martes, 31 de enero de 2023

Comentario a las lecturas bíblicas, domingo 5º "A"

 Una vida en función de “los demás” es una vida donde Dios se hace presente

TIEMPO DURANTE EL AÑO – 5 "A"

Eduardo de la Serna 




Lectura del libro del profeta Isaías     58, 7-10

Resumen: en coherencia con los antiguos profetas, el discípulo de Isaías afirma que el encuentro con Dios no se produce donde nuestra religiosidad espera que se produzca sino allí donde Dios quiere: en el hermano. En la práctica del derecho y la justicia se produce ese encuentro. Encuentro con el hermano, encuentro con Dios.

Todo el capítulo 58 de Isaías constituye una unidad literaria. “Isaías” es enviado a hablar a su pueblo (v.1) a causa de su rebeldía y sus pecados. Este pueblo “busca” a Yahvé, quieren conocer su camino, preguntan por las leyes justas (v.2). En 59,1 se continúa con la idea semejante del pecado del pueblo aunque el acento está puesto en la alianza con Dios (v.21). En este caso el tema radica en que el pueblo se manifiesta aparentemente “religioso”, pero en su praxis está lejos de Dios. El tema principal en este caso es el ayuno.

“¿Por qué ayunamos, si tú no lo ves? / ¿Para qué nos mortificamos si tú no lo sabes?” (v.3). En Israel el ayuno puede tener diversas motivaciones, y ser individual, o colectivo. Ciertamente –en este caso- se refiere al pueblo. Y se encuentra en paralelo con la humillación, mortificación. Obviamente se dirige a Dios, de allí la preocupación de que Él no lo vea o no lo sepa. Todo el resto del capítulo (vv.3b-14) se trata de la respuesta de Dios a su pueblo. Allí señala las características habituales del ayuno de Israel, y propone una alternativa (“si…”) con su consecuencia (“entonces…”). No se trata de que Yahvé no vea o sepa sino de que Israel no está haciendo las cosas bien.

Como es habitual en los profetas anteriores al exilio (Amós, Oseas, Miqueas, Isaías, Jeremías…) este discípulo de Isaías cuestiona el culto tal como Israel lo vive. Veamos brevemente: es habitual en las diferentes religiones que las personas creen que realizando tales o cuales actos “religiosos” se relacionarán con la divinidad: sacrificios, oraciones, culto, ofrendas… Sin embargo, esto termina “haciendo un Dios a nuestra imagen y semejanza”. El Dios bíblico insiste con frecuencia que a Él se lo encuentra, que entramos en relación con Él, en la medida de la realización de su voluntad, no en la medida de los actos de piedad y religión. Podríamos decir que a Dios lo encontramos allí donde Él está, no donde nosotros creemos que está. Y constantemente nos afirma que lo encontramos cuando realizamos y practicamos “el derecho y la justicia”. No es en el culto donde lo encontramos. Estos términos, derecho y justicia (mispat we tzedaqá), son los términos clave de la religiosidad israelita (cf. Gen 18,19; Job 8,3; 29,14; 37,23; Sal 32,5; 37,6; 89,15; 97,2; 98,4; 106,3; 119,121; Pr 1,3; 2,9; 8,20; Qo 5,7; Is 1,21.27; 5,7; 9,6; 16,5; 28,17; 32,1.16; 33,5; 56,1; 59,9.14; Jer 4,2; 22,3.15; 23,5; 33,15; Ez 18,5.19.21.27; 33,14.16.19; 45,9; Os 2,19; Am 5,7.24; 6,12; cf. 1 Mac 2,29). Veamos esto claramente en dos textos más:

  • "Practicar el derecho y la justicia agrada a Dios más que los sacrificios". (Pr 21,3)
  • “…quien quiera gloriarse, que se gloríe de esto: de conocer y comprender que soy el Señor, que en la tierra establece la lealtad, el derecho y la justicia y se complace en ellos –oráculo del Señor–“. (Jer 9,24).
Esto es lo principal, y es el criterio del que parte el discípulo de Isaías. En un pueblo que no practica el derecho y la justicia, pretender relacionarse con Dios a partir del ayuno es necedad. Allí no se encontrará a Dios (v.2: “leyes justas”, tiene la misma raíz de mispat y tzedeq). Si se realiza la voluntad de Dios, y no “ritos vacíos”, entonces: “brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahvé te seguirá” (v.8).

A Dios se lo encuentra en la práctica del derecho y la justicia, es decir, en el trato al miembro del mismo pueblo como verdadero “hermano” (y debemos añadir, “hermana”, aunque la idea no se encuentra en los textos bíblicos). Si no hay un “encuentro” con el otro/a, no hay encuentro con Dios. Esto queda expresamente señalado en el texto:

El ayuno que yo quiero es éste: abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos; compartir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no despreocuparte de tu hermano”. (vv. 6-7; ver vv.9-10).

La imagen de la “mortificación” sirve para ilustrar el tema, lo mismo que el hambre:
  • No se trata de que te mortifiques (v.2), sino que no mortifiques al hermano (v.10)
  •      Si sacias el hambre de tu hermano (v.7.10), Dios te alimentará (v.14).

Recién después de vivir conforme a la voluntad de Dios (cf. “¿no será…”, vv.6.7), recién después de vivir el “derecho y la justicia” (“si…”, vv.9.13) es que se produce el encuentro con Dios y “entonces” (vv.8.9.14) esa sensación frustrante de vv.1-2 alcanza su plenitud. Plenitud del encuentro con Dios en la medida del encuentro con el hermano.



Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Corinto     2, 1-5
 

Resumen: la cruz es presentada como el centro de toda la predicación paulina; pero esta predicación es a su vez “encarnada”. Pablo mismo se presenta como crucificado de modo que ante los ojos de los destinatarios no “aparezca” el predicador sino la fuerza de lo predicado. La cruz en su debilidad y necedad manifestando así la fuerza del espíritu de Dios.


En la primera parte de la carta a los Corintios (1,11-12), Pablo enfrenta el hecho de que haya partidos en el seno de la comunidad: partidos de Pablo, de Apolo, de Cefas (= Pedro), de Cristo… Pablo no defiende un partido criticando a otro; la división en sí misma carece de todo sentido. Pero luego de haber enfrentado la ruptura como algo "necio", Pablo insiste que lo único que es importante es la cruz. Y no solamente la cruz como “contenido” de la predicación (Cristo crucificado), sino también la cruz como “alma” de la predicación. Este tema lo repetirá también en la 2ª carta a los Corintios como característico del ministerio apostólico (6,4-5; 11,23-27). Una predicación que se caracterizara por palabras bien formuladas (logos sofía), por una retórica bien presentada, corre el riesgo de que los oyentes se “fascinen” en esa forma más que en el mismo contenido. Por eso Pablo va a destacar el contraste entre fuerza y sabiduría por un lado, y debilidad y necedad por otro como una tensión que tiene su "lógica" en la debilidad de la cruz (1,22-25) . Y esta debilidad y necedad se manifiestan en la vida misma de los seguidores del crucificado. La comunidad de Corinto, por ejemplo;

Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte. Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es”. (1Cor 1,27-28)

En su vida misma la comunidad ha de ser evangelizadora: lo que se ve en ella ha de ser como una especie de “palabra”, y por eso, el hecho de que sean “necios” y “débiles” se constituye en un reflejo de la cruz (1,30-31). Ellos son –podríamos decirlo, aunque Pablo no lo dice así- una “comunidad crucificada”.

Y a continuación de esto, Pablo se presenta también a sí mismo como un “predicador crucificado” (tampoco esto lo dice así Pablo). La “debilidad” una vez más es puesta en primer lugar. «No me presenté con el prestigio de la palabra o la sabiduría» (es posible que esto lo destaque en contraste con la reacción que algunos de la comunidad tuvieron ante la excelente predicación de Apolo); y la razón de esto es que “no quise saber sino a Jesús el Cristo, y este crucificado”. De allí las características de la cruz que se encarnan en él: debilidad (notar la frecuencia del término "debilidad” tan importante en toda la carta, que expresa una especie de "opción preferencial por la debilidad"): 1,25.27; 2,3; 4,10; 8,7.9.10.11.12; 9,22; 11,30; 12,22; 15,43), temor, temblor. Su palabra no tuvo “nada” de los persuasivos discursos de palabra sabia, sino que fueron “demostración del espíritu y el poder”. Precisamente, los frutos (sin duda las conversiones provocadas por la predicación de Pablo) son manifestación de que allí está actuando el espíritu de Dios en la predicación. Es allí que está actuando el poder de Dios, y no en la mayor o menor capacidad retórica o de predicación de Pablo (o de Apolo).

Pablo continuará este tema profundizando esta sabiduría débil y crucificada enfrentándola a la sabiduría “de este mundo”, pero esto será la lectura del próximo domingo.

Lo cierto es que Pablo mismo se presenta como un ejemplo vivo de aquello mismo que él predica, la cruz no es sólo contenido, es también la vida misma del apóstol.


 
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo     5, 13-16

Resumen: con dos metáforas de la sal y la luz, el sermón de la montaña se refiere a los destinatarios como aquellos que –siempre en función de los destinatarios (“los hombres”)- dejan que Dios trasluzca en sus vidas y “los hombres” puedan reconocerlo.


Después de las bienaventuranzas, con las que comienza el llamado “sermón de la montaña” (vv.3-12), y antes de comenzar su largo discurso sobre la “justicia mayor” y “la Ley y los Profetas” (5,17-7,12) Mateo presenta brevemente un doble dicho dirigido a los oyentes del sermón (“ustedes son”, vv.13 y 14) utilizando las metáforas de la sal y la luz.

La imagen de la sal es tomada de un texto del evangelio de Marcos con ligeros cambios:

Mateo 5,13
Marcos 9,50
Lucas 14,34
Ustedes son la sal de la tierra.

Mas si la sal se desvirtúa (lit. se “vuelve necia”),

¿con qué se la salará?
Ya no sirve (lit. “no tiene fuerza”) para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres.


Buena es la sal;
mas si la sal se vuelve insípida (lit. “des-salada”), 
¿con qué la sazonarán?





Tengan sal en ustedes y tengan paz unos con otros».


«Buena es la sal;
mas si también la sal se desvirtúa (lit. se “vuelve necia”),
¿con qué se la sazonará?

Como se ve en el cuadro, Mateo repite la idea de Marcos, destacando en este caso –como es propio del Sermón del monte- que los destinatarios están llamados a un modo de ser y vivir. “Ustedes son”. La “necedad” de la sal que encontramos en Lucas se ubica aquí, mientras Marcos utiliza “des-salar”. 

Pero como puede verse, la imagen se presta claramente a un sentido metafórico: en Lev 2,13 las ofrendas que se presentan a Dios han de ser saladas, y la sal es imagen de la alianza (ver Num 18,19; 2 Cr 13,5). La sal también es imagen de “sabor” (Job 6,6), como se ve en la metáfora usada por el discípulo de Pablo (Col 4,6): la conversación ha de ser amena. Pero la sal es también imagen de purificación (2 Re 2,20-21), se utiliza en los nacimientos (Ez 16,4). Es algo de primera necesidad (Sir 39,26), y se suele utilizar para las paredes y pisos de los hornos (cf. Mc 9,49). 

La idea de la “necedad”, que no se espera normalmente de la sal, parece aludir –especialmente por el contraste con la “fuerza” a un servicio para “los hombres”. La “tierra” se refiere a la vida cotidiana (6,19; 9,6; 17,25; 23,9; 24,30; aunque en ocasiones puede ser distinto del mar [14,24], o el cielo [16,19; 18,18.19]). Los oyentes del sermón de Jesús están llamados a sazonar la vida de la humanidad, a llenarla de sabor.

La segunda metáfora es la de la luz. Y en seguida lo ejemplifica con dos elementos, una ciudad en la cima de un monte y una lámpara. La primera, obviamente no alude a la luz, pero si a “ser vista”: “no puede ocultarse”. Los oyentes del sermón deben ser vistos, y los testigos deben –se dirá- ver algo más en sus actitudes.

La lámpara encendida, obviamente se pone en un lugar que ilumine a “todos los que están en la casa”. En este caso, el contraste está en un "candelero” y un “celemín”. Nuevamente esta frase está tomada del Evangelio de Marcos. 

Mateo 5,15
Marcos 4,21
Lucas 8,16
Lucas 11,33
Ni tampoco se enciende una lámpara y la 
ponen debajo del celemín, sino 

sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa.
Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
«Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija, o la pone debajo de un lecho, sino que la pone 
sobre un candelero, para que los que entren vean la luz.
«Nadie enciende una lámpara y la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín, 

sino 
sobre el candelero, para que los que entren vean el resplandor.

No es evidente de qué se trata un “celemín” (módios) pero lo cierto es que se hace referencia a algo que tapa la luz que se ha encendido (como una vasija o debajo del lecho, Lc 8,16). El contraste con el candelero es, precisamente algo que eleva la lámpara para que la luz llegue a todos. Y –nuevamente- ese “todos”, “los hombres” son los destinatarios de la metáfora, como la de la sal.  

El sentido del ser de los destinatarios del sermón de la montaña no es en función de sí mismos sino de “los demás”. Por eso son “de la tierra” o “del mundo”. 

De allí la conclusión de esta última metáfora pero que da a su vez sentido a la anterior: “brille su luz delante de los hombres” (v.16).

Pero –y he aquí la clave de todo- así “los hombres” verán las “buenas obras” (la sal, la luz); pero estas “buenas obras” no son para que los que las practican se jacten de su “religiosidad”, de su “bondad” o –peor aun- de su superioridad con respecto a “los hombres”, sino para que “los hombres” descubran a Dios detrás de ellas y le den gloria (“Padre [que está] en los cielos” es característico de Mateo: 5,15; 6,9; 7,11.21; 10,32.33; 16,17; 18,10.19). Los hipócritas pretenden ser “glorificados” ellos mismos por “los hombres” cuando estos ven sus “buenas obras” (6,2). Del mismo modo que las obras de Jesús manifiestan a Dios, y a Dios que reina (9,8; 15,31) las “buenas obras” de los destinatarios del Sermón de la Montaña deben dejar traslucir a Dios y en ellas “los hombres” podrán reconocerlo. 

Video con comentario al Evangelio en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/01/video-con-comentario-al-evangelio-del_30.html
o también en
https://youtu.be/vJiUezqTHUw    

Foto tomada de Jujuy 360 noticias 

lunes, 30 de enero de 2023

Video con comentario al Evangelio del domingo 5º "A"

Video con comentario al Evangelio del domingo 5º "A"


o también en

https://youtu.be/vJiUezqTHUw

Eduardo

jueves, 26 de enero de 2023

El Templo para los judíos

El Templo para los judíos

Eduardo de la Serna



En otro comentario hicimos referencias al Templo de los judíos. Veamos brevemente lo dicho y demos un paso más. Es importante entender cómo veían esto los judíos, para después, en próxima nota, ver qué dicen del templo los cristianos de tiempos bíblicos.

En las distintas religiones, es frecuente que haya un “lugar santo” en el que las personas pueden encontrarse con las divinidades. Estos, en su origen, pueden ser lugares en los que las diversas tradiciones aluden a un encuentro entre los dioses y la gente. Es frecuente, además, que con motivo de esto se edifique en ese lugar un espacio para “institucionalizar” el encuentro. Cuando en esos lugares se organiza el modo de celebrarlo, estamos ante un templo. Como es evidente, los hay variados en tamaño y en funcionalidades según los ritos, sacrificios o modos de encuentro que allí se desarrollaran.

Los judíos atribuyen al rey Salomón, el hijo de David la edificación de un gran templo en Jerusalén. Con el tiempo, además, indican que eso ya había sido preparado en el desierto, en tiempos de Moisés, con lo que se indica (lo cual es frecuente en los templos) que es Dios mismo el que lo indica, con lo que – es evidente – queda asegurada Su presencia en ese lugar. Salomón, parece, se dedicó a organizar la corte (con cierta influencia egipcia) y no podía faltar un Templo. Dejemos de lado que, si bien Salomón hace un gran templo, también hace su palacio personal que es más grande e importante que el templo, lo cual “algo quiere decir”. Como un modo de decir que Dios “está” allí, los textos indican que “la gloria de Dios” se hizo presente. Pero con el paso del tiempo, el imperio babilónico ocupa todo el territorio de la tierra de Israel, y, ante un amago de rebelión, destruyen la ciudad y también el templo. Es el año 587. Es interesante, a modo ilustrativo, que ya había judíos exiliados en Babilonia desde tiempo antes, y, cuando destruyen el Templo, el profeta Ezequiel dice que la “gloria de Dios” se desplazó a donde estaba el grupo judío capturado.

Tiempo después, ya durante el dominio de los persas, se les permite a los judíos regresar a su tierra y se los insta a reconstruir el Templo. Algo que parecía no interesaba a los primeros regresados. Finalmente, en el 515 un nuevo templo, más sencillo que el salomónico, es restaurado. A esto se lo conoce como “Segundo Templo”.

Como es evidente, en el Templo había personas a cargo, los sacerdotes. Personas sagradas aptas para los espacios sagrados. Aunque, poco antes de Jesús (más o menos desde el 120 a.C.) un grupo de judíos entendió que los sacerdotes eran falsarios (porque ellos se veían a sí mismos como los verdaderos sacerdotes) y entonces rompieron relaciones con Jerusalén, se fueron a vivir al desierto (con todo lo que “desierto” significa para los judíos en su historia) y entendieron que ellos mismos, su vida, sus celebraciones eran un nuevo templo. Esto ocurrió en una región junto al Mar Muerto, en Qumrán, donde la arqueología encontró los restos de una comunidad (comedores, vasijas, piletas de purificación, escritorios y elementos de la vida cotidiana: sandalias, monedas, peines, etc.) y, en las afueras, muchos rollos escritos, entre los que la comunidad indicaba su rechazo al Templo falso de Jerusalén. Así dice uno de esos textos:

Ustedes saben que nos hemos separado de la mayoría del pueblo y nos abstenemos de mezclarnos en estos asuntos, y de unirnos a ellos en estas cosas. Y ustedes saben que no hay en nuestras obras engaño o traición o maldad. Pues sobre estas cosas les hemos escrito que deben comprender el libro de Moisés y las palabras de los Profetas y de David… (Carta Halákica, 4QMMT 92-96)

Pero ya en tiempos romanos, el rey Herodes, que fue un gran constructor, a pesar de su reconocida fama de sanguinario, se decidió a renovar y agrandar el Templo (fue en el año 20 antes de la era cristiana). Las obras duraron mucho tiempo, y continuaron después de muerto el rey (muere en el año 4 a.C.) quedando concluido a mediados de los 60. El templo ocupaba más de 14 hectáreas, en el centro del cual estaba el edificio propiamente dicho. La estructuración teológica del Templo era semejante a cómo concebía Israel el mundo. Había una parte en la que todos podían estar (atrio de los gentiles), luego de una puerta (con carteles señalando que sería apedreado cualquier no judío que atravesara esas puertas) sólo podían estar los judíos (atrio de las mujeres), luego podían atravesar sólo los varones, luego solamente los sacerdotes, para llegar finalmente al espacio llamado “el santo de los santos”  donde sólo podía ingresar el Sumo Sacerdote una vez en el año para la fiesta de la purificación. Cuando los judíos entran en guerra con los romanos (año 66) estos destruyen totalmente la ciudad y el templo en el año 70. Como se ve, el templo, finalizado, solo perduró unos pocos años; en tiempos de Jesús todavía estaba en construcción.

Como se dijo, para los judíos (especialmente para las grandes fiestas), era un espacio y tiempo sagrado para el encuentro con Dios. Pero ¿y los cristianos?

 

Imagen posible sobre el “Segundo Templo” de Jerusalén tomada de https://www.acontecercristiano.net/2009/09/multimillonario-judio-quiere-construir.html

martes, 24 de enero de 2023

Ante un “mundo” que nos rechaza

Ante un “mundo” que nos rechaza

Eduardo de la Serna



Hay un tema que suele estar patente en muchas reflexiones, o dichos, o sentencias que me parece importante pensar. O intentar avanzar en ello…

Se suele escuchar hablar de personas que se confiesan, o – al menos – insinúan ser ateos o agnósticos; se escucha decir que hay personas o sociedades que son intolerantes con la fe; se sabe que hay sociedades críticas (o “hiper”) de la Iglesia…  Y de ninguna manera me atrevería a negar que esas tales situaciones existen. Pero me surgen unas preguntas:

1.- ¿De qué “dios” se manifiestan creyentes o indiferentes quienes lo hacen?

2.- ¿De qué fe?

3.- ¿De qué iglesia?

Si hablamos de Dios (teo-logía) es imprescindible saber de qué Dios hablamos, ya que no es lo mismo ser o confesarse increyente de un Dios amor que de un Dios de violencia y sadismo; no es lo mismo rechazar un Dios al que entendemos responsable de discriminaciones, odios, patriarcalismo, censura, rechazo a la vida y la vida feliz que a un Dios que pretende ser visto como madre-padre que busca la plenitud y vida, la felicidad y alegría plena de sus hijos e hijas e hijes. Decir “dios” es fácil, el tema es como “llenamos” de contenido el término. Por eso en ocasiones es importante partir del presupuesto (que, además, es sensato teo-lógicamente) de pensar cómo es “el dios en el que no creemos”.

La fe, por su parte, es – por definición – aquello en lo que creemos. Y, como es evidente, esa fe tiene muchos elementos o aspectos, pero no todos tienen idéntica densidad. Pero, además, es sensato distinguir aquello que creemos de la formulación de dicha fe. Eso ocurre – como acabamos de decir – con Dios (“creo” en Dios, pero no en “cualquier dios”), pero también para los muchos otros elementos que constituyen nuestra fe. Pero, es evidente, no tienen todos ellos la misma graduación, y Dios, el Dios en el que creemos (del que sería sensato, además, saber distinguir que Dios es siempre infinitamente “más” que lo que podemos o sabemos decir de él), está en la cima de la confesión de dicha fe. No son pocas las veces que se escucha o pretende presentar “toda” la fe en un bloque uniforme, lo que es – por lo menos – insensato, además de falso. La síntesis de la fe cristiana, por caso, se expresa en el Credo, y decenas de los aspectos que parecieran “atentar contra la fe” no se encuentran mencionados, ni siquiera insinuados. Todo esto, además, teniendo en cuenta que muchísimos (casi todos) aspectos que se formulan, se deberían distinguir, profundizar, pensar, debatir, etc. Una de las grandes críticas que se formuló al Catecismo de la Iglesia católica, engendrado por Juan Pablo II bajo la batuta de Joseph Ratzinger, es que reflejó sólo una corriente teológica, cuando había otras muchas que quedaron fuera de la formulación. Otro elemento a señalar (además de la “complicidad” inconsciente de muchos medios de comunicación que en temas teológicos manifiestan una supina ignorancia) es que suele hablarse de cualquier tema en el que algunas voces oficiales – incluso papales – manifiestan su opinión, como que se trata de un “dogma”. Nada más ajeno a lo teológico que indicar como tales a muchos temas que suelen presentarse (en los medios de comunicación) como “dogmas” cuando son ciertamente otra cosa.

La Iglesia es – por definición – una comunidad, una asamblea. En este caso, se trata de una comunidad de fe. La fe, lo sustancial, la constituye (es la constitución de este Pueblo). Nuevamente lo que se suele decir de ella no siempre (o, peor aún, casi nunca) es “tal”. Se suele entender la Iglesia como una suerte de “corporación” vertical, con lo que cuando habla, o escribe, el tenido por “jefe”, es frecuente leer “la Iglesia dice…” cosa que no es, ni remotamente, exacto. Es frecuente escuchar críticas, por ejemplo, a “la Iglesia” que son, en realidad, críticas a un determinado sujeto, más o menos encumbrado. La fe del pueblo (sensus fidei y sensus fidelium) no suelen ser tenidas en cuenta en dichos comentarios o críticas a pesar de ser lo que los constituye. La “historia de la Iglesia” abunda en momentos o ejemplos (y no “ejemplos circunstanciales” precisamente) en los que “la Iglesia” caminó caminos bien diferentes (y en ocasiones contrapuestos) a los de muchos jerarcas.

Ahora bien, no pretendo en estas líneas cuestionar a quienes afirman rechazo, sino – por el contrario – a quienes se reconocen (o autoperciben) miembros (o jerarcas) de la Iglesia y pretenden hablar victimalmente del relativismo, de la “injusticia de la sociedad que ‘nos’ rechaza, o cosas semejantes. Es posible que haya (¡hay!) muchos que rechazan a Dios, la fe y la Iglesia… y no estaría de más que nos preguntáramos, antes de presentarnos ante los demás como rechazados por “el mundo”, injusto con nosotros, pecador y cruel, qué Dios mostramos, qué fe proclamamos, que Iglesia manifestamos ser. Porque si mostramos o hablamos de un “dios” que en nada se parece al padre-madre mostrado por Jesús y que quiere reinar en la vida plena de sus hijos, hijas e hijes; si anunciamos una fe que es represión, negación de la humanidad, censura y no manifiesta el encuentro vivo con ese Dios de Jesús; si mostramos una Iglesia sala de tortura, cuartel militar, lugar de represión y obediencia ciega, dueña de la verdad y no una familia de hermanxs con las diferencias que enriquecen, los debates que hacen crecer y la vida que se celebra… pues, si eso testimoniamos, pareciera que quienes lo rechazan y niegan quizás nos enseñen caminos mucho más parecidos a Dios, la fe y la Iglesia que lo que, como “dueños de las llaves” con frecuencia creemos ser. A lo mejor, la necesaria conversión, debiera “empezar por casa”.

 

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Comentario a las lecturas del domingo 4º "A"

Jesús propone una vida nueva para los suyos

4º domingo durante el año “A”
Eduardo de la Serna



Lectura del profeta Sofonías     2,3; 3,12-13

Resumen: en un contexto crítico donde prolifera el hecho de haberse alejado de Dios, el profeta anuncia la inminencia del “día de cólera de Dios” pero que contrastará con la presencia de los pobres y los humildes como fieles a Dios.

Sofonías anuncia la proximidad de la “cólera de Dios”. En medio de estos anuncios críticos encontramos un versículo invitando a los “humildes” (‘anawîm) a “buscar a Yahvé” (ver Am 5,4.6). Lo que caracteriza a estos “humildes” es que cumplen las normas de Dios (como en castellano, el término hebreo tiene la doble dimensión de humilde, opuesto a soberbio y humilde opuesto a rico). Esta búsqueda, además, está en paralelo con buscar la justicia y la humildad (“buscar” a Yahvé es buscar la justicia y la humildad; ver Am 5,14-15; Sal 22,7; 69,33). Quienes lo hagan “quizás” (pueden entenderse como que quizás se decidan a hacerlo) encontrarán abrigo, cobijo (seguridad) el “Día de la cólera de Yahvé”. Este “día de la cólera de Yahvé es muy anunciado en este profeta (1,14-18). Solo la justicia y la humildad permitirán escapar de este castigo, como ocurrió con Noé: Gen 6,8-9).

A continuación se presentan una larga lista de pueblos vecinos (2,4-15) sobre los que Dios descargará su cólera. Sin embargo, todo indica que el gran enojo de Dios es contra Jerusalén por no ser diferente de estos pueblos. En realidad se ha de señalar que en Jerusalén está comenzando a reinar un nuevo monarca, Josías, que sí escuchará la predicación del profeta y hará las reformas necesarias bajo su inspiración. Sin embargo, todo indica que Sofonías ha muerto antes de ver sus frutos.

El castigo dejará lugar (“en aquel día”) a la salvación (otro “día”, que también será universal aunque especialmente beneficiará a Judá). Los idólatras, injustos y soberbios (ver 1,4-6.8-13.16.18; 2,10.15; 3,1.2-4.5) dejan lugar a un “pueblo pobre (‘aniyyîm) y humilde”, un “resto” (ver Is 1,9). El gobierno estará en manos del “rey Yahvé” y los dispersos y desterrados volverán a su tierra. Ese día ya no habrá que “avergonzarse” por haber confiado en lo que parecía confiable y no lo era (ver Is 1,29; 20,15; 45,16; Jer 2,36…; por el contrario, ver Sal 22,6; 25,2; Jb 6,20). Los alegres y arrogantes son quienes que cometen fechorías (3,7; cf. 2,15; 1,4-13). Exterminando estos males, Jerusalén (en realidad, “el resto”) tiene motivos para celebrar precisamente con lo opuesto de los “alegres y arrogantes”, que ahora serán los “humildes y pobres”. Mientras el “altanero” se basta a sí mismo (cf. 2,15) el humilde “se cobija en el nombre de Yahvé”.

Como es sabido, la primera lectura suele escogerse en relación al Evangelio del día, en este caso el relato de las Bienaventuranzas de Mateo. Este texto indica que para la liturgia la bienaventuranza de “los pobres de espíritu” no es solamente la primera del discurso, sino la que da sentido a toda la unidad.


Lectura de la 1ª carta de san Pablo a los Corintios            1,26-31

Resumen: en un marco conflictivo frente a algunos que se creen más importantes que otros, Pablo presenta la predicación de la cruz como clave de interpretación. Por eso muestra como eso mismo se vive en el seno de una comunidad “crucificada”.

Pablo está mostrando a los corintios que el sentido de la predicación empieza y se nutre de la cruz. La predicación de la cruz contrasta con las hermosas predicaciones de algunos que tanto seducen a un pequeño grupo de la comunidad (pequeño pero con “poder”). Todo indica que éstos están fascinados con lo “sabias” que son las predicaciones con hermosas palabras y preciosas estructuras discursivas de personajes como Apolo. Pablo no es un buen predicador, él mismo lo reconoce (2,1-5; 2Cor 10,10), pero el centro de la atención no puede estar puesto allí. Lo que cuenta es la cruz. Y la cruz se manifiesta incluso en el modo de predicar del apóstol.
Para ilustrar esto Pablo pondrá dos ejemplos: una comunidad “crucificada” y un “apóstol crucificado” (cada uno de ellos comenzado por el vocativo “hermanos”, 1,26; 2,1). El primero de éstos es el texto litúrgico de hoy. 
El centro de la elección de Dios está puesto en el contraste: sabios / necios y poderosos / débiles. Lo que abunda en la comunidad es, precisamente, el segundo grupo: no hay muchos sabios, no hay muchos poderosos. Obviamente esto indica que algunos pocos sí lo son, y es precisamente este grupo el que causa el conflicto contra el que Pablo interviene. A diferencia de lo que el ambiente cultural valora, los elegidos por Dios son lo opuesto de lo esperado. Y la razón de esta elección divina es “para avergonzar”. El marco es ciertamente conflictivo.
Mientras el ambiente imperial valora la sabiduría y el poder, Dios mira con otros ojos. Y al elegir contraculturalmente “confunde” a los sabios y a los poderosos. Es significativo – en ese sentido – que al doble contraste ya señalado agregue que en la comunidad tampoco hay muchos “biennacidos” (eugeneis). No está de más recordar que el medio ambiente valoraba a estas personas, mientras que consideraba “vergonzoso” a los necios, a los malnacidos. Dios se guía con valores distintos a los que son tenidos en cuenta por el “establecimiento” (“el mundo”) greco-romano y expresamente quiere “avergonzarlos”.
Y para reforzar la idea insiste que Dios ha elegido a los “malnacidos” (ageneis) para “el mundo” y a los insignificantes, o despreciados (exouthenêmena), a los que “no son” para “desempoderar” (katargeô) a los “que son”. El marco es evidentemente conflictivo y mal se haría en disimularlo.
El texto dice literalmente: “para que nadie se jacte en la carne ante Dios” (v.29). “Jactarse” (kaujaomai) es un verbo muy importante en Pablo. Es absurdo jactarse de algo, sólo tiene sentido jactarse cuando es Dios quien hace algo en nosotros (v.31), pero “jactarse” de nuestras capacidades (en este caso se refiere a la sabiduría, al poder o a ser “biennacidos”) es ciertamente necio y absurdo ante Dios y es a esos a los que Dios avergüenza.
Lo que tenemos nos viene de estar “en Cristo”, es decir plenamente unidos a él (seguramente por el bautismo). Y todo aquello por lo que podríamos jactarnos es precisamente por su obra en nosotros: sabiduría, justicia, santificación y redención. En esto sí tiene sentido “jactarse” porque se trata no de valorar nuestras fuerzas o capacidades sino, por el contrario, valorar la obra de Dios en nosotros.

Evangelio según san Mateo     5, 1-12a

Resumen: Jesús empieza su predicación reconociendo como felices a los que vivan de una manera coherente con el Reino que él anuncia. Dios se manifiesta del lado de sus amigos.

La referencia a las multitudes que siguen a Jesús forma, en realidad la conclusión de la sección narrativa (“Jesús recorría toda Galilea… lo siguió una gran multitud de Galilea…”, 4,23-25) pero está colocada en el texto litúrgico con la finalidad de entender la actitud de Jesús en 5,1 al “ver la multitud”.

Nos encontramos con el primer discurso de Jesús lo cual, sin duda tiene una particular connotación (lo mismo ha de decirse de las primeras palabras de Jesús en los restantes evangelios). Jesús "sube al monte” (5,1) del cual recién descenderá en 8,1 constituyendo una larga sección discursiva conocida como “el Sermón del monte, 5,1-7,28, enmarcado, además con la palabra clave “enseñar” (5,2; 7,29).

El texto da por supuesto que se sabe a qué monte se refiere (al monte, tó oros) aunque la localización precisa no sea importante. En Ex 19,3.20; 24,12.15.18; 34,1.2.4; Dt 9,9; 10,1.3 se señala que Moisés “sube al monte”. La actitud de “sentarse” es propia del maestro (Mt 13,1.2; 23,3; 26,55; Lc 2,26; 4,20). En este caso la montaña quizás simplemente sea presentada como un lugar en el que es posible dirigirse a una multitud (que no cabría, por ejemplo, en una sinagoga). 

Lo primero que el Maestro dirá son una serie de reconocimientos de que determinadas personas han de reconocerse como “bienaventuradas”, makarioi.

Makarioi”, felices, dichosos, es un reconocimiento a las personas que están en una situación determinada, cf. 1 Re 10,8; 2 Cro 9,7; Tob 13,14; Sal 1,1; 2,12; 32,1; 84,5; 106,3; 119,1.2; 128,1; Sir 25,8-9; 48,11; Is 30,18; 32,20; Bar 4,4. Se trata de una felicitación por vivir de esa manera (y es lo contrario de los “ay”, también usado frecuentemente: "ay de los que..."). 

Para comprender bien las bienaventuranzas de Mateo es importante mirar las bienaventuranzas de Lucas que parecen más fieles a la fuente común, el texto Q. Esto nos permite descubrir lo que Mateo quiere destacar.

Para empezar, las bienaventuranzas de Lucas son dirigidas a los que están presentes (“ustedes”) mientras que las de Mato se dirigen a un público impreciso: “aquellos que” eligen vivir de determinada manera.

En segundo lugar la característica de Lucas es que la situación cambiará, entonces no que se celebra no es tal o cual situación sino la nueva situación que sobrevendrá en un futuro (los que lloran serán consolados; pero se refiere a un futuro histórico, no “celestial”). Es que la situación es negativa (llorar), mientras que la futura es beneficiosa (ser consolados). Mateo, en cambio, presenta situaciones que son beneficiosas. Para ello, espiritualiza lo que encontró en Q. Veamos un ejemplo: es malo tener hambre, lo positivo es que en el futuro ellos “serán saciados” (= Lucas); Mateo, en cambio destaca que esta hambre y sed es “de justicia” (con lo que esa hambre pasa a ser positiva) y la saciedad ocurre en la consecución de la justicia. Otro elemento que no hace a nuestra lectura es que las cuatro bienaventuranzas de Lucas se corresponden con cuatro ayes contrapuestos. Como también la situación se invertirá la antigua situación beneficiosa será tenida por negativa en el tiempo histórico futuro. Lo que interesa es que se constata una situación y se reconoce felices a los que la viven. En Mateo se trata, entonces, de virtudes.

Hay indicios que nos permiten concluir que Mateo debió incluir una nueva bienaventuranza (la novena) a su cuadro original, seguramente a raíz de la situación concreta que vive su comunidad. En primer lugar, la primera y la octava se justifican en presente, y no en futuro y finalizan idénticamente: “a ellos les pertenece (presente) el reino de los cielos”. En segundo lugar, porque la temática no parece muy diferente de la octava (“los perseguidos”) lo que lleva a pensar que Mateo quiso reforzarla con motivos contextuales concretos. En tercer lugar, la novena, a diferencia de las restantes – y a semejanza de Lucas – se dirige a “ustedes” y no a “aquellos que…”.

Se podría destacar mucho de cada bienaventuranza. Veamos brevemente:

Felices los pobres de espíritu: Como se dijo, Mateo espiritualiza a fin de que lo que es en sí malo, pero cambiará en el futuro, ahora sea positivo. La primera bienaventuranza, “felices los pobres” la transforma en “pobres de espíritu”. Mateo dirá que Jesús viene a evangelizar a los pobres” (11,5), pero – como en los restantes textos – se refiere a que su situación cambiará, como los ciegos, los lisiados o los cojos, que serán sanados. Ahora se refiere a algo que se da “en el espíritu”. Por ser la primera es la que marca el sentido de las restantes. Los términos que hacen referencia a los económicamente pobres en la Biblia hebrea van adquiriendo paulatinamente un sentido religioso, por ejemplo en el Salmo 69 (notar que el salmista se siente ubicado entre los pobres):

El nombre de Dios celebraré en un cántico, le ensalzaré con la acción de gracias… Lo han visto los humildes y se alegran; ¡viva vuestro corazón, los que buscáis a Dios! Porque Yahveh escucha a los pobres, no desprecia a sus cautivos. (Sal 69:31-34).

En una misma línea, Sofonías (primera lectura) toma la idea de la pobreza e invita a buscarla.

Busquen al Señor, los humildes (anû, pobres) que cumplen sus mandatos: busquen la justicia, busquen la humildad, tal vez así encontrarán un refugio el día de la ira del Señor. (2:3)

Y claramente se afirma en Qumrán:

Bendito sea el Dios de Israel… Él ha llamado… ha reunido… A rodillas que tiemblan da fuerza para estar en pie. Y ciñe los riñones de los lomos quebrados. En los pobres de espíritu [anû rûah]… al corazón duro. Por los perfectos del camino serán destruidas las naciones impías” (Regla de la guerra, 1QM 14,7).

Se trata del que no pretende nada ante Dios, no argumenta méritos [por esto algunos autores lo han asemejado a lo que se llama “infancia espiritual”] no se considera autosuficiente sino necesitado de Dios (en su espíritu), reconoce su pobreza y la elige. Ser pobres por elección es el camino necesario para que de ese modo “Dios reine” (en presente). 

Felices los afligidos: las causas de la aflicción ciertamente son muy variadas, desde un duelo a una situación nacional de desgracia, y también la aflicción por haber ofendido a Dios. La causa de esta aflicción no queda especificada, pero es probable pensar en los sufrimientos a causa de la fidelidad. La felicidad radica en que aunque la situación sea negativa el destinatario tiene la oportunidad de ser testigo visible y público de su fe. 

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar una buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la liberación a los cautivos y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, el día del desquite de nuestro Dios; para consolar a los afligidos (Isa 61:1-2).

Como en otras bienaventuranzas la razón de la alegría está puesta en un verbo en voz pasiva; es lo que se llama un “pasivo divino”, es decir – en este caso “serán consolados” – es Dios quien dará el consuelo. El tiempo de la prueba terminará definitivamente.

Felices los pacientes: [en algunos manuscritos y ediciones bíblicas – por ejemplo la biblia de Jerusalén – esta bienaventuranza antecede a la anterior. El tema no es seguro, y seguimos, entonces, el orden propuesto en la liturgia]. El término praeîs puede traducirse por mansos, humildes, incluso pobres (cf. Job 24,4; 36,15). Las restantes veces que se encuentran en Mateo parecen recomendar la traducción por mansos (11,29; 21,5). Pero se trata de una “mansedumbre” activa, resistencia no violenta. El texto parece inspirado en el Salmo 37:

Vive en calma ante Yahveh, espera en él, no te acalores contra el que prospera, contra el hombre que urde intrigas. Desiste de la cólera y abandona el enojo, no te acalores, que es peor; pues serán extirpados los malvados, mas los que esperan en Yahveh poseerán la tierra. (Sal 37:7-9).

La sociedad está acostumbrada a que los violentos sean los poseedores de la tierra. Mateo les asegura que Dios intervendrá y dará, regalará, la tierra a los no violentos. La verdadera fortaleza está del lado de la no violencia porque tiene a Dios de su parte.

Felices los que tienen hambre y sed de justicia: La espiritualización a la que hicimos referencia más arriba en este caso se manifiesta en relación a la justicia, es decir a la búsqueda de la voluntad de Dios (5,10.20; 6,1; 21,32). Es decir, se declara felices a los que tienen deseo (= hambre, sed; cf. Am 8,11; Sal 63,2) de buscar la realización de la voluntad de Dios (= el Reino de Dios). Pero el hambre y la sed también son imagen de una carencia. La justicia falta en el mundo, y las víctimas de la injusticia cuentan con que serán saciados por Dios quien los sentará en el banquete del Reino (cf. 26,29). El don de Dios es a su vez tarea humana.

Felices los misericordiosos: La relación don y tarea vuelve a manifestarse en esta bienaventuranza ya que hay una relación entre la búsqueda, la práctica de la misericordia y la obtención de la misericordia. Misericordia no se trata de un sentimiento sino de una praxis, una actitud hacia el prójimo, en especial al “mísero”, por ejemplo en el perdón (cf. 18,23-35): “¿no debías tú también haber tenido compasión de tu compañero como yo la tuve de ti?” (v.33).

Felices los limpios de corazón: el añadido “de corazón” refuerza la espiritualización. La pureza era un gesto ritual que Jesús cuestiona (23,36) ya que pretende que esta sea “del interior”. Es importante tener presente que a diferencia de nuestras lenguas, en las que el corazón es la sede de los sentimientos, en la Biblia el corazón es el ámbito de las decisiones y los pensamientos, es el que permite discernir el bien del mal (1 Re 3,9; Dn 2,30; cf. Mt 15,18.20). Ya los profetas señalaban que la pureza no ha de ser primeramente ritual sino una actitud de vida (practicar el derecho y la justicia; cf. Is 1,16). “Crea en mí, Dios mío, un corazón puro”, dice el Salmo 51,12 (ver Joel 2,12-13). Se trata, en suma, de ser leales con Dios y con el prójimo. Y lo que se dice es que esos “verán a Dios” que se les hará presente en el camino de la vida.

Felices los artesanos de la paz: El trabajo por la paz (eirenopoioi) no es un término frecuente. Pr 10,10 considera trabajador por la paz a aquel que critica con franqueza (contrariamente al que cierra los ojos); y Sgo 3,18: los que trabajan por la paz consiguen justicia. Nada semejante a una actitud pasiva ya que es claramente activa (poieo, hacedores). La paz es la plenitud, el bienestar, la felicidad personal o social. Esos serán tenidos por Dios como hijos, algo que ya ocurre en la comunidad de discípulos (cf. 6,9).

Felices los perseguidos por la justicia: Se refiere, como se ha dicho a aquellos que buscan ser fieles a la voluntad de Dios (= justicia), y por tanto entre ellos “Dios reina” (= 5,3).

Felices serán  ustedes cuando…: como se dijo más arriba, esta parece repetición de la anterior, aunque se ha ampliado, además que aquella se refiere a una situación concreta mientras ésta a una situación probable de futuro. Esta situación es “a causa de mi” (de fidelidad a Cristo). Probablemente la situación que afecta a la comunidad de Mateo por parte de grupos judíos de la ciudad (Antioquía, probablemente) haya provocado la ampliación de esta bienaventuranza. 

La persecución pasada de los profetas es un honor para los contemporáneos perseguidos a causa de Cristo. La recompensa será grande en el cielo. Las bienaventuranzas anteriores hablaban de la intervención de Dios expresada en la voz pasiva, aquí el anuncio futuro alude al cielo en retribución por la situación padecida.

Video con comentario al Evangelio puede verse en
https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/01/video-con-comentario-al-evangelio-del_01660337857.html
o también en


Foto tomada de https://filosofiahubertorohden.wordpress.com/2013/01/30/bienaventurados-los-pobres-por-el-espiritu/