Jesús sigue acampando en nuestra tierra
DOMINGO SEGUNDO DESPUÉS DE NAVIDAD
Eduardo de la Serna
Resumen: La sabiduría de Dios habla de sí misma presentándose como una entidad independiente. Y se la destacará como presente en medio de su pueblo después de haber recorrido todos los tiempos y todos los lugares antes de “acampar” en Israel. Esto es lo que canta litúrgicamente el autor.
Una serie de textos de la literatura sapiencial presentan unos himnos en los que se refiere a la sabiduría divina presentada casi como si se tratara de una persona; se los ha llamado de “la sabiduría personificada”, como si se tratara de una licencia poética, una especie de “hipóstasis”. Sea como fuere, lo cierto es que estos textos fueron muy utilizados en los primeros escritos cristianos para hablar de Cristo ya que permitían dar pasos que la ortodoxia judía –a la que adherían- de ninguna manera les habría permitido dar: la preexistencia de Jesús, la altura (casi) divina… La gran mayoría de los himnos del NT, que son cristológicos, utilizan estos cánticos, como el prólogo del Evangelio de Juan (Evangelio del día). La referencia a la sabiduría que acampa en medio de su pueblo sin duda ha inspirado al autor del himno de Juan, y parece el motivo por el que es incorporada en el leccionario de hoy.
La “Sabiduría” comienza con un elogio de sí misma, luego la muestra buscando “su lugar en el mundo” hasta que “acampa” en Israel (vv.3-12) para luego establecer imágenes comparativas: con el universo vegetal (vv.13-17), y con un banquete (vv.19-22).
Para la Biblia es sumamente necio la auto-alabanza; sólo tiene sentido alabar a Dios, o su obra en nosotros, esto es “gloriarse” en Dios que actúa (cf. 39,8; Jer 9,22-23). En este caso, la Sabiduría lo dice expresamente, se gloría “en medio de su pueblo, en la asamblea del Altísimo abre su boca, delante de su Poder (= Dios) se gloría”. Lo que hará, entonces es hablar, pero de la obra que Dios ha hecho en su pueblo, y esto se expresa en la liturgia (vv.1-2).
Esta sabiduría, una vez que “sale” busca un lugar donde asentarse, y recorre el universo entero; cubrió la tierra entera (v.3), pareó por las alturas (vv-4-5a) y los abismos (v.5b), el mar y todos los pueblos (v.6), así, en todo “lugar” estaba la sabiduría, y también, en “todo tiempo” (v.9), buscaba “descanso”, y “herencia” (v.7) y entonces “el Creador” le ordenó “poner su tienda” en Israel (vv.8.10-12). Y esta presencia se expresa de “adentro” hacia “afuera” comenzando por el Templo (v.10a), en Jerusalén (vv.10b-11) y en todo su pueblo (v.12).
Con las doce comparaciones vegetales (“como…”) continúa el relato, pero la liturgia lo interrumpe aquí. El acampe de la sabiduría en medio de su pueblo es lo que le interesa destacar a la liturgia de hoy.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Efeso 1, 3-6. 15-18
Resumen: la carta a los Efesios comienza con un himno que antecede a la habitual acción de gracias donde se canta que “en Cristo” los judeo-cristianos han accedido a la plenitud de las bendiciones esperadas. Y que esto y también se hace extensivo a los paganos “en Cristo” por la predicación del Evangelio. Luego de esto vienen los saludos en los que la fe en Jesús y el amor a los hermanos pasan a ser centrales.
Resumen: la carta a los Efesios comienza con un himno que antecede a la habitual acción de gracias donde se canta que “en Cristo” los judeo-cristianos han accedido a la plenitud de las bendiciones esperadas. Y que esto y también se hace extensivo a los paganos “en Cristo” por la predicación del Evangelio. Luego de esto vienen los saludos en los que la fe en Jesús y el amor a los hermanos pasan a ser centrales.
La llamada carta a los Efesios presenta una serie de novedades interesantes que no es el caso comentar aquí. Lo cierto es que como otras pocas cartas (2 Corintios y 1 Pedro) no comienza como suele ocurrir en las restantes con una “acción de gracias” sino por una “bendición” que tiene una cierta forma hímnica (en este caso, la acción de gracias se hará más adelante). Los himnos del Nuevo Testamento suelen ser cristológicos, y esta no es la excepción, aunque las implicancias sean eclesiológicas. “En Cristo” se celebra y canta que las bendiciones que los judíos esperaban de parte de Dios se han concretado plenamente: “bendecido”, “elegido”, “santos”, “hijos adoptivos”, “herencia”, los que ya antes esperábamos (vv.3-5.11-12). Los judeo-cristianos cantan y celebran que esto se ha alcanzado “en Cristo” (vv.3.4.6.7.9.12), pero hay una novedad, un “misterio” (v.9; cf. 3,3.4.9; 5,32; 6,19) y es que todo esto se abre también a los paganos “tras haber oído la palabra de la verdad, el Evangelio” (v.13), “en él también ustedes”.
El texto litúrgico presenta la primera parte de este himno, y luego pasa a la primera parte de la carta propiamente dicha: “Por eso yo, al haber tenido noticias de la fe de ustedes…” En realidad, comienzan los saludos a los destinatarios, que nos son desconocidos, pero de los que sabemos que vienen del ambiente pagano. Este saludo, excesivamente largo (no hay un punto desde v.15 hasta v.22) se interrumpe en el texto litúrgico. El autor, un discípulo de Pablo da gracias (v.16) y pide para que tengan “espíritu de sabiduría y de revelación” para “conocerlo” y que conozcan la esperanza y la gloria. Todo esto ya que “Pablo” ha tenido noticias de la “fe en el Señor Jesús” y la “caridad para con todos los santos”. Una vez más la relación entre Jesús y la comunidad y sus miembros son inseparables.
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 1, 1-18
Resumen: Un himno antiguo canta la presencia de Dios en medio de la historia. Juan lo retoma destacando que eso ocurre desde “el principio”. En nuestra historia, Dios eligió plantar una carpa para moverse con nosotros en la vida.
El conocido “Prólogo” del Evangelio de Juan constituye la lectura del día, aunque –como veremos- no es evidente que todo el texto aluda a Cristo.
Para comenzar, llaman la atención las dos referencias en medio del himno a la figura de Juan, el Bautista (vv.6-8 y v.15) y tienen toda la apariencia de haber sido insertadas en un momento posterior (de hecho, la lectura breve del texto omite estas partes). Se ha propuesto –y parece muy probable- que el autor que introduce el himno en el Evangelio (quizás en la última etapa de la redacción) conozca un himno cristológico primitivo al cual le realiza algunos añadidos, un “Himno a la palabra de Dios”. En este sentido, el himno primitivo cantaba la palabra de Dios activa en la Creación (vv.1-5; cf. Gen 1), la palabra enviada por Dios en la historia de su pueblo, por ejemplo en los profetas (“fue dirigida por Dios la palabra al profeta X…”, cf. 1,9-13) y finalmente esa palabra se hizo carne en la historia en el envío de Jesús (vv.14.16-18). Tres momentos, entonces marcan que Dios no se ha desentendido de la humanidad en la historia, pero –como se ve- recién en el tercer momento el himno primitivo habría hecho expresa referencia a Jesús como la palabra viva que Dios dirigió.
Ahora bien, este himno primitivo fue tomado y reelaborado por el Evangelio, y la incorporación del Bautista en diferentes momentos provoca que esa “palabra” de Dios sea vista como el mismo Jesucristo desde el primer momento. Cristo es “palabra de Dios” desde siempre, y no ya desde la Encarnación Al releerlo ya desde antes de la Creación la palabra –que ahora es Jesús- estaba “junto a Dios” y “era Dios”. El término “palabra” (lógos) es sin duda el término clave, y parece que debe entenderse en continuidad con la palabra de Dios en la historia de su pueblo, manifestada en las escrituras, y no en el sentido que le daban los griegos o los gnósticos (para estos, el “logos” tenía otro rol que es bastante diferente del que podemos encontrar en este himno).
Hay una serie de términos que se encuentran en el relato que son claves en todo el Evangelio y sería muy extenso detenernos en ellos (por ejemplo, luz – tinieblas, vida, creer, gloria, verdad, etc.); especialmente teniendo en cuenta que la Navidad es la razón de su incorporación en la liturgia. El v.14 parece ser fundamental en este tiempo y el motivo de su incorporación:
«Y la Palabra se hizo carne, y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como unigénito, lleno de gracia y de verdad».
La palabra “acampó” (skênóô) está relacionada con la “gloria de Dios” (doxa) en la referencia a la “tienda del Encuentro” en el desierto, donde Dios se hace presente a su pueblo (Ex 40,34.35; Lev 9,23; Núm 14,10; 16,19; 17,7; 20,6); también se dice en relación a la Sabiduría (Sir 24,8). Allí el pueblo podía encontrarse con Dios, ahora esta gloria se manifiesta en la presencia de Jesús como palabra hecha carne. Es probable que la insistencia en la carne (sarx, Mt x5, Mc x4, Lc x2; Jn x13) tenga que ver con una posición conflictiva con los espiritualistas de la comunidad que terminan negando la carne en nombre de la novedad aportada por Jesús, pero esta “desencarnada”. Lo que viene por esta palabra encarnada es la “gracia” y la “verdad” (gracia en Juan sólo se encuentra en el prólogo, vv.14.16.17) que superan la ley dada por Moisés (v.16). Esta gloria le viene dada por su condición de “unigénito” (monogenês). Pero la novedad también viene dada por el uso del “nosotros” (antes se expresó en tercera persona), los lectores y oyentes somos introducidos en este mundo nuevo por la encarnación. La carpa puesta por la palabra no nos deja fuera o como espectadores sino que actúa en nosotros y “hemos recibido” (v.16).
Foto tomada en San Francisco Solano, Buenos Aires
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