Monopolio del envenenamiento
Eduardo de la Serna
Evidentemente el márquetin, a esta altura de nuestro presente, es
casi una ciencia. Imagino que una serie interdisciplinar de aportes son las que
finalmente lograrán que entre o no al “mercado” (market) un determinado
producto. Una campaña mal hecha puede ser un estruendoso fracaso, no sólo
económico. Y, no cabe duda alguna, desde hace muchos años, esto se aplica también
a los candidatos o a las políticas. Pero, al igual que en la publicidad, en el márquetin
no se trata de ofrecer lo que otros necesitan, sino lograr que crean que necesitan
lo que nosotros queremos ofrecer; es por eso que todo lo que sería ético, moral
o como quiera que se lo llame, es dejado de lado. Ya no se trata, en este caso,
de mostrar que determinada/s política/s es la mejor para nuestro presente, sino
convencer, aunque sea absolutamente falso, a la mayor cantidad de gente posible
que esa política es necesaria. Y única. La falta de escrúpulos, la mentira, la
trampa es algo constante. Y más de uno recordará los nombres de Durán Barba y
Marcos Peña en Argentina.
Así, por ejemplo, se crean estereotipos de malos/buenos, por ejemplo,
recurriendo a un esquema binario al que, algunos, han llamado grieta; blancos o
negros y “todos sabemos” que lo negro es malo, malísimo. Así, es evidente,
aparecer combatiendo a “los malos” nos hace ver como indispensables,
necesarios, fundamentales. Basta escuchar los discursos de Patricia Bullrich para
entenderlo. Algo parecido se ve en otras regiones. Así un nefasto presidente
latinoamericano se presentó como el gran enemigo del narcotráfico y la
guerrilla ligada a tamaño mal, cuando, los que querían ver, sabían que, en
realidad, lo que él quería era eliminar toda competencia. Pero el márquetin de “los
malos” le permitía mostrarse como de “mano firme y corazón grande” y que muchos
lo compraran pudiendo vender su producto en el mercado, o su títere.
Del mismo modo, después que durante décadas y décadas Clarín y La
Nación, y hoy su pobre marioneta Carrió, envenenaron las mentes de la sociedad,
nada mejor que desviar las miradas y lisa y llanamente acusar al gobierno de “envenenar”
a la sociedad con una vacuna, que después resultó la mejor del Mercado. Pareciera
que, en realidad, se tratara de celos, o de competencia, pretendiendo tener
ellos el monopolio del envenenamiento. Digo “en realidad no”, ya que,
ciertamente, resulta que la vacuna no envenena, sino que protege, pero desviar
la mirada hacia allí resulta fundamental para vender el producto. Y hoy será
envenenamiento, mañana las vacunas VIP, y pasado mañana que Alberto Fernández
tiene caspa. La cosa es envenenar ellos y hacer creer que envenena el otro.
Para que compren. De que les compremos lo que quieren ofrecernos se trata. Y,
debemos decirlo, con distinto envase (packaging se llama) lo cierto es
que el producto es siempre el mismo, sin escrúpulos, sin moral, aunque “mueran
los que tengan que morir”. Del otro lado de la grieta lo llamamos
neoliberalismo, y el contenido es muerte. Lo sabemos.
Foto tomada de https://rosaliapaz.com/2016/03/25/el-lento-envenenamiento-de-la-vida-parte-ii/
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