Una obra de arte holandesa: Etty Hillesum
Eduardo de la Serna
Hace unos meses, una amiga me
regaló las obras completas de Etty Hillesum, finalmente editadas en castellano
en su versión “completa” (eds. Monte Carmelo – Fonte, Burgos 2020; antes había
ediciones parciales, pero no la totalidad). Tengo las obras completas en
inglés, y, además, varias obras sobre ella, pero pude dedicarme desde entonces
a leerla sistemáticamente, pensarla, dialogar con ella desde ese día. Con
muchas cosas durante el día, lecturas, discusiones, clases, la noche “era de
Etty”. Con un lápiz en la mano subrayaba aquello que me parecía importante. Y,
aquí, el primer problema… creo no exagerar si digo que en el libro es más lo
subrayado que lo que no lo está.
Y, a medida que la leía, me
iba “enojando” con ella: no podía creer la profundidad con la que afrontaba aún
las cosas más banales, o las meramente personales. Pero eso es tema para otra
ocasión.
Señalemos, para empezar una
obvia limitación. Los textos que conservamos no son todos los que Etty
escribió. El caso más evidente es la pérdida del cuaderno 7 de su diario (el
cuaderno 6 finaliza el 30 de abril de 1942 y el 8 comienza el 18 de mayo del
mismo año); a esto hemos de sumarle la importante cantidad de cartas que no se
conservan (en las que ella recibe, en más de una ocasión le agradecen una anterior
enviada por ella). Además, todo indica que cuando ella se asienta
definitivamente en Westerbork, que entrega sus diarios a María Tuinzing, la
que, finalizada la guerra, encarga a Klaas Smelik para su publicación lo que
recién consiguió de forma parcial en 1981 para lograrse en forma completa en
1984, siempre en holandés. La difusión fue notable, tanto que hoy se puede
encontrar en 19 lenguas. Ahora bien, asentada ella en Westerbork, todo indica
que retomó la escritura de su diario finalizado antes el 13 de octubre de 1942 (ella
hace, más tarde, referencia a “su diario” en una carta, y, ciertamente, no se
refiere a los anteriores, que ya había consignado a su amiga María. En su carta
a Osias Kormann del 28 de septiembre de 1942 habla de 1500 páginas de las sólo conservamos
1281, y en carta a Henny Tideman del 18 de agosto de 1943 afirma que “me sentí
impelida a escribir en mi diario”. Resumamos: es mucho lo escrito por Etty que
no se ha conservado; ya es casi un milagro que desde el tren que la conducía a
Auschwitz ella arrojara por una hendija dos postales, una de las cuales se
conserva. Por tanto, no es sensato afirmar, por ejemplo, que ella no habla de algo, cuando no
es improbable que lo hubiera hecho en otra ocasión. Es importante conocer
nuestros límites (limites que reflejan, además, el contexto de la crueldad humana en su máxima
expresión). De hecho, un “compañero de armas” escribe a Han Wegerif y demás que
– al partir – dice: “llevo conmigo mis diarios, mis Biblias…” (Jopie
Vleeschhouwer el 6-7 de septiembre de 1943 narrando la deportación de Etty y su
familia).
Por ejemplo, es llamativo que
todos los cuadernos finales de su diario sean un largo encuentro con Dios, con
quién dialoga constantemente hasta el punto de afirmar que la única carta de
amor sensata es a Dios (9 de octubre de 1942; siguiendo a san Agustín), pero en
sus cartas, Dios parezca prácticamente ausente. Una excepción la constituyen: Aun
no te has dado cuenta Dios mío, de que aquí “todo son arenas movedizas salvo tú”,
y acota, “se me ha escapado” (7 agosto 43 a María Tuinzing; semejante
referencia Dios se le “escapa” a Han Wegerif y otros el 24 de agosto de 1943: “¿qué
planes tienes?”) y el 18 de agosto a Henny Tideman (y “para María, pero nadie
más”) una larga oración: “no lucho contigo, Dios mío, toda mi vida es un
diálogo contigo”, o también, siempre a María: “Hemos de asegurarnos, María, de
que Dios esté en buenas manos, a pesar de todo” (2 de septiembre 1943). La idea
de que “se ha escapado” y que la referencia es solo para un par de amigas
quizás nos invite a pensar que la relación con Dios es lo suficientemente
íntima y personal que ella no quiere que sea accesible para todo el mundo. Ella
sabe, por ejemplo, que las consecuencias que ella extrae de su encuentro con
Dios: perdón, amor a todos, negarse al odio y otros elementos no ha de ser
comprendida en general y la tomarían negativamente. Que su actitud de entrega
generosa, alegría, serenidad, donación sea vista por todos sin mencionar a Dios
a cada instante pareciera ser el criterio. Es probable que las referencias
frecuentes a Dios si estuvieran en los diarios de Westerbork (de hecho, la
larga oración a la que hicimos referencia, la retoma de lo escrito “en mi
diario”) que, como dijimos, no se conservan.
Pero me quiero detener en un
elemento que me parece fascinante. Etty es una gran amante del arte. Las veladas
musicales, animadas por su hermano Mischa se encuentran con frecuencia referidas
en los diarios, la ida al teatro, su amor por el cine, la pintura y, ¡sobre
todo!, la poesía (Reiner M. Rilke es, seguramente el autor más citado por Etty).
La frase que ella repite (carta a dos hermanas de La Haya, diciembre 1942) de
que el horror de Westerbork es tan grande que solo un poeta podría narrarlo, ¡y
uno muy bueno!, la pinta de cuerpo entero. Pero ella redunda con muchísima
insistencia que le gustaría saber escribir, que le faltan las palabras, que no
tiene esa capacidad, etc.… en muchas ocasiones ella espera que eso lo alcanzará
más adelante, con el paso del tiempo. Se podría decir que ella escribe muy
bien, creativamente, profundamente, pero evidentemente se siente sumamente
insatisfecha con su capacidad. Ella quisiera ser y sentirse artista para
contar. Pero creo que hemos de decir (decirle) que ella sí logró una eximia
obra de arte; no tanto por lo escrito – bien escrito, repetimos – sino por su
vida. Etty fue una enorme obra de arte del s. XX, y una obra de arte que ella
misma fue forjando.
Una última palabra.
Ciertamente Etty fue una mística; una gran mística. Una persona que tuvo una
profunda experiencia del misterio, de Dios. Resulta un poco patético la actitud
de algunos católico-romanos de querer mostrar que Etty se había convertido al
cristianismo (algo que ella jamás afirma); esa actitud de querer llevar tan buena agua al
propio molino no parece sensata. Etty es la que fue. Y como buena judía se
acercó al Dios de la Biblia (aunque se acercara también con mucha frecuencia al
Nuevo Testamento, y a escritores cristianos, como Agustín y Eckhart). Ella se
unió en amor con Dios, el Dios de la Biblia, y en su obra de arte nos da a
conocer cómo lo ve, como lo ama, como lo imagina. Y ese es, quizás, uno de los
grandes regalos de Etty Hillesum para estos tiempos complicados.
Foto tomada de https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Portretfoto_van_Etty_Hillesum_met_hand_onder_haar_kin,_circa_1940_%28restored%29.jpg
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