Memoria de una vuelta, allá por el 73
Eduardo de la Serna
Era
domingo aquel 11 de marzo. Nos habíamos preparado por meses para ese día. En
aquel entonces, el cierre de los padrones era varios meses antes, por lo que
yo, aunque ya tenía 18 años, no pude votar.
Con
conocidos y conocidas, desconocidos y desconocidas salíamos noches casi
interminables con baldes de pintura a la cal blanca y negra a “pintar Buenos
Aires”. Era parte de lo militancia. Volvíamos de madrugada para, la noche siguiente,
volver, con otros destinos a seguir pintando. Pero el sábado fue veda, así que
a concentrarnos para esperar. El clima en mi casa, no peronista, era muy
distinto, esperaban, pero no esperábamos lo mismo. Y llegó el domingo. Y cuando
empezaban a llegar los resultados empezábamos a ponernos las zapatillas para
salir; la fiesta estaba fuera, en la calle. Oro y Santa Fe era el lugar
señalado. No recuerdo con exactitud, pero recuerdo que empezaba a anochecer así
que cantando y bailando allá fuimos. La bronca del gobierno pudimos verla en
acto. El resultado no era el que esperaban… era el que deseábamos. Recuerdo que
la cana no nos dejaba acercarnos al local, parecía que la orden (el enojo) era
que recién más tarde – no recuerdo con exactitud el horario – estábamos autorizados
a ir y festejar, cantar y saltar/bailar. Pero nosotros queríamos. Y ellos no
querían. Entonces nos corrieron y corrimos. Fuimos al subte, y cuando estábamos
abajo, por tomarlo, nos regalaron lacrimógenos. Un encanto, los muchachos… Si
en una cancha de futbol, es decir, en un espacio bien abierto, el gas te hace
llorar a mares, abajo, encerrados fue terrible. Recuerdo que le dijimos al
guarda que abriera las puertas del tren que arrancaba. “Está prohibido”, nos dijo.
“¡Qué prohibido ni ocho cuartos! (traduzco, creo que las palabras fueron otras)
... ¡o abrís las puertas o te tiramos abajo!” Las abrió y el aire del tren
andando y las caras afuera alivió un poco el ardor. Recuerdo haber guardado una
“granada lacrimógena” por años hasta que en una mudanza se perdió.
Pero
pasó el tiempo y volvimos. Lo de volvimos – en este contexto – tiene doble
sentido. Volvimos. Hasta último momento se resistieron, pero volvimos. Siempre
les molestó la fiesta del pueblo. E insisten, van por los carnavales, van por
los feriados, van por el pueblo. Porque ellos también vuelven.
Y así,
bien vueltos, empezamos otra etapa. Complicada. Complicadísima. Especialmente
porque siempre quieren volver. Y volvieron de diferentes maneras una y diez
veces, y pudimos volver otras tantas. Con matices, con agachadas, con
traiciones, pero con pueblo, es decir con fiesta. La fiesta que es el abrazo
con aquellos conocidos y conocidas, desconocidos y desconocidas. Hoy ya no
pintamos, pintan otros de otras maneras, más profesionales o en tatuajes, pero
pintan. Y algunos, que ya pintamos canas, tenemos pintado en el corazón “la más
maravillosa música”. Y por eso, entre agachadas, intentos de volver más rápido
y crueldades, no dejamos de insistir con volver también nosotros porque lo
tenemos tatuado en la piel: “los días más felices fueron, son y serán siempre
peronistas”. Y por eso, a los que hoy festejan y festejamos, ¡salud!, y al
terminar el brindis, a no bajar los brazos que nuevas vueltas felices nos
esperan.
Imagen ilustrativa de represión en Grecia https://apnews.com/article/noticias-b195c84fc23d75fb8f9780bdc6fae854
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