Un tropezón, la caída y la fiesta de pocos
Eduardo de la
Serna
Hace varios
años, estábamos con la comunidad en una procesión. Había llovido. Y yo,
bromeando, le dije a la gente: “si el cura se resbala y se cae, antes de
ayudarlo, pueden reírse, porque si ustedes se resbalan y caen, yo me voy a reír
antes de ayudarlos”. Es frecuente que a muchos les cause risa ver a uno que
cae. Esto, que no habla demasiado bien de la condición humana (o de algunos,
para ser precisos), se potencia en política. No son pocos los que celebran,
festejan, alargan y agrandan la caída del otro, especialmente si es un
adversario político, especialmente cuando es tratado de enemigo. Tiene aristas
comprensibles, no puede negarse, pero en muchas ocasiones, habla más de la
bajeza del burlador que de la torpeza del burlado.
La torpeza del
Ministro de Salud no debe celebrarse, por más que – casi nadie lo discutiría –
haya sido el mejor ministro de Salud en décadas. Y digo “casi nadie” porque lo
discutirían los que no dan importancia a que haya un ministerio de Salud, por
cierto. Los conocemos. Los hemos padecido. Y todos sabemos qué hubiera pasado
en el año que terminó si hubiera estado el macrismo y su “que mueran los que
tengan que morir” en el gobierno. Hay hechos o dichos que, lamentablemente,
marcan un antes y un después, y lo que se ha llamado “vacunatorio VIP”
(tramposamente llamado, digámoslo) no puede pasarse por alto, ni excusarse, ni
mirar distraídamente; lamentablemente, el presidente hizo lo debido al pedirle
la renuncia. Es verdad que el hecho no es algo “propio” de Argentina: ya se han
visto cosas semejantes en Perú, Chile, España, Francia, y en Brasil, con más
perversión bolsonarista, añadamos las “vacunas de aire”. Pero tampoco se ha de
agrandar el hecho como si todo y en todo fuera trampa. Los nombres que se han
publicado no parecen, si excluimos aquellos que es razonable que se hayan vacunado
(el ministro de economía, por ejemplo) que sea un número demasiado importante.
Es verdad que “uno sólo” ya está mal, pero no es insensato dimensionar el
hecho. Porque que uno solo esté mal no significa, ni remotamente, que todo esté
mal, como parece querer inocular cierta prensa canalla y cierto sector opositor,
no menos canalla. Si un gobierno vacunó primero a los docentes privados antes
que a los de la escuela pública, también es discutible, ¿no, Larreta? No es lo mismo,
además, informar que “el gobierno difundió la lista de los vacunados en el hospital
Posadas” que titular “difundió una lista”, lo que insinúa que hay más… ¿no,
Clarín? Y que los países pobres no puedan tener vacunas porque los países ricos
las han acaparado, como informa hoy la OMS, es mucho más grave, ¿no, Canadá,
EEUU, UE, etc.? Y que estos, todos estos y aquellos, se pretendan presentar
como adalides de la verdad, del derecho y la transparencia, no solamente me
resulta abominable y grotesco, sino también vomitivo. En lo personal, a ninguno
de ellos les reconozco la más mínima autoridad para hablar mirándonos a los
ojos.
Es justo que un medio (aun los nefastos) informen de algo que se ha
hecho mal, es justo y es bueno que así sea. Pero sería de desear que informen con
verdad y justicia (algo que lo que varios carecen absolutamente). Pero,
después, cuando se transforma en una operación, lo repudiable aflora. Muestran
a Macri diciendo “yo no me vacuné”, ¿cuál sería el mérito, especialmente
después que vacunó a 45.000.000 de argentinos? ¡Yo tampoco me vacuné! Estoy
anotado y espero mi turno, sencillamente. Cuando me toque, me alegraré, por
cierto. Y por ahora me alegra ver que algunos conocidos, docentes, por ejemplo,
o adultos mayores, han comenzado a ser citados y vacunados. En lo personal, es
eso lo que celebro, no una metida de pata, porque lo que quiero y sueño es
vacuna para todas y todos, incluso para los de Cambiemos, aunque la experiencia
nos muestre que no han cambiado ni un ápice. Al fin y al cabo, como dice el
sabio árabe (Omar Al-Mukhtar): son nuestros adversarios, “no son
nuestros maestros”.
Foto tomada de https://pxhere.com/es/photo/1118321
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