Una reflexión sobre los sacrificios
Eduardo de la Serna
La palabra sacrificio es un término muy usado, de
diversas maneras y con distintos significados. Y, siempre, es muy importante
tratar de ver quién lo dice, cuándo lo dice, cómo lo dice y para qué lo dice a
fin de tratar de entender qué significa. Hacer algo que nos cuesta esfuerzo puede ser un
sacrificio, la muerte de Jesús habría sido un sacrificio, etc.
No pretendo aquí aclarar todo, precisar y poner
límites; solamente ayudar a entender un poco el sentido.
En el mundo antiguo – la Biblia incluida – un sacrificio es un acto violento que se realizaba para calmar la ira de Dios o los dioses, para contentarlo/s, para cumplir lo mandado. En muchos pueblos, por ejemplo, eran habituales los sacrificios humanos. Se entendía, por ejemplo, que así Dios o los dioses no nos castigarían… No pretendo acá hacer un análisis de este fenómeno tan interesante, pero sí señalar que desde los primeros tiempos en la Biblia se pretendió reemplazar los sacrificios de seres humanos, sean estos enemigos, sean los primeros hijos, u otras personas, por sacrificios animales, aunque, debemos decirlo, esto no siempre se logró (ver 2 Reyes 16,3). Eso se ve claramente en el caso en el que Dios pide a Abraham que sacrifique a su hijo Isaac, pero a último momento lo detiene y este, en cambio, ofrece un cabrito que había en el lugar (Génesis 22,11-13).
A partir de esta imagen, en la Biblia, por
diferentes motivos, los sacrificios animales pasan a ser frecuentes en Israel (por
el perdón de los pecados, por un nacimiento de hijo varón, etc.), aunque, con
el tiempo, empieza a haber también otro tipo de ofrendas, como pan, aceite, vino, etc.
Además, también, matanza de animales, pero para compartir en la comida, sea con la
familia (la Pascua) o con los pobres (ofrenda de comunión [en hebreo tiene la misma raíz que la palabra shalom,
paz], ver Gen 31,54). En
general, en la Biblia, el verbo sacrificar es sinónimo del verbo matar (aunque
con sentido habitualmente religioso, por supuesto, algo que también se aplica a los ídolos; para el uso del término, ver la imagen de una matanza humana en Jue 12,6 o Jn 10,10, o también en
Tob 7,8 donde se menciona simplemente la matanza de animales para un banquete,
cf. Mt 22,4). De hecho, en hebreo y en griego, un altar es el lugar de los
sacrificios, es decir, donde se derrama la sangre de los animales para Dios o los dioses (los términos hebreos para decir los diferentes tipos de sacrificios de la Biblia
son muy variados, no hay solamente uno). El tema es muy extenso y no es este el
lugar de verlo en detalle.
Yendo al Nuevo Testamento hay un cambio muy
importante que debemos señalar. Dejamos de lado las veces que se hace
referencia a los sacrificios antiguos (ver Marcos 12,33; Lucas 2,24, etc.), en
los Evangelios nunca se encuentra referencia a los sacrificios salvo 2 veces en
Mateo donde Jesús repite al profeta Oseas: “misericordia quiero, no
sacrificios” (Os, 6,6; Mt 9,13; 12,7). En las cartas de Pablo, en una
ocasión habla del sacrificio a los ídolos (1 Cor 10,18), y en tres ocasiones
(Rom 12,12,1 y Fil 2,17; 4,18) habla de la vida de amor comunitario, la
solidaridad, la mirada puesta en “los otros” como “ofrenda” (= sacrificio)
agradable a Dios (es decir, se entiende simbólicamente, el amor mutuo como algo que agrada a Dios y, por lo tanto, algo que reemplaza los viejos sacrificios). Algo semejante se encuentra en 1 Pe 2,15 hablando de la
construcción de la comunidad. Fuera de esto, nunca más se habla de sacrificios
en el NT salvo en la carta a los Hebreos donde lo encontramos ¡15 veces!
En esta carta – como lo hemos comentado en reiteradas ocasiones – el autor
intenta destacar el sacerdocio de Cristo. Pero, ya que todo sacerdote debe “ofrecer
sacrificios” (5,1), él destacará que la ofrenda de la vida que el mismo Jesús
realiza, es un sacrificio. Ya hemos señalado, en otra ocasión, que esta ciertamente no es un
sacrificio sino un crimen, pero el autor hace una lectura espiritual a fin de
reforzar el sacerdocio de Cristo, como decimos. Pero, y aquí algo interesante:
como Jesús – según esta lectura – es hecho sacerdote por la resurrección y, por
lo tanto, ya no muere más y es “sacerdote para siempre”, por lo tanto, su “sacrificio”
también es “para siempre” (7,27), por lo que ya no hacen falta nuevos
sacrificios (9,26) ya que los pecados quedan destruidos para siempre (10,11-12).
Por eso terminará este escrito diciendo que “los sacrificios que agradan a Dios”
son “hacer el bien y ser solidarios” (13,16). Nuevamente, como en Pablo y en 1 Pedro, hay un reemplazo de la idea.
Hasta acá queda claro que,
religiosamente, ya no tienen sentidos los sacrificios. La idea es que Dios se
ha reconciliado plenamente con la humanidad. Señalemos, antes de finalizar, una
serie de elementos para ser más precisos:
- · Destacar que Dios se ha irritado, que necesita
ser “calmado”, que nos pide tal o cual cosa, es un modo humano de entender a
Dios (antropomorfismo). Evidentemente esto es habitual para entender nosotros un
poco a Dios, pero eso no significa que Dios sea así. Dios es Dios, no ser
humano.
- ·
La imagen de que un dios necesita “sangre” para
saciarse o perdonarnos, sin duda, muestra un dios bastante sádico. El Dios que
Jesús nos revela, ciertamente no es así.
- ·
Es importante recordar que la carta a los
Hebreos recurre a una lectura espiritual. En ese sentido, al hablar de
sacerdocio, templo, sacrificios debe entenderse también en sentido espiritual.
- ·
La reconciliación de Dios con el ser humano
supone también una interpretación que debe entenderse bien (¿por qué se
reconcilia conmigo si yo no le hice nada?) Probablemente la idea deba
profundizarse en “clave amor”. Dios nos ama, y en el amor de su hijo Jesús nos
muestra plenamente que ese amor es absoluto.
·
La clave, la única clave, debe entenderse en el
amor de Jesús y de Dios. Es ese amor lo que estamos invitados a seguir e “imitar”.
Para terminar, reiteremos algo
del comienzo. En castellano, la palabra sacrificio indica algo hecho con
esfuerzo. No es necesariamente un término religioso. En el ambiente de la
Biblia, en cambio, en hebreo o en griego, es frecuentemente religioso y ciertamente
“sangriento”. Por eso es complicado afirmar que la muerte de Jesús fue “sacrificio”,
ya que ciertamente fue sangrienta, pero no fue un acto religioso (fue algo
judicial). Pero, también es cierto, que un “sacrificio” (del latín sacrum
faciens) es “hacer sagrado” algo, y en ese sentido, la muerte de Jesús,
ciertamente lo fue. Pero también es cierto que nosotros podemos hacer sagrado
un encuentro de amigos y, sin embargo, en nuestro lenguaje, nadie diría que va
a hacer el sacrificio de comer un asado con amigos. Por eso se trata de prestar
atención al sentido y el momento, la intención y el contexto, para no confundirnos.
Bíblicamente hablando (lo repito, ¡bíblicamente!) no tiene sentido ya hacer
sacrificio alguno. Nuestro encuentro de amor con Dios tiene las puertas
plenamente abiertas.
Imagen tomada de https://noloseytu.blogspot.com/2014/01/sacrificios-sangrientos-en-la.html
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