«Justicia, sólo justicia has de buscar, para que vivas y poseas la tierra que el Señor tu Dios te da». (Deuteronomio 16:20)
Ninguna sociedad puede funcionar, siquiera mínimamente, sin
justicia. Pero, ¡y es evidente!, justicia no se identifica con el “poder
judicial”.
La justicia, identificada habitualmente por una balanza, una
espada y unos ojos vendados nos dice que la “dura lex”, el rigor de la
sentencia judicial (la espada) llega después de un equilibrado peso de las
circunstancias (la balanza) y por un poder que no mira a acusados o acusadores
para condenarlos o absolverlos por ser quienes son sino por lo que hicieron
(los ojos vendados).
Un poder judicial que condena un crimen inexistente ya es,
absolutamente absurdo, y si a eso se le suma que no solamente los acusados
debieron demostrar su inocencia – algo absurdo aún más – sino también que una
condena escrita de antemano no pudo demostrar culpables, muestra dónde radica
la raíz de la corrupción. Corrupción que no está en una obra pública, sino en
un poder público cooptado por un poder mediático, por un partido político y por
un grupo del poder judicial al que ni la justicia ni el derecho le interesan en
lo más mínimo. Un poder judicial que se esconde en una estancia junto a un lago
usurpado para recibir indicaciones de sus mandantes y planificar cómo
continuarán usurpando la Patria, corrompiendo todo y socavando la esperanza de
un pueblo.
Seguimos creyendo en “la justicia”, y la seguimos buscando.
Y seguimos soñando. Creyendo y soñando con que jueces venales, empresarios
corrompedores y funcionarios cómplices tarde o temprano deberán rendir cuenta
ante la historia y ante su pueblo. Y creyendo y soñando que – como pueblo – nos
merecemos una patria con justicia, con libertad y soberanía. La hemos
experimentado. Podemos volver a tenerla.
Grupo de curas en Opción por los Pobres
6 de diciembre 2022
Muchas gracias por estas palabras, que sabía encontraría aquí.
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