Un breve aporte sobre el trabajo
Eduardo de la
Serna
En el mundo greco romano, es sabido, el
trabajo era algo propio de los esclavos. La persona libre se dedicaba a
filosofar (o a guerrear). Un buen amo de casa era obedecido por los esclavos
que eran quienes, con distintas jerarquías, se ocupaban del “orden de la casa”
(oikos-nomía). En el mundo semita, la cosa era muy diferente, y el
trabajo era visto como propio del ser humano.
Es interesante, por ejemplo, que
mientras en el libro del Génesis (caps. 2-3) era propio que el campesino
trabajara la tierra en la que Dios lo había puesto, y cuando se rompe el clima
de armonía entre Dios y los humanos lo que ocurre es el trabajo infructuoso y
arduo (“cardos y espigas”, “sudor de la frente”), la lectura helenista, en
cambio, insinúa que “el trabajo” en sí mismo es una consecuencia de la
desobediencia. En el plan original de Dios, entonces, no estaba incluido el
trabajo, según esta lectura.
Se ha de señalar que Jesús trabajaba
(¿no es este el “carpintero” ?, dice Marcos 6,3), Pedro trabajaba (era
pescador, como se sabe) y Pablo trabajaba (fabricante y reparador de carpas,
según Hch 18,3). Es curioso, por ejemplo, que, en Hechos (que se dirige a
destinatarios helenistas), que no tiene más remedio que decir que en un momento
concreto Pablo lo hacía, señala que, cuando puede evitarlo, se dedica de lleno
a la predicación (18,5).
Es lamentablemente frecuente, en ambientes eclesiales, que sea bien
visto que el cura trabaje en la docencia, pero – a su vez – no
es bien visto si trabaja manualmente. Pareciera que hay
trabajos puros e impuros. Es sabido que el beato Gabriel Longueville empezó su
ministerio en Argentina en la diócesis de Corrientes. El obispo, Vicentín (de
infeliz memoria… además de coherente con el apellido), le prohibió trabajar –
como lo hacía – en una fábrica de ladrillos: “Con esas manos usted celebra la
Eucaristía” le dijo el “dinosaurio”; “con esas manos también me higienizo”
traduce la Positio la respuesta no muy diplomática de
Gabriel.
Muchos creemos que el cura debería
trabajar. En el trabajo que pueda, sepa, quiera, o tenga la posibilidad de
desplegar… No es sano “ser mantenido”. Claro que esto debería llevar a repensar
el modo de ejercicio del ministerio, ya que, si el cura “trabaja”, el cura “no
está”. Y mucha gente espera que el cura “esté”. Pero vivir y sufrir la vida de
los y las trabajadoras haría que el cura entienda muchas cosas que vive el
pueblo, cosas que, de otro modo, solamente sabría por “leerlas”, es decir, ¡las
ignoraría!
Casi, para muchos, sería una especia de
oxímoron que un cura trabaje, aunque muchos hemos trabajado todo nuestro tiempo
de ser curas (en mi caso, en la docencia). Entonces, a aquellos curas que
gastan su vida y su tiempo, su esfuerzo y su sudor en favor de la gente, en
especial de los pobres, vaya también un saludo en este día de los trabajadores
y trabajadoras. Y – como trabajador – un abrazo solidario a todas y todos
aquellos que “con el sudor de su frente” hacen posible que nuestra sociedad se
parezca un poco más, al menos un poco más, al sueño que Dios tiene para ser una
humanidad de hermanas y hermanos.
Foto tomada de http://andresubierna.com/2011/ganaras-el-pan-con-el-sudor-de-tu-frente/#axzz6taDtoVoa
Muchas gracias por estar y por tu trabajo Evangelizador en sintonía a los tiempos actuales,
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