Un par de reflexiones mediáticas
Eduardo de la Serna
La experiencia nos muestra que los adolescentes dicen cosas como
estas: “mamá y papá no me quieren”, “los odio”, “me quiero morir”, “no me dejan
salir para ver a mis amigues”, “yo soy libre”, “me voy a ir de casa”, y muchas
veces hacen cosas en ese sentido (aunque, hay que reconocerlo, los adolescentes,
normalmente no actúan en consecuencia, es – más bien – un tira y afloje con
otros y con ellos mismos para dejar de adolecer). A lo mejor, para hacer un
buen estudio sobre los diferentes tipos de adolescencia se pueda ir a una
marcha, cacerolazo, banderazo, o ---azos varios. Se los encontrará a montones.
Cristina Pérez (¿regalito de Antonio Domingo Bussi a la Televisión
argentina?), que entre paréntesis se parece cada vez más a Eduardo Feinmann, cuestionó
vehementemente el dicho del presidente Alberto Fernández de que quiere “terminar
con los odiadores seriales”. Tanto desbarrancó que hasta Reinaldo Sietecase
intentaba contenerla. “¿Quién es el presidente para terminar con alguien?”,
espetaba. Si hubiera dicho “terminar con los narcotraficantes” (Mauricio y Mariu
dixerunt), o terminar con los secuestradores, o con el crimen organizado quizás
Babi, perdón, Cristina, no se hubiera visto implicada. Pero como de “odiadores
seriales” se trataba, salió a defender. ¿A quiénes defendía? Todos lo sabemos.
Y sabemos por qué lo hacía.
Antes de escribir esto que sigue, quiero aclarar (para evitar
malentendidos odiantes) que no estoy de acuerdo con lo que diré; es solamente
un ejemplo: «En nuestro país hay libertad de culto. Hay varios curas presos (Grassi,
o los del Provolo son un buen ejemplo de eso); su prisión atenta contra esa
libertad de culto. La Conferencia Episcopal Argentina debería reclamar la
libertad de los curas presos, ¡ya!» Nadie, sensato, al menos, defendería esto
que acabo de escribir. Pero si hay un periodista delincuente, pareciera que
toda la corporación periodística debiera defenderlo en nombre de la libertad de
prensa. ¡Raro! Si un periodista, por inventar un caso, usara su rol para
extorsionar, chantajear, presionar, encarcelar (en complicidad con jueces,
fiscales, servicios de inteligencia y patoteros de baja estofa), en ese caso,
la libertad de prensa, ¿es un escudo contra cualquier posible investigación y
eventual juicio?
Y en esa misma tesitura, se inventó que se quería encarcelar
periodistas por mentir, espiar, difamar… A lo mejor por eso liberaron
peligrosísimos delincuentes y violadores… para llenar las cárceles de buenos
periodistas (estoy ironizando con dos noticias falsas que nunca ocurrieron); en
lo personal, quiero aclarar: salvo a los delincuentes, claro, no los quiero
presos… los quiero desocupados, que es diferente. En esa misma línea, pudimos
ver una solicitada de periodistas, con una lista interminable de nombres (entre
paréntesis, ¿por qué no los ponen en un cierto orden lógico para asegurar que
no haya repeticiones involuntarias? En lo personal detecté, al menos cuatro),
en los que – además – llaman la atención algunas ausencias (además de firmantes
cuyos nombres no figuraron). allí decían que “tenemos reglas por cumplir. No vale todo”. Lástima
que para algunos pareciera que no tienen reglas porque sí vale todo. Se llama
poder. Se llama impunidad, que con frecuencia son sinónimos. Lo curioso es que muchos
de los que ayer reclamaban que “no toquen a periodistas”, no fueron tan
convincentes cuando “tocaron”, insultaron y golpearon a “otros periodistas”. Es “la
gran Cristina Pérez”: no los toquen si son amigos; si no lo son… bueno,
podemos hacer una excepción; y los nombres exceptuantes son bien conocidos:
entre los periodistas (o que fungen de tales) y entre los políticos (o que
cobran como tales). No hace falta nombrarlos, sería darles más entidad de la
que merecen.
Imagen tomada de http://ente.over-blog.com/2018/05/la-real-funcion-de-un-periodista-feliz-dia-mundial-de-la-libertad-de-prensa.html
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