martes, 15 de noviembre de 2022

El pedido “al señor de la cosecha”

 El pedido “al señor de la cosecha”

Eduardo de la Serna



En un ambiente campesino, como es el Israel bíblico, a nadie había que explicarle qué es una “mies”, una “cosecha”. El trigo, la cebada, la vendimia eran tiempos vitales para el pueblo y, por supuesto, de una buena o mala cosecha dependía un buen o mal futuro cercano. El mismo Evangelio de Juan, casi como un dicho popular, dice “faltan cuatro meses para la cosecha” (4,35) como algo absolutamente comprensible para cualquiera. Una buena cosecha es signo evidente de una vida tranquila en el año por venir. El libro del Apocalipsis, por ejemplo, la presenta como “descanso de las fatigas” (14,13-20). Es algo habitual cuando el grano ya ha madurado, y la hoz afilada es el instrumento adecuado (Mc 4,29). Es el final fructuoso de algo que comenzó arduamente, por eso canta el salmista: “Al ir iba llorando llevando el saco de la semilla; al volver vuelve cantando trayendo sus gavillas” (Sal 126:6).

Precisamente por el ambiente campesino en el que vive, Jesús utiliza en más de una ocasión las imágenes vegetales. En el caso de las parábolas, además, le permite mostrar la tensión entre el “ya” de la siembra y el “todavía no” de la cosecha. Incluso, simbólicamente, la hoz y el arado se expresan en contraste con las espadas y las lanzas como manifestaciones contrapuestas de tiempos pacíficos o violentos (Jl 4,10; Mi 4,3; Is 2,4). Se podría profundizar mucho más todo esto (la identificación de Israel con árboles frutales, la imagen de la siembra, la identificación original de las tres grandes fiestas judías con la cosecha, etc.) pero me quiero detener aquí exclusivamente en el tema de la imagen de la cosecha (obviamente a consecuencia de la siembra). La cosecha marca el tiempo “final” de un proceso. Usando la imagen de un sembrador, el “tiempo inicial”, en más de una parábola, por ejemplo, Jesús hace referencia a la predicación del reino de Dios. Obviamente, toda cosecha requiere cosechadores, aunque un pobre campesino se bastaba a sí mismo con su familia para la propia. Pues bien, hay un dicho de Jesús que alude a todo esto y es interesante pensarlo; particularmente porque ha sido usado con frecuencia, y no siempre bien. El texto se encuentra sólo en Mateo 9,37 y en Lucas 10,2, por lo que, lo suponemos, ambos lo reciben de la fuente de dichos que tienen en común. El dicho es idéntico en ambos casos (sólo una pequeñísima inversión en la que Mateo dice, en griego, “envíe trabajadores” mientras Lucas dice “trabajadores envíe”).

«La mies [cosecha] (es) mucha, pero los obreros pocos.

Pidan, entonces, al señor de la mies [cosecha] que eche [envíe] obreros a su mies [cosecha]».

Es interesante notar que mientras el término cosecha sólo se encuentra aquí en Lucas, pero también en otras partes en Mateo, por el contrario, el término “pedir”, está sólo aquí en Mateo, mientras es frecuente en Lucas (es sabida la insistencia que Lucas da a la oración; es el griego déomai: 8 veces en Lucas y 7 en Hechos). En ocasiones se trata de un sencillo “pedido” a Jesús (5,12; 8,28.38) o a los discípulos (9,40). Pero cuando este “pedido” es a Dios nos encontramos en el terreno de la “oración” (21,36; 22,32; cf. Hch 4,21; 8,32, etc.). Ciertamente se trata de un pedido de algo a alguien que, se supone, puede concederlo (o no). Pablo, por ejemplo, les cuenta a los Romanos que en su oración (proseujê) pide (déomai) poder ir a visitarlos si es que esa es la voluntad de Dios (Rom 1,10). Lo que se supone, entonces, en el pedido a Dios, es el presupuesto de “si Dios quiere”, obviamente.

Antes de avanzar, es importante tener claro que con la cosecha y los trabajadores Jesús se expresa en el terreno de las imágenes, y no es sensato pedir a una “imagen” más que lo que esta quiera “imaginar”. Por ejemplo, en Mt 13,39, al explicar la parábola del trigo y la cizaña dice que “los cosechadores son los ángeles”, y, ciertamente, nuestro texto no está diciendo que se han de pedir ángeles al “señor de la cosecha”. También se puede preguntar si no sería bueno pedir “sembradores”, antes que “cosechadores”, ya que – pareciera – hacen falta predicadores del Reino de Dios, por ejemplo. La imagen de los cosechadores es particularmente importante (recordar la necesidad de viñadores del señor de la viña en Mt 20,1-16) pero no es sensato pedir al texto más que lo que el texto está expresando.

Señalado esto, veamos ambos dichos en sus contextos:

Mateo nos muestra a Jesús “sanando toda enfermedad y dolencia” (9,35); ante la multitud (ojlos) se le conmueven sus entrañas porque los ve derribados y golpeados, como “ovejas que no tienen pastor” (9,36; como es sabido, la figura del pastor alude a la dirigencia, social, religiosa y política). Quizás la imagen de “ovejas sin pastor” no sea diferente de la cosecha con “pocos trabajadores”, de hecho, es a consecuencia de la falta de pastores que Jesús pronuncia este dicho de la cosecha (9,37). Pero, en seguida de esto, Jesús envía Doce a “sanar toda enfermedad y dolencia” (10,1) y los envía a las “ovejas perdidas del Pueblo de Israel” (10,6). Y lo que estos deben proclamar es lo mismo que Jesús decía, que “el reino de los cielos está cerca” (10,7; ver 4,17). El señor de la cosecha, entonces, ha enviado trabajadores que representan al mismo Israel (los Doce, las Doce tribus). De hecho, enseguida de decir que debemos “pedir” al señor de la cosecha”, Mateo acota “y” llamó a los Doce (10,1) para hacer lo mismo que él hacía (y luego, lo que él decía). La partícula “y”, sin duda une 10,1 con lo anterior, el pedido al “señor de la cosecha” “y” su respuesta al pedido.

En Lucas, en cambio, se ha duplicado el envío por las ciudades (primero envía Doce y luego setenta y dos), que lo precedieran por donde él iba a ir. A continuación, pronuncia nuestro dicho y en seguida añade otro del envío “como ovejas en medio de lobos” (10,3) y señala las diferentes reacciones, positivas o negativas, que tendrían los enviados en los diferentes lugares a los que son enviados.

Es interesante que, a pesar de las diferencias entre ambos, tanto Mateo como Lucas acompañan el dicho de la cosecha con otro sobre las ovejas. El ambiente campesino tampoco necesita explicar esta imagen pastoril.

Antes de concluir, se debe notar que esta cosecha tiene un “señor” (= dueño) y que se trata de “su” cosecha. Siendo que del reino de Dios se habla, es sensato imaginar que por tal “señor” se refiere a Dios, el “dueño” de la cosecha, la cual es “suya”. Siendo que en ambos textos a continuación del dicho encontramos una referencia a los enviados por Jesús, es sensato entender que el “señor de la cosecha” ha enviado los trabajadores que le han pedido; estos son los misioneros (Doce en Mateo, Setenta y dos en Lucas; es decir, los cuales son enviados no solamente por Jesús sino también por Dios mismo), los que acompañan y “prolongan” la predicación de Jesús con hechos y palabras. Dios los ha enviado puesto que se lo han pedido y él concede lo solicitado.

Con frecuencia este texto se ha interpretado de un modo totalmente diferente, por ejemplo, aludiendo a que se deben pedir a Dios “vocaciones” (sic). En todo caso, aquí no se trata de “algunos”, de vocaciones específicas, sino de “todos”, se trata de colaboradores del reino de Dios, no de algunos en particular (curas y religiosos, por ejemplo). Pero, me permito algo más… no solamente que resulta extraño que “nosotros” debamos decirle a Dios lo que su Iglesia necesita (¡!), sino el cómo esto debe ser. Suponiendo (y ya hemos señalado que no es de esto que el texto está hablando) que Dios quiere enviar “vocaciones” (para la cosecha que es “suya”, reiteramos), si estas no las hay (porque es evidente que no las hay), y sería insensato decirle a Dios no sólo qué cosas debe enviar a “su” cosecha, sino además, indicarle que debe hablar de otro modo diferente porque no lo estarían escuchando… pero, además, esto implica decirle que es “de este modo” y no de otro que “deben ser los cosechadores”. A lo mejor (y siempre suponiendo lo que ya hemos dicho que el texto no dice) para su cosecha “el señor de la cosecha” quiera trabajadores “diferentes”. Las estructuras fijas y establecidas de “como”, “sí o sí” debieran ser los “cosechadores” se parece bastante poco a la de quienes dócilmente “piden” al “señor”. Hoy por hoy, los cosechadores “deben” ser de una manera, ¡que no de otra! Varones, no mujeres, célibes, no casados, en un seminario, no en una familia, etc. Y, siempre irónicamente, me permito una imagen tomada del libro de los jueces: Gedeón había elegido un número muy importante de “trabajadores” para la guerra; pero Dios le quiere mostrar que es él el que maneja la situación, y entonces empieza a excluir del modo más insólito a unos y otros quedándose solo con un pequeño grupo (de 32.000 quedaron solamente 300; ver Jue 7,1-8); y no es esta la única vez que Dios elige “lo que el mundo tiene por necio”, o lo que tiene “por débil” (1 Cor 1,27). A lo mejor “la estructura”, la “institución” no se regala a sí misma la libertad de escuchar a Dios qué, cómo, cuándo, cuántos “trabajadores” quiera él enviar. Y, además, sería bueno no olvidar que no se trata de altares o parroquias sino de predicadores del reino de Dios; cuando Dios reina “la cosecha está lista”.

 

Dios ha enviado y sigue enviando. El texto habitualmente citado hace referencia a un contexto concreto de tiempos de Jesús y la responsabilidad misionera de sus discípulos; pero si queremos pedir dócilmente (y – obviamente – si Dios quiere, si es su voluntad) que envíe a algunos, no estaría de mas no olvidar jamás que del señor de la cosecha, de su cosecha se trata, y que no son pocas las veces que no se trata de que haya quienes no escuchan el llamado, sino que en la Iglesia, a veces, no sabemos escuchar lo que Dios está enviando. Del “señor de la cosecha” se trata.

 

Foto tomada de http://crespial.org/16-comunidades-se-unieron-por-el-jahuay-en-chimborazo-ecuador/

 

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