Extraño poder… muy extraño
Eduardo
de la Serna
Es evidente, aunque el
lenguaje a veces confunde, que decir “Poder Judicial” y decir “justicia” son
dos cosas diferentes. No antagónicas – en principio – pero no sinónimas. El
poder judicial es, en todo caso, uno de los poderes de la República, que debe
caracterizarse por la división de tales poderes, y – en este caso – por su
independencia. Es que se trata del poder encargado de administrar justicia (convengamos
que nos referimos a la justicia pública, porque hay cientos de instancias en
las que la búsqueda de justicia se mueve por otros carriles: en diversos
colectivos, como una familia, un club, una comunidad esta búsqueda y su
administración, salvo en casos muy específicos, no recurre al poder judicial). Ahora
bien, como en todos los órganos, puede haber buenos o malos administradores. Un
buen administrador económico velará por el presupuesto del espacio, por manejar
entradas y salidas, etc. Un buen administrador judicial, pues debe buscar que
haya justicia, o que se reprima la injusticia. El poder judicial no es, pues,
la justicia. Puede ejecutarla. O no. Cuando el poder judicial no se guía por la
búsqueda de la justicia sino por otros fines o medios, ciertamente se tratará
de un mal administrador. Uno que, probablemente, debiera ser removido de su
cargo. Cuando renunció a la Corte Suprema la única mujer residual, Clarín
señaló que era la única cercana al gobierno que había en la Corte. “A confesión
de parte, relevo de prueba”, dice el dicho. El mismo medio (administrador de la
verdad… mal administrador, por cierto) estaba informando que los cuatro
miembros de la corte eran (¡son!) opositores al gobierno. Y si lo son (¡y lo
son!) es evidente que no es la búsqueda de administrar justicia lo que los guía.
Es evidente que la independencia no es su característica ¡y no lo es!).
Algo no se transforma en justo
o injusto porque alguien lo diga, sino porque lo es, o no. La impunidad, ¡y de
eso se trata!, puede garantizar su propia protección, evitar su propia sanción,
e incluso hacer abuso de poder, pero nada de eso lo transforma en justo. Cuando
el poder judicial es un mal administrador de la justicia podrá garantizar
impunemente la injusticia y, entonces, se sancionará a inocentes, se liberará a
culpables, se permitirá lo perjudicial o impedirá lo justo. Pero esto lo hará
en cuanto poder, no por “judicial”.
Ver en funcionamiento esta
Corte desvergonzada e impune les garantizará a ellos y a sus mandantes (¡que
los hay! ¡que los conocemos!, porque estridente sonó) poder hacer y deshacer a
su antojo. Pero no en justicia. Y mañana, o más tarde, algo saldrá a la luz. Es
cierto que, porque de “poder” hablamos, pueden manejar incluso hasta la lectura
de la historia (¿qué hizo Mitre, si no, desde la historia de San Martín, la
lectura de la guerra de la triple infamia, o la historia que se enseñaba en las
escuelas si no manipular la administración del conocimiento?), pero no podrán
impedir que haya quienes difundan otras lecturas de la realidad y que la historia
sea jueza de nuestro presente.
Sin duda que, si la historia
la escriben los Mitre, los Macri, los dueños del poder eso quiere decir que hay
otra historia. La verdadera historia. Y que mañana, o más tarde, podremos
escucharla y creerle. Porque nuestra conciencia y nuestra inteligencia también
tiene un cierto poder judicial. Y juzga entre la verdad y la mentira, la
justicia y la injusticia. No podrá sancionar con fuerza, pero no podrán
impedirla. No podrán impedir que muchos ya desde hoy, otres quizás mañana,
empecemos a juzgar a los jueces. Empezando por no creerles nada. Siguiendo por
juzgarlos injustos. Y finalmente por condenarlos a la nada misma. Sería fácil
decir que estos cuatro no pasarán a la historia (como otros y otras tantos y
tantas del poder), pero lamentablemente creo que sí pasarán a la historia.
Pasarán a la historia como lo perverso, lo que se debe evitar su repetición,
pasarán a la historia como Rivadavia, Lavalle, Cisneros, o hasta el “petizo orejudo”
… Lamento no poder cantar con León “nunca tendrás tu calle”, porque el poder se
defiende a sí mismo y no debería extrañar que mañana alguien proponga una “calle
Roserkrantz”. Lo que sí podemos es suponer hacia dónde nos conducirá dicha
arteria.
Foto tomada de https://www.predicasbiblicas.com/predicas-cristianas/489-callejon-sin-salida
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