Una Iglesia “desde arriba” y otra “desde abajo”.
Eduardo de la Serna
Pensar y obrar es, o debe ser, constitutivo de la Iglesia. Es
sensato que el obrar esté motivado por un pensamiento que le dé sustento. Una
acción “pastoral” debería estar nutrida de una “teología pastoral”. Por
supuesto que hay muchas y diferentes teologías, y por eso hay diferentes pastorales.
Es sensato. Y bueno, en la medida en que las teologías sean sensatas y buenas.
En teología, por ejemplo, en el tema “trinitario” se ha hablado de
una Trinidad económica y de una Trinidad ontológica… Es decir, mirar el tema de
la Trinidad desde lo que se dice de ella (ontológica) o cómo vamos, de a poco,
accediendo al tema (económica). Es decir, una es una mirada “desde arriba”
(ontológica) y otra una mirada “desde abajo” (económica). No es a esto a lo que
me quiero referir, aunque, sin duda, no es ajeno a ello. Por lo que sabemos,
desde Karl Rahner a nuestros días, los trabajos sobre la Trinidad empiezan
mirando “desde abajo” para ir llegando a lo que, más adelante (los Concilios,
por ejemplo) decimos sobre la Trinidad.
Que en muchos lugares la Iglesia Católica Romana es “un poder”
difícilmente es algo que pueda discutirse. Ciertamente lo es más en algunos
lugares que en otros, y en algunos la situación es dinámica, y si bien ayer fue
poder hoy no lo es tanto, y no es fácil saber si volverá a serlo o se habrá
perdido definitivamente. Hay dos términos que son ambiguos y quisiera muy
brevemente precisarlos: “poder” y “autoridad”. Ambos pueden entenderse
positivamente, negativamente o incluso de un modo variado. Aquí entiendo poder
como una instancia “poderosa”, como una entidad (poder ejecutivo, cuarto poder…)
mientras que “autoridad” lo entiendo como credibilidad, (no como que “es”
autoridad, sino que su palabra “tiene” autoridad por ser creíble la persona en
cuestión). Lo señalo porque creo que en algunos lugares la Iglesia tiene/es
poder; en otras tiene/es autoridad. Es cierto que en ocasiones estos se
mezclan. De ahí la ambigüedad señalada.
En los países de tradición católica casi hegemónica, la Iglesia es
(o era, quizás en Argentina, por ejemplo) un poder. Y, por tanto, podía o puede
conseguir cosas “desde arriba”, desde una relación de poder a poder. Y aquí quiero
entrar de lleno en tema: las vacunaciones clandestinas de obispos en España, o
del Nuncio Apostólico en Perú, son obvias actitudes desde el poder (“puedo”).
Pero, creo, esas actitudes le restan autoridad a la Institución, pierde
credibilidad. Y valga esto, también, para otros modos de relación: tengo
contactos con… y me relaciono desde allí. Por tanto, puedo conseguir cosas que,
si no fuera desde el poder, no podría conseguir, sea para beneficiar a otros, o
sea para beneficiarme a mí. Es evidente que una Iglesia “desde abajo” no “podrá”
conseguir esos beneficios, ni para sí, ni para otros. Le tocará esperar los mismos
tiempos de los pobres. Por tanto, por caso, no podrá vacunarse hasta que no sea
su turno. O no podrá conseguir vacunas para otros. Es evidente que no es lo
mismo cuando desde arriba se consiguen cosas para otros que cuando se consiguen
para sí, pero ambos casos revelan una concepción de una Iglesia que se relaciona
desde el poder. Los casos de vacunaciones clandestinas (en Perú han hablado de “vacunagate”)
son particularmente escandalosos. Algún obispo incluso logró la vacunación de
su hermana y su cuñado. El Evangelio [y lo ha repetido el Papa en Fratelli
Tutti (e tutte, añadimos)”] nos invita a mirar, pensar y vivir “desde abajo”,
y a los pastores los llama a arriesgar su vida por su pueblo (= ovejas). Nada
más ajeno que aquel que se vacunó, con lo que les restó una vacuna a otros y no
esperó el turno cuando le tocara. No es solamente una actitud de indignación
(irremediable, porque no puede darse marcha atrás, aunque algunos obispos
españoles, en expresión de la poca vergüenza que les quedaba, renunciaron a
darse la segunda dosis). Mi planteo es eclesial. Es casi irónico escuchar que
algunos hablan, desde “adentro”, de que hay quienes combaten la Iglesia. En lo
personal, creo que pocos, si alguien, hacen más mal a la Comunidad eclesial que
los malos testimonios de Evangelio, sea con las vacunas, sean con las
relaciones con el poder, sea con la complicidad en estos u otros casos. La
falta de credibilidad (autoridad) de la Iglesia argentina en muchos,
¡muchísimos!, lugares, creo que sin duda se debe a que como poder no ha estado
donde se esperaba que estuviera, en la Dictadura cívico-eclesiástico-militar, o
en el enfrentamiento de leyes en los que se paró como poder ante la sociedad
sin escucharla, sin oír sus gemidos y clamores. Así perdió autoridad, y con
ella la oportunidad de que su palabra quiera ser escuchada, se la busque por
nutritiva, se la mire por referente. La historia de la Iglesia abunda en casos
de uno y de otro criterio. No está de más mirar bien abajo, para que no ocurra que,
dentro de 500 años, alguien arriba pida perdón, y quizás, sin demasiada convicción.
Foto tomada de https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-56101527
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