Una nota sobre los reyes
Eduardo de la Serna
En el mundo antiguo, y en algunas partes del
contemporáneo, era habitual que el gobierno lo ejerciera un rey (o una reina,
dependía el lugar). Los términos usados a veces son ambiguos, pero en la práctica de
reyes hablamos: Egipto estaba gobernada por un rey, pero en algunos ámbitos
este es llamado “faraón”; del mismo modo, la República romana cambió a “Imperio”
y el gobernador era el Emperador, pero sus atribuciones eran las de rey, un rey al
que decenas de “reyes” menores le estaban sometidos. Un rey, o como se lo designe,
tenía, en ese entonces, todas las atribuciones: lo que hoy solemos llamar – y distinguir, no
siempre sensatamente – poder ejecutivo, poder legislativo y poder judicial;
todo eso (¡y más!) lo ejercía una misma persona, de allí que sean “monarcas” (monos
en griego es “uno”, y arjê, en este caso es “principal”, principado).
En realidad, esto es también relativo… como dijimos,
el Emperador romano (y ya antes, durante la República) podía otorgarle el título de “rey” a
alguien de su entera confianza (y servicio), como es el caso de Herodes, lo que
no significa que ese título lo heredaran sus hijos; de hecho, Arquelao y
Antipas [que también llevaban el título de “Herodes”, por pertenecer a la dinastía de su padre] pretendieron
que Roma se los concediera (ver Lc 19,12-14), pero nunca lo lograron. Lo que no
impide, por otra parte, que en ocasiones actuaran como tales, y, por ejemplo,
en el Nuevo Testamento, se hable del rey Antipas (Mc 6,14.27…), cosa inexacta, si de nombramientos hablamos. En estos casos, tenemos reyes, pero que deben
rendir cuentas a otro que es más importante; ellos pueden obrar a su arbitrio, pero también pueden ser depuestos si Roma lo considera conveniente (fue el caso de Arquelao [6 d.C.] y
otros de su familia, como el mismo Antipas varios años después [39 d.C.]). Algo
semejante ocurría muchos siglos antes: el rey de Egipto gobernaba sobre los
reyes de pequeñas localidades (o en ocasiones solo de una ciudad), y
estos debían rendirle cuentas, pagar impuestos, pedir auxilio y mostrar
fidelidad (se solía llamar “vasallaje” ya que eran vasallos del “faraón”).
Con alguna frecuencia, ciertos reyes solían escribir
“códigos legales” con los que quedara claro cuáles eran las leyes y las
penalidades a los que las violaran durante el tiempo en el que ellos gobernaran (durante su reinado).
En la actualidad se conservan varios de esos códigos (en museos, por cierto);
uno muy conocido, aludido con frecuencia (incluso en la Biblia) es el del rey babilonio Hammurabi (1810-1750 a.C.; se pronuncia Hammurapî), en la foto del comienzo lo
encontramos de pie recibiendo las insignias de rey de manos del dios sol
Shamash.
Notemos que en la mayoría de los pueblos antiguos, el rey es tenido por una divinidad, es "hijo de Dios"; en Israel, en cambio, eso sería casi una "herejía", entonces en ocasiones se dirá que Dios lo trata "como a un hijo" (2 Sam 7,14; no se trata propiamente de una "adopción" ya que en Israel no hay leyes de adopción, como sí las hay en otros pueblos, como Hammurabi, por ejemplo, y de ahí la importancia del cuidado de los huérfanos). En el momento en que aquel es ungido como rey, se imaginan, que Dios lo "engendra" como a un hijo (ver Sal 2,7).
De todos estos casos encontramos ejemplos en la
Biblia. Pero empecemos señalando un caso novedoso, salvando para cosas
ocasionales o puntuales, o en los casos de abusos, en Israel el rey no ejerce el poder legislativo. La
ley es la Ley de Dios (en hebreo la Torá) y el rey también está obligado a
cumplirla: propiamente hablando, el rey en Israel es Dios mismo. Y, claramente, cuando no lo hace,
con frecuencia debe enfrentar a algún (o algunos) profetas que le recriminan el
hecho y lo conminan a hacerlo (eso no impide, por supuesto, como es fácil de
imaginar, que estos reyes obedecieran a las o los profetas… no son pocas las
ocasiones en que estos son perseguidos e incluso asesinados).
Cuando a un rey lo sucede su hijo, a eso se llama “dinastía”
(que viene del griego “dynamis”, poder), y cuando un rey no deja
descendencia o es depuesto comienza una nueva “dinastía”. En Jerusalén – se dice
– siempre, mientras hubo rey, por cierto – hubo una sola dinastía originada por
David, por eso en esos ambientes, el Mesías esperado sería un “hijo de David”.
Cuando ya no hubo rey, aunque se esperaba que lo hubiera en un futuro, en
muchos ambientes el ejercicio de la autoridad recaía en el Sumo Sacerdote (que
al igual que el rey también era “ungido”, palabra que en hebreo se dice “Meshiah”
y en griego se dice “Jristós”, de donde vienen nuestros "mesías" y "cristo"); pero - por lo que parece - la mayor parte de los judíos esperaban en el futuro un "hijo de David".
Como es evidente, hubo reyes buenos, otros no tanto
y otros francamente negativos. Pero – como suele ocurrir – la evaluación sobre
su período de gobierno depende del enfoque que se tenga: este puede ser económico, puede ser social,
puede ser internacional, puede ser religioso… En la Biblia, cuando se evalúa
positiva o negativamente a un rey, el enfoque suele ser, ciertamente, religioso
según los criterios de análisis de los diferentes autores. Para una evaluación
más acabada necesitaríamos otros materiales, de los que casi en su totalidad carecemos: las relaciones con los otros pueblos, la guerra y la paz; la situación
social y económica, los pobres, etc. Solo en pocas ocasiones podemos vislumbrar algo
en la Biblia sobre estos temas. Pareciera que existió un libro (o libros) de
los Anales de los reyes (ver 1 Reyes 14,19.29…) donde este material puede haber
estado consignado, pero estos parecen estar perdidos; por lo tanto, nos faltan muchos elementos para analizar detalladamente a tal o cual rey.
Sinteticemos: un rey - vasallo - va a ser evaluado por el Faraón
o el Emperador en la medida en que sea fiel a su propio proyecto y le esté
sometido; en Israel, siendo que el verdadero Rey es Dios mismo (y, propiamente hablando,
el rey sea una suerte de “virrey”), en la Biblia este será evaluado según el
proyecto de Dios para Israel. Y no es otro el motivo por el que Jesús insista
que su ministerio está marcado por aquello que viene a hacer presente el “reinado de
Dios” (y no es otro el motivo por el que el Imperio Romano decidió eliminarlo).
Foto tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Hammurabi
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