Insistiendo en el fracaso
Eduardo de la Serna
Me resulta simpático, y casi tierno, la cantidad de amigues que me
escribieron a raíz de lo que yo escribí haciendo referencia a mi “fracaso”: que
no, que es solo aparente, que no es tal, que al final se verá, y demás intentos
de suavizar mi expresión. Y esto me hizo pensar sencillamente en ¿por qué le
tienen tanto miedo a la palabra “fracaso”?
Si la mirada fuera deportiva, eso es muy comprensible (especialmente
para los que no somos menottistas ni un cachito); también lo es si miramos la
vida desde la meritocracia, o desde un éxito en tal o cual orden de la vida.
Pero muy lejos estoy de esas miradas: no me interesa ni un cachito la meritocracia
y no ando buscando “triunfar” aquí o allá. Podría poner ejemplos, pero serían
demasiado personales y mi intención en estas líneas es simplemente pensar, no “presentarme”
para ser querido, amado y por tanto evitar el (otro) fracaso.
Y me voy a permitir una breve reflexión partiendo de mi amiga
Teresa de Lisieux hoy, en su día (1 de octubre). Mirando las veces que se
encuentra el término “mérito” en sus obras, creo que se entenderá lo que
pretendo decir. Para empezar, ella es “cero individualista”, su vida la
entiende siempre en un contexto de “familia”, sea la familia de origen (familia
Martin-Guérin) o la familia de elección (Carmelitas descalzas). Entonces, ella
quiere – es así que entiende el amor – que su familia brille, y su rol en ese
brillo es desaparecer, ponerse en su lugar (“como el cero”, dice ella, que en
su lugar hace maravillas, pero puesto adelante no suma nada). Ella entra al
Carmelo no para ser amada sino para que Jesús sea amado. Ese es su triunfo o
fracaso, o – mejor dicho – el triunfo o fracaso de su “vocación”. No teme hacer
cosas escondidas, sin aparecer porque su objetivo no es Teresa sino Jesús, los
méritos que valen, para ella, son los de Jesús, no los propios. Ella no
pretende tener méritos. Es más, afirma que los suyos son mínimos, y eso no le
importa.
Volviendo a mí, reitero: no me “hice cura” para triunfar, para ser
conocido y aplaudido, sino para que Jesús sea conocido y amado. Trato de
presentarlo lo mejor posible, y si – por ejemplo – hablo de Teresa, es para que
ella muestre a Jesús, no para que ella sea “aplaudida” (me “mataría” si lo
hiciera, digo bromeando). Es más, creo que los/as santos/as más grandes son los/as
que “desaparecen” y transparentan a Jesús (¿hace falta pensar en Francisco de Asís?),
y se los/as deforma cuando se habla tanto de ellos/as que Jesús queda
escondido.
En los Carmelos de tiempos de Teresita era habitual enviar a las
comunidades vecinas una “vida” de las monjas que morían para que las demás
conocieran quien había sido. Cuando Teresita estaba muriendo (septiembre 1897),
una monja dijo “¿y qué se va a poder decir de Teresa si su vida es del todo
ordinaria?”
Insisto: no le tengo miedo al fracaso… me resulta hasta divertido
la cantidad de veces que quisiera comprarme esto o aquello y cuando veo los
precios simplemente no lo puedo comprar. Y mi sensación interior es: “ah, ¡no!”
y listo. Eso sería un fracaso para un meritócrata, creo. Insisto que podría
contar anécdotas desde académicas a pastorales, desde personales hasta
sociales. Y no me quitan el sueño ni un poquito. Me quita el sueño cómo poder
hacer para que Jesús sea mejor conocido (que bastante caricaturizado está en tantas
ocasiones… ¡intra eclesiales la mayoría!). Así que, a todes les amigues
preocupades por mi fracaso me encantaría decirles con una sonrisa (verdadera,
bien de adentro) que tratemos todes que Jesús aparezca, brille, sea conocido
(si es conocido será amado, ¡no lo dudo!). ¡Para eso “andamos dando vueltas por
la historia”!
Foto tomada de https://www.abc.es/familia/vida-sana/abci-consejos-para-realizar-camino-santiago-familia-201807150118_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F
Que nuestras vidas sean de tal modo que Jesús sea mostrado, transparentado, que lo reflejemos y que lo miren sólo a Él. Que lo que se transmita de Él por medio de nosotros no sea una caricatura ni algo insípido o desdibujado. Que deseando desaparecer, no por virtuosismo, sino para que Él crezca, sea Jesús bien conocido y así amado. Y que al conocerlo, nuestros hermanos descubran lo que ya quienes intentamos seguirlo hemos encontrado. ¡Gracias Eduardo por tus reflexiones que nos ayudan al andar!
ResponderBorrar