Una Iglesia sinodal
Eduardo de la Serna
Sin que se entienda mal la
imagen, podemos decir que en la Iglesia “los sínodos están de moda”. Y, debemos
señalarlo, esto puede significar el ingreso de aire fresco. Sin duda.
Veamos rápidamente un poco de historia.
La Iglesia siempre entendió que el que la conducía era (es) el Espíritu Santo,
y – por lo tanto – escucharlo fue siempre un imperativo. Claro que, por un
lado, “el espíritu sopla donde quiere” (Jn 3,9) pero, por otro lado, debe haber
algunos criterios estables para poder afirmar que algo pertenece o no al
Espíritu (criterios de discernimiento). En la Biblia hebrea, por ejemplo (no se
habla todavía del Espíritu de Dios en el sentido que nosotros lo entendemos),
en ocasiones se recurre a un misterioso sistema de azar en el que, se supone,
Dios dice una palabra: «Si el pecado es mío o de
mi hijo Jonatán, Yahveh Dios de Israel, da urim; si el pecado es de tu pueblo
Israel, da tummim» (1 Sam 14:41 [como se ve, acá parece ser una suerte de “cara
o cruz”]). Este sistema, el urim y tummim, que suele manejar el sacerdote (ver
Ex 28,30; Lev 8,8; Sir 45,10), pero que debe ser experto, no cualquiera puede hacerlo (Esd
2,63 = Neh 7,65). Lo interesante, sea como fuera, es que en Israel hay una
convicción de que Dios se comunica también en el azar. A “suertes” se
distribuye, por ejemplo, la tierra (Num 26,55-56; Jos 14,2), los clanes que
sirven al Señor se designan por “suertes” (Jos 7,14-18; Lc 1,9), y también las
ofrendas que cada quién debe presentar (Neh 10,35); las “suertes” confirman que
Jonás es el responsable de la tormenta que pone en peligro la barca en la que
viaja (Jon 1,7)... Los textos pueden multiplicarse (también en sentido negativo
[los soldados echan a suerte las vestiduras de Jesús, Mt 27,35], pero aquí
queremos mostrar que “el azar” era un modo habitual de escucha de una palabra
de parte de Dios). Son las suertes las que, después de rezar y pedir a Dios que
“muestre” al elegido, seleccionan a Matías para cubrir el puesto en los Doce dejado por
Judas (Hch 1,26). Valgan estos ejemplos para destacar que, más allá de los
métodos – como estos que hoy cuestionaríamos – el punto de partida es la convicción de que
Dios habla en el caminar de su pueblo y debe ser escuchado.
En
realidad, “sínodo” – como se sabe – significa “caminar juntos” (syn = 'con'; hódos
= 'camino'), pero esto es el punto de partida, porque eso solo no basta (una “caravana”,
como en la que están los padres de Jesús y descubren su ausencia, se dice, en
griego, synodía). Ciertamente el paso principal es “hacia dónde” se camina, lo
que supone, en este caso, lo repetimos, la escucha del Espíritu Santo, que debe
ser siempre el gran protagonista.
Claro
que, “en cristiano”, creemos que el Espíritu Santo acompaña a la Iglesia. Esto
no significa que sólo esté presente en la Iglesia, ni que alguien lo “posea”
casi monopólicamente, pero sí que el Espíritu “no la suelta de su mano”.
Entonces, “en Iglesia”, es sensato, en este camino-juntos que es la vida
eclesial, que estemos en escucha permanente del Espíritu de Dios. En la historia de
la Iglesia fue frecuente el estado “sinodal”, de “escucha”. Ya la Iglesia que
Hechos de los Apóstoles nos muestra refleja esta actitud: “el Espíritu Santo y nosotros
hemos decidido” (15,28). Y las comunidades eclesiales de los primeros siglos abundaron
en sínodos.
Pero, la
actitud, en ocasiones autoritaria de Roma, llevó a una ruptura entre las
Iglesias de Oriente y las de Occidente (cisma de 1054). Y, entonces, muchas
cosas muy frecuentes e importantes en Oriente empezaron a dejarse de lado en
Occidente, los sínodos entre ellos. La “monarquía”, como era entendido el
Papado, creía que no los necesitaba.
Señalemos
un dato para evitar confusiones del lenguaje: en la Iglesia Católica romana,
hay Iglesias en Oriente además de en Occidente. Y estas Iglesias tienen su
historia, sus costumbres, y sus ritos que se han mantenido por siglos. Por otra
parte, a partir del cisma, muchas Iglesias (a las que sin excesiva precisión
llamamos “ortodoxas” también tienen ritos semejantes, costumbres semejantes, etc. En este
sentido, tanto las Iglesias “ortodoxas” como las “católicas orientales” recurrieron
con frecuencia a los sínodos, que no eran usuales en las “católicas
occidentales”, que son las más “vistas” entre nosotros ya que Roma es “Occidente”.
El
Concilio Vaticano II (del que conmemoramos 60 años de su inauguración)
expresamente buscó el encuentro con “Oriente”, y muchos de los elementos que se
habían “relativizado” volvieron al “centro de la escena”. Un ejemplo clarísimo
es la centralidad del Espíritu Santo (al que antes del Concilio alguno llamó “ese
gran desconocido”). Precisamente a partir de entonces, en la Iglesia se vio la
importancia de recuperar los Sínodos, que a partir del Concilio se han
realizado periódicamente (además de la realización también de algunos “extraordinarios”).
Por supuesto que, una vez más, la clave radica en la escucha del Espíritu,
porque realizar un sínodo donde todo ya está pensado, escrito y decidido, no
tiene sentido. No es el sínodo lo importante sino la escucha “en el camino”.
Hoy, en
muchas diócesis hay sínodos, hay sínodos de regiones (de Amazonia, de América),
y sínodos de toda la Iglesia (incluso un sínodo sobre los sínodos). Bienvenidos
sean. Pero siempre y cuando esto signifique una escucha dócil al Espíritu Santo.
Hacer un sínodo “por hacerlo” no solamente es una pérdida de tiempo, de dinero
y de esperanzas sino también una manipulación del camino, en el que “·los otros”
parecen no contar, por lo que no parecen “caminar juntos” y una manipulación
del espíritu de Dios que de una y mil maneras se dirige a su pueblo. “A quien
no escuche mis palabras… yo le pediré cuentas” (Dt 18,19)... cuando Israel “no
escuchó”, Dios dice que “lo abandoné a la dureza de su corazón” (Sal 81,12-13) y Jesús
repite que “quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra que ustedes
oyeron no es mía, sino del Padre que me envió” (Jn 14:24). De escucha,
docilidad, de amor se trata este caminar juntos.
Imagen tomada de https://tengoseddeti.org/apuntes-del-camino/xxix-domingo-durante-el-ano-por-una-iglesia-sinodal-comunion-participacion-y-mision/
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