jueves, 26 de enero de 2023

El Templo para los judíos

El Templo para los judíos

Eduardo de la Serna



En otro comentario hicimos referencias al Templo de los judíos. Veamos brevemente lo dicho y demos un paso más. Es importante entender cómo veían esto los judíos, para después, en próxima nota, ver qué dicen del templo los cristianos de tiempos bíblicos.

En las distintas religiones, es frecuente que haya un “lugar santo” en el que las personas pueden encontrarse con las divinidades. Estos, en su origen, pueden ser lugares en los que las diversas tradiciones aluden a un encuentro entre los dioses y la gente. Es frecuente, además, que con motivo de esto se edifique en ese lugar un espacio para “institucionalizar” el encuentro. Cuando en esos lugares se organiza el modo de celebrarlo, estamos ante un templo. Como es evidente, los hay variados en tamaño y en funcionalidades según los ritos, sacrificios o modos de encuentro que allí se desarrollaran.

Los judíos atribuyen al rey Salomón, el hijo de David la edificación de un gran templo en Jerusalén. Con el tiempo, además, indican que eso ya había sido preparado en el desierto, en tiempos de Moisés, con lo que se indica (lo cual es frecuente en los templos) que es Dios mismo el que lo indica, con lo que – es evidente – queda asegurada Su presencia en ese lugar. Salomón, parece, se dedicó a organizar la corte (con cierta influencia egipcia) y no podía faltar un Templo. Dejemos de lado que, si bien Salomón hace un gran templo, también hace su palacio personal que es más grande e importante que el templo, lo cual “algo quiere decir”. Como un modo de decir que Dios “está” allí, los textos indican que “la gloria de Dios” se hizo presente. Pero con el paso del tiempo, el imperio babilónico ocupa todo el territorio de la tierra de Israel, y, ante un amago de rebelión, destruyen la ciudad y también el templo. Es el año 587. Es interesante, a modo ilustrativo, que ya había judíos exiliados en Babilonia desde tiempo antes, y, cuando destruyen el Templo, el profeta Ezequiel dice que la “gloria de Dios” se desplazó a donde estaba el grupo judío capturado.

Tiempo después, ya durante el dominio de los persas, se les permite a los judíos regresar a su tierra y se los insta a reconstruir el Templo. Algo que parecía no interesaba a los primeros regresados. Finalmente, en el 515 un nuevo templo, más sencillo que el salomónico, es restaurado. A esto se lo conoce como “Segundo Templo”.

Como es evidente, en el Templo había personas a cargo, los sacerdotes. Personas sagradas aptas para los espacios sagrados. Aunque, poco antes de Jesús (más o menos desde el 120 a.C.) un grupo de judíos entendió que los sacerdotes eran falsarios (porque ellos se veían a sí mismos como los verdaderos sacerdotes) y entonces rompieron relaciones con Jerusalén, se fueron a vivir al desierto (con todo lo que “desierto” significa para los judíos en su historia) y entendieron que ellos mismos, su vida, sus celebraciones eran un nuevo templo. Esto ocurrió en una región junto al Mar Muerto, en Qumrán, donde la arqueología encontró los restos de una comunidad (comedores, vasijas, piletas de purificación, escritorios y elementos de la vida cotidiana: sandalias, monedas, peines, etc.) y, en las afueras, muchos rollos escritos, entre los que la comunidad indicaba su rechazo al Templo falso de Jerusalén. Así dice uno de esos textos:

Ustedes saben que nos hemos separado de la mayoría del pueblo y nos abstenemos de mezclarnos en estos asuntos, y de unirnos a ellos en estas cosas. Y ustedes saben que no hay en nuestras obras engaño o traición o maldad. Pues sobre estas cosas les hemos escrito que deben comprender el libro de Moisés y las palabras de los Profetas y de David… (Carta Halákica, 4QMMT 92-96)

Pero ya en tiempos romanos, el rey Herodes, que fue un gran constructor, a pesar de su reconocida fama de sanguinario, se decidió a renovar y agrandar el Templo (fue en el año 20 antes de la era cristiana). Las obras duraron mucho tiempo, y continuaron después de muerto el rey (muere en el año 4 a.C.) quedando concluido a mediados de los 60. El templo ocupaba más de 14 hectáreas, en el centro del cual estaba el edificio propiamente dicho. La estructuración teológica del Templo era semejante a cómo concebía Israel el mundo. Había una parte en la que todos podían estar (atrio de los gentiles), luego de una puerta (con carteles señalando que sería apedreado cualquier no judío que atravesara esas puertas) sólo podían estar los judíos (atrio de las mujeres), luego podían atravesar sólo los varones, luego solamente los sacerdotes, para llegar finalmente al espacio llamado “el santo de los santos”  donde sólo podía ingresar el Sumo Sacerdote una vez en el año para la fiesta de la purificación. Cuando los judíos entran en guerra con los romanos (año 66) estos destruyen totalmente la ciudad y el templo en el año 70. Como se ve, el templo, finalizado, solo perduró unos pocos años; en tiempos de Jesús todavía estaba en construcción.

Como se dijo, para los judíos (especialmente para las grandes fiestas), era un espacio y tiempo sagrado para el encuentro con Dios. Pero ¿y los cristianos?

 

Imagen posible sobre el “Segundo Templo” de Jerusalén tomada de https://www.acontecercristiano.net/2009/09/multimillonario-judio-quiere-construir.html

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