La importancia de la oposición
Eduardo de la Serna
Hace tiempo pude irme deconstruyendo con ciertos términos que la
dictadura había introyectado en la sociedad. Subversivo, guerrillero,
terrorista era un conjunto sinónimo de perversión, maldad y crueldad; antipatria,
delincuencia, destructor de los valores que nos constituyen como sociedad y
nación.
Primero supe tener claro que subvertir puede ser bueno o malo,
depende qué valores se propongan o se rechacen. Entender necesariamente como
perversa la subversión significaría, por caso, que las cosas están bien como
están. El mantenimiento del statu quo es tenido por fundamental. No es
difícil ver que hay cientos de cosas que deben corregirse, ciertos de valores
que no son tenidos en cuenta, o cosas que son valoradas y deben ser detestadas.
Por ejemplo, resulta sensato pretender subvertir los esquemas de meritocracia
que han demostrado no solo su falsedad, sino también su perversión. Lo mismo ha
de decirse de los criterios de individualismo o los valores supremos del tener
por sobre el ser, vivir y compartir. Pocas cosas más subversivas que el
Evangelio que propone – como ha reiterado el Papa Francisco – empezar por los
últimos.
Supe, también, distinguir el terrorismo (sean los grupos terroristas
o los actos terroristas). El terror no suele ser bueno, aunque se pretenda
conseguir un fin valorable. Una bomba, por ejemplo, es frecuente que se cobre
víctimas que no están incluidas en el conflicto (se las suele llamar “inocentes”,
pero el término es confuso). La imagen de la guerra (¿puede pensarse algo que
provoque más terror que una guerra?) y lo que George W. Bush llamó “daños
colaterales” (que siempre son “daños” en “los otros”, por cierto, por lo que no
hay demasiado que lamentar) es sin duda terrorista. En esta misma línea, es
sabido el dicho de que la primera víctima en toda guerra es “la verdad”. El
ejemplo de las “armas de destrucción masiva”, que no existían, y provocó
muertes por miles, y la debacle de un país (de muchos países) también nos
invitan a pensar seriamente.
Una guerrilla es otra cosa. Martín Miguel de Güemes, de quien se
cumplen 200 años de su fallecimiento [17/6/1821] encabezó una verdadera guerra
de guerrillas contra el ejército español (y no podemos olvidar, entre otras a
su hermana Macacha, también como combatienta); lo mismo ha de decirse de la
lucha macabea contra la dictadura griega de los seléucidas (entre 167 y 160
a.C.) y tantas otras. Las guerrillas son otra cosa, y no puede ignorarse que en
numerosas ocasiones son un modo sensato de combatir un enemigo que supera en
fuerzas cuando se pretende alcanzar la independencia, la libertad, o al menos
resistir a la opresión. Es evidente, como suele ocurrir, que, en estos casos,
el valor positivo o negativo parece aportarlo el objetivo y los medios. Los
contras en Nicaragua son ejemplo de una guerrilla (¿y terrorista?) que no
parece defender las causas del pueblo; los grupos paramilitares, también suelen
serlo.
Toda esta introducción pretende señalar, para empezar, claramente
como un acto terrorista, los bombardeos de la Plaza de Mayo del 16 de junio de
1955 donde 34 aviones militares provocaron más de 300 muertos “inocentes”.
Pero, como los que manejan “el sentido” son los bombardeadores (de mentes, de
ideas, de boicots, entre otros) pareciera que en esos casos no se habla de “grieta”.
De hecho, la conmemoración no se menciona en los diarios del statu quo que
no pretenden sea subvertido, seguramente porque muchos pretenderían celebrarla.
Es de esperar que, en todo sistema social, político (y religioso)
existan sectores de oposición. Para empezar, ayudan a ver, y por tanto a corregir,
errores, finos o gruesos. A proponer alternativas. A pensar variantes. Pero – y
es lo que se supone y espera – en vistas a lo mejor para el colectivo en
cuestión: social, político, religioso. Es de esperar que, una sensata oposición,
proponga, muestre, exhiba alternativas superadoras al bien que se propone. Si
la oposición simplemente “se opone”, no se entiende su sentido y su conveniencia;
si propone o impone muerte, o bombas (sean desde aviones o desde los Medios de
Comunicación), no es la construcción, sino la destrucción lo que se presenta
como alternativa. Resulta (me resulta, al menos) muy difícil ver como una
variante a ser elegida a un grupo que pretende muerte (sea con bombas en la
plaza, sea con Covid, sea con bombardeos anti-vacunas o sea como fuere) para
conseguir algunos votos más, o al menos, unos votos menos para “los malos” (que
son siempre “los otros”). La vida y la muerte suelen ser un buen criterio, al
menos para empezar a ver si la oposición propone algo o simplemente se opone a la
felicidad de un pueblo porque en ella vislumbran que no les conviene. En lo
personal me resulta sensato entender que lo que les conviene a los bombardeadores
de ayer y de hoy suele ser lo contrario de lo que le conviene a un pueblo, a su
felicidad y a su vida.
Viñeta tomada de https://tellado.es/labor-de-oposicion/
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