La comunidad en oración
Eduardo de la Serna
Hemos visto que en la “oración que Jesús enseñó” hay
dos partes muy evidentes. La primera alude a las cosas de Dios: su nombre, su
reino, su voluntad, mientras la segunda alude a la misma comunidad proliferando
el “nosotros”: nuestro pan, nuestras deudas, nuestra tentación.
Las diferencias entre Mateo y Lucas, que notamos en
la primera parte, acá son muy limitadas.
El texto comienza pidiendo el pan, pero un pan con un adjetivo. El término griego utilizado sólo se encuentra en este texto en toda la Biblia, y tampoco es usado en otros autores (salvo en los padres de la Iglesia que comentan la oración). Algunos han pretendido darle un significado casi metafísico (o místico) cosa que parece no estar en la intención del relato. Lo interesante es que se añade el pedido de que Dios lo dé “hoy” (Mateo), “cada día” (Lucas). En Mateo, “hoy” hace referencia a un Dios que acompaña a la humanidad, como “la hierba del campo” (6,30), a la actitud de Dios en Sodoma (11,23), a la intervención divina en las lluvias (16,3); en una parábola el padre pide al hijo que vaya a trabajar “hoy” a la viña (21,28), la mujer de Pilato reconoce a Jesús como un justo por un sueño que tuvo “hoy” (27,19) y el rechazo de los judíos a Jesús perdura “hasta hoy” (27,8; 28,15). Dios no es ajeno a la humanidad, y que esta no se vea privada de pan resulta importante para Él. Lucas, en cambio, señalará, por ejemplo, que los discípulos han de cargar la cruz “cada día” (9,23), el rico que no reconoce a Lázaro como un hermano, banquetea “cada día” (16,19), Jesús enseña en el Templo “cada día” (19,47) cosa que Jesús les reitera a los que van a capturarlo (22,53 [única vez que se usa la fórmula en Mateo y Marcos]); la primera comunidad, en Hechos, acude al Templo “cada día” (2,46), y se le incorporan “cada día” los que se van a salvar (2,47), un mendigo es llevado “cada día” a la puerta del templo para pedir limosna (3,2), las Iglesias crecen “cada día” (16,5), los habitantes de Berea analizan las Escrituras propuestas por Pablo “cada día” (17,11), y “cada día” Pablo enseña en Éfeso (19,9). Como se ve, el término es propio de Lucas y – dejando de lado, como antagónico, el texto del rico, hace referencia al encuentro entre Dios y su pueblo. El pan, entonces, es algo que Dios procura para su pueblo. En este sentido, entonces, pareciera que la característica del pan es que es “necesario”, “indispensable”. Es lo que se pide, para “hoy” ya que “a cada día le basta su afán” (Mt 6,34).
El pedido de perdón alude a las “deudas” (Mateo) o “pecados”
(Lucas), pero la comunidad se atreve a hacerlo ya que ella a su vez perdona a
los que “nos deben”. La relación entre “perdón” de deudas y de pecados se
encuentra, también, en parábolas que, con sus matices, también hallamos en
Mateo y Lucas (Mt 18,23-35; Lc 7,41-43) mostrando la relación entre el perdonar
al hermano y el perdón que Dios nos dona (la deuda con Dios es vista como “pecado”).
Pero lo que en ambos se aclara es que lo que se perdona, como expresión del
perdón que esperamos de Dios, son las “deudas”. En la sociedad judía, y el
empobrecimiento creciente, perdonar deudas tienen honda connotación en el
reconocimiento de los y las demás como hermanos y hermanas. La relación con
Dios viene “medida” por la relación entre las personas. Y, en la sociedad
imperial, pretender la condonación de las deudas es algo subversivo, pero es
evidente que en una comunidad que pretende ser fraternal y sororal, el perdón
de las deudas es indicio de comunidad y hermandad, y – lógicamente – así, Dios
manifiesta a todos y todas, su paternidad (y maternidad). Tanto es así, que no
ha de esperar el perdón de Dios quien no es capaz, previamente, de perdonar a
los demás lo que le deben (Mt 6,14-15).
El texto finaliza con ser “introducido” en la tentación. Ser introducido es ser conducido (Lc 5,18.19; 12,11), la “tentación” es algo frente a lo que se ha de pedir “no caer” (Mt 26,41). Sabemos que Jesús fue tentado (Lc 4,13) y el diablo “volverá”; que muchos, ante la tentación sucumben (Lc 8,13) y, cuando el tentador regresa, los discípulos muestran, unidos a Jesús, la perseverancia (22,28). Estar unidos a Jesús supone enfrentar la tentación, pero ser conducidos a ella es “jugar con fuego”. Por eso, para precisar la idea, Mateo añade “líbranos de lo malo” (o del malo), que es expresión evidente que se ha caído en dicha tentación. En Lucas la tentación está ligada al Tentador; Mateo, como no lo hace, incluye ser libres de él.
La vida de la comunidad, lo cotidiano, como el pan,
lo que expresa la hermandad, como las deudas, lo que expresa la fidelidad, como
resistir la tentación son presentados por Jesús, en su oración, como una familia,
de padre/madre y hermanos/hermanas. Nada de individualismo, nada de “escape del
mundo”, sino compromiso en medio del mundo, para que todos y todas vean una
comunidad que hace “brillar” el nombre de Dios, y pretende que reine, una comunidad
confiada desde su pobreza en un Dios que la provee del pan y del perdón que es
su característica esencial. Así los cristianos pedirán lo esencial y tendrán
para mostrar a todos una oración que los caracteriza, así como los discípulos
del Bautista tienen la propia.
Imagen tomada de https://elcampesino.co/el-milagro-de-compartir-el-pan/
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