenir víctimas futuras, pero los que compartimos vida cotidiana no tuvimos indicios de esto.
Lo curioso, es que, para
muchos, yo era el “peligroso” (“lo seguís siendo porque pensás y criticás”, me
acota un amigo que conoció bien de cerca la comunidad). Alguno, incluso, “profetizó”
que antes de los 5 años de cura yo habría dejado el ministerio (cosa que, hasta
donde sé, no ocurrió; lo que sí pasó es que antes de los 5 años pedí dejar la
Arquidiócesis de Buenos Aires para venir a Quilmes, donde todavía sigo). Curioso.
Roberto fue “reducido” del ministerio, Oscar está preso en “domiciliaria”, pero
ellos no parecen haber sido “peligrosos”. Cosas veredes, amigo Sancho.
Imagen tomada de http://www.elcolumnero.com/eudoro-gonzalez/cosas-veredes-amigo-sancho-que-faran-fablar-las-piedras
Imagen tomada de http://www.elcolumnero.com/eudoro-gonzalez/cosas-veredes-amigo-sancho-que-faran-fablar-las-piedras
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