Debería haber ido a la plaza, hoy
Eduardo de la Serna
Me
dicen que alguien no fue hoy a la Plaza porque no estuvo invitado… no estaba en
el “top 300” de los convocados en el escenario; claro que yo tampoco lo fui.
Pueden mirar cualquier toma del palco y ¡no me verán! Quizás el tema sea cómo
mirar… Si me miro yo o si miro la motivación de la convocatoria y así me sienta
o no convocado; o, me sienta o no pueblo, me sienta o no feliz por aquello que
se conmemoraba. El tema es si lo importante soy yo, o si es el pueblo.
También
dicen que Cristina, finalmente, no marcó rumbos, caminos, o – peor aún – no
decidió cantar “una más” ¡para que no la jodamos más! ¿Para qué ir si algo que
quiero y espero, aunque no imagino, por eso de tener comprensión de textos, no
se va a conseguir? Claro que, y eso lo sabe alguien que “es pueblo”, como ella
misma dijo, lo sabe bien: el pueblo se mueve por símbolos… Cuando, hace años,
cantábamos “aparición con vida” sabíamos que eso no era probable, pero
simbólicamente seguía siendo canto. Como el hit del día, “¡Cristina,
presidenta!”, quizás…
Ir
a una marcha es ver rostros… saludar gente (incluso muchos para mí desconocidos
que me reconocen vaya uno a saber bien cómo o qué imagen de mí se han formado).
Dicen que, en 1810, también llovió; y el día del “show de Bonadío”, también. En
ocasiones una lluvia no detiene una convocatoria, si hasta hubo una marcha
mediocre llena de paraguas, hace unos años… En todo caso, uno se cambia la ropa
mojada ¡y listo! Y si París bien vale una misa, Cristina bien vale una
mojadura.
Habitualmente
suelo ir a este tipo de marchas. No tanto a escuchar un discurso (hay marchas
en las que lo que menos me interesa es el mensaje… ¡me importa el encuentro! Aunque
hoy – o con Cristina – el discurso es constitutivo). Y en las marchas yo camino,
voy y vengo a ver a la gente… caras y gestos, como se dice, jóvenes y viejos,
¡y niños!, mujeres y varones, grupos o gente suelta, y miro para escuchar, o
aprender, o celebrar. Ver canto y risa, ver tensión y bronca, ver pueblo, en
suma. Pueblo, ese que hace muchos, muchos años fue allí mismo para “saber de
qué se trata”, y hoy reincidió para que alguien nos ayude a ver, precisamente algo
de eso mismo.
Hoy,
bajo la lluvia me saludó uno. Estaba en un puesto de venta de libros y me
presentó al encargado. Este me saludó como si yo fuera importante y me regaló “La
Razón de mi vida”, de Evita. Con mi nula diplomacia le dije que ya lo tenía y
me dijo, “sí, pero no tiene este que yo le regalo”. Obvio que lo traje feliz,
aunque un poco mojado.
Con
un parate meteorológico habló Cristina, y – como pocas veces pasa, solo con muy
pocos – no habló para ser escuchada; lo que hizo fue que dialogó con el pueblo.
Pueblo que, como siempre, habla en sus cantos y en sus ritmos. Cristina
hablaba, el pueblo hablaba…
Una
pena que no haya ido hoy a la plaza quien debiera haber ido; si hubiera estado,
y tuviera oídos, quizás hubiera escuchado. Un placer que hayan – hayamos – ido los
miles y miles que fuimos. Y cantamos. Y caminamos. Y celebramos. Y nos miramos…
Y volvimos con la sensación de que, en estos tiempos, sencillamente ¡de militancia
se trata! ¡Tarea para el hogar!
Foto
tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Cristina_Fern%C3%A1ndez_junto_a_N%C3%A9stor_Kirchner_en_la_Plaza_de_Mayo_-_Junio_de_2008.jpg
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