jueves, 25 de mayo de 2023

El sacerdocio en Israel

El sacerdocio en Israel

Eduardo de la Serna



Quizás lo primero que debemos decir al hablar del sacerdocio en Israel es que es muy diferente de lo que nosotros entendemos hoy por sacerdocio. Y para entenderlo bien es importante no pretender de uno lo que es propio del otro. Algo de lo que diremos ya lo hemos señalado, pero intentamos profundizar esto.

Comencemos diciendo que – a diferencia de muchos otros pueblos de la época, como Egipto, Grecia y Roma – el sacerdocio judío era exclusivamente para varones. Y añadamos que no era algo a lo que alguien podía aspirar por una “vocación”. En Israel había doce tribus (referidas a los Doce hijos de Jacob), y los pertenecientes a la tribu de Leví eran sacerdotes. Es decir, uno que no era levita, no podía de ningún modo ser sacerdote, y un levita no podía no pretender serlo. El sacerdocio era “genético”, no optativo, como ya dijimos brevemente en otro apartado.

Como se nota en la raíz del término, el sacerdote era el encargado de lo “sacro”, lo sagrado. Y es muy importante entender qué era para el mundo antiguo (judío y también no judío) lo sagrado (o lo santo): se trataba de lo que era exclusivamente del ámbito divino. Algo que solo pertenecía a Dios o los dioses y no podía pertenecer a los humanos, lo cual era lo contrario de lo “profano” que era lo propio de los humanos y no podía pertenecer a los dioses. Como se ve había "un muro" infranqueable entre "lo sagrado" y "lo profano". Y esto abarcaba todos los órdenes de la existencia, buenos o no tanto. Había tiempos sagrados, lugares sagrados, personas sagradas, comidas sagradas, vestimentas, etc. Un sacerdote, entonces (persona sagrada) no podía vivir “a la manera humana”, porque así “profanaría” su consagración. Dentro de la tribu de Leví, además, había una familia (la de Sadoc) de la que surgía el sacerdote principal (sumo sacerdote), que como se ve también era "genético", aunque en tiempos de los griegos y los romanos era frecuente que este fuera elegido o depuesto por el poder político, para evidente escándalo de los judíos.

Por supuesto que nadie negaría que se trataba de seres humanos, pero, entonces, al entrar en los ambientes sagrados (es decir, en lugares sagrados, como el Templo; en tiempos sagrados como la fiesta de la Purificación) el sacerdote se debía someter a una serie cuidadosa – casi obsesiva – de purificaciones (es decir, santificaciones). Desde la tarde anterior debía evitar cualquier cosa que pudiera, eventualmente, hacerle contraer una impureza (tocar cadáver o sangre, tener relaciones sexuales, encontrarse con personas paganas [impuras], etc.), luego, al amanecer, debía proceder a purificaciones rituales (baños purificadores con aguas puras), luego colocarse vestiduras sagradas, luego realizar un sacrificio para purificarse y recién después podía ofrecer un sacrificio por el pueblo. Si algo se omitía o no estaba bien hecho, el sacrificio era nulo. Los rituales de purificación lo iban santificando cada vez más, se iba separando de "lo humano", y, por eso – recién entonces – podía ser “mediador” entre Dios y la humanidad.

El viejo rey Salomón, se cuenta, edificó un templo (cerca del año 950 a.C.) que fue destruido por los babilonios en el año 587 a.C. Poco tiempo antes, por una reforma, se estableció que en todo Israel habría un solo lugar de culto, el templo; por lo que cualquiera debía peregrinar a la ciudad santa para cualquier sacrificio; y esto siguió y sigue así en Israel. Tiempo después se edifica un “segundo templo” que se termina de levantar en el año 515 a.C y que el rey Herodes amplía y restaura (según un modelo bastante griego, pero monumental); Herodes muere sin que este esté terminado y se concluye en los primeros años del año 60, pero los romanos lo vuelven a destruir en el año 70. Desde entonces, hasta hoy, los judíos no tienen templo, y - por lo tanto - tampoco tienen sacerdotes. Para ubicarnos bien, por ejemplo, el Templo de Jerusalén (de tiempos de Jesús) era muy grande: cerca de 500 mts x 300 mts. Todo eso era un gran “atrio” dentro del que estaba el edificio del templo propiamente dicho. Allí podían ir todos los que estuvieran en la ciudad, pero solamente los judíos podían entrar en el edificio. Una vez adentro, nuevos portales impedían el ingreso de las mujeres. Luego, se ingresaba en la parte santa (altares de sacrificios, incensarios, etc.) donde sólo podían ingresar los sacerdotes. Finalmente, dentro de la parte principal había un lugar (el santo de los santos) donde sólo podía ingresar el sumo sacerdote, una vez al año (como se ve, aquí se concentra la persona sagrada, el tiempo sagrado y el lugar sagrado). El templo, al igual que la estructura religiosa de Israel era absolutamente piramidal.

Señalemos, finalmente, que el sacerdocio y su servicio al pueblo era algo “ritual”; es decir, por ejemplo, una serie de ritos borraban el pecado, una serie de ritos volvían puro al impuro, etc. El templo, además de con las ofrendas y lo que las acompañaba (venta de animales puros, etc.), era mantenido por un impuesto anual que todo varón judío adulto debía realizar una vez al año.

Se podría decir mucho más (había distintos “escalafones” dentro del sacerdocio, y funciones, etc.) pero señalemos para concluir que, como sabemos, Jesús pertenecía a la tribu de Judá (como David), no a la de Leví, por lo tanto, ¡Jesús era laico! De hecho, no solamente Jesús no fue sacerdote, sino que tampoco lo fueron sus compañeros; y los ministerios que se fueron dando en la progresiva organización de la comunidad tampoco lo eran. Es bueno preguntarnos si muchas cosas contemporáneas (modo de entender el sacerdocio, templos, lo “sagrado” [tiempos, lugares, vestimentas], etc. no se parecen más al sacerdocio de Israel que a la novedad aportada por Jesús. Es otro capítulo.

 

Imagen tomada de https://www.tiempodeesperanza.net/2010/11/el-segundo-templo-de-jerusalen.html

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