Reflexión sobre un Dios que habla
Eduardo de la Serna
Me voy a permitir una introducción un poco técnica para después dar
paso a una reflexión de nuestro presente.
En general hay consenso entre los estudiosos en afirmar que la
llamada Primera Carta a los Tesalonicenses es la primera carta de Pablo y el
primer libro del llamado Nuevo Testamento. Allí, a raíz de una situación que
parece preocupar a (algunos de) la comunidad a raíz de alguno(s) que ha(n)
muerto y puesto que Jesús ha de venir de un momento a otro, ¿qué pasará con los
muertos cuando venga Jesús?, y recurriendo a un lenguaje claramente
apocalíptico, Pablo responde:
Hermanos, no queremos que estén en la ignorancia respecto de los muertos, para que no se entristezcan como los demás, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y que resucitó, de la misma manera Dios llevará consigo a quienes murieron en Jesús. Les decimos eso como Palabra des Señor: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la Venida del Señor no nos adelantaremos a los que murieron (1 Tes 4:13-15).
Muchas cosas pueden decirse de este párrafo,
pero quiero detenerme en una frase: esto que Pablo dirá afirma que es “Palabra
del Señor”. Si bien es cierto que “Señor” puede referir a Jesús o también a
Dios, el contexto (la Venida) indica que se refiere a una palabra de Jesús. Y,
debemos decirlo, no nos consta en ninguna parte una “palabra del Señor” que se le
parezca. Los estudiosos no están de acuerdo en si se trata de palabras que
circulaban por tradición y no quedaron consignadas más tarde, si Pablo se siente
con autoridad como para afirmarlo, o si “profetas” la han transmitido en nombre
“del Señor”. Si tenemos en cuenta que cuando Pablo hace referencia a una
inspiración desde la cual habla, no utiliza “logos toû kyríou” sino “apokálypsis”
las otras dos parecen más probables [T. Holtz, Der erste Brief an die
Thessalonicher, Zürich, 1986, pp.183-185]. La tradición eclesial sí ha
transmitido diversas palabras de Jesús haciendo referencia a su regreso, venida (en
griego parousía), pero no una frase al menos semejante a la aquí citada
por Pablo. Esto invita a pensar como más probable que Pablo esté citando algo
que algún vocero, en nombre de Dios/del Señor, ha transmitido (eso es un
profeta). Pero no basta con que alguien afirme que lo que dirá lo dice el Señor
(“así habla el Señor” es característico de los profetas), sino que hacen falta
otros elementos: que la comunidad madure la recepción de ese dicho (a esto se
llama en lenguaje teológico “recepción”) y que el dicho tenga una cierta
difusión (es decir, que no sea exclusivamente local; a eso se lo llama “catolicidad”).
Y acá entro en mi reflexión: en la historia
bíblica, tanto la Biblia hebrea como la griega, ha habido personas (varones y
mujeres) que osaron decir que hablaban en nombre de Dios. En muchos casos esto
fue rechazado, pero hubo otros en los que dicha “palabra del Señor” fue
recibida y comunicada.
Con el tiempo, quizás lamentablemente, quizás
por miedo, quizás por “rutinización del carisma”, quizás por inseguridad, se
pretendió que los dichos de los profetas tuvieran alguna “garantía” divina; un “milagro”,
por ejemplo, o un referendo eclesiástico (“Roma locuta, causa finita”).
Pero reconozcamos que Dios sigue hablando a varones y mujeres, de la Iglesia y
de fuera de ella, y ese mismo Dios que habla, inspira a fin de que reconozcamos
en esos dichos (o hechos) una “palabra del Señor”. Que inspire no significa,
¡ay!, que se lo reciba siempre.
¿Dónde nos habla Dios? ¿Cómo nos habla Dios?
¿Qué nos dice Dios? Sería muy cómodo e infantil estar cómodamente esperando que
hable “el Papa” para tener todo claro, y mientras no lo haga seguir expectantes.
Es a esto del Dios que habla a lo que los antiguos, como Tomás de Aquino y
Melchor Cano llamaron “lugares teológicos” y que, especialmente desde Juan
XXIII llamamos “signos de los tiempos”. ¿Nos dice algo Dios en la pandemia?
¿Nos dice algo en la actual situación social, económica, política,
internacional? Como con Pablo, había un dicho de Jesús (“volveré”) en el
ambiente, por eso cuando un profeta osó decir que los que murieron antes de la
Venida de Jesús participarán también del encuentro con él, y que los muertos “pasarán
primero” a estar con Él, Pablo dice claramente que es “palabra del Señor”. Por
ejemplo, el mismo Jesús que invitó a los suyos a la militancia del amor por el
otro, ¿no nos dice nada ante la cantidad de pobres que nos rodean?, ¿no dice
nada ante diferentes proyectos políticos o económicos que favorecen (realmente,
no en el discurso) o no a los pobres? ¿no dice nada ante las elecciones
peruanas, la represión colombiana, los muertos en el Mediterráneo, la muerte
antes de tiempo de tantas y tantos en tantas y tantos lugares? Porque si Dios
no dijera nada no se parecería mucho al Dios padre (abbá) que Jesús nos
mostró con sus palabras y obras. Pero si Dios habla, a lo mejor los que no nos
parecemos mucho a lo que Jesús dijo y mostró seamos los cristianos. Alguien
dijo que “creer es hablar a Alguien que está en la oscuridad y no responde”,
Lucio Gera acota que ese dolor es a la vez gozo “porque detrás de la oscuridad
de la vida hay Alguien a quien podemos interrogar. Después de todo hay
respuesta: ella consiste en el hecho sin palabras de que Alguien esté
dentro de lo caótico de la existencia, aunque no responda” (El pobre, 1962
p.68).
Imagen tomada de https://es.catholic.net/op/articulos/32469/cat/305/atisbar-los-signos-de-los-tiempos.html#modal
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